Colombia, el país en el que el fútbol está en pocas manos
Mientras la mayoría de ligas en el mundo han reestructurado sus campeonatos para aumentar la competitividad a través de diferentes divisiones, en nuestro país el formato del torneo está estancado.
Daniel Bello
Las eliminaciones de Millonarios y Atlético Nacional en la fase previa de la Copa Libertadores reafirmaron el mal momento del fútbol colombiano a nivel internacional. Esa situación ha sido una constante durante las últimas temporadas pues desde 2018 ningún equipo de la Dimayor se ha clasificado a las instancias definitivas de las competencias internacionales. Opuestos panoramas tienen los clubes paraguayos y ecuatorianos, que han ganado espacio en los últimos años.
Mientras muchas ligas de Sudamérica cambiaron sus formatos para competir a nivel local y extranjero, la Dimayor persiste en su formato actual, el cual, no solo cuenta con un calendario sobrecargado, sino que tiene otra problemática: es excluyente. En otras palabras, el fútbol colombiano cuenta con una estructura de muchos partidos y pocos equipos.
Mire: Lo mejor del fútbol colombiano está en El Espectador
Colombia es, junto a Bolivia, la única federación de Conmebol que no tiene tercera división. Además, es de los pocos países del mundo donde hay una estructura de pirámide invertida, es decir, más equipos en primera división (20) que en segunda (15). Aunque hay esfuerzos por reactivar la C en el sistema de ascensos, los clubes profesionales han insistido en cerrar esa puesta.
Mientras en el continente hay federaciones que tienen hasta más de 100 equipos profesionales, en Colombia hay cada vez menos si se tiene en cuenta la desafiliación del Cúcuta Deportivo. En Argentina hay hasta cinco divisiones reconocidas por su federación. En Brasil, donde hay cuatro categorías profesionales, cuentan también con espacio para las ligas regionales durante los primeros meses de cada año. Incluso Venezuela, que carece de tradición futbolística destacada, tiene tres divisiones.
La cantidad de equipos no es proporcional al nivel que puede ofrecer una federación, pero sí posibilita un fútbol más descentralizado y que plazas con menos historia tengan la posibilidad de profesionalizarse y aumentan la posibilidad de formar y encontrar nuevos talentos.
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El fallido regreso de la tercera división al fútbol colombiano
La Primera C existió en Colombia entre 1990 y 2001. Funcionaba como una competencia aficionada que estaba regida por la División Aficionada del Fútbol Colombiano (Difutbol) y la Dimayor. De allí surgieron equipos como Deportivo Pasto o Seguros La Equidad.
En ese formato, el equipo que descendía de la B perdía su estatus de profesional. Sin embargo, cuando en el 2001 se eliminó el ascenso y descenso entre segunda y tercera división, eso cambió. Por ende, la puerta hacia la profesionalización se cerró de manera indefinida para los equipos emergentes. La C funcionó aparte de la Dimayor hasta el 2010, año en el que desapareció.
En 2017, cuando Jorge Perdomo era el presidente de Dimayor, dijo que el regreso de la C podría ser cuestión de dos o tres años. Sin embargo, su sucesor Jorge Enrique Vélez afirmó que reactivarla era muy costoso. En el 2020, el presidente Iván Duque apoyó la idea del regreso de la C. Y, a pesar de eso, Vélez volvió a negar la viabilidad de la propuesta.
Aun así, la tercera división del fútbol colombiano volvió a jugarse el año pasado gracias a una iniciativa de la Difutbol, pero no como un tercer escalón del fútbol profesional. La intención de los organizadores con el regreso de la C era que el campeón de esa edición, el Filipenses Fútbol Club de Turbo, disputara el Torneo BetPlay de este año. No fue posible por la negativa de la Dimayor.
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Esas decisiones encerraron a los clubes colombianos profesionales en una zona de confort. Por ejemplo, los equipos de la B saben que por más infructífera que sea la temporada que realicen, su presencia en la siguiente temporada está garantizada mientras paguen sus deudas. No tienen nada que perder.
Ante ese panorama, ciudades como Quibdó, Tumaco o Buenaventura, que tanto han aportado en la aparición de talentos al fútbol nacional, no parecen tener una posibilidad real de ver fútbol profesional en sus territorios. Mientras en Brasil y Argentina, cada uno de sus estados o provincias tienen equipos profesionales compitiendo en las distintas categorías, en Colombia 15 de los 32 departamentos están excluidos del fútbol profesional.
Sin descenso no hay presión
Cuando el equipo del último lugar no tiene el miedo de descender su rendimiento incide en el nivel general del torneo. Esa perspectiva la comparten en otras federaciones. Por ejemplo, Jürgen Klinsmann, exseleccionador de Estados Unidos, criticó el sistema de la Major League Soccer (MLS), una competición sin descensos. “El riesgo para los inversores del club de jugar de repente en la segunda liga sería demasiado alto [...] pero el lado deportivo se beneficiaría”.
En México eliminaron los ascensos y descensos el año pasado. Los equipos que disputaban la segunda división, inconformes con la decisión, demandaron a la Federación Mexicana de Fútbol ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). No obstante, la denuncia fue desestimada. Al final, los equipos que ocuparon los últimos tres lugares al final de la temporada pagaron una multa, pero siguieron jugando en primera.
Quitarle a un equipo la posibilidad de ascender no solo lo deja sin el incentivo de jugar en primera, sino también lo priva del reconocimiento, crecimiento deportivo y los beneficios económicos que representan subir un escalón en la jerarquía futbolística. Este tipo de decisiones relegaron a las ciudades intermedias y regiones remotas a un segundo plano, lejos del alto rendimiento y los reflectores.
