Yerson Mosquera, el central, bailarín y catador de quesos del futuro
Esta es la historia del defensa de 19 años de Atlético Nacional que ha cautivado por sus tremendas condiciones. Sigue los pasos de su tío, Elkin Murillo.
Thomas Blanco - @thomblalin
Uno de los regaños con significado que jamás se le van a olvidar a Yerson Mosquera. Acababa de llegar a Filandia (Quindío), en donde su tío Elkin Murillo, exjugador de la selección colombiana y Atlético Nacional, había fundado su propio club. Sus raíces son de volante de marca, pero su estatura (1,88 metros) lo invitó a convertirse en defensa central. Con una virtud imperial a pesar de su tamaño: la velocidad. Es una flecha.
El equipo sub 17 de Elkin Murillo se medía en un partido amistoso ante un equipo sub 20 llamado Talentos. Yerson Mosquera hizo dupla de zagueros con Daymer Peñata, conocido como Jabón, un central zurdo que tenía mucho respeto. Dos años mayor que él, la idea era que le enseñara a expresarse con tranquilidad.
Pero Yerson, poseído por su velocidad -arma de doble filo-, se ubicó por delante de él, no le hizo respaldo y en los primeros 20 minutos les marcaron tres goles. Al minuto 23, por el calor, pararon a tomar agua y Elkin, tan caliente, lo vació y lo sacó segundos después. Todos hicieron silencio.
Esa noche lo sentó en la sala de la casa. Serio, le dijo “cómo eran las cosas”. Que uno debía ser ordenado, hacer caso y no confiarse por la velocidad. Le dio el ejemplo de Iván Ramiro Córdoba y Amaranto Perea, excompañeros suyos de selección, que, bien rápidos, no usaban la velocidad como corrección, sino como virtud para anticipar a los rivales.
-Vea, Yerson... si usted aprende a entender el juego, por su velocidad y estatura, todos van a hablar maravillas suyas. Usted tomará la decisión de si quiere devolverse para la casa...
-No tío, no quiero devolverme para el pueblo. Yo quiero ser alguien en la vida.
(Lea también: “Quise que el Pasto jugara a lo Guardiola, a lo Simeone y a lo Diego Corredor”)
Ya tiene el precedente de sus dos primos, también sobrinos de Elkin. Daniel Valdelamar, que pasó por Santa Fe y hoy está sin equipo. También de Gustavo Cañizalez, que estuvo en aquel Tolima de Yimmi Chará y Michael Barrios. “Ambos no fueron tan obedientes y por eso las carreras son cortas”, reconoce Elkin.
Allá, en el pueblo, en Nueva Colonia, corregimiento de Turbo (Antioquia), Yerson fue el sexto de los nueve hijos de la unión entre Jesús Adán Mosquera, trabajador de fincas bananeras, y Myriam Valdelamar. Yerson, con su alegría, su firma principal, es la chispa de la casa. “Es muy risueño, se ríe por todo. Pero por todo es todo. Si iba para la cancha, él iba detrás mío”, las palabras de Jesús Antonio, el mayor (22) de los hermanos hombres y quien también es futbolista profesional en el Bogotá FC.
“Yerson es muy molestón, extrovertido, tiene mucha energía. Vive muerto de la risa”, agregó Luisa, su hermana, quien recuerda la más común de sus travesuras. “Mi mamá hacía mercado y guardaba el queso en la nevera. Y después cuando no lo veía le preguntaba a Yerson que quién se lo había comido. Él le decía que había sido un ratón. Él era el único que siempre veía a los ratones (risas). Es que le gusta mucho el queso. Hasta que un día lo pillamos, igual mi mamá siempre lo supo”. También le encanta echarle limón a todo: al arroz, a los patacones, al plátano.
“Uff sí, soy amante del queso costeño y del limón”, dice Yerson, quien confiesa cuál es su futbolista favorito: Sergio Busquets. “Por la paciencia con la que juega”.
