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Cuando comenzó a jugar microfútbol en el barrio La Camelia, al sur de Bogotá, David Mackalister Silva no imaginaba que un par de décadas después se convertiría en uno de los mejores jugadores en la historia del balompié capitalino y en uno de los referentes de Millonarios.
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A los seis años llegó a la Escuela de Fútbol Marsella, en la que estaba su primo, pero jugaba para divertirse y hacer amigos, todavía no soñaba con ser profesional.
De niño ni siquiera estuvo en las selecciones de Bogotá, hasta que después de un torneo en Cali, donde le fue muy bien, el profesor Eduardo Lara lo vio y lo convocó a una selección colombiana sub-17. Ahí comenzó todo más en serio, ya la gente le decía que debía dedicarse al fútbol, que eso era lo suyo. En ese proceso fueron claves entrenadores como Gonzalo Betancur, Alberto Bravo y Raúl Salamanca.
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Fue entonces cuando Millonarios se fijó en él. Y debutó en 2005, actuando una buena cantidad de minutos en el empate 2-2 en Bucaramanga, bajo las órdenes de Fernando Pecoso Castro.
Era volante de primera línea, pero no tanto de quitar, correr y meter, sino de crear desde atrás, de buen manejo, de salir jugando. Pero se fue porque en el equipo no tenía muchas oportunidades, competía entonces nada menos que con Bonner Mosquera, Rafa Robayo, Juan Fernando Leal, Juan Carlos Quintero y Jorge Banguero.
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“En realidad tuve dudas, para qué lo voy a negar. Al siguiente semestre no sabía qué iba a hacer, tenía mucha incertidumbre, pero era mi sueño, y mi familia fue un gran apoyo; me insistió para que siguiera luchando, porque no me veían en otra cosa. Fui a probar a muchos equipos, pero no se daba nada, aunque nunca perdí totalmente la fe y la confianza en lo que tenía para dar”, recuerda.
Jugó luego en el Bogotá F. C, de donde recuerda a Oswaldo la Sombra Durán, Fernando Velasco y Hernán Pacheco. Y pasó al Real Cartagena, de Hubert Bodhert antes de llegar al Tolima y consolidarse.
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En Ibagué, el profesor Alberto Gamero lo transformó. Le dio más libertad para atacar y asumir mayor liderazgo. Regresó a Millos, su casa, en 2015 y en ocho temporadas y media se ha metido en la historia grande del club embajador. Ha ganado dos ligas (2017 y 2023), la Superliga 2018 y la Copa 2022.
Lo más importante, sin embargo, es que ha sido una pieza fundamental en la consolidación del nuevo Millonarios, un club sólido económicamente, con gran estructura administrativa, proyectos exitosos de divisiones menores y resultados deportivos. El club embajador recuperó el prestigio de antaño gracias a un grupo de personas con sentido de pertenencia y amor por la camiseta, como Macka, capitán y símbolo del glorioso embajador.
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