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De acuerdo con estadísticas de la Fifa, en la actualidad hay unos 350 futbolistas colombianos con contrato vigente en clubes de primera y segunda división en todos los rincones del mundo.
Pero quien abrió el camino, hace ya seis décadas, fue Delio “Maravilla” Gamboa, el primer jugador de nuestro país que firmó un gran contrato. Lo hizo en 1961, cuando Millonarios decidió repatriarlo, pues jugaba entonces en el Oro de México y era considerado el mejor extranjero de la liga azteca.
Nació hace 85 años en Buenaventura y murió en Cali, en 2018. Fue campeón de la Liga colombiana en cinco oportunidades y disputó el Mundial de Chile 1962.
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Delio tenía un físico privilegiado. Era rápido y habilidoso, letal en el juego aéreo y los remates de media distancia. Pero su mayor virtud era la inteligencia para desmarcarse, recibir la pelota, gambetear y entregarla al compañero mejor ubicado.
Fue delantero, pero también jugó como volante, cuando algún técnico se lo pidió. “Era un genio. Sin duda uno de los diez mejores jugadores de nuestra historia. Exquisito, clásico. Cuando arrancaba era imparable y cabeceando, el mejor que hemos tenido”, asegura el historiador Guillermo Ruiz Bonilla, para quien “aunque era frágil y evitaba chocar, era muy desequilibrante y talentoso”.
“Maravilla”, como fue conocido, debutó en el profesionalismo con Atlético Nacional y tras su glorioso paso por Millonarios y Santa Fe, jugó en Once Caldas y Tolima antes de retirarse.
En los registros de Dimayor aparece con 452 partidos oficiales y 166 goles anotados. Quienes lo vieron jugar aseguran que si en su época se hubieran registrado también las asistencias, habrían sido más de 200, porque no sentía envidia a la hora de entregar el balón para que un compañero anotara.
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También vistió la camiseta de la selección de Colombia, con la que estuvo en el Mundial de Chile 1962 y las Copas América de 1957, 1963 y 1966.
Delio nació en Buenaventura, el 28 de enero de 1936. Comenzó a jugar en el club Oro de esa ciudad y se hizo famoso al integrar junto a Marino Klinger la dupla goleadora de la selección del departamento del Valle que ganó el título nacional en 1956 al derrotar 4-1 a Antioquia, en Medellín.
Su brillante actuación en ese torneo hizo que Nacional lo contratara y lo pusiera a debutar en la siguiente temporada. Dos años después, por recomendación de Efraín Caimán Sánchez, fue transferido al Oro de México, con el que consiguió 13 goles en 39 partidos.
Tuvo la oportunidad de ir a jugar a España, pero, como siempre lo reconoció, le dio susto vincularse a un fútbol tan profesional y a la vez exigente.
Bogotá fue la plaza en la que se consagró de la mano del técnico Gabriel Ochoa Uribe, quien mejor aprovechó sus condiciones, primero con los embajadores y luego con los cardenales.
Gamboa colgó los guayos en 1976, año en el que de una vez fue técnico y dirigió al Tolima durante 37 encuentros, en su única experiencia como entrenador de primera división.
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Era un hombre respetuoso, tranquilo y más bien callado. Su temperamento no le daba para manejar grupos profesionales y por eso se dedicó a las categorías de formación. Dirigió durante muchos años equipos juveniles de Millonarios y los de algunos colegios y universidades.
Estuvo vinculado al club embajador hasta mediados de la década pasada, cuando se cansó del irrespeto de los directivos, que le prometían beneficios laborales pero no le cumplían. Sin embargo, nunca dejó de ver fútbol. Seguía por televisión los partidos del rentado y casi sagradamente salía a alguna cancha de Cali, los fines de semana, para ver torneos aficionados.
Hernán Peláez Restrepo lo describió como un ejemplo para los jugadores colombianos de la época, por su seriedad y profesionalismo, mientras que Mike Forero Nougués, en una nota publicada por El Espectador el 2 de septiembre de 1967, afirmó: “El juego de Gamboa es hábil, preciosista en algunos momentos, eficaz en otros, pero por encima de todo, talentoso. Difícilmente se encuentra, en muchas leguas a la redonda, un jugador más inteligente que él”.
A los 82 años de edad murió en Cali, en donde vivía bajo el cuidado de sus dos hijos: José Alejandro y Delio Jr. Sufría de la tensión y tenía algunos problemas de espalda. Se radicó en la capital del Valle en 2012, luego de la muerte de su esposa, Zenaida Fajardo, La Mona, su gran compañera de vida, “la que mandaba en la casa”, según sus allegados, la que lo ayudó a convertirse en una de las grandes estrellas del balompié nacional, pues ganó cinco títulos del torneo rentado, cuatro con Millonarios y uno con Santa Fe.