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Pese a que la Dimayor insista en que en Colombia no hay presupuesto, la Difutbol organizó el año pasado un torneo nacional que contó con 201 equipos. La decisión de permitir que la C y la B estén conectadas nuevamente es de los clubes y, por lo visto, no tienen ganas de que eso cambie.
Las eliminaciones de Millonarios y Atlético Nacional en la fase previa de la Copa Libertadores reafirmaron el mal momento del fútbol colombiano a nivel internacional. Esa situación ha sido una constante durante las últimas temporadas pues desde 2018 ningún equipo de la Dimayor se ha clasificado a las instancias definitivas de las competencias internacionales. Opuestos panoramas tienen los clubes paraguayos y ecuatorianos, que han ganado espacio en los últimos años.
Mientras muchas ligas de Sudamérica cambiaron sus formatos para competir a nivel local y extranjero, la Dimayor persiste en su formato actual, el cual, no solo cuenta con un calendario sobrecargado, sino que tiene otra problemática: es excluyente. En otras palabras, el fútbol colombiano cuenta con una estructura de muchos partidos y pocos equipos.
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Colombia es, junto a Bolivia, la única federación de Conmebol que no tiene tercera división. Además, es de los pocos países del mundo donde hay una estructura de pirámide invertida, es decir, más equipos en primera división (20) que en segunda (15). Aunque hay esfuerzos por reactivar la C en el sistema de ascensos, los clubes profesionales han insistido en cerrar esa puesta.
Mientras en el continente hay federaciones que tienen hasta más de 100 equipos profesionales, en Colombia hay cada vez menos si se tiene en cuenta la desafiliación del Cúcuta Deportivo. En Argentina hay hasta cinco divisiones reconocidas por su federación. En Brasil, donde hay cuatro categorías profesionales, cuentan también con espacio para las ligas regionales durante los primeros meses de cada año. Incluso Venezuela, que carece de tradición futbolística destacada, tiene tres divisiones.
La cantidad de equipos no es proporcional al nivel que puede ofrecer una federación, pero sí posibilita un fútbol más descentralizado y que plazas con menos historia tengan la posibilidad de profesionalizarse y aumentan la posibilidad de formar y encontrar nuevos talentos.
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El fallido regreso de la tercera división al fútbol colombiano
La Primera C existió en Colombia entre 1990 y 2001. Funcionaba como una competencia aficionada que estaba regida por la División Aficionada del Fútbol Colombiano (Difutbol) y la Dimayor. De allí surgieron equipos como Deportivo Pasto o Seguros La Equidad.
En ese formato, el equipo que descendía de la B perdía su estatus de profesional. Sin embargo, cuando en el 2001 se eliminó el ascenso y descenso entre segunda y tercera división, eso cambió. Por ende, la puerta hacia la profesionalización se cerró de manera indefinida para los equipos emergentes. La C funcionó aparte de la Dimayor hasta el 2010, año en el que desapareció.
En 2017, cuando Jorge Perdomo era el presidente de Dimayor, dijo que el regreso de la C podría ser cuestión de dos o tres años. Sin embargo, su sucesor Jorge Enrique Vélez afirmó que reactivarla era muy costoso. En el 2020, el presidente Iván Duque apoyó la idea del regreso de la C. Y, a pesar de eso, Vélez volvió a negar la viabilidad de la propuesta.
Aun así, la tercera división del fútbol colombiano volvió a jugarse el año pasado gracias a una iniciativa de la Difutbol, pero no como un tercer escalón del fútbol profesional. La intención de los organizadores con el regreso de la C era que el campeón de esa edición, el Filipenses Fútbol Club de Turbo, disputara el Torneo BetPlay de este año. No fue posible por la negativa de la Dimayor.
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Esas decisiones encerraron a los clubes colombianos profesionales en una zona de confort. Por ejemplo, los equipos de la B saben que por más infructífera que sea la temporada que realicen, su presencia en la siguiente temporada está garantizada mientras paguen sus deudas. No tienen nada que perder.
Ante ese panorama, ciudades como Quibdó, Tumaco o Buenaventura, que tanto han aportado en la aparición de talentos al fútbol nacional, no parecen tener una posibilidad real de ver fútbol profesional en sus territorios. Mientras en Brasil y Argentina, cada uno de sus estados o provincias tienen equipos profesionales compitiendo en las distintas categorías, en Colombia 15 de los 32 departamentos están excluidos del fútbol profesional.
Sin descenso no hay presión
Cuando el equipo del último lugar no tiene el miedo de descender su rendimiento incide en el nivel general del torneo. Esa perspectiva la comparten en otras federaciones. Por ejemplo, Jürgen Klinsmann, exseleccionador de Estados Unidos, criticó el sistema de la Major League Soccer (MLS), una competición sin descensos. “El riesgo para los inversores del club de jugar de repente en la segunda liga sería demasiado alto [...] pero el lado deportivo se beneficiaría”.
En México eliminaron los ascensos y descensos el año pasado. Los equipos que disputaban la segunda división, inconformes con la decisión, demandaron a la Federación Mexicana de Fútbol ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). No obstante, la denuncia fue desestimada. Al final, los equipos que ocuparon los últimos tres lugares al final de la temporada pagaron una multa, pero siguieron jugando en primera.
Quitarle a un equipo la posibilidad de ascender no solo lo deja sin el incentivo de jugar en primera, sino también lo priva del reconocimiento, crecimiento deportivo y los beneficios económicos que representan subir un escalón en la jerarquía futbolística. Este tipo de decisiones relegaron a las ciudades intermedias y regiones remotas a un segundo plano, lejos del alto rendimiento y los reflectores.
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