El caso Alianza: el duelo en Barrancabermeja y la esperanza en Valledupar
Hasta enero de este año se llamó Alianza Petrolera y jugó en Barrancabermeja. De ahí en adelante adoptó a Alianza F.C. como su nuevo nombre, con nuevos colores y a Valledupar como su nueva sede. Hablamos con los perjudicados y los beneficiados de este caso.
Andrés Osorio Guillott
Dijo hace un tiempo Jorge Valdano que el fútbol es lo más importante de lo menos importante. Y la historia que viene a continuación es una muestra fidedigna de esa afirmación.
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Dijo hace un tiempo Jorge Valdano que el fútbol es lo más importante de lo menos importante. Y la historia que viene a continuación es una muestra fidedigna de esa afirmación.
Tal vez no hay mayor tragedia para un hincha que ver su estadio vacío. Hay silencios que se soportan, pero hay otros que estremecen, que son tan notorios que logramos escuchar el viento. Saber que en ese lugar donde impera el silencio antes hubo algarabía, folclor, carnaval e instantes de alegría produce una nostalgia que difícilmente otro escenario podría superar.
Son cerca de 10.500 sillas vacías en el estadio Daniel Villa Zapata de Barrancabermeja. Ya son más de dos meses de duelo, de lo que muchos consideran una especie de orfandad. Los hoteles bajaron su demanda los fines de semana. Aunque todavía hay camisetas aurinegras en las calles, las vuvuzelas y las banderas que solían ondearse los fines de semana ya no están. A muchos les tocó reinventar nuevamente los medios para ganar algo de dinero para llevar a la casa, pues los que vivían del comercio informal, de tejer las banderas y de organizar la logística de la barra ya no pueden vivir de eso porque ya no hay a quién alentar en las tribunas. Alianza Petrolera se fue. Atrás quedaron 33 años de historia.
Hernando Felizzola, a quien le dicen Pizarro por su parecido con el antiguo comandante del M-19, es uno de los hinchas emblemáticos de Alianza Petrolera. Tiene más de 120 camisetas y muchas de sus pertenencias o llevan el amarillo del equipo o el escudo de este. La nevera, su camioneta, sus pocillos, el parlante en el que pone las canciones de Alianza. De sus 65 años, dice que la mitad se la dedicó a acompañar a la institución por todo el país, que por eso perdió dos matrimonios, y que en cada uno de esos divorcios perdió otras tantas camisetas, porque si tenían que darle donde más le dolía, le daban botándole las casacas del cuadro aurinegro. “Al principio fue un duelo muy duro. Estaba como cuando uno entierra a un familiar. No quería saber nada de nada”, Alianza “para mí es la mitad de mi vida. Primero están mis hijas y segundo Alianza Petrolera. Seguiré con el equipo y me enterrarán con camisetas de Alianza Petrolera”, contó.
Fue de un día para otro, cuentan varios hinchas. El pasado enero el equipo agarró sus maletas y dejó Barrancabermeja para instalarse cuanto antes en Valledupar. La vida es cambiante, y en estos tiempos pareciera que da menos espera que en el pasado. La Liga ya estaba por comenzar y todos los integrantes del antiguo Alianza Petrolera y ahora Alianza Fútbol Club tenían que acomodarse y acoplarse a Valledupar, su nueva sede.
Mientras unos celebraban en Valledupar, otros lloraban en Barrancabermeja. Las dos caras de la pelota también son las de la vida. Aquí parece no haber matices. La dualidad, la visión binaria de lo bueno y lo malo, de lo bello y lo feo, de la felicidad y la tristeza. La tensión de un equilibrio en el que unos ganan y otros pierden. Aquí no había posibilidad de un empate.
Los niños han salido en varias entrevistas llorando por la partida de su equipo. Decía Ariel Quiceno, periodista de Barrancabermeja, que con esta pérdida se quedaron sin “esa ilusión de llegar algún día al fútbol profesional”.
La decisión de dejar Barrancabermeja, según sus dirigentes, tuvo que ver con la falta de apoyo de la hinchada y de la empresa privada. Algunos aficionados de la capital petrolera niegan que no haya habido apoyo de la hinchada, otros aceptan parte de su responsabilidad, pero si en algo coinciden es que al equipo le faltó marketing y una muestra de interés por acercarse al hincha.
