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James Rodríguez, Mateus Uribe, Santiago Montoya y Juan Fernando Quintero fueron algunos de los compañeros de equipo de Daniel Buitrago cuando comenzó a jugar fútbol, en Envigado. Todas las tardes, después de salir del colegio, Gloria, su mamá, era quien lo llevaba desde el barrio San Javier de Medellín hasta la Unidad Deportiva de Envigado, en donde eran los entrenamientos. Allí conoció a Nelson Gallego, quien lo apadrinó desde los siete años y lo guió en su proceso de formación.
Cuando tenía 10 años, su papá Eduardo, por quien se inclinó para practicar este deporte, se separó de su mamá y ese fue un hecho que le afectó. Perdió un año en el colegio, no quería volver a jugar fútbol y prefería pasar el tiempo divirtiéndose con sus amigos del barrio. Por esos días hizo una de las más grandes locuras. “Nos reunimos con varios vecinos de la unidad, había un taxi parqueado, casi abandonado. Sólo tenía la carrocería, las cuatro llantas y el timón. No tenía ni sillas ni nada. Decidimos subirlo empujado a una loma y jugar a tirarnos desde arriba. Cuando el dueño del carro se dio cuenta de lo que estábamos haciendo, decidió perseguirnos con una correa en la mano. Menos mal nunca me pegó”, recuerda.
La hiperactividad y el tiempo libre hicieron que Daniel y Sebastián, su hermano menor, no tuvieran control. Así que el fútbol fue una solución. Continuaron entrenando en el Envigado y más adelante pasaron a formar parte de la Escuela Gallegol, de Nelson Gallego.
Daniel ya tenía 17 años y aún no llegaban las oportunidades. Su madre le dijo que se olvidara del fútbol y más bien se dedicara a trabajar para ayudar en la casa, pues la situación no estaba fácil. Así que consiguió trabajo con unos primos. Sin embargo, siguió el fútbol siendo prioridad. Todos los días llegaba a las 6:00 a.m. a entrenar con la escuela de Gallego. A las 8:00 a.m. se bañaba y salía en bus hasta el centro de Medellín para trabajar en un local de ropa en El Hueco. Llegaba tarde a su casa a descansar, compartía con su novia y actual esposa, se dormía y luego, al otro día, repetía la rutina.
Ya se estaba haciendo a la idea de que iba a vivir del comercio. Pero lo llamó Nelson Gallego y le habló de una opción de ir a jugar al fútbol de Letonia. Sin saber nada de ese país armó maletas y se fue. Llegó a vivir a Jurmala, una ciudad de 57 mil habitantes a la orilla del mar. Su equipo era el FK Spartaks Jurmala, de segunda división. Contra todos los pronósticos, se adaptó rápidamente y en 14 partidos marcó 18 goles. Ascendió a la primera división y gracias a su rendimiento le llegó una mejor oferta laboral del PFC Spartak de Nalchik, en Rusia.
Allá no la pasó muy bien. Aunque económicamente le estaban cumpliendo, no logró adaptarse a la ciudad, al idioma ni a las costumbres musulmanas, típicas de esta población al norte de Rusia. Le comenzó a hacer falta su novia, su familia y se le metió en la cabeza que era momento de venir a jugar a Colombia. Deportivamente tampoco brilló. Disputó un total de 42 partidos y sólo celebró en cuatro oportunidades. “Nelson, hermano, necesito que me ayude a conseguir un equipo en Colombia. No aguanto más por acá”, dijo.
A los pocos días el profesor Gallego le estaba avisando que había una opción de jugar con Llaneros en la B. Sin pensarlo dos veces, llegó a Colombia y se unió al equipo de Villavicencio. Su técnico allí fue Huber Bodhert, quien lo llenó de confianza, lo convenció de lo bueno que él era y le dio la oportunidad de jugar. Marcó 10 goles y aunque a su equipo no le fue muy bien, logró ganarse un lugar en el Cortuluá y así poder debutar en la primera división de Colombia.
Compartió un año con Máyer Candelo, algo que asegura le aportó mucho en su evolución como futbolista. “Es un tipo diferente, ve cosas que nadie más ve dentro de una cancha de fútbol. Un verdadero crack”, destaca este paisa que llegó sin mucho ruido a Independiente Santa Fe en enero de este año. “Se me cumplió el sueño de llegar a un equipo grande en el que, aunque no he tenido la oportunidad de jugar mucho, me he encontrado con jugadores de altísimo nivel. Soy un gran admirador de Ómar Pérez. Para mí es una bendición poder aprender de él”.
Justo en este semestre el equipo cardenal se quedó sin centro delantero por culpa de las lesiones. Y el técnico Gregorio Pérez le dio la confianza a Daniel. Aunque sólo ha marcado un gol, ha cumplido con la función de falso 9 y se ha complementado bien con sus compañeros, haciendo varias asistencias que han significado triunfos. En Copa Sudamericana Santa Fe no podrá utilizar a Wilson Morelo, porque ya actuó en este certamen con Everton de Chile, así que Daniel será la alternativa en el ataque.
Este jueves, desde las 7:45 p.m., por Fox Sports, los rojos buscarán remontar la serie que pierde 1-0 contra Libertad de Paraguay para avanzar a los cuartos de final del segundo certamen de clubes más importante del continente. “Tenemos con qué seguir en este torneo. Nos hemos preparado muy bien para no desesperarnos y remontar”, comentó este antioqueño de 26 años, quien hace menos de un mes fue papá de Maximiliano y espera poder marcar rápidamente un gol para dedicárselo.