Willington Ortiz: “No quise ser un referente, jugué al fútbol para ser feliz”
El exjugador, ídolo de Millonarios y América, habló del clásico que ambos conjuntos disputarán en El Campín desde las 4:00 p.m. También se refirió a la selección de Néstor Lorenzo y de Luis Díaz, antes del duelo con Paraguay este martes.
Fernando Camilo Garzón
Más de una vez, en la boca del túnel, Willington Ortiz dudaba del paisaje que se iba a encontrar en la cancha. Le pasó ante la marea azul y también ante la escarlata; el miedo al rechazo, los abucheos al que cambió de camiseta, el ídolo que siendo héroe prefirió otros colores.
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Más de una vez, en la boca del túnel, Willington Ortiz dudaba del paisaje que se iba a encontrar en la cancha. Le pasó ante la marea azul y también ante la escarlata; el miedo al rechazo, los abucheos al que cambió de camiseta, el ídolo que siendo héroe prefirió otros colores.
Hasta entonces, jamás había temido a ninguna marea; él, que se crió entre olas y aprendió a nadar primero antes que a caminar. En la casa, muy pequeño, le advirtieron que si iba a dar al agua, por andar saltando entre los altos puentes de madera que unían las casas en Tumaco, primero tenía que aprender a no ahogarse. Antes que correr en tierra firme o patear una pelota, había que saber cómo patalear y controlar el aire debajo del agua.
Pero una cosa era esa marea y otra la de miles de desconocidos. Vidas, de carne y hueso, vociferantes, desprendidas de su razón. “Era normal pensarlo. Cuando una hinchada que te considera de su entraña ve que cambias de lado, siempre imaginas lo peor. Ver toda esa gente, que un día te aplaudía cuando vestías su camiseta, del otro lado de la barrera, claro que te asusta”. ¡Nunca pasó nada! Y eso a Willington Ortiz todavía lo sorprende. El cariño de la gente en cada estadio, los vítores en cada cancha y el respeto a su figura. ¿Cuántos jugadores en el mundo pueden decir que son ídolos de dos gigantes?
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“Cuando empecé a jugar, en el fútbol nunca busqué una recompensa. No quería ser referente, el fútbol me hacía feliz. Jugué porque quería, porque me nacía satisfacer a una hinchada. Al público que iba al estadio a demostrarme su cariño. Por ellos, dejaba todo en la cancha. Y la recompensa que me llevé de ese esfuerzo fue el cariño. Salir a la calle y que la gente todavía hoy me agradezca. Esa es mi felicidad”, explica el gran referente del fútbol colombiano en el siglo XX.
Ícono de las dos hinchadas, hablar de Millonarios y América lleva a Willy a otras épocas. Fueron ellos, los de su generación, los que prendieron la llama del clásico. El nombre común es su mentor: Gabriel Ochoa Uribe, aquel que implantó el dominio de los escarlatas en el fútbol local en la década de los 80, los años del pentacampeonato. Además de los embajadores, Atlético Nacional también le peleaba el dominio a los diablos rojos y en esa disputa se crearon las tres grandes rivalidades que mueven el fútbol de nuestros días. Las tres que se encontraron en los cuadrangulares de la Liga, en el grupo B, y que no dejan morir el debate de cuál es el verdadero clásico del país.
“Eso depende de los equipos y de los momentos. No hay uno en específico. Cuando empezaban los 80, América y Millonarios eran los dos más grandes. Después, apareció Nacional. América bajó a segunda, Millonarios dejó de pelear títulos y el clásico se apagó. Hoy, esas rivalidades reviven porque los equipos están fuertes. Son candidatos y tienen opciones para ganar el título”, argumenta Ortiz.
El corazón dividido de Willington Ortiz
“Como jugador traté de dar lo mejor para los dos clubes. Ahora, a veces me pasa que me encuentro en la mitad de los dos. El amor me hala para un lado, pero me gusta que le vaya bien al otro. Es algo como que no sabés en dónde estás. El corazón, sin embargo, siempre va a ser azul”, confiesa Willington Ortiz.
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Cuando empezaba su camino como profesional, directo desde Tumaco admirando a Delio “Maravilla” Gamboa, en América, aunque después volvió e hizo historia, lo echaron por “malo”. Fue en Millonarios donde se hizo grande. Al azul lo admiraba desde niño “porque cuando uno es pequeño se hace hincha es del equipo que gana y, cuando empecé a jugar en la cancha que quedaba al lado del colegio, el que siempre quedaba campeón era Millonarios”.
