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“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo”. Así empieza el poema de Constantino Cavafis. Un camino largo como el que ha recorrido Fredy Guarín en su carrera como futbolista. Un camino largo para hacerse virtuoso. Un camino largo que le permite volver y comprender que muchas veces la meta está en las raíces y en el lugar donde todo se originó y cobró sentido. Volver a su país y jugar con el equipo del cual se hizo hincha desde pequeño. Recordar las primeras veces que jugó microfútbol bajo 40 °C de temperatura en Puerto Boyacá, su pueblo natal.
Volver a las canchas donde todo empezó. Volver a Ibagué, a Neiva, a Medellín y rememorar los días en que empezó a entender las dificultades que hay detrás de tener una convicción. Recordar cuando vistió las camisetas de Cooperamos Tolima, Atlético Huila y Envigado, los equipos que lo vieron nacer y lo moldearon como un volante esbelto y con la gran virtud de la pegada de media distancia y la generación de juego ofensivo.
“Si tu pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. / Ni a los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Poseidón encontrarás, / si no los llevas dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti”, continúa el poema de Cavafis. Un pensar que trascendió los problemas económicos de su familia y la muerte de su hermana; una selecta emoción que lo convenció de que el fútbol sería su vehículo y su tierra fértil. Con el paso de los años, darse cuenta de que, por ejemplo, en la Copa Amistad —torneo infantil que organizaba la Academia Deportiva Cantolao de Perú—, su primer torneo internacional, jugaría contra Lionel Messi y sería uno de los primeros en conocer a una leyenda venidera en el balompié mundial.
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“Pide que el camino sea largo. / Que muchas sean las mañanas de verano / en que llegues —¡con qué placer y alegría!— / a puertos nunca vistos antes”. Ibagué y Neiva, sus primeros puertos. Bernardo Redín —uno de sus mentores, quien lo hizo debutar el 11 de agosto de 2002 en un partido contra Cali en el que perdieron 4-0— dijo en una entrevista a Futbolred que “Guarín jugaba de volante más adelantado. Tenía muy buen manejo del balón y por ello se le hizo fácil arrancar desde su propio campo. Tenía visión y buena pegada. Le enseñamos a jugar de espaldas y lo acomodamos para que saliera jugando desde atrás”.
En la selección de Colombia, donde su historia también empezó rápidamente, jugó el sudamericano sub-17 y los mundiales de la misma categoría y el sub-20 en 2003 (este último bajo la dirección de Reinaldo Rueda). En el primero el combinado nacional quedó en cuarto lugar tras vencer 2-0 a Costa Rica, en Finlandia. Y en el segundo en tercer lugar, en Emiratos Árabes.
Por su buen desempeño con la selección, llegó a su tercer puerto en el territorio nacional. Junto a Jhonny Ramírez, Jonathan Estrada y Orlando Fantasma Ballesteros, entre otros, reforzó el Envigado modelo 2005. En ese año el volante boyacense también encontraría su estado de gracia, pues luego de haber finalizado tercero en la fase regular del torneo local y de jugar el Mundial Sub-20 de Holanda, se fue al fútbol internacional.
Buenos Aires fue su primer hogar fuera de Colombia. Allí fue recibido por Fabián Vargas, quien en ese momento hacía parte de Boca Juniors. Aunque solamente jugó cinco partidos con el plantel de primera división, terminó haciendo parte del equipo que salió campeón del torneo clausura en 2006. Codearse con grandes futbolistas como Martín Palermo, Guillermo Barros Schelotto, Roberto Abbondanzieri o Federico Insúa fue quizá su mayor ganancia antes de partir a Francia.
“Ten siempre a Ítaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguantar a que Ítaca te enriquezca”. Un viaje de más de diez años fuera del continente americano. Un viaje que lo llevó al Saint-Étienne, al Porto y al Inter de Milán, en Europa, y luego lo más lejos, al Shanghai Shenua chino, en Asia.
