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Edgardo Mier soñaba con ser arquero. Lo fue en muchos equipos aficionados de Barrancabermeja, pero no pudo llegar al profesionalismo. Y como muchos padres, le heredó la pasión por el fútbol a su hijo Kevin, quien cuando comenzó a jugar lo hacía como delantero en el club Oro Negro.
Su destino, sin embargo, estaba debajo del arco. Un día el guardameta del equipo no asistió y el entrenador le pidió a Kevin que lo reemplazara, pues era el más alto del plantel. Lo hizo bien, y le quedó gustando esa posición, en la que tenía a un preparador de lujo, su papá, quien lo acompañaba a todos los partidos y desde atrás de la cancha le daba indicaciones.
Tiempo después, ya adolescente, fue reclutado por Atlético Nacional, en donde siguió su etapa formativa. Se fue a Medellín y tuvo que aprender a vivir lejos de su madre, Miladys, y su hermana Íngrid, de quienes era el consentido.
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Mientras pulía su talento fue convocado a diferentes selecciones nacionales. Pasó por la sub-15 y fue a dos Mundiales, uno con la Sub-17 en India y otro con la Sub-20 en Polonia. Y comenzó a ser tenido en cuenta como alternativa en la banca del equipo profesional. Era buen atajador, seguro en el juego aéreo y con un aceptable manejo de balón, para cuando fuera necesario.
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— Kevin Mier (@KevinMier12) January 20, 2019
Estuvo a préstamo en Santa Fe, pero casi no jugó, aunque aprendió mucho de Rufai Zapata y Leandro Castellanos. Después fue a Valledupar, en donde tuvo mayor rodaje antes de regresar al cuadro verdolaga. En 2021 fue parte de la nómina que ganó la Copa BetPlay y acaba de ser la gran figura en la conquista de la decimoséptima estrella, tras una dramática final ante Tolima, en la que su atajada al penalti de Daniel Cataño y la acción posterior, que significó la expulsión del volante pijao, cambiaron el rumbo: de un posible 3-0, el cuadro antioqueño pasó a jugar con un hombre más y la moral en alto para ir a buscar el gol del título, como en efecto ocurrió.
Tímido, callado, pero amable y respetuoso, Mier se ganó a pulso la titularidad y a punta de trabajo y atajadas claves se metió en el corazón de la hinchada. Además, llenó de confianza a sus compañeros.
“A comienzos de año había una situación muy incómoda con Aldair Quntana. La gente pedía arqueros con títulos, de jerarquía. Y cuando llegó Kevin se le notó la inexperiencia en un par de partidos claves contra Olimpia y Tolima, pero el entrenador y el equipo lo respaldaron y él empezó a sentir eso y nos comenzó a salvar, a tener atajadas increíbles. Este título es en buena medida de ese muchacho, por todo lo que le tocó vivir, y lo del penal es una locura, con el estadio en contra, perdiendo 2-0 y estar tranquilo para taparlo, demuestra que va a hacer grandes cosas en Nacional”, admite Gio Moreno, uno de los referentes del plantel verdolaga.
El gran momento por el que pasa Kevin Mier se debe al trabajo que ha realizado de la mano de René Higuita y Milton Patiño, los preparadores de arqueros del club. También al psicólogo Luis Alfonso Sosa, quien llegó a mediados de marzo, justo cuando Hernán Darío Herrera se hizo cargo del equipo y reemplazó en el banquillo a Alejandro Restrepo.
“Es un muchacho que se merece todo lo bueno que le está pasando, porque ama lo que hace, tiene gran actitud y piensa siempre en el bienestar del colectivo. Ha sido clave en esta parte final, pero no solo por sus atajadas, sino por el buen ánimo que contagia”, reconoce el Arriero, otro hombre que tampoco estaba en los planes de la dirigencia para esta temporada y terminó como héroe.
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“Llegué a Nacional cuando apenas tenía 14 años. Creyeron en mí, me apoyaron. Hoy debo darles las gracias a todos los que me han ayudado en este proceso, a los profes, los directivos, mis compañeros. A la gente en Barranca también. Cuando tú le das al fútbol, él te devuelve el doble”, asegura el nuevo ídolo del verde paisa, quien con sus actuaciones ante Millonarios, Júnior y Tolima hizo recordar las hazañas de sus más grandes sucesores: Higuita, David Ospina y Franco Armani. Además, cumplió con creces el sueño de su padre.
Con 22 años, cinco ya de carrera profesional, y un recorrido que envidiaría cualquier veterano, Kevin es el presente y el futuro en el arco de Nacional, pero también en la selección de Colombia. Hernán Darío Herrera y Néstor Lorenzo pueden dormir tranquilos porque cuentan con un arquero de condiciones, pero también de personalidad, que sabe que puede caer, pero que tiene que levantarse, así como lo hizo para afianzarse este semestre y terminar siendo la figura de un título que jamás olvidará la exigente hinchada verdolaga.
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