Jénnifer Peñaloza, la “Cuadradita” de la Liga Femenina

Hace año y medio sufrió una fuerte depresión por la muerte de su hermano. Hoy es la goleadora del Atlético Huila y está cerca de jugar la final del primer torneo profesional para mujeres.

Paula Andrea Casas Mogollón
15 de junio de 2017 - 11:28 a. m.
La antioqueña Jénnifer Peñaloza es considerada la “Cuadradita” de la Liga Femenina de Fútbol. / Cortesía Atlético Huila
La antioqueña Jénnifer Peñaloza es considerada la “Cuadradita” de la Liga Femenina de Fútbol. / Cortesía Atlético Huila
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Sus rizos negros, la piel morena y su particular manera de gambetear en la cancha hacen que más de uno confunda a Jénnifer Peñaloza, goleadora del Atlético Huila, con Juan Guillermo Cuadrado, el volante de la selección de Colombia.

En la cancha transmite la misma alegría y confianza que el jugador de la Juventus de Italia. Por eso se ha ganado el apodo de la “Cuadradita”, en la primera edición de la Liga Profesional de Fútbol Femenino.

“A él lo admiro desde que comencé en este deporte y espero algún día conocerlo y, por qué no, jugar con él. Agradecí mucho el día que me envió un video felicitándome por el gran papel que estoy desempeñando en el torneo”, le contó la delantera de 32 años a El Espectador.

Sin embargo, su sonrisa encantadora desapareció hace año y medio, cuando su hermano José Luis murió. Ella estaba en Brasil disputando la Copa Libertadores con el equipo Formas Íntimas cuando recibió una terrible noticia: su hermano menor, ese que aunque le sacaba canas la acompañaba a todos los partidos que disputaba en la cancha del barrio Belén, en Medellín, había muerto por una sobredosis.

“Tenía 23 años, era muy noble, pero un poco inquieto. Comenzó a meterse en el mundo de las drogas. Cuando quiso salirse, mi mamá (Claudia) y yo lo apoyamos para que se fuera a un centro de rehabilitación. Trató de dejar a un lado sus problemas y lo ayudé a montar una microempresa de chocolates”, confiesa con nostalgia la futbolista antioqueña.

Pero él tenía muchos problemas de depresión. Un domingo se fue a beber con sus amigos porque había peleado con la novia y le repitió una y otra vez a su madre que se quería matar. Ella, incrédula, no le prestó atención y dejó las cosas así. Al día siguiente José Luis cogió las pastillas que usaba su mamá para el corazón, disolvió 80 en un vaso y se las tomó. Antes había dejado un mensaje de despedida escrito en el computador. A las 11:00 a.m. ya no tenía signos vitales.

Jénnifer, destrozada, regresó a Colombia dejando de lado su sueño de figurar en un torneo internacional. Invadida por el dolor, decidió sumergirse en el alcohol. “Comencé a beber todos los días. No me interesaba que fuera jugadora profesional. Los primeros días fueron terribles, no sabíamos cómo lidiar con esto”, narra la goleadora, para quien José Luis era como un hijo, así durante su niñez la acusara ante su padre por jugar al fútbol.

A mi papá nunca le gustó que yo fuera a jugar. Prefería que me quedara en la casa, jugando con muñecas, pero no se dio cuenta de que yo las había cambiado hacía rato por balones. Me ponía las pantalonetas y los zapatos de mi hermano y luego del partido él me delataba. Cuando llegaba a casa, mi papá me castigaba”, explica.

Pero logró de sacar de taquito el dolor. Decidió seguir en el fútbol, motivada por el anuncio de la creación de la Liga Femenina.

Su equipo, Formas Íntimas, comenzó a organizarse para disputar el torneo bajo el nombre de Envigado, pero en la lista de jugadoras convocadas no aparecía ella. Cuando fue a preguntarle a Liliana Zapata, gerente del club, no recibió ninguna respuesta. Tampoco le quería dar el paz y salvo para que jugara con otro equipo.

“Creo que me sacaron porque alguna vez me quejé porque no nos habían pagado dos meses de salario. Hice el reclamo de manera respetuosa, pero no sé ella cómo lo tomó. Me pareció injusto, porque allá duré 16 años”, cuenta la jugadora.

No obstante, la vida y el destino dan revanchas. Jénnifer finalmente recaló en el Atlético Huila y en los cuartos de final del torneo se enfrentó a Envigado. El club antioqueño era favorito y no había perdido ningún partido. Para ella, ese era el duelo de la dignidad.

“Pude anotar en el primer encuentro, quitándoles el invicto. No digo que me dio gusto haberlas eliminado, pero me saqué esa espinita”, acepta.

La Cuadradita del fútbol colombiano ya dejó de lado los malos momentos y está cumpliendo sus sueños. Lleva siete goles en el torneo, cada uno de ellos dedicado a su hermano. Por eso cuando anota señala al cielo.

Por Paula Andrea Casas Mogollón

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