En el cuadro francés, donde estuvo dos años, jugó 23 partidos y anotó apenas un gol. Su estancia en la pequeña ciudad ubicada en la región de Auvernia-Ródano-Alpes estampó aprendizajes que estuvieron más marcados por sus vivencias personales que por su crecimiento como jugador. En medio del clima frío y la poca actividad citadina, el joven de veinte años se hallaba incómodo. Y no solo era la falta de costumbre a las heladas, a la tranquilidad, también a un idioma que le costó, pero que aprendió para terminar de adaptarse. Dos años de enriquecerse en su interior y forjar su carácter para los venideros que serían más prósperos, pero que estaban más cerca del éxito que todos anhelan, y para no perder a Ítaca de su mente ni perderse en su peregrinaje, debía primero aprender a retarse en lo desconocido y en soledad, para después poder sortear las vanidades que se esconden en las victorias.
En 2008 llegó a Porto, la isla donde no atracó de viejo como dice el poema, pero sí llegó con la madurez necesaria para afrontar lo que se venía. El volante boyacense fue el segundo colombiano en vestir la camiseta azul y blanca después de Wason Rentería. Detrás suyo llegaron Radamel Falcao García y James Rodríguez. Ese tridente hizo historia en los dragones y juntos firmaron una época fructífera que dejó varios títulos para el equipo. Guarín —que anotó once goles en cuatro años, uno de ellos elegido el mejor de la temporada 2011 en Europa— fue el que más trofeos levantó y sigue siendo el colombiano más veces campeón con el cuadro portugués. En total fueron diez campeonatos: tres de liga (2008-2009, 2010-2011 y 2011-212); tres de Copa de Portugal (2008-2009, 2009-2010 y 2010-2011); tres Supercopas de Portugal (2009-2010, 2010-2011 y 2011-2012) y una UEFA Europa League (2011-2012).
Según contó Guarín en Un rato con el Pibe, el programa de entrevistas de Valderrama, luego de su paso por el Porto, el volante de 26 años tenía todo arreglado para firmar con la Juventus, en Italia, pero Iván Ramiro Córdoba, viejo amigo e ídolo del Inter de Milán, lo convenció para vestir la camiseta del cuadro nerazurri en 2011. “Yo siempre había sido hincha del Inter. Iván siempre ha estado allá y ha sido una influencia para mí, al igual que el fenómeno Ronaldo y de Patrick Vieira. Los colores del Inter siempre han estado en la casa. En la Play jugaba siempre con ese equipo, con Roberto Carlos de delantero”. En el cuadro italiano estuvo también cuatro años. Jugó 114 partidos y marcó quince goles. Infortunadamente no logró ningún título. Sin embargo, en medio de su paso por el Inter se dio uno de los momentos más preciados en su carrera: la clasificación al Mundial de Brasil 2014 con Colombia.
Nuevamente con viejos amigos como Falcao, James y Armero, Guarín logró hacer parte de la nómina que nos regresó a la máxima cita del fútbol después de 16 años, que nos dio la mejor participación en ese torneo. Aquella remontada contra Chile en el estadio Metropolitano, en la eliminatoria, es un recuerdo que no dejará de hincharlo de orgullo.
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Dos años después, en el segundo semestre de 2016, dejó territorio europeo para jugar en el Shanghai Shenua, en el que disputó 83 partidos en tres años y marcó 21 anotaciones. Allí fue recibido por Giovanny Moreno, uno de los ídolos del equipo. En sus tres años y medio en el país asiático, el volante ganó un título: la Copa China en 2017. En aquel entonces, el Shenua derrotó al Shanghai SIPG por un global de 3-2.
“Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas”.
En 2018, en una entrevista para la W Radio, Guarín dijo: “Millonarios para mí siempre ha sido el equipo del amor, de la familia, del cual soy hincha acá en Colombia. Esperemos que se llegue a presentar el día de mañana”. Y así se fue acercando poco a poco. En los últimos dos años estuvo en Vasco da Gama de Brasil, donde apenas jugó trece partidos y marcó dos goles. Al finalizar 2020, el volante logró llegar a un acuerdo para hacer parte del cuadro albiazul por una temporada. “Un día lo pensé, un día lo soñé, un día lo logré”, así empezó la presentación de Fredy Guarín en el equipo embajador. Una frase que demuestra cómo su destino ha sido plenamente manejado por él y cómo su Ítaca, que está cada vez más cerca, le ha dado sentido a sus direcciones y determinaciones para así entender que la meta llega con el absurdo de chocar con el fin de un objetivo perseguido, pero con la sabiduría derivada del sacrificio realizado.