Francisco Maturana: “A la selección Colombia procuro no verla”
El entrenador habló, entre otros temas, sobre el factor común que tienen los equipos que han dejado un legado eterno, los hombres de los que más ha aprendido del juego y el problema del balompié colombiano.
Francisco Maturana cursó los primeros años de escuela en su natal Quibdó y en la década del 50 se trasladó junto a su familia al barrio Santa Lucía de Medellín. Cuando caminaba por aquellas calles, camino al colegio, se emocionaba al pasar por las casas de Humberto Turrón Álvarez y de su ídolo, Julio Chonto Gaviria, campeones con Atlético Nacional en 1954. Luego de las labores académicas, se reunía con sus cuatro amigos de infancia y armaban arcos con piedras esperando que no salieran los vecinos o llegara la Policía. En ese caso, a correr.
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“En ese tiempo no pensábamos en irnos a Europa, queríamos jugar en la selección Antioquia y después en Nacional o Medellín”, contó el hombre que fue campeón con Nacional en 1973 y 1976 desempeñándose como defensor, posición de la que destacó varios conceptos. En cuarentena, en su casa en la capital antioqueña, lee, escribe, toma apuntes de partidos, los rompe y no deja de hablar del deporte que ama. Dialogó con El Espectador sobre lo más importante del fútbol: lo que sucede adentro de la cancha.
¿Cómo le gusta que jueguen sus equipos?
Todos los técnicos queremos que nuestros equipos jueguen bien, pero ¿qué es jugar bien?
Para usted, ¿qué es jugar bien?
Es tener un estilo y defenderlo, traducir los principios, subprincipios y los subsubprincipios (sic) que tiene el juego. Es respetar el juego como tal, a la afición y al rival. En un momento determinado, también es conseguir resultados. La forma como quiero conseguir ese resultado puede ser un premio de consolidación.
¿Tiene algún esquema táctico favorito?
Cuando se habla de esquema, se refiere a una distribución geográfica en el terreno de juego, y no creo que en el fútbol haya esa posibilidad de tener un esquema único. Hoy por hoy es flexibilidad. A partir de una idea, los jugadores interpretan durante el transcurso del partido.
¿Hay alguna posición en el campo que sea más importante que las demás?
Soy de una cultura diferente, nací con unas orientaciones determinadas, con una sensibilidad. Siempre he entendido que para jugar bien no se puede jugar mal en defensa, y bien en defensa es aplicar correctamente los principios y subprincipios que se refieren a esa parte del juego. Es no invadir zona, saber dónde el defensor es importante, porque él no es importante en la mitad del campo, a menos que esté haciendo una cobertura. Ahí nacen los perfiles y el repliegue. La parte pensante del fútbol es la defensa.
¿Cuáles son esos principios y subprincipios?
Los principios son respetar la zona y dependen de la idea del entrenador. Por ejemplo, si yo tengo buenos cabeceadores, le doy la raya al extremo para que me tire el centro; pero si no los tengo y poseo buenos volantes centrales que hacen cobertura, no le daría la raya al extremo y lo invitaría a que juegue hacia el centro para que ahí se pudiera hacer el doblaje. Después, las coberturas. Un marcador de punta, básicamente, es apoyo. Tiene la posibilidad de irse al ataque, pero aún en esa fase sigue siendo un marcador. No puede tocar el balón al interior y seguir derecho, porque es apoyo, y si el interior pierde el balón, nos jodimos. Otro concepto es la no invasión de zona, que es determinante: en cada zona, cada uno de los cuatro defensores es un rey que tiene la tranquilidad de que tres guardaespaldas lo van a cubrir. La defensa debe actuar de una manera sincronizada.
¿Y en la etapa creativa y ofensiva cuáles son los principios y subprincipios?
