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Al frente del tradicional barrio El Pozón de Cartagena se encuentra ubicado el conjunto de viviendas de interés social denominado Palmas de Salamanca. El Pozón es un sector que hace parte de ese cordón de periferia cartagenera que ha sido estigmatizado por temas relacionados con la violencia, la delincuencia, la drogadicción y el desempleo. Allí vive Andrés Martínez, un niño de 11 años que sueña con convertirse en una de las promesas del fútbol nacional e internacional.
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Hace varios años, Andrés vivía junto a sus padres en Sucre, un barrio vulnerable de Cartagena habitado mayoritariamente por casas construidas por personas desplazadas por la violencia, ciudadanos venezolanos y habitantes en condiciones de indigencia. Andrés vivió los primeros 8 años de su vida en ese lugar y fueron sus polvorientas calles las primeras canchas de fútbol que pisó.
Cuando sus padres tenían tiempo y algunos recursos de más, lo llevaban a la cancha del barrio, allí practicaban niños de edades superiores y asistían entrenadores esporádicos que orientaban a los pequeños. Desde las improvisadas gradas de ese escenario, Andrés le pedía a Edwin Martínez, su padre, y a Katherine Castro, su madre, que lo dejara practicar. Logró convencerlos, y fue ahí cuando decidieron darle la oportunidad y llevarlo algunos días a los entrenamientos.
En la cancha, Andrés era el centro de atracción de propios y extraños, por ser el más pequeño, sin embargo, se ganó el reconocimiento de las personas que observaban los partidos pues se mostraba como uno de los más habilidosos a pesar de su edad y estatura.
Darwin Martínez, el tío de Andrés, ya se había percatado del talento de su sobrino e insistía en que el niño debía ser matriculado en una escuela de formación deportiva, pero debido a la falta de recursos económicos, esta opción no estaba a la mano. Por otra parte, los padres del niño hacían trámites para la compra de vivienda en otro barrio de Cartagena y veían la posibilidad de matricularlo en alguna escuela de formación muy cerca del nuevo lugar de residencia.
A Palmas de Salamanca llegaron a comienzos del mes de diciembre del año 2019. En ese conjunto, la gran mayoría de vecinos se conocen y se consideran como una gran familia.
Meses después, nació la idea de que en el conjunto se creara una escuela de formación deportiva que sirviera como espacio de entretenimiento para los menores y recibieran formación profesional en técnicas de fútbol.
Así nació la iniciativa de lo que hoy es Las Palmas FC, el equipo de fútbol que cuenta con 4 categorías que van desde desde los 7 hasta los 13 años y que integra tanto a niños como a niñas.
Katherine Castro, de lunes a viernes, tiene la tarea de acompañar a Andrés en sus rutinas diarias. Durante una hora, a pie y con el sol inclemente del mediodía, lleva a su hijo al colegio que está ubicado en el barrio Villa Estrella. Antes de que empiece el atardecer, lo recoge para llevarlo a entrenar fútbol.
Allí lo recibe Félix Moreno, el entrenador, ese que afirma que Andrés es uno de los más destacados del equipo y que tiene buena técnica para el manejo del balón. Félix reconoce talento en el niño y destaca su colaboración en la cancha, la calidad de sus pases y su grado de motivación.
A largo plazo, Andrés sueña con ser futbolista profesional, dice que le gusta jugar en la posición de delantero o extremo izquierdo, apoyar al equipo en las salidas y darle seguridad en el trato con el balón.
Katherine y Edwin afirman que Andrés es un niño muy apasionado por el fútbol, pero que ellos hacen lo posible para llevar un control en la rutina del menor: “Es muy aplicado en la escuela, siempre hace a tiempo todas sus tareas y los resultados de los informes son positivos. Nosotros le ponemos ciertas reglas, es decir, si no hace las tareas, pierde un examen o alguna materia en el colegio, inmediatamente le suspendemos el permiso de entrenar en el equipo”, dice su padre.
Katherine cree que es necesario que su hijo obtenga también un título universitario, pues entiende que la carrera de futbolista es corta y su hijo necesita de todas las herramientas necesarias para defenderse en la vida.
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Nicolás García, al igual que Andrés Martínez, vive en el conjunto residencial Palmas de Salamanca y entrena en el club deportivo Las Palmas FC.
Nicolás tiene 11 años y también sueña con ser una promesa del fútbol. Vive en compañía de sus padres Yuranis Espriella Romero y Dickson García García. Antes de mudarse a Palmas de Salamanca, vivían en el barrio Villas de La Candelaria, en Cartagena.
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Nicolás, con apenas 7 años, le pedía a sus padres que lo inscribieran en una academia de fútbol, pero debido a la falta de recursos económicos, esa opción tuvo que esperar algunos años.
Un día, la madre de un compañerito de colegio de Nicolás decidió hablar con Yuranis y Dickson para que le dieran permiso de llevar a Nico a entrenar junto a su hijo en una escuela de formación deportiva. Estos entrenamientos sirvieron para que el pequeño se encariñara aún más con este deporte.
Ya en su nuevo apartamento, el cuarto de Nicolás se llenó de afiches de equipos de fútbol y fotografías de futbolistas. Pudo encontrar las facilidades para entrenar y estudiar y sus padres han trabajado con mucho esfuerzo para cumplirle, paso a paso, los sueños del pequeño.