Allá llegó y, bajo la batuta de Ochoa Uribe, conformó un trío letal que hoy todavía le saca sonrisas a los afortunados que vieron esa época: Alejandro Brand, Willington Ortiz y Jaime Morón, el BOM del fútbol colombiano. Por eso, el corazón lo mueve para allá. Más ahora que está a nada de volver a la institución como ojeador en las divisiones menores. Un nuevo cargo que asumirá cuando la demanda por su seguridad social, que un día levanto contra el albiazul, se solucione. Eso está al caer y así quiso aclararlo la leyenda: “No tengo ninguna diferencia con Millonarios. Todo está bien, tenemos una muy buena relación y la idea es colaborarle el club”.
Sobre el Millonarios de ahora, Ortiz expresa su respeto por Alberto Gamero: “Es un hombre que ve muy bien el fútbol y que hoy tiene a Millonarios en la cima. Es, además, una persona generosa, que reconoce a su gremio y respeta a los jugadores que un día pasamos por el club y hoy podemos aportar otras cosas para hacer de Millonarios una institución todavía más grande. Es, sobre todo, un gran ser humano. Por eso, no vas a encontrar una persona que quiera al fútbol que desee que a Alberto Gamero le vaya mal con el equipo. Sin importar los colores”.
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Y sobre Lucas González, el estratega americano, también tiene palabras de respeto: “Es un joven interesante y es extraño porque trae una forma de jugar de los viejos. Este América juega como se hacía en los 60, con cinco atacantes y con dos defensores. Él es joven, pero retoma cosas viejas del futbol y las adapta a una manera actual de jugar. Eso es lo que los ha hecho fuertes y es algo para reconocer y aplaudir”.
“Luis Díaz entró a la historia”
Wilington Ortiz dice que las dos hinchadas deben estar felices por el momento de Millonarios y América. Así como deben estarlo los seguidores de la selección de Colombia. Para un momento, al hablar del histórico triunfo contra Brasil, y recuerda. Nunca antes se había conseguido en eliminatorias. Como la vez que su selección, en las eliminatorias al Mundial del 74, le ganó a Uruguay, los bicampeones del mundo, en Montevideo. Algo que solo pasó esa vez. “Con esos dos goles, Luiz Díaz ya entró en la historia, como Willington contra los uruguayos”, reconoce. Su gran deuda, la de su generación, fue no haber llegado a un mundial. Si hubiese dado ese salto, piensa, estaríamos hablando de una figura a nivel global. No lo duda.
Es cauto con la selección. Pide paciencia, respetar el trabajo del técnico Néstor Lorenzo y entender que para todo hay tiempo. Con Luis Díaz, sí es certero: “Ese es nuestro referente. Ojalá, la salud lo acompañe, en la selección y en Liverpool. Ese es el jugador que en el futuro nos puede dar muchas más alegrías”.
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Nuestro Pelé, nuestro Maradona
Era sábado, fijo. Un niño iba en el carro con su papá, que lo acababa de recoger de su clase de música. En la radio, Hernán Pelaez. Por aquel entonces conducía el Café Caracol. Alguna vez, seguro, habrá pasado por ahí Willington Ortiz, como también Jairo Arboleda y Brand, los ídolos juveniles del progenitor. “Los mejores jugadores que ha tenido este país, con el Pibe”.
El recuerdo es vívido. Uno de esos días, el niño habrá preguntado al padre: “Por qué acá no tenemos un Pelé, un Maradona”, a lo que el padre le contestó lo obvio: “¡Ja! Acá tuvimos a Willington Ortiz”.
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Willy escucha la anécdota y se ríe. Y dice: “Por eso dicen que los viejos son sabios. Tiene razón el viejo, sí tuvimos el jugador de ese nivel. Eran otros tiempos, nuestro fútbol no estaba tan desarrollado como ahora. Antes los colombianos que jugábamos éramos contados y los equipos estaban llenos de extranjeros. Por eso, el fútbol colombiano se demoró tanto en desarrollarse y por eso no fuimos al mundial. Por eso, no reconocen a una camada que fue buenísima”.
Era hora de despedirse, la conversación ya se había acabado. Pero antes de cortar, Willington Ortiz le mandó saludos al padre del niño. Y dejó la advertencia: “Le va tocar pararle más bolas al viejo, porque tiene mucha razón. Su papá es un sabio”.
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