Hay que tratar de conjugar el orden y el desorden. Orden para defender y desorden para atacar. En el desorden les doy libertad a los jugadores que saben atacar, para que se liberen y ocupen cualquier espacio. Si quiero atacar con orden, con toda seguridad que lo que pasará es un híbrido, porque todos los equipos viven ordenados, y se formaría una cosa que nadie va a aceptar ni disfrutar. En cambio, cuando hay desorden, hay licencia para que aparezca la fantasía, porque ni el jugador sabe lo que va a hacer. En el momento en que recibe la pelota es que le llega la inspiración. Algo que sí se puede establecer son las complicidades. Un jugador puede saber qué compañero le va a devolver una pared. Por eso, debe haber una parte pensante y no simplemente alinear los futbolistas y esperar a ver qué sale. Debe haber un patrón, un modelo de juego, que permita a los jugadores entender lo que sus compañeros harán tanto en defensa como en ataque.
¿Cómo ha cambiado el fútbol desde que empezó a dirigir hasta la actualidad?
Me cuesta asimilar el producto actual, porque termino viendo jugadores y no estructuras. A mí me gusta el Atlético de Madrid, en ese equipo veo todos esos principios y subprincipios con los cuales yo comulgo. Cuando me fijo en otros equipos, veo jugadores estupendos con una condición física fabulosa, pero con carencias en el conocimiento del juego. En algunos equipos me cuesta observar los perfiles, porque el fútbol se parece a una danza y ella es enriquecida con el regreso, el pique, el anticipo y las demás cuestiones, siempre y cuando sea un suceso colectivo. A mí me gusta la intensidad, pero la táctica, no la de correr y correr. La intensidad táctica es que en una jugada haya cinco o seis jugadores involucrados en ella, así estén en costados totalmente diferentes. En la actualidad estamos prisioneros de los esquemas, del famoso modelo de juego, y los chicos no tienen libertad y no hay desorden a la hora de atacar.
¿Hay equipos hoy que sean la excepción a ese aprisionamiento de los esquemas?
En esta cuarentena he mirado a Colombia y a Nacional, y es lo que más me gusta, porque son cosas que yo no miraba. No había visto los partidos y disfruto viéndolos ahora, porque me deleito con esas ausencias conceptuales.
¿Qué análisis hizo del Colombia-Alemania de Italia 90?
No lo había visto y lo disfruté porque vi intensidad total, un equipo inteligente que nunca fue a pelear desde la velocidad contra los europeos, sino que lo hizo con sus argumentos. Tuvo orden y principios defensivos estables. Hubo generosidad y amistad de los jugadores, quienes sabían cuándo tenían que apretar, a dónde tenían que moverse y nunca estuvieron parados. Esa Colombia está en sintonía con lo que hizo en su momento Holanda, que no ganó, pero enamoró con la manera como quería ganar. Esa Colombia enamoró y le dijo al mundo que aquí había un país que sabía jugar al fútbol.
¿Qué otros equipos recuerda que no hayan ganado, pero quedaron en la memoria por su forma de jugar?
Brasil del 82 y Holanda del 74. Otros grandes equipos son Brasil del 70, Milan de Arrigo Sacchi y Barcelona de Guardiola.
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¿Qué opina del proceso que ha tenido el fútbol colombiano desde que usted dirigía la selección hasta la actualidad?
Hay cosas que se reconocen. En referencia a las selecciones más actuales, no estoy diciendo que sean mejores o peores, pero son diferentes. Del 98 para acá, tenemos algo diferente, que, por ejemplo, no pasa en Uruguay, que se sabe a qué juega. Antes todo el mundo sabía a qué jugaba Paraguay, hoy nadie sabe. ¿Por qué? Porque todos agarramos modelos de los equipos que triunfaron, lo cual es normal, porque siempre al que gana quieren emularlo y se convierte en referencia. Y no estamos encontrando el estilo.
¿A qué se debe eso?