Carlos Orlando Ferreira, presidente de Alianza, nos atendió en las gradas de la nueva casa del equipo, en el estadio Armando Maestre, y desde allí aseguró que “si bien es cierto que en Barrancabermeja hicimos la mejor temporada deportiva el año pasado, cuando el equipo logró estar a punto de llegar a una final, logramos llenar esa única vez el estadio desde que soy presidente del Alianza, pero a unos precios que pocos sabían: cobré a $15.000 la boleta de oriental y a $30.000 la de occidental. Para hacer un proyecto sólido deportivo se necesitan recursos. El dinero no lo podemos seguir poniendo nosotros”.
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Ferreira reconoce que la adaptación ha costado en algunos aspectos, pero que la decisión de cambiar la sede del equipo también tuvo que ver con las amenazas que recibió en los últimos meses. “Desafortunadamente ni las autoridades, ni la hinchada, y probablemente tampoco nosotros supimos manejar ese momento para habernos quedado en Barrancabermeja”.
Para César Torres, técnico de Alianza, también fue difícil el cambio repentino de ciudad. “Había mucha incertidumbre. Todo el mundo tenía sus pertenencias, sus familias en Barrancabermeja, tenía compromisos, los niños en colegios. La logística no fue fácil, pero intentamos hacer todo lo más ágil posible”.
Torres se siente orgulloso de su trabajo y de su equipo, y más ahora que logró la clasificación a Copa Sudamericana tras vencer a América esta semana, pero el presente no le impide ser agradecido con todo lo que lo trajo hasta aquí: “Por Barranca tengo mucha gratitud. Alianza Petrolera fue mi primer equipo en primera división. Es una ciudad que me ha marcado, allá tengo familia, mi esposa es de allá, y a esa ciudad la llevo en el corazón y tengo gratitud con toda la gente, más allá de que muchos no me quisieran”.
Pero, ¿y de quién fue la iniciativa para que Alianza se fuera a Valledupar? Fue en una reunión al norte de Bogotá que se empezó a negociar la partida del equipo de Barranca. Alfredo Ape Cuello, que desde 2006 es representante a la Cámara por Cesar, se ha mostrado desde hace varios años interesado en el deporte, en hacer que los niños de la ciudad no solo tengan como referentes a un Diomedes Díaz, a un Jorge Oñate, a un Martín Elías, sino también a futbolistas o deportistas que inculquen la disciplina que esto implica.
“Aquí queremos que los niños sueñen con ser profesionales del deporte, que crezcan en la disciplina del deporte, que les guste la música vallenata porque con esto nacemos. Lo que hace el deporte en un niño es mucho, sabemos que en su adolescencia estará alejado de las drogas, del licor, va a crecer en esa disciplina y si decide no ser deportista eso le va a servir para su vida, eso es lo que creo que, por encima de todo lo demás, es lo que Alianza le deja a Valledupar”, afirmó Ape Cuello, quien también nos contó que lo que hoy vive Barrancabermeja lo vivió la capital de Cesar hace poco tiempo. “Luego de los Juegos Bolivarianos, estando en pleno proceso electoral, el equipo que tenía Valledupar decidió abandonar la ciudad sin avisarle a nadie. De lunes a martes se mudaron”.
Hay varios antecedentes de equipos que han cambiado de sede y nombre por motivos económicos. Lo hizo Unión Magdalena por un corto tiempo en 1991, cuando pasó a jugar a Cartagena y cambió su nombre a Unión La Cartagenera. Y ocurrió, precisamente, con Valledupar F.C. el año pasado, cuando los dirigentes alegaron falta de apoyo y se llevaron el equipo a Soacha. Cortuluá, otro equipo de la segunda división, cambió este año su nombre y su sede, pues pasó a llamarse Internacional F.C. de Palmira. Águilas Doradas, que también ha mutado de sede y de nombre o Chicó, que nació en Bogotá y luego se trasladó a Tunja.
En Valledupar cada vez se ve más gente con las camisetas de Alianza, esa economía que se dejó de mover en Barrancabermeja otra vez se reactivó en la capital del Cesar, y aunque hay una especie de alegría colectiva, hay una nostalgia tan propia del vallenato que se resiste a desaparecer. Algunos hinchas les piden a las directivas que consideren el hecho de que el equipo tenga los colores de la ciudad, o del Valledupar que dejó de existir, y hay una fracción que asiste al estadio con la camiseta del antiguo Valledupar, con los colores verde y blanco, como quien sienta una voz de protesta mientras acepta y recibe al nuevo cuadro de su ciudad.