En esta etapa de la vida de Nicolás, Yuranis considera que su hijo debe llevar una alimentación sana y saludable, debido a que fue diagnosticado con tiroides, una enfermedad que se presenta cuando una glándula pequeña, en forma de mariposa, que se encuentra en la parte delantera del cuello, no produce la cantidad adecuada de hormona tiroidea. Las hormonas tiroideas controlan la forma en que su cuerpo utiliza la energía. Por eso, Nicolás no lleva una dieta como la de muchos futbolistas profesionales, pues eso implicaría reforzar la alimentación con multivitamínicos que pueden afectar su salud y crecimiento.
En los días de prácticas, que suelen ser los miércoles y viernes, su madre lo acompaña al entrenamiento. Allí realizan actividades como toque de balón, skipping y slalom en escalera, utilizando conos de color naranja, con el objetivo de que los niños puedan obtener coordinación, agilidad y velocidad. Después de esta rutina, cuando el reloj marca las 9:15 de la noche, Nico está en su cama listo para descansar y empezar un nuevo día cargado de nuevos retos.
Nicolás, antes de entrar a la escuela de formación Las Palmas FC, era un niño desordenado y con bajo rendimiento académico. Al llegar al club deportivo, una de las condiciones que establece Félix Moreno, el entrenador, es que todos los niños deben comprometerse con el rendimiento académico. Yuranis se siente sorprendida por el cambio que ha tenido su hijo, pues lo observa motivado en todos sus frentes.
En los días en que no hay práctica deportiva, él y sus amigos se reúnen en su apartamento para jugar y compartir. Cuando tiene algún partido programado, asisten sus primos, tíos y abuelos y arman una comitiva para darle ánimo al que ellos llaman “el futuro futbolista de la familia”.
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Jesús Martínez es un niño de 15 años que nació en La Boquilla, un corregimiento que se encuentra situado a dos kilómetros al norte de la ciudad de Cartagena, por la vía al mar. Su nombre se debe a su posición geográfica, pues se sitúa sobre un banco de arena que separó al mar Caribe de la Ciénaga de La Virgen; una laguna costera que se comunica con el mar por medio de unos canales llamados bocas. De ahí que se llame La Boquilla, ya que es la boca más pequeña de las restantes Bocagrande y Bocachica.
Jesús vive en el sector alto de ese corregimiento, un entorno en el que se observa un panorama de pobreza y desigualdad. En sus alrededores, se pueden encontrar negocios de venta de alcohol los fines de semana, un ambiente que puede afectar notoriamente la tranquilidad residentes y de cierta forma influir en temas de seguridad.
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Martínez ha sabido combinar su formación académica y su amplio recorrido en el fútbol. Comenzó a entrenar cuando apenas tenía 5 años. Su madre, Leidys Carmona, un día decidió llevarlo a una práctica de béisbol en el campo de sóftbol de La Boquilla, lo que no sabía, era que a Jesús no le gustaba en lo absoluto ese deporte.
En las gradas y lista para ver el entrenamiento con la pelota y bate de su hijo, se sorprendió cuando vio a Jesús jugando con una pelota de fútbol. Leidys, al ver lo que estaba sucediendo, decidió inscribirlo en la escuela de fútbol que en ese entonces dirigía el profesor “Coca”, un entrenador conocido en el corregimiento.
Tiempo después, sus padres y vecinos, que conocían del talento del muchacho, creyeron que debía buscar otra oportunidad en la que pudiera ser impulsado a nivel nacional y lo inscribieron en la Fundación Vital, una escuela de formación deportiva que recluta los talentos de las comunidades más vulnerables y ayuda a superar la pobreza extrema.
En este club de fútbol duró varios años, hasta que la escuela cerró sus puertas. Como pintaban las cosas, era evidente que Jesús no estaba teniendo tanto éxito en su proceso de ser futbolista, pero meses después, se le presentó la oportunidad de hacer parte de una escuela de formación ubicada en el barrio Crespo de Cartagena. Allí, Jesús viajó a la ciudad de Barranquilla con la ilusión de ser visto por algún club de fútbol reconocido, lamentablemente, la situación económica de sus padres no le permitían alcanzar su sueño.
En la actualidad, cuando ya Martínez había creado un nombre en su corregimiento, debido a su talento y trayectoria, apareció Líner Tejedor, la persona que lo apadrinó y nuevamente lo integró a la escuela del popular “Coca”, para que pudiera tener un mejor entrenamiento.
El proceso de formación deportiva de Jesús Martínez no ha sido nada fácil. Según su madre, a Jesús, hace un par de años, se le presentó la oportunidad de viajar al departamento del Valle del Cauca para presentarse en la escuela del Deportivo Cali. Una situación familiar impidió que el pequeño se pudiera quedar a vivir y a jugar allí.
Los entrenamientos de Jesús son tres veces por semana, en las horas de la tarde. A diferencia de Andrés y Nicolás, a Jesús el fútbol lo lleva a un nivel de indisciplina y descuido permanente en su parte académica. “Jesús llega del colegio y no busca hacer sus tareas, solo piensa en jugar fútbol”, dice Leidys.
“Yo me siento a ver televisión, veo los jugadores de fútbol y siempre me imagino a mi hijo cumpliendo su sueño”, expresa Leidys con una sonrisa en su rostro.
Estos tres niños hacen parte de una lista interminable de menores colombianos que han encontrado en la historia de vida del futbolista guajiro una razón más de inspiración y motivación. Saben que no será fácil, pero entienden que lo pueden hacer porque están hechos de eso que tanto tiene Luis Díaz, ganas de salir adelante.