En países grandes el estilo está por encima de cualquier cosa. En Argentina, por ejemplo, están Menotti y Bilardo, ambos campeones del mundo, pero ningún hincha de River se imagina a Bilardo dirigiendo a su club, porque es otra cosa. En el 89 había un técnico famosísimo que era Sebastião Lazaroni: jugaba con línea de tres, dirigía a la Fiorentina y era un suceso. Luego lo trajeron a la selección de Brasil, la dirigió en la Copa América y se tuvo que ir del país, porque lo querían asesinar a pesar de que había salido campeón. Eso no era lo que les gustaba a los brasileños. A ellos les gustan los marcadores de punta, dicen que son como los brazos del cuerpo humano y la alegría. Le dieron sentido al fútbol bien jugado desde atrás. Entonces, a veces, la historia te obliga a cierta expresión futbolística. Eso ha cambiado, porque ahora vale todo por la inmediatez de resultados y, con tal de que vos ganés, no importa si había historia o no, igual se celebra. Antes, en los que hicieron historia, se privilegiaba la forma como se ganaba.
¿Le gusta como ha jugado la selección con Carlos Queiroz?
A Colombia procuro no verla, porque a veces es difícil estrangular sentimientos y yo quiero lo mejor para mi país. Quiero que en todo el sentido de la palabra y en cualquier escenario gane. Entonces, no veo los partidos y, si los veo, no los analizo públicamente por respeto al entrenador.
¿Cuál es la persona de la que más ha aprendido de fútbol?
Soy un aprendiz permanente. En alguna ocasión aprendí de un jugador de doce años porque en un partido que llegó tarde no lo puse y era el mejor del equipo. Íbamos perdiendo 2-0 y nos mirábamos. En el segundo tiempo veo que se está organizando para entrar, porque sabía que era el mejor, y yo no lo ponía. Luego lo puse y me dice: “Pacho, entro pero ya no hay nada que hacer”. Le respondí: “Los dos aprendimos. Usted a llegar temprano y yo a hacer los cambios más rápido”. Una vez me subí a un taxi y el taxista me comenzó a hablar de fútbol, lo dejé que hablara, después en la casa observé y analicé y él tenía razón. Normalmente veo el fútbol solo y con un papelito. Por eso me gustaba ir a Italia. Allá ibas a un restaurante y las servilletas tenían canchas de fútbol dibujadas. Entonces, miro y adquiero cosas que puedo utilizar como fortalezas para mi propio esquema. Eso sí, de un partido solo se puede tener idea después de los quince minutos. No entiendo cómo hay personas que a los tres minutos ya están haciendo análisis, eso lo he hablado con César Luis Menotti.
¿Qué importancia tiene Menotti en su vida?
Me crié en una cultura del hombre a hombre. Cuando fui a una selección, con Bilardo, había que marcar y no tenía que pensar sino estar bien físicamente y atento. En cambio, con César aprendí muchísimo, así como con Luis Cubilla, con quien más he charlado en mi vida. Prácticamente fue él quien me hizo como entrenador. Con Arrigo Sacchi también aprendí porque tenía los principios que nos gustaban a Cubilla y a mí. Con él armamos un esquema a partir de la Holanda de Rinus Michels. Ellos interpretaban el fútbol zonal y total y eso era lo que nosotros intentamos hacer. Con Arrigo discutimos mucho desde el crecimiento y la aceptación cultural, porque los dos teníamos línea de cuatro y éramos un festival de fueras de lugar, pero resulta que ellos lo provocaban, en nosotros salía como consecuencia del trabajo unificado de la línea. Yo le explicaba que en los costados, para las coberturas, hacíamos una curva porque los defensores en América no son tan rápidos como en Europa. Él, con sus defensores, no necesitaba hacer la curva porque la velocidad le permitía las coberturas.
¿Con qué otras personas sostuvo charlas enriquecedoras?
Con Guus Hiddink. Y con Johan Cruyff tuve cualquier cantidad de reuniones. Cuando yo dirigía un equipo en Arabia, que fue a hacer la pretemporada en Europa, allá estuvo como invitado de lujo. Todo para compartir alrededor de los principios del juego.
