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Katherine Tapia, la arquera que estuvo retenida por un grupo armado y ahora brilla en América

La familia de la cordobesa no la apoyaba en su deseo de ser futbolista y debía ir a los entrenamientos a escondidas. Cuidó niños y hasta limpió casas para conseguir dinero y comprar elementos claves en este deporte. Después de ser Agente del Esmad pasó al Atlético Nacional y este miércoles fue clave en la clasificación del club escarlata a la final de la Copa Libertadores Femenina. Sus luchas.

Redacción Súper Campeonas - El Espectador
18 de marzo de 2021 - 06:10 p. m.
Katherine Tapia, durante la tanda de penaltis en la que fue figura contra Corinthians.
Katherine Tapia, durante la tanda de penaltis en la que fue figura contra Corinthians.
Foto: @AmericaCaliFem

El 17 de octubre pasado Katherine Tapia se convirtió en la primera arquera en marcar un gol en los 90 minutos reglamentarios de la Liga Profesional Femenina, en la victoria de Atlético Nacional 3-0 ante Bucaramanga. Anotó de penalti.

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Para llegar a conformar la escuadra verdolaga, cuidó niños y limpió casas. Sus padres no la apoyaban y necesitaba dinero para ser futbolista profesional. Hizo parte del Esmad y, en uno de los partidos con la Policía, fue fichada para ser parte de Atlético Nacional.

Desde que era pequeña participó en los torneos del colegio Lacides Bersal, en Lorica, Córdoba. Obviamente siempre jugó con niños porque en el municipio no había un equipo femenino.

“Mi mamá todos los días me bañaba, me ponía el vestidito y yo me iba para el Polideportivo del corregimiento de donde viven mis papás, cerca de Lorica, en las Flores. Cada vez que llegaba a la casa en las noches, llegaba descalza, vuelta nada y obviamente a mi mamá eso le daba mucha rabia. Eso era todas las noches una pela segura”, contó Tapia en diálogo con El Espectador.

Para conseguir el dinero suficiente y comprar una indumentaria para ser futbolista profesional, ahorraba lo que le daban para las onces. Luego, tuvo que cuidar a dos niños: Vanesa y Santiago.

Su abuelo, José Joaquín, era el único que sabía que ella se iba a escondidas a comprar los guayos y camisetas para ir a entrenar con sus amigos. Él la protegía de todos los regaños. Pero en una de esas escapadas terminó retenida por un grupo al margen de la ley.

Se fue a jugar fútbol a Caucasia. Su abuelo y la señora a la que le cuidaba los niños eran los únicos que sabían de su mentira. De regreso, en Nechi, un grupo armado los retuvo y les dijo que no podían pasar por la zona en horas de la noche. Pese a ese susto siguió su sueño de ser futbolista profesional.

Y así como se destacó en la cancha como defensa central, lo hizo en las aulas como estudiante. Su buen desempeño académico llevó a que la adelantaran dos años y se graduó a los 14. Su amor y pasión por las matemáticas hicieron que estudiara Licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Córdoba, pero un error de sus padres llevó a que la matricularan en Ingeniería de Sistemas.

“Mis papás compraron un pin en la universidad, pero no lo compraron para Licenciatura en Matemáticas sino para Ingeniería de Sistemas. Entonces, cuando yo llego el primer día a la universidad aparezco registrada es en Ingeniera de Sistemas. Yo tenía 14 años, no sabía cómo era el manejo de la universidad ni nada de esas cosas”, agregó la portera cordobesa.

En Córdoba se destacó por su 1,78 de estatura, ser potente en la cancha y su buena pegada a la pelota, habilidades que la llevaron a alcanzar un cupo para el microciclo de la selección de Colombia Sub 20. Dejó todo el dinero de sus ahorros en los pasajes y la hospedada en Bogotá.

Tenía todo listo para representar a la selección en Brasil, pero, un día antes del viaje, el técnico Ricardo Rozo le dijo que ya no estaba entre la lista de convocadas. Pese a que la noticia fue muy dura para ella, su sueño de ser futbolista siguió intacto. El técnico le ofreció quedarse en Bogotá hasta conseguir un cupo en uno de los equipos aficionados de fútbol femenino.

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Para mantenerse económicamente, tuvo que trabajar un tiempo limpiando casas de familia. Luego obtuvo un cupo en el equipo Gol Star, en Bogotá, donde pudo estudiar un técnico de Auxiliar Contable por una beca que le otorgó el club. Y, por un consejo del técnico Diego Rodríguez Toro, pasó de ser defensa central a estar debajo de los tres palos.

“Él me dice: ‘Tapia, pásese para arquera que usted tiene estatura y yo la entreno’. Yo nunca en mi vida me había lesionado de defensa central. Yo bueno, listo. No tenía guantes, entonces todos los papás recogieron, me compraron guantes y guayos. Me Equiparon”, le relató emocionada a este diario.

En 2013 se le presentó la oportunidad de conformar el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Y luego de estar un año en la Policía fue trasladada a Medellín. Allí, en más de una ocasión pudo escoltar a los jugadores del equipo verdolaga. Conoció desde el guardameta argentino Franco Armani hasta el legendario portero René Higuita, uno de sus ídolos.

Uno de los momentos que más recuerda estando en el Esmad fue la final que perdió Nacional ante Tolima en el Atanasio Girardot. Ella estaba lista para disfrutar el partido en el estadio, pero la llamaron para hacer turno. Y aunque le ofreció al mayor hacer doble turno, le tocó ir a trabajar y antes la mandaron a cuidar a los jugadores del equipo ibaguereño.

Su amor por el fútbol nunca lo dejó de lado y en la Policía siguió jugando. En Medellín había un equipo masculino y femenino. Ella jugaba en los dos. En uno de esos encuentros, en 2017, el técnico Diego Bedoya vio sus habilidades debajo de los tres palos y decidió llamarla a una convocatoria para Atlético Nacional.

“Cuando había partidos de hombres que eran así muy duros me llevaban a tapar a mí. Ahí fue donde se da todo el proceso de Nacional. El profesor Diego Bedoya ve un partido aquí en Envigado, no recuerdo la cancha, estaba tapando con los hombres y para él eso fue muy impresionante”, rememoró la portera protagonista de esta historia de constantes luchas.

Katherine cambió el bastón tonfa, el traje especial, el escudo antimotines y las bombas aturdidoras, por los guayos, los guantes y la camisa de Atlético Nacional. Tras tres temporadas en el club paisa fue contratada por América de Cali para atajar en la Copa Libertadores Femenina y este miércoles fue figura en la tanda de penaltis, vía por la cual el club escarlata consiguió la clasificación a la final, que la disputará el domingo ante Universidad de Chile o Ferroviária. Las luchas de Tapia han valido la pena y, además, se encuentra cerca de la gloria continental.

Por Redacción Súper Campeonas - El Espectador

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Astrid(p1nft)18 de marzo de 2021 - 10:22 p. m.
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