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Aunque “unión” no es una palabra que haya caracterizado al fútbol bogotano en sus 50 años de historia, justo en la celebración de las Bodas de Oro de su Liga parece más dividido que nunca.
A la crisis económica y deportiva que arrastra desde hace años, agravada por la pandemia del COVID-19, se sumó este fin de semana el divorcio, que parece definitivo, entre los clubes profesionales y la entidad rectora del balompié aficionado.
El viernes pasado, los presidentes de Santa Fe, Millonarios, Equidad, Fortaleza, Tigres y Bogotá F. C., que pertenecen a la Dimayor y juegan en primera y segunda división, informaron que no participarán con sus equipos de escuelas de formación y categorías menores en los torneos de la Liga.
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En un comunicado muy diplomático se limitaron a anunciar la decisión y agradecer a la entidad por su vínculo durante muchos años.
Esa misma noche, Miguel Ángel Daza, presidente de la Liga de Fútbol de Bogotá, y su secretario general, Cristian Orlando Puentes, respondieron: “Desconocemos las razones. El actual órgano de administración viene adelantando políticas de optimización de procesos administrativos, contables, financieros y deportivos, así como depuración de cartera, con el fin de garantizar nuestra sostenibilidad y proyección institucional. Estamos comprometidos con el desarrollo de los clubes afiliados en términos de participación y conformación de los seleccionados de Bogotá, propiciando así visualizar la evolución de los clubes y, por ende, la proyección de sus deportistas”.
Aunque la primera interpretación de esas líneas fue que la Liga les estaba exigiendo a los clubes profesionales ponerse al día en obligaciones atrasadas y, sobre todo, les advertía que dejarían de ser la base de los seleccionados distritales que juegan los campeonatos nacionales, Eduardo Méndez, presidente de Santa Fe, aclaró: “La única razón de nuestra salida es la desorganización reinante en la Liga. La tremenda división interna. No se sabe quién ni cómo la maneja. Lo del dinero es falso. A Santa Fe no le facturaron el año pasado, no se cómo estamos. A Equidad y Fortaleza les pasaron unos estados de cuentas en los que no se explicaban las deudas. Supuestamente les debemos como $150 millones, pero nosotros no vamos a salir a correr por eso. Nos ponemos de acuerdo y pagamos, porque además no es una cantidad alta y yo, que estoy acogido a la Ley 1116, le puedo hacer frente. Y con respecto al tema de las selecciones, si es así, sería un craso error, gravísimo que pensaran excluir a algún club o jugador, eso no se puede hacer”.
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Carlos Barato, presidente de Fortaleza, agregó que “durante la pandemia hubo un revolcón liderado por clubes nuevos y ahora están utilizando una estrategia populista contra los profesionales, que por tener esa condición, en la Liga somos invitados. Pedí unos avales para participar en los torneos federativos sub 17 y sub 15, y me pasaron una cuenta de cobro por $70 millones. Duré mucho tiempo pidiendo aclaración del tema. Me tocó rogar para pagar. Finalmente dijeron que debía solamente $17 millones. No pedimos privilegios, pero sí buen trato y respeto, porque cada uno de nosotros le representa a la entidad unos $400 millones en un año normal. No hay un proyecto deportivo de la Liga, no existe un modelo de juego y menos un perfil de cargos, nada, ni para dirigentes ni para entrenadores”.
La división en el interior de la Liga es un flagelo histórico del balompié capitalino. Desde 1970 pocas han sido las administraciones con liderazgo y capacidad para involucrar en un mismo proyecto a clubes, técnicos y deportistas. Tanto así, que se volvió común la frase: “No pasa nada” cuando se le pregunta a alguien por una selección de cualquier categoría.
Miguel Daza y Cristian Puentes fueron elegidos hace cuatro meses en el comité ejecutivo de la entidad, al lado de Jorge Chaparro Jr., quien al ser consultado sobre la disputa con los clubes profesionales explicó que no ha sido “tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones al respecto”, como quedó evidenciado con la ausencia de su firma en la respuesta de la Liga.
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Recientemente Bogotá renunció a participar en el campeonato nacional sub 13 porque no tenía selección. Aparentemente lo hará dentro de dos semanas en el sub 15, aunque ese equipo todavía no ha comenzado su preparación. Y los torneos locales de las diferentes categorías aún no tienen fecha de inicio, pues el contrato de arrendamiento del complejo de La Morena, que pertenece a la Fuerza Aérea, venció en diciembre pasado y no se ha renovado.
Sin embargo, directivos de algunos de los 320 clubes afiliados a la Liga están felices con la salida de los profesionales, porque “habrá mayores oportunidades para todos, una mejor vitrina”.
Los seis clubes que tienen equipo en la A o en la B, además de otros con los que tienen estrecha relación, estudian la posibilidad de organizar una nueva competición con el aval de la Difútbol. Jugarán también los torneos de la Federación e incluso no descartan del todo la posibilidad de unirse a la Liga de Cundinamarca, más allá de que tengan sentido de pertenencia y prefieran representar a Bogotá.
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“Hay muchos caminos que estamos analizando, todos pensando en el beneficio de nuestros niños. Les daremos la competencia que requieren, el fogueo y la experiencia que complementen su etapa formativa”, aclaró Méndez.
Lo cierto es hay caos en el fútbol bogotano y la razón no es únicamente la pandemia. Superar la crisis sanitaria es un reto complejo, tanto como lograr que los dirigentes del balompié pongan los intereses de la ciudad por encima de los particulares.