¿Cuáles partidos ha disfrutado viéndolos?
El de Milan y Nacional en la Intercontinental de 1989. Nacional no venía en ritmo, pero el respeto que ese partido le dio al club fue único. La victoria 2-1 de Colombia sobre Argentina en la Copa América 1987. Ellos venían de ser campeones del mundo, estaban en su casa y Colombia jugó de tú a tú con su fútbol. También gozo con los partidos del Barcelona y estos días tomé apuntes del Slavia Praga. Ese equipo no gana, pero la forma como quiere intentar jugar me llama la atención. Disfruto del Atlético de Madrid, mucha gente dirá que estoy loco, pero yo sé lo que estoy buscando.
Y el Atlético ha sido calificado muchas veces de defensivo, un estilo diferente al suyo...
Respecto al Atlético no me refiero al estilo sino a los principios del juego. Por ejemplo, si se buscan videos de Franco Baresi, uno se da cuenta de que no lo pasaba nadie porque nunca se regalaba y siempre estaba perfilado. Manejaba el ataque rival. Hoy en día, Virgil van Dijk, del Liverpool, hace un repliegue de 45 metros y nadie lo supera. Con jugadores así disfruto. Ahí están algunos de los subsubprincipios del juego.
¿En el fútbol ya está todo inventado o qué otros cambios pueden venir?
Pero, ¿cuáles son los cambios? Cuando yo jugaba en un potrero e íbamos perdiendo, decíamos: “Vamos arriba a apretar la pelota”. Ahora eso se llama presión alta y dicen que es un gran invento. Desde un principio entendimos que cuando se juega contra un equipo organizado, el único momento en que está desordenado es en la pérdida del balón y hay que atacarlo: eso ahora se llama transición. Ese aspecto, de la tenencia, la pérdida y la recuperación, está asignado por la velocidad. No ha habido un partido en el que un solo equipo tenga el balón. Esas transiciones siempre han existido. Ahora los inventos son tecnológicos para que la gente crea que conoce más del juego porque sabe interpretar un GPS, y quizá conoce todo lo que es la estadística pero no entiende del juego. Los cambios no los veo.
Francisco Maturana cursó los primeros años de escuela en su natal Quibdó y en la década del 50 se trasladó junto a su familia al barrio Santa Lucía de Medellín. Cuando caminaba por aquellas calles, camino al colegio, se emocionaba al pasar por las casas de Humberto Turrón Álvarez y de su ídolo, Julio Chonto Gaviria, campeones con Atlético Nacional en 1954. Luego de las labores académicas, se reunía con sus cuatro amigos de infancia y armaban arcos con piedras esperando que no salieran los vecinos o llegara la Policía. En ese caso, a correr.
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“En ese tiempo no pensábamos en irnos a Europa, queríamos jugar en la selección Antioquia y después en Nacional o Medellín”, contó el hombre que fue campeón con Nacional en 1973 y 1976 desempeñándose como defensor, posición de la que destacó varios conceptos. En cuarentena, en su casa en la capital antioqueña, lee, escribe, toma apuntes de partidos, los rompe y no deja de hablar del deporte que ama. Dialogó con El Espectador sobre lo más importante del fútbol: lo que sucede adentro de la cancha.
¿Cómo le gusta que jueguen sus equipos?
Todos los técnicos queremos que nuestros equipos jueguen bien, pero ¿qué es jugar bien?
Para usted, ¿qué es jugar bien?
Es tener un estilo y defenderlo, traducir los principios, subprincipios y los subsubprincipios (sic) que tiene el juego. Es respetar el juego como tal, a la afición y al rival. En un momento determinado, también es conseguir resultados. La forma como quiero conseguir ese resultado puede ser un premio de consolidación.
¿Tiene algún esquema táctico favorito?
Cuando se habla de esquema, se refiere a una distribución geográfica en el terreno de juego, y no creo que en el fútbol haya esa posibilidad de tener un esquema único. Hoy por hoy es flexibilidad. A partir de una idea, los jugadores interpretan durante el transcurso del partido.