Sus otros dos hermanos también son futbolistas. Fernando, de 16 años, es el único zurdo de la familia: extremo o lateral izquierdo. También el más alto de todos. “Él es el que más juega, el de más talento. Tira gambetas, pases largos, hace goles, defiende. Es muy completo”, dice Jesús.
Todos son veloces, pero el más rápido de todos es el menor, Deiver (14). En el pueblo lo conocen con un sobrenombre: el Hijo del Viento. “A ese no lo coge nadie”.
Los cuatro son altísimos porque heredaron los genes de su madre. El padre de ella también es el papá biológico de Agustín Julio, recordado arquero de Santa Fe y de la selección. La velocidad es una condición natural, pero que desarrollaron con sus juegos de niños.
“En el pueblo jugábamos una cosa que le dicen la ‘Bolsita’ o ‘Televisor’. Marcábamos un cuadro en la calle y corríamos. Era por equipos, nos escondíamos y uno de nosotros tenía que pisar el cuadro sin que nos vieran. Tocaba ser muy rápido. También íbamos a las plataneras, molestábamos a los perros, a las avispas y salíamos a correr. Muchas veces descalzos”, rememora Jesús.
(Lea: La perversión de la industria del deporte con la salud mental)
¿La otra pasión de Yerson? El baile. Champeta, salsa choque, de todo. Las fiestas de los 11 de noviembre del pueblo son sagradas para él y para su hermano Fernando. Ambos se disfrazan, con sombrero y todo, y hacen lo suyo. De ahí surgió el apodo con el que todos lo conocen: Yerry. “Es bailarín. No se fue por ese camino porque es muy bueno en el fútbol, pero es duro. El baile es alegría y eso es Yerson”, dice Jesús. Pero Yerson, tímido, aclara que “solo me gusta bailar en las reuniones”. Por ahora...
El camino de Yerson Mosquera en el fútbol empezó en el club Urabá Júnior, equipo en el que Pedro Pablo Palacio fue su gran formador. En la fundación de Elkin Murillo, dirigida por su otro tío y formador, John Jairo Murillo, quien lo retrasó a jugar como central, también dejó huella antes de partir a Filandia. Y después, en un torneo de las Américas, cautivó a todo el mundo. Entre ellos a Camilo Pérez, scout de Atlético Nacional. Ahí empezó todo.
A sus 19 años es el futbolista con mayor proyección del fútbol colombiano. Un central completísimo: exageradamente rápido, fuerte en el juego aéreo y que tiene mucho criterio con el balón en los pies. Porque su formación como volante central fue vital. Y Elkin Murillo también cumplió un papel importante en esa materia. “Soy admirador del fútbol de Guardiola. Tratamos de salir jugando bien y cuando nos presionan tratamos de no tirar la pelota a cualquier lado, sino tirar un pase de profundidad para hacer un ataque”, dice.
Y su hermano Jesús lo describe mejor que nadie. “Él era selección Turbo siendo menor porque era muy buen volante. Por eso tiene muy buen control de balón. Aparte él sí tiene una formación desde muy pequeño con todos esos conceptos. Lo de la velocidad hasta a mí me sorprende. Él ahora está más rápido, tiene zancada larga y no perdió la coordinación cuando creció. Yerson es metelón y habla mucho: ese no se le queda callado a nadie. Habla demasiado. Es de los que se enoja cuando pierde, le habla siempre al compañero, le gusta que las cosas salgan bien, es de los que se preocupan. Y lo digo: no se rinde fácil, guerrea cualquier pelota. Por eso está donde está”.
Y Yerson no se cambia por nadie: “A esta edad es muy difícil que tenga tantos partidos y de esa altura. Es muy bonito esto”. Ya fue convocado al microciclo que hizo Reinaldo Rueda en la selección colombiana. Un tipo que también dirigió a Elkin en la tricolor. “Tengo una bonita relación con Reinaldo, pero nunca le dije que Yerson era mi sobrino. Es el central del futuro”, concluye Elkin Murillo de quien también llegó a ser alguien en la vida.
