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Toda la bronca que sentía Onéider Galván Guerrero por tener que caminar una hora hasta su escuela en El Tarra (Norte de Santander) se la sacaba jugando a la pelota. Así se fue enamorando del fútbol, un deporte que le hacía olvidar sus preocupaciones y que, desde niño, le hizo entender que es una gran escapatoria a las problemáticas sociales difíciles que viven los habitantes de aquella región.
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Onéider, a quien todos querían en su equipo porque era uno de los más destacados con el balón, logró que su escuela se comunicara con otras para realizar partidos amistosos. No faltaron las calenturas, las entradas fuertes y hasta alguna pelea por ese deseo de ganar; pero tampoco los abrazos y apretones de manos después de los cotejos, pues entendían que ese juego los alejaba del camino erróneo.
Onéider disputaba esos partidos cuando tenía el tiempo para caminar esa hora y no debía quedarse en casa ayudando a sus abuelos con las labores campesinas. De hecho, gracias a ellos aprendió la mayoría de los conocimientos de la primaria. Vivía entre cuadernos, lápices, actividades rurales y el deseo de realizar el sacrificio de ir hasta la escuela únicamente para soñar que era Ronaldinho o Zidane.
Muchas veces no podía gastar ese tiempo de ida y vuelta y debía mascar la descrita bronca, que, en ocasiones, se la sacaba gracias a su tío favorito, quien llegaba hasta su casa para que jugaran en el patio —o “caliche”, como le dicen—. Onéider no quería que su tío se fuera, pues era el que le daba ideas para inventar sus propias pelotas. Las creaban con costales o sacos y luego se dedicaban a hacerse remates.
Ya en su época de bachillerato, Onéider no faltaba a la escuela y era la figura en los partidos intercursos e interescuelas. Se llenó de nostalgia cuando se graduó, porque sabía que esa felicidad que significaba jugar fútbol en la niñez y la adolescencia no la volvería a experimentar. Como su tradición lo demandaba, estudió un técnico agropecuario, pero no lo pudo terminar por su complicada situación económica, como la de la mayoría de los habitantes de esa zona y muchas del país. Además, tenía el anhelo de convertirse en ingeniero civil.
Sin embargo, esos sueños, financieramente imposibles, fueron desplazados por su gran amor. Como ya era reconocido en la zona como un impulsor de partidos de fútbol, Galván Guerrero comenzó a reclutar niños para guiarlos por el camino de la pelota y enseñarles diversos valores a través de ella. Consiguió el apoyo de algunas fundaciones y en la cancha de cemento de El Tarra lidera a niños y niñas entre 7 y 15 años.
Este líder social tiene 23 años y ha crecido en una zona en la que el Estado y la Gobernación de Norte de Santander han incumplido la construcción de vías decentes de acceso a las veredas y los corregimientos. Es un lugar donde una habitante dice que “la Policía es simbólica”, pues paramilitares y grupos guerrilleros han ejecutado masacres en El Tarra. En la actualidad, Eln, Epl y disidencias de las Farc se disputan el control del negocio del narcotráfico, en una región fronteriza que ha sido foco de atención en medio de la relación tensa entre Colombia y Venezuela en los últimos años.
Ha sido una guerra que, como en otras regiones de Colombia, ha dejado víctimas inocentes, incluyendo líderes sociales. No obstante, desde allí, en el Catatumbo, Onéider tomó un par de buses para llegar hasta Bogotá y hacer parte del taller Capi FC (Formadores por Colombia), que se celebró la semana pasada en la sede deportiva de la Federación Colombia de Fútbol, donde participaron, además de Onéider, otros 29 líderes sociales de zonas del territorio nacional afectadas por el conflicto armado.
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Abel Aguilar, mundialista con la selección de Colombia en Brasil 2014 y Rusia 2018, les dio una charla sobre su experiencia personal en el fútbol y lo que significa ser un buen líder para los soñadores que patean sus primeras pelotas y se visualizan en los mejores estadios del mundo, como en los que él jugó. El hombre que en 2019 se retiró con Unión Magdalena relató su historia y conmovió a un sorprendido Onéider Galván.
El bogotano y exjugador de Deportivo Cali y Udinese, entre otros, contó cuando comenzó a jugar en el club Andinos, fundado por su padre, y cómo se esforzó al máximo para ser llevado a la selección Bogotá, donde compartió con Stalin Motta, Rafael Robayo y un tal Radamel Falcao García. Les explicó a los líderes sociales que en el equipo vallecaucano sentía respeto por los futbolistas experimentados, porque era consciente de que ellos poseían el conocimiento para triunfar. Les dijo que, infortunadamente, ese respeto se ha perdido un poco en la actualidad, que hay que recuperarlo y que es un estudioso del más popular de los deportes.
Además, Aguilar les brindó a los líderes sociales herramientas pedagógicas para que sean utilizadas en el aprendizaje de los aproximadamente 3.000 niños, niñas y adolescentes que se verán beneficiados con este proyecto en El Tarra, Corinto, Bojayá, Quibdó, Timbiquí, Apartadó, San José del Guaviare y otros lugares donde las armas, las drogas y los delitos han sido protagonistas de la cotidianidad.
“Cuando hablaba acerca de cómo liderar e interactuar, realmente lo aprecié y retuve todo, para así poder aplicarlo y no cometer los errores que veníamos ejecutando. Porque usualmente creemos que un líder es aquel que manda y hace todo, y un líder es el que orienta, el que sabe escuchar, el que actúa pacíficamente y el que ve dónde están las fallas de todo el equipo”, reflexionó Onéider.