¿Hay alguna posición en el campo que sea más importante que las demás?
Soy de una cultura diferente, nací con unas orientaciones determinadas, con una sensibilidad. Siempre he entendido que para jugar bien no se puede jugar mal en defensa, y bien en defensa es aplicar correctamente los principios y subprincipios que se refieren a esa parte del juego. Es no invadir zona, saber dónde el defensor es importante, porque él no es importante en la mitad del campo, a menos que esté haciendo una cobertura. Ahí nacen los perfiles y el repliegue. La parte pensante del fútbol es la defensa.
¿Cuáles son esos principios y subprincipios?
Los principios son respetar la zona y dependen de la idea del entrenador. Por ejemplo, si yo tengo buenos cabeceadores, le doy la raya al extremo para que me tire el centro; pero si no los tengo y poseo buenos volantes centrales que hacen cobertura, no le daría la raya al extremo y lo invitaría a que juegue hacia el centro para que ahí se pudiera hacer el doblaje. Después, las coberturas. Un marcador de punta, básicamente, es apoyo. Tiene la posibilidad de irse al ataque, pero aún en esa fase sigue siendo un marcador. No puede tocar el balón al interior y seguir derecho, porque es apoyo, y si el interior pierde el balón, nos jodimos. Otro concepto es la no invasión de zona, que es determinante: en cada zona, cada uno de los cuatro defensores es un rey que tiene la tranquilidad de que tres guardaespaldas lo van a cubrir. La defensa debe actuar de una manera sincronizada.
¿Y en la etapa creativa y ofensiva cuáles son los principios y subprincipios?
Hay que tratar de conjugar el orden y el desorden. Orden para defender y desorden para atacar. En el desorden les doy libertad a los jugadores que saben atacar, para que se liberen y ocupen cualquier espacio. Si quiero atacar con orden, con toda seguridad que lo que pasará es un híbrido, porque todos los equipos viven ordenados, y se formaría una cosa que nadie va a aceptar ni disfrutar. En cambio, cuando hay desorden, hay licencia para que aparezca la fantasía, porque ni el jugador sabe lo que va a hacer. En el momento en que recibe la pelota es que le llega la inspiración. Algo que sí se puede establecer son las complicidades. Un jugador puede saber qué compañero le va a devolver una pared. Por eso, debe haber una parte pensante y no simplemente alinear los futbolistas y esperar a ver qué sale. Debe haber un patrón, un modelo de juego, que permita a los jugadores entender lo que sus compañeros harán tanto en defensa como en ataque.
¿Cómo ha cambiado el fútbol desde que empezó a dirigir hasta la actualidad?
Me cuesta asimilar el producto actual, porque termino viendo jugadores y no estructuras. A mí me gusta el Atlético de Madrid, en ese equipo veo todos esos principios y subprincipios con los cuales yo comulgo. Cuando me fijo en otros equipos, veo jugadores estupendos con una condición física fabulosa, pero con carencias en el conocimiento del juego. En algunos equipos me cuesta observar los perfiles, porque el fútbol se parece a una danza y ella es enriquecida con el regreso, el pique, el anticipo y las demás cuestiones, siempre y cuando sea un suceso colectivo. A mí me gusta la intensidad, pero la táctica, no la de correr y correr. La intensidad táctica es que en una jugada haya cinco o seis jugadores involucrados en ella, así estén en costados totalmente diferentes. En la actualidad estamos prisioneros de los esquemas, del famoso modelo de juego, y los chicos no tienen libertad y no hay desorden a la hora de atacar.
¿Hay equipos hoy que sean la excepción a ese aprisionamiento de los esquemas?
En esta cuarentena he mirado a Colombia y a Nacional, y es lo que más me gusta, porque son cosas que yo no miraba. No había visto los partidos y disfruto viéndolos ahora, porque me deleito con esas ausencias conceptuales.
¿Qué análisis hizo del Colombia-Alemania de Italia 90?