Don Pedro, que celebró a mi lado la victoria de Alianza 2-0 frente a Medellín, estuvo varios minutos enseñándole a su nieto cómo debía alentar al equipo “Alianza, Alianza, Alianza”, y mientras gritaba le alzaba los brazos. Su nieto prestó atención por poco tiempo, pero don Pedro no dejó de ver el partido, de contarme que está intentado ir al estadio y que tomará tiempo, pero que asistiendo en familia es que se empieza a formar una hinchada.
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Ya el estadio de Valledupar vuelve a ver los colores en sus tribunas, ya hay un trapo que tapa un sector de la grada de oriental, ya hay humo rojo y azul, y ya entre aplausos, arengas y cánticos se escuchan frases como: “Ese fuera de lugar hasta Leandro Díaz lo veía”.
Lo que vive hoy Valledupar espera vivirlo Barrancabermeja en unos meses. El gobierno distrital y la hinchada del antiguo Alianza Petrolera están coordinados y empeñados en recuperar su equipo. Henry Correa, director del Instituto para el Fomento del Deporte y la Recreación de Barrancabermeja (Inderba), nos contó que “el vacío está en nosotros, pero tenemos una oportunidad hoy de recomponerlo, y eso significa tener un equipo en el distrito arraigado a nuestra ciudad, que se deje adoptar en el caso de que podamos traerlo, que tengamos una ficha que nos pertenezca. Hemos hecho evaluaciones con nuestros equipos jurídicos para poder lograr eso”.
La esperanza todavía aparece tímida, el panorama aún no es claro y el duelo y la confusión siguen imperando en una ciudad que extraña al fútbol profesional porque, entre otras cosas, gracias a esto era posible que hubiera otras noticias distintas a las de la violencia, la corrupción y los males que ocurren allí, así como en cualquier otra parte de nuestro país, tal como lo afirmó María Eugenia Artunduaga, conocida como Maru, quien era parte del colectivo Amigos Viajeros de Alianza Petrolera.
La felicidad está en la nostalgia, afirma Fernando Vallejo, y un recuerdo al que vuelven todos sin excepción en Barrancabermeja es el ascenso del equipo en 2012, que se logró luego de vencer a América en el Pascual Guerrero.
“El momento más importante, tal vez, tiene que ver con el ascenso de Alianza Petrolera. Fui el único periodista de Barrancabermeja presente en el Pascual Guerrero en esa tarde de ese logro tan importante. Diez años después de perder esa final con Centauros se dio la posibilidad de ascender, y disputar ese ascenso frente a un equipo como América de Cali es parte de una historia grandísima de este Alianza Petrolera”, rememoró Quiceno.
Maru, que porta con orgullo en su restaurante la bandera de Alianza Petrolera y toma siempre una cerveza en su vaso que lleva el escudo, dice que “ahora queda ese vacío del fin de semana. Cuando íbamos era el plan de los amigos y la familia. No hay cómo llenarlo por ahora. Nadie estaba preparado, porque todos dábamos por hecho que el equipo le pertenecía a la tierra, a nosotros”.
Y el vacío se ve en las calles. El miércoles que Alianza jugó como visitante contra Fortaleza las tiendas estaban desocupadas, y los pocos que estaban viendo el partido terminaban apoyando al rival del que antes era su equipo.
Édward Gómez, que recuerda es hincha de Alianza Petrolera desde 2002, y que es uno de los líderes de la barra Dominio Aurinegro, nos dijo que “no hay palabras, ni explicación. Muchos dicen que solo es un equipo de fútbol, pero con él se fueron 30 años de historias enmarcadas por risas, por llantos. Cada ocho días nos preparábamos para venir a estas gradas. El impacto fue fuerte. El equipo que se fue, que cambió sus colores, su escudo, ya no nos representa”.
Y en eso coincide Robertinho, quien por su prodigiosa voz se encargaba de iniciar los cánticos que alentaban a Alianza Petrolera en el Daniel Villa Zapata: “Ha sido muy duro estar sin el fútbol, vivir estos sentimientos encontrados. Considero que el equipo que está en Valledupar a mí ya no me representa. Estoy viudo, y no quiero ser hincha de otro equipo. Si Alianza Petrolera se fue de la ciudad, los culpables somos todos: los aficionados, el gobierno distrital, el presidente del club, todos tenemos algo de culpa. Nos faltó entender en una ciudad intermedia como Barrancabermeja el fútbol profesional. El fútbol es algo universal, estábamos en boca de mucha gente, nos reconocían por eso. Alianza Petrolera era parte de la idiosincrasia de la ciudad, pero nos dimos cuenta ahora que lo perdimos”.
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