La geografía colombiana y el reto de jugar en la altura
Las plazas de gran elevación, superiores a los 2.000 metros sobre el nivel del mar, han sido históricamente un dolor de cabeza no solo para los equipos caribeños, sino también para los clubes de Argentina y Brasil.
Daniel Bello
Esta semana volvió y jugó el tema de la altura tanto dentro como afuera de nuestras fronteras. A nivel local Junior sufrió un duro golpe (3-0) contra Santa Fe en El Campín, un nuevo capítulo en la lista de los malos ratos que ha pasado el conjunto tiburón encima de los 2.000 metros sobre el nivel mar (msnm) este 2024.
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Esta semana volvió y jugó el tema de la altura tanto dentro como afuera de nuestras fronteras. A nivel local Junior sufrió un duro golpe (3-0) contra Santa Fe en El Campín, un nuevo capítulo en la lista de los malos ratos que ha pasado el conjunto tiburón encima de los 2.000 metros sobre el nivel mar (msnm) este 2024.
Cabe recordar que el equipo dirigido por Arturo Reyes perdió con Millonarios (2-0) en la Superliga y que con ese mismo marcador también cayó ante Fortaleza en Techo. Cuando visitó Tunja, el mes pasado, le arañó un punto al Chicó (2-2). La altura juega su parte y Reyes no es la única víctima de esas condiciones.
Esta semana también se rompió el récord de altitud en un partido de Copa Libertadores. En El Alto, Bolivia, a 4.083 msnm, Always Ready aplastó 6-1 a Alianza Lima de Perú. Fue el mismo resultado con el que una vez (2009), en La Paz, la Argentina de Messi y Maradona sufrió la peor goleada de su historia reciente. La elevación marca la diferencia, pero es posible hacerle frente.
El fantasma de la altura
“Quizá los argentinos mitificaron mucho ese tema en el 6-1. Planificaron mal el proceso”, reconoce Gustavo Bustos, preparador físico que trabajó por más de 10 años en Santa Fe, con paso por otros equipos de Colombia, El Salvador, al nivel del mar, y Bolivia, donde hay plazas superiores a los 3.500 msnm. Bustos enfatiza que a la altura hay que tenerle respeto, pero no temor.
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Nuestro país tiene condiciones geográficas que no existen en las primeras divisiones de las dos potencias de Suramérica. Mientras que la plaza de mayor elevación en Colombia es la de Tunja (2.782 msnm), y nueve equipos de la Liga BetPlay tienen su sede por encima de los 2.000 msnm, en las primeras divisiones de Brasil y Argentina nadie juega por encima de los 1.000.
Las metodologías de entrenamiento han evolucionado y los deportistas de élite están mejor capacitados para adaptarse a estas condiciones, entre las que está la hipoxia (menor concentración de oxígeno), lo que disminuye el rendimiento deportivo de los jugadores habituados al trópico.
Bustos señala que una de las formas de mitigar el impacto de la altura en el fútbol es viajar un par de horas antes del partido. “Son de tres a seis horas en las que el deportista puede competir sin ninguna desventaja”. Esto quiere decir que si un equipo de la costa tiene un partido en Tunja, puede llegar un par de horas antes del encuentro, competir y devolverse para no verse tan afectado por las condiciones geográficas.
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Un ejemplo fue lo que trató de hacer Junior cuando visitó a Millonarios por el duelo de vuelta de la Superliga BetPlay. El mismo día los barranquilleros llegaron a Bogotá, tipo 11:00 a.m., y jugaron en la noche, a un tiempo mayor del recomendado para implementar la estrategia de mitigación. Pese a mostrar solidez en los primeros minutos, los embajadores dieron vuelta a la serie en la segunda mitad.
Más alternativas
Otra de las metodologías que se usan para apaciguar los efectos del cambio drástico de altitud son los procesos de adaptación, que son más complicados en términos logísticos por presupuestos -traslados y hospedaje-, además del apretado calendario de nuestro país, con partidos cada cuatro días.
El mejor escenario para que un equipo caribeño logre una mejor adaptación en el altiplano sería hacerlo por etapas: primero subir a una ciudad entre los 500 y los 1.000 metros, caso Bucaramanga, luego a una intermedia como Medellín (1.495 msnm) y así llegar en mejor forma al altiplano.
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Otro factor que hay que tener en cuenta es lo que el profe Bustos llama la “huella fisiológica” de los futbolistas. “Nosotros los que vivimos en Bogotá estamos más adaptados a la altura. Cuando llegamos a Barranquilla nos pega el calor, sudamos, nos fatigamos, pero los barranquilleros ya están adaptados”.
Por ejemplo Santa Fe, que vive a 2.600 msnm, tiene en su nómina a jugadores de distintas regiones del país y es lógico que la adaptación varíe entre sus jugadores. No será lo mismo ir a jugar en Montería para Yilmar Velásquez, que es de Apartadó (30 msnm), que para el bogotano David Ramírez Pisciotti. Ahora, también influye el tiempo que un jugador lleva en una ciudad.
En ese orden de ideas se entiende por qué Millonarios se quiso reforzar con Delvin Alfonzo y Santiago Giordana. El lateral venezolano venía de varias temporadas en Tunja y el delantero argentino jugó el año pasado en Deportivo Garcilaso de Perú, con sede en la ciudad de Cusco (3.399).
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