No lo había visto y lo disfruté porque vi intensidad total, un equipo inteligente que nunca fue a pelear desde la velocidad contra los europeos, sino que lo hizo con sus argumentos. Tuvo orden y principios defensivos estables. Hubo generosidad y amistad de los jugadores, quienes sabían cuándo tenían que apretar, a dónde tenían que moverse y nunca estuvieron parados. Esa Colombia está en sintonía con lo que hizo en su momento Holanda, que no ganó, pero enamoró con la manera como quería ganar. Esa Colombia enamoró y le dijo al mundo que aquí había un país que sabía jugar al fútbol.
¿Qué otros equipos recuerda que no hayan ganado, pero quedaron en la memoria por su forma de jugar?
Brasil del 82 y Holanda del 74. Otros grandes equipos son Brasil del 70, Milan de Arrigo Sacchi y Barcelona de Guardiola.
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¿Qué opina del proceso que ha tenido el fútbol colombiano desde que usted dirigía la selección hasta la actualidad?
Hay cosas que se reconocen. En referencia a las selecciones más actuales, no estoy diciendo que sean mejores o peores, pero son diferentes. Del 98 para acá, tenemos algo diferente, que, por ejemplo, no pasa en Uruguay, que se sabe a qué juega. Antes todo el mundo sabía a qué jugaba Paraguay, hoy nadie sabe. ¿Por qué? Porque todos agarramos modelos de los equipos que triunfaron, lo cual es normal, porque siempre al que gana quieren emularlo y se convierte en referencia. Y no estamos encontrando el estilo.
¿A qué se debe eso?
En países grandes el estilo está por encima de cualquier cosa. En Argentina, por ejemplo, están Menotti y Bilardo, ambos campeones del mundo, pero ningún hincha de River se imagina a Bilardo dirigiendo a su club, porque es otra cosa. En el 89 había un técnico famosísimo que era Sebastião Lazaroni: jugaba con línea de tres, dirigía a la Fiorentina y era un suceso. Luego lo trajeron a la selección de Brasil, la dirigió en la Copa América y se tuvo que ir del país, porque lo querían asesinar a pesar de que había salido campeón. Eso no era lo que les gustaba a los brasileños. A ellos les gustan los marcadores de punta, dicen que son como los brazos del cuerpo humano y la alegría. Le dieron sentido al fútbol bien jugado desde atrás. Entonces, a veces, la historia te obliga a cierta expresión futbolística. Eso ha cambiado, porque ahora vale todo por la inmediatez de resultados y, con tal de que vos ganés, no importa si había historia o no, igual se celebra. Antes, en los que hicieron historia, se privilegiaba la forma como se ganaba.
¿Le gusta como ha jugado la selección con Carlos Queiroz?
A Colombia procuro no verla, porque a veces es difícil estrangular sentimientos y yo quiero lo mejor para mi país. Quiero que en todo el sentido de la palabra y en cualquier escenario gane. Entonces, no veo los partidos y, si los veo, no los analizo públicamente por respeto al entrenador.
¿Cuál es la persona de la que más ha aprendido de fútbol?
Soy un aprendiz permanente. En alguna ocasión aprendí de un jugador de doce años porque en un partido que llegó tarde no lo puse y era el mejor del equipo. Íbamos perdiendo 2-0 y nos mirábamos. En el segundo tiempo veo que se está organizando para entrar, porque sabía que era el mejor, y yo no lo ponía. Luego lo puse y me dice: “Pacho, entro pero ya no hay nada que hacer”. Le respondí: “Los dos aprendimos. Usted a llegar temprano y yo a hacer los cambios más rápido”. Una vez me subí a un taxi y el taxista me comenzó a hablar de fútbol, lo dejé que hablara, después en la casa observé y analicé y él tenía razón. Normalmente veo el fútbol solo y con un papelito. Por eso me gustaba ir a Italia. Allá ibas a un restaurante y las servilletas tenían canchas de fútbol dibujadas. Entonces, miro y adquiero cosas que puedo utilizar como fortalezas para mi propio esquema. Eso sí, de un partido solo se puede tener idea después de los quince minutos. No entiendo cómo hay personas que a los tres minutos ya están haciendo análisis, eso lo he hablado con César Luis Menotti.