Catalina Usme también les habló a los líderes sociales. ¿La moraleja? La disciplina y el esfuerzo nunca se negocian. Se puede tener el mayor talento, pero hay que trabajarlo. Ella, por cumplir su sueño de vivir del fútbol en un país machista, estudiaba para ser profesional del deporte en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, en su natal Medellín, mientras simultáneamente trabajaba de mesera y haciendo inventarios en un almacén de cadena.
Los trayectos de Usme eran en bicicleta, para ahorrar dinero. “Llegaba mamada a la casa”, contó la mujer que en 2014 sufrió por segunda vez la rotura total de ligamento cruzado y en 2015 era la única que se entrenaba a doble jornada para convencer al entonces seleccionador Felipe Taborda de que la llevara al Mundial de Canadá. En el mismo lugar donde entregó sus palabras a los líderes sociales, hace seis años vomitaba por la exigencia que le aplicaba a su cuerpo.
Onéider y los demás asistentes comprendieron que el final feliz fue que Catalina fue a ese Mundial y desde entonces no ha dejado de acumular éxitos, como la Liga Profesional Femenina que ganó con América en 2019, mismo año en el que conquistó con Colombia la medalla de oro de los Juegos Panamericanos de Lima. Fue subcampeona de la Copa Libertadores Femenina y el viernes pasado fue nominada por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol a mejor jugadora del 2021.
(Aquí, toda la información deportiva)
“Me pareció una experiencia genial compartir con tantos líderes sociales y conocer de primera mano qué los impulsó a ellos a realizar esa labor. Fue muy bacano poderles contar qué ha sido importante para mí, qué me ha llevado a conseguir las cosas. Les hablé de lo importante que es construir un camino basándose en el amor y en querer lo mejor para el otro, y lo primordial que es la preparación, que creo que es lo que ha marcado mi carrera deportiva. Además, a mí también me dejó muchas enseñanzas, porque escuché un montón de historias de vida que hacen que uno se cuestione, porque ellos, a pesar de vivir cosas muy difíciles, no produjeron excusas sino motivaciones. Y eso debe ser importante en nuestra sociedad: en las adversidades, encontrar nuestro propósito de vida”, manifestó Usme.
Por su parte, Fabián Vargas narró sus comienzos en el club Maracaneiros en Bogotá, su gloria en América de Cali y con la selección de Colombia en la Copa América de 2001, su consagración en Boca Juniors de Argentina y cómo logró convertirse en uno de los futbolistas colombianos con más títulos de la historia.
César Hernández, director de la cantera del Deportivo Cali, dialogó con Onéider y los demás líderes sociales acerca del aprendizaje de valores determinados con el fútbol como herramienta en jóvenes que todavía no son profesionales del balompié. Habló de su labor en una de las divisiones menores más fuertes que tiene el país, pues el club verdiblanco no deja de lanzar jugadores talentosos al profesionalismo.
“Reforcé mis conocimientos para enseñarles a los niños y niñas valores como el respeto, la honestidad, la tolerancia y la solidaridad”, expresó el líder social de El Tarra, donde hace cuatro años trabaja con la Fundación Construir Jugando. También pudo aprender de Carolina Pineda, futbolista de América y de la selección de Colombia, y otros expertos en descubrir talentos, en medicina y estructura en el deporte y en equidad de género, para que el fútbol sea un deporte inclusivo desde edades tempranas.
En las canchas de la sede de la Federación, los líderes sociales aprendieron de táctica, ejercicios para que los niños y niñas mejoren su entendimiento del juego, instrucciones para enriquecer el trabajo físico y formas para sacarles el mayor provecho a los implementos que tienen en sus respectivas regiones.
En el caso de la escuela de fútbol de Galván Guerrero en El Tarra, tiene diez pelotas para cuarenta niños, niñas y adolescentes, quienes reciben las charlas teóricas en la cancha, pues no poseen un espacio exclusivo para eso. No tienen uniformes, entrenan con la ropa que cada uno pueda llevar y, algunos, practican descalzos porque no pueden dañar su único par de zapatos.
Por ejemplo, un joven hiperactivo llegó a entrenar sin zapatos al equipo que dirige Onéider y se desquitó de sus problemas sociales y familiares con sus compañeros. Creía que era el que mandaba y el que más sabía de fútbol. “Ahora nos aporta mucho y se destaca porque no solamente piensa en él. Por su mal comportamiento no lo sacamos, sino que lo orientamos, y ahora tenemos a un ser humano muy valioso”, contó Galván, quien ya está de nuevo en El Tarra para transmitir los conocimientos aprendidos en el taller Capi FC.
“Esto nace por el interés de formar a todos esos líderes que hemos venido conociendo durante los años. El sueño es que siga y sea un proceso constante, que sean talleres que podamos hacer periódicamente, que también podamos seguir en contacto con estos líderes sociales y, sobre todo, que puedan empezar a interactuar entre ellos y aprender los unos de los otros”, explicó Ana Arizabaleta, directora de la Fundación Selección Colombia, que impulsó este proyecto.
Las palabras y los ejercicios inspiradores que recibieron los líderes sociales llegarán hasta lugares donde muchas veces las balas han estado más presentes que el Estado, donde el fútbol ha sido refugio de problemas sociales, donde niños y niñas desean anotar goles y celebrarlos en ambientes de paz, donde los líderes sociales utilizan la pelota como un juguete salvador.