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En sus años como futbolista profesional, entre 1970 y 1983, a Francisco Maturana ya se le veía la condición de técnico.
Era un defensa sobrio y elegante, con muy buen juego aéreo. Rápido física y sobre todo mentalmente. Siempre estaba bien ubicado y tenía voz de mando. No porque gritara mucho, sino porque ordenaba a sus compañeros, sabía hablarles.
Y de eso se percataban sus entrenadores, para quienes Pacho era un apoyo dentro del campo de juego.
En Nacional, el club en el que jugó durante una década, tuvo varios entrenadores, pero con quien mejor se entendió fue el argentino Oswaldo Juan Zubeldía.
Sin embargo, fueron los uruguayos Juan Martín Mugica, Luis Cubilla y Aníbal Ruiz quienes le quitaron de la cabeza la idea de ejercer la odontología, carrera que había estudiado mientras era jugador, para que se dedicara a la dirección técnica.
Su historia en los banquillos comenzó en 1986, en Manizales, una ciudad que lo seducía por su calma y hospitalidad. “Uno debe regresar a la esencia, por eso estoy acá”, admitió ayer, cuando después de 31 años fue presentado nuevamente como técnico del Once Caldas.
“Mi historia está ligada a esta tierra y a este club”, reconoció Maturana, ahora con 68 años, muchas canas y cientos de experiencias más que cuando asumió por primera vez el reto de dirigir.
En ese plantel estaban, entre otros, James Mina Camacho, Alonso Pocillo López, Rubén Darío Hernández, Janio Cabezas, Alexis García, Luis Alfonso Fajardo, Wilman Conde, Jaime Arango y Ricardo Chicho Pérez, quien es hoy uno de sus asistentes.
Varios de esos jugadores se fueron con él a Nacional un año después, para iniciar el glorioso proceso que llevó al cuadro verdolaga a la conquista de su primera Copa Libertadores.
Fue tan impactante el trabajo de Maturana en el Once que también fue designado técnico de la selección de Colombia, con la que debutó oficialmente en la Copa América de 1987, en la que la tricolor logró el tercer lugar.
Fue Maturana, sin duda, el encargado de ponerle los pantalones largos al fútbol colombiano, hasta entonces considerado de tercer nivel en el continente.
Además de su filosofía futbolística, marcada sobre todo por la tenencia de la pelota, la buena técnica y la actitud ofensiva, les inculcó a sus jugadores la disciplina y el cuidado personal, conceptos poco arraigados en los profesionales hasta ese momento. Por eso fue reconocido internacionalmente y les abrió el camino a los entrenadores criollos en el exterior.
Sus equipos, generalmente, juegan un sistema 4-2-2-2, con variantes. Así lo hicieron la mayoría de los 10 clubes que dirigió, además de las cinco selecciones nacionales, pues además de Colombia fue entrenador de Ecuador, Perú, Costa Rica y Trinidad y Tobago.
Clasificó a la tricolor a los mundiales de 1990 y 1994, el primero después de 28 años, aunque tal vez su mayor éxito fue haber ganado la Copa América de 2001.
Desde hace más de una década a sido asesor técnico de la FIFA y ha pertenecido a varias comisiones en la rectora del balompié mundial.
A partir de hoy encarará un nuevo reto en su carrera. Llega al Once como la gran estrella y así fue presentado en las redes sociales. Su objetivo es devolverle la grandeza al blanco-blanco, venido a menos en los últimos años.
“Vengo porque acá hay un proyecto, un sueño. Quiero gente soñadora, como yo, no conformista. No me las sé todas, todos los días aprendo más. No quiero ser mejor que Mourinho, ni Guardiola, sino mejor de lo que he sido”, aseguró radiante mientras se ponía, tres décadas después, la camiseta del club en donde todo lo bueno comenzó.