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Corrían los primeros días del agosto de 1968. Manuel Francisco dos Santos aceptó cobrar 600 dólares por partido jugado con el Júnior. Estaba notoriamente pesado, pero su excepcional técnica desató el deleite el 25 de ese mes. Aquel domingo, el estadio Romelio Martínez de Barranquilla contó en su verde césped con uno de los mejores futbolistas de la historia. El hombre de la imparable gambeta vistió la camiseta rojiblanca en el único partido que disputó con ella, contra Independiente Santa Fe.
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Sensaciones encontradas en el escenario deportivo. Júnior perdió 2-3, pero los fanáticos que colmaron el Romelio sentían que estaban presenciando un momento que trascendería en el tiempo. Y así sucedió. Garrincha no se encontraba en estado atlético ideal, pero sus innatas y fantásticas condiciones las utilizó para jugar, como era habitual, pegado a la línea lateral y tirar centros que fueron desaprovechados por sus compañeros de ataque.
En ese compromiso ante el cuadro cardenal, que tenía la dirección técnica encargada de Rubén Bravo, El Tiburón sufrió ante las acciones de Prospitti y Maravilla Gamboa. Los entonces jugadores albirrojos generaron peligro aprovechando la velocidad y dominio de balón de Darío Vásquez, además de una deficiente marca del elenco local en la mitad de la cancha, en medio de un correcto arbitraje de Ómar Delgado.
“Lastimosamente no logró acomodarse, porque parece que tenía problemas sentimentales debido a su relación con Elza Soares”, recordó sobre Garrincha Arturo Segovia, que compartió con el brasileño y que dijo estas palabras en referencia a la obsesión del astro por su compatriota cantante.
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Othon Da Cunha, Othon Valentín, Quarentinha, Pepe Romeiro y Dida también fueron brasileños que llegaron al Júnior después de que este equipo volviera al fútbol profesional, en 1966. No obstante, ninguno de ellos generó lo que Garrincha, el hombre que falleció en enero de 1983, con 49 años, luego de refugiarse en el alcohol.
Segovia conoció a La Alegría del Pueblo, como también era conocido Garrincha, en el hotel Majestic de Barranquilla. Rememoró: “Me decía ‘garroto’ y me mandaba a que le comprara cosas. En ese tiempo ya Garrincha era maduro, llegó al Júnior con exceso de peso, apenas se estaba poniendo a tono, pero al final optó por no seguir jugando y se marchó. Se fue aburrido. Tenía seis hijos y la soledad lo estaba matando en Barranquilla”.
“Me iba para los entrenamientos con él, era un tipo muy agradable, me hacía reír mucho. Salía con unas cosas que impresionaban. Me contó una cantidad de cuentos que había vivido. Incluso en su habitación mandó a poner una hamaca, porque no le gustaba dormir en camas. Era una persona increíble. Pero lo que más recuerdo son sus consejos. Me habló mucho de la humildad y me insistió para que fuese un buen padre”, dijo Arturo, uno de los afortunados que compartió con quien pasó de jugar en los potreros a ser dos veces campeón mundial (1958 y 1962).
Garrincha, un genio del balón al que no le importaba lo que decían de él. El mejor brasileño que ha pasado por el fútbol colombiano. El que jugó en el Júnior de Luis Alberto Miloc Pelachi. El que reveló en una entrevista de la época con Álvaro Cepeda que nunca leía las páginas deportivas porque “¿para qué molestarme? Soy un hombre feliz. Yo vivo la vida, la vida no me vive a mí”.
Alineaciones:
Júnior: Avena, Segovia, Segrera, Díaz, Peña, Serrano, Moreno, Garrincha, Pérez, Ayrton y Lima.
Santa Fe: Solís, Castillo, Marín, Maya, Prieto, Cañón, Waltinho, Klinger, Gamboa, Prospitti y Vásquez.
@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)