Por: Thomas Blanco- @thomblalin
Uno de los regaños con significado que jamás se le van a olvidar a Yerson Mosquera. Acababa de llegar a Filandia (Quindío), en donde su tío Elkin Murillo, exjugador de la selección colombiana y Atlético Nacional, había fundado su propio club. Sus raíces son de volante de marca, pero su estatura (1,88 metros) lo invitó a convertirse en defensa central. Con una virtud imperial a pesar de su tamaño: la velocidad. Es una flecha.
El equipo sub 17 de Elkin Murillo se medía en un partido amistoso ante un equipo sub 20 llamado Talentos. Yerson Mosquera hizo dupla de zagueros con Daymer Peñata, conocido como Jabón, un central zurdo que tenía mucho respeto. Dos años mayor que él, la idea era que le enseñara a expresarse con tranquilidad.
Pero Yerson, poseído por su velocidad -arma de doble filo-, se ubicó por delante de él, no le hizo respaldo y en los primeros 20 minutos les marcaron tres goles. Al minuto 23, por el calor, pararon a tomar agua y Elkin, tan caliente, lo vació y lo sacó segundos después. Todos hicieron silencio.
Esa noche lo sentó en la sala de la casa. Serio, le dijo “cómo eran las cosas”. Que uno debía ser ordenado, hacer caso y no confiarse por la velocidad. Le dio el ejemplo de Iván Ramiro Córdoba y Amaranto Perea, excompañeros suyos de selección, que, bien rápidos, no usaban la velocidad como corrección, sino como virtud para anticipar a los rivales.
-Vea, Yerson... si usted aprende a entender el juego, por su velocidad y estatura, todos van a hablar maravillas suyas. Usted tomará la decisión de si quiere devolverse para la casa...
-No tío, no quiero devolverme para el pueblo. Yo quiero ser alguien en la vida.
(Lea también: “Quise que el Pasto jugara a lo Guardiola, a lo Simeone y a lo Diego Corredor”)
Ya tiene el precedente de sus dos primos, también sobrinos de Elkin. Daniel Valdelamar, que pasó por Santa Fe y hoy está sin equipo. También de Gustavo Cañizalez, que estuvo en aquel Tolima de Yimmi Chará y Michael Barrios. “Ambos no fueron tan obedientes y por eso las carreras son cortas”, reconoce Elkin.
Allá, en el pueblo, en Nueva Colonia, corregimiento de Turbo (Antioquia), Yerson fue el sexto de los nueve hijos de la unión entre Jesús Adán Mosquera, trabajador de fincas bananeras, y Myriam Valdelamar. Yerson, con su alegría, su firma principal, es la chispa de la casa. “Es muy risueño, se ríe por todo. Pero por todo es todo. Si iba para la cancha, él iba detrás mío”, las palabras de Jesús Antonio, el mayor (22) de los hermanos hombres y quien también es futbolista profesional en el Bogotá FC.
“Yerson es muy molestón, extrovertido, tiene mucha energía. Vive muerto de la risa”, agregó Luisa, su hermana, quien recuerda la más común de sus travesuras. “Mi mamá hacía mercado y guardaba el queso en la nevera. Y después cuando no lo veía le preguntaba a Yerson que quién se lo había comido. Él le decía que había sido un ratón. Él era el único que siempre veía a los ratones (risas). Es que le gusta mucho el queso. Hasta que un día lo pillamos, igual mi mamá siempre lo supo”. También le encanta echarle limón a todo: al arroz, a los patacones, al plátano.
“Uff sí, soy amante del queso costeño y del limón”, dice Yerson, quien confiesa cuál es su futbolista favorito: Sergio Busquets. “Por la paciencia con la que juega”.
Sus otros dos hermanos también son futbolistas. Fernando, de 16 años, es el único zurdo de la familia: extremo o lateral izquierdo. También el más alto de todos. “Él es el que más juega, el de más talento. Tira gambetas, pases largos, hace goles, defiende. Es muy completo”, dice Jesús.