¿Qué importancia tiene Menotti en su vida?
Me crié en una cultura del hombre a hombre. Cuando fui a una selección, con Bilardo, había que marcar y no tenía que pensar sino estar bien físicamente y atento. En cambio, con César aprendí muchísimo, así como con Luis Cubilla, con quien más he charlado en mi vida. Prácticamente fue él quien me hizo como entrenador. Con Arrigo Sacchi también aprendí porque tenía los principios que nos gustaban a Cubilla y a mí. Con él armamos un esquema a partir de la Holanda de Rinus Michels. Ellos interpretaban el fútbol zonal y total y eso era lo que nosotros intentamos hacer. Con Arrigo discutimos mucho desde el crecimiento y la aceptación cultural, porque los dos teníamos línea de cuatro y éramos un festival de fueras de lugar, pero resulta que ellos lo provocaban, en nosotros salía como consecuencia del trabajo unificado de la línea. Yo le explicaba que en los costados, para las coberturas, hacíamos una curva porque los defensores en América no son tan rápidos como en Europa. Él, con sus defensores, no necesitaba hacer la curva porque la velocidad le permitía las coberturas.
¿Con qué otras personas sostuvo charlas enriquecedoras?
Con Guus Hiddink. Y con Johan Cruyff tuve cualquier cantidad de reuniones. Cuando yo dirigía un equipo en Arabia, que fue a hacer la pretemporada en Europa, allá estuvo como invitado de lujo. Todo para compartir alrededor de los principios del juego.
¿Cuáles partidos ha disfrutado viéndolos?
El de Milan y Nacional en la Intercontinental de 1989. Nacional no venía en ritmo, pero el respeto que ese partido le dio al club fue único. La victoria 2-1 de Colombia sobre Argentina en la Copa América 1987. Ellos venían de ser campeones del mundo, estaban en su casa y Colombia jugó de tú a tú con su fútbol. También gozo con los partidos del Barcelona y estos días tomé apuntes del Slavia Praga. Ese equipo no gana, pero la forma como quiere intentar jugar me llama la atención. Disfruto del Atlético de Madrid, mucha gente dirá que estoy loco, pero yo sé lo que estoy buscando.
Y el Atlético ha sido calificado muchas veces de defensivo, un estilo diferente al suyo...
Respecto al Atlético no me refiero al estilo sino a los principios del juego. Por ejemplo, si se buscan videos de Franco Baresi, uno se da cuenta de que no lo pasaba nadie porque nunca se regalaba y siempre estaba perfilado. Manejaba el ataque rival. Hoy en día, Virgil van Dijk, del Liverpool, hace un repliegue de 45 metros y nadie lo supera. Con jugadores así disfruto. Ahí están algunos de los subsubprincipios del juego.
¿En el fútbol ya está todo inventado o qué otros cambios pueden venir?
Pero, ¿cuáles son los cambios? Cuando yo jugaba en un potrero e íbamos perdiendo, decíamos: “Vamos arriba a apretar la pelota”. Ahora eso se llama presión alta y dicen que es un gran invento. Desde un principio entendimos que cuando se juega contra un equipo organizado, el único momento en que está desordenado es en la pérdida del balón y hay que atacarlo: eso ahora se llama transición. Ese aspecto, de la tenencia, la pérdida y la recuperación, está asignado por la velocidad. No ha habido un partido en el que un solo equipo tenga el balón. Esas transiciones siempre han existido. Ahora los inventos son tecnológicos para que la gente crea que conoce más del juego porque sabe interpretar un GPS, y quizá conoce todo lo que es la estadística pero no entiende del juego. Los cambios no los veo.