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El jueves 11 de agosto de 1949 se sentenció la crisis del fútbol argentino y se desencadenó el crecimiento del balompié colombiano. A Bogotá llegaron Alfredo Di Stéfano y Néstor Raúl Rossi, quienes fueron llamados por Adolfo Pedernera -que había llegado meses antes a la capital del país- para unirse a las filas del torneo local y dejar atrás la huelga y las diferencias que se presentaron entre la FAA (Futbolistas Agremiados Argentinos) y el gobierno de Juan Domingo Perón.
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“La huelga en Argentina consistía en que la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) quería que todos los jugadores se ganaran el mismo salario. Eso facilitó que los deportistas quisieran venir a ganar más plata. Nosotros teníamos una liga pirata y era fácil venir. Había jugadores en Santa Fe, Millonarios, Bucaramanga, Cali y Medellín, entre otros”, recuerda Guillermo Ruiz Bonilla, historiador del fútbol colombiano, en entrevista para El Espectador.
Así las cosas, en 1949 la liga colombiana tuvo un total de 109 jugadores extranjeros, siendo 57 de ellos de origen argentino. Si bien la atención se la llevaron Pedernera -figura de “La Máquina de River Plate”-, Alfredo Di Stéfano y Néstor Raúl Rossi, también se destacaron jugadores como Mario Fernández, Ángel Perucca, René Pontoni o Héctor Pibe Rial, que fueron contratados por Santa Fe para defender el título que obtuvieron en la primera edición del campeonato local. Equipos como Cali también lograron confirmar una nómina con un número importante de futbolistas internacionales, pero en el caso de los azucareros, muchos de los que integraron la plantilla fueron peruanos: Guillermo Barbadillo, Valeriano López y Máximo Vides Mosquera fueron algunos de los que lograron destacarse en la escuadra del Valle del Cauca en el subcampeonato de ese año, que, entre otras cosas, sentó un precedente para el que muchos denominan el “clásico de antaño”, entre los verdes y Millonarios, que obtuvo su primera estrella al ganar una serie extra de dos partidos por 1-0 y 3-2.
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Pero volvamos al tema de la liga pirata y el comienzo de lo que fue la llamada época de El Dorado. Según Ruiz Bonilla, “en 1949 la liga de fútbol de Colombia obligó a Júnior, que fue subcampeón, a representar a nuestro país en la Copa América de Brasil de ese año. Los clubes de la Dimayor siempre estuvieron en conflicto con la liga. Aquí la guerra era abierta. La liga sacó a Júnior, nos fue mal y ese equipo quedó por fuera. Los clubes dijeron que eso no estaba bien y la liga desafilió a la Dimayor. Era un campeonato de amigos. En ese año entraron Bucaramanga, Boca Juniors de Cali y otros equipos. Era un torneo completamente ilegal, no teníamos afiliación a la Conmebol, a la FIFA, a nada. ¿Y qué hicieron los dirigentes? Empezaron a traer jugadores, porque nadie podía controlar ese tema. Y el 10 de junio de 1949 llegó Adolfo Pedernera a Colombia”.
Pero no todo resultó así de fácil. En el congreso ordinario de la Confederación Suramericana de octubre de 1951, organizado por la Conmebol en Perú, se dio el llamado “Pacto de Lima”, en el que los clubes colombianos tuvieron que comprometerse a devolver a los equipos de origen aquellos jugadores que llegaron a nuestro país sin los documentos correspondientes. Arturo García, presidente de la Dimayor en aquel entonces, y Luis Valenzuela, quien presidía la Conmebol, lideraron ese acuerdo que tenía un límite de cumplimiento estipulado hasta octubre de 1954.
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La llegada de Pedernera fue la génesis del “Ballet Azul”. El compás de las piezas que tocaron en Millonarios entre 1949 y 1952 lo lideraron Di Stéfano, Rossi y Pedernera, que en ese último año tomó la decisión de ser director técnico y asumió el comando del onceno bogotano, que tuvo en aquel entonces su época de mayor reconocimiento, especialmente por el triunfo sobre el Real Madrid en las Bodas de Oro de los españoles.. ‘La Saeta Rubia’, que jugó su último partido con los capitalinos el 13 de febrero de 1953 en un amistoso contra el Rapid de Viena, en Caracas, anotó 96 goles en su paso por el azul. Aunque ese año el conjunto embajador también salió campeón, fue hasta el año anterior que se mantuvo una nómina con nombres como Julio Cozzi, Raúl Pini, Francisco el Cobo Zuluaga, Ismael Soria, Antonio Maestrico Báez, entre otros referentes de un equipo ofensivo, con un promedio de 2,5 goles por partido ese año. Un éxodo marcado por problemáticas deportivas y sociales, pero que determinó una época dorada, que señaló además el porvenir para que el fútbol colombiano traspasara fronteras y encontrara, si no un pilar, un referente importante en esa identidad que buscamos y que asociamos con el toque del balón.