Todos son veloces, pero el más rápido de todos es el menor, Deiver (14). En el pueblo lo conocen con un sobrenombre: el Hijo del Viento. “A ese no lo coge nadie”.
Los cuatro son altísimos porque heredaron los genes de su madre. El padre de ella también es el papá biológico de Agustín Julio, recordado arquero de Santa Fe y de la selección. La velocidad es una condición natural, pero que desarrollaron con sus juegos de niños.
“En el pueblo jugábamos una cosa que le dicen la ‘Bolsita’ o ‘Televisor’. Marcábamos un cuadro en la calle y corríamos. Era por equipos, nos escondíamos y uno de nosotros tenía que pisar el cuadro sin que nos vieran. Tocaba ser muy rápido. También íbamos a las plataneras, molestábamos a los perros, a las avispas y salíamos a correr. Muchas veces descalzos”, rememora Jesús.
(Lea: La perversión de la industria del deporte con la salud mental)
¿La otra pasión de Yerson? El baile. Champeta, salsa choque, de todo. Las fiestas de los 11 de noviembre del pueblo son sagradas para él y para su hermano Fernando. Ambos se disfrazan, con sombrero y todo, y hacen lo suyo. De ahí surgió el apodo con el que todos lo conocen: Yerry. “Es bailarín. No se fue por ese camino porque es muy bueno en el fútbol, pero es duro. El baile es alegría y eso es Yerson”, dice Jesús. Pero Yerson, tímido, aclara que “solo me gusta bailar en las reuniones”. Por ahora...
El camino de Yerson Mosquera en el fútbol empezó en el club Urabá Júnior, equipo en el que Pedro Pablo Palacio fue su gran formador. En la fundación de Elkin Murillo, dirigida por su otro tío y formador, John Jairo Murillo, quien lo retrasó a jugar como central, también dejó huella antes de partir a Filandia. Y después, en un torneo de las Américas, cautivó a todo el mundo. Entre ellos a Camilo Pérez, scout de Atlético Nacional. Ahí empezó todo.
A sus 19 años es el futbolista con mayor proyección del fútbol colombiano. Un central completísimo: exageradamente rápido, fuerte en el juego aéreo y que tiene mucho criterio con el balón en los pies. Porque su formación como volante central fue vital. Y Elkin Murillo también cumplió un papel importante en esa materia. “Soy admirador del fútbol de Guardiola. Tratamos de salir jugando bien y cuando nos presionan tratamos de no tirar la pelota a cualquier lado, sino tirar un pase de profundidad para hacer un ataque”, dice.
Y su hermano Jesús lo describe mejor que nadie. “Él era selección Turbo siendo menor porque era muy buen volante. Por eso tiene muy buen control de balón. Aparte él sí tiene una formación desde muy pequeño con todos esos conceptos. Lo de la velocidad hasta a mí me sorprende. Él ahora está más rápido, tiene zancada larga y no perdió la coordinación cuando creció. Yerson es metelón y habla mucho: ese no se le queda callado a nadie. Habla demasiado. Es de los que se enoja cuando pierde, le habla siempre al compañero, le gusta que las cosas salgan bien, es de los que se preocupan. Y lo digo: no se rinde fácil, guerrea cualquier pelota. Por eso está donde está”.
Y Yerson no se cambia por nadie: “A esta edad es muy difícil que tenga tantos partidos y de esa altura. Es muy bonito esto”. Ya fue convocado al microciclo que hizo Reinaldo Rueda en la selección colombiana. Un tipo que también dirigió a Elkin en la tricolor. “Tengo una bonita relación con Reinaldo, pero nunca le dije que Yerson era mi sobrino. Es el central del futuro”, concluye Elkin Murillo de quien también llegó a ser alguien en la vida.
Por: Thomas Blanco- @thomblalin