La violencia en los estadios en Colombia tampoco descansa
Esa es la película de casi todos los fines de semana en el fútbol colombiano. Y todavía no hay razón de la plata que se perdió de la carnetización de los hinchas.
Los escandalosos actos de violencia que le dieron la vuelta al mundo en el partido entre Querétaro y Atlas en el fútbol mexicano, con varias personas heridas y algunas muertas, de acuerdo a reportes ciudadanos, sobre todo por las dilataciones de confirmaciones oficiales, siguen poniendo en la mesa el flagelo que vive el fútbol de nuestra la región. La violencia no cesa y se ha incrementado desde el regreso del público a los estadios en la pandemia.
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Los escandalosos actos de violencia que le dieron la vuelta al mundo en el partido entre Querétaro y Atlas en el fútbol mexicano, con varias personas heridas y algunas muertas, de acuerdo a reportes ciudadanos, sobre todo por las dilataciones de confirmaciones oficiales, siguen poniendo en la mesa el flagelo que vive el fútbol de nuestra la región. La violencia no cesa y se ha incrementado desde el regreso del público a los estadios en la pandemia.
¿Y qué pasa en Colombia? Este fin de semana hubo altercados en la salida del estadio Palmaseca tras el clásico entre América y Deportivo Cali.
Desde el primer partido con público, hasta el último, la violencia no ha parado. En el primer fin de semana con público en los estadios, en El Campín de Bogotá hubo graves actos de violencia. Sobresalió un video de una brutal golpiza de varios hinchas de Nacional a uno de Santa Fe, en la que ya en el suelo, casi inconsciente, el barrista Julián Mateo Molina, con sevicia, decidió seguir pisoteándolo en la cabeza. Lo pudo haber matado.
La magia de las redes sociales estalló con el objetivo de identificar a ese personaje. Y luego trascendió una fotografía que logró capturar una imagen más clara de su rostro. Era cuestión de horas para dar con su nombre y el de los demás implicados en aquel episodio de violencia, que quedó consignado en las redes.
Molina, ante la presión de las redes sociales, decidió cerrarlas y entregarse a las autoridades. Se vieron fotos suyas con cuchillos en su Facebook e Instagram. También se supo que poseían antecedentes criminales, pues Julián Mateo y su hermano Cristian Molina ya tenían un proceso por homicidio agravado.
Semanas atrás de ese hecho, fuera del país, la tendencia fue la misma que al interior del país: hubo algunos disturbios en el duelo que Millonarios enfrentó al Everton en la Florida Cup. En el estadio de Orlando, algunos integrantes de barras bravas del equipo azul, al ver a otros colombianos con una camiseta de otro equipo, reaccionaron de manera violenta. No importó que hubiera niños de por medio. En el mismo torneo, pero en el duelo de Millonarios ante Nacional, hubo disturbios en la salida de unos hinchas con René Higuita. Y un par de días después, en el duelo amistoso del América y el Medellín en Nueva Jersey, la tendencia se repitió: afuera del Red Bull Arena, aficionados del equipo escarlata y del Olimpia de Honduras protagonizaron una batalla campal a puño limpio. Todas las imágenes fueron virales. No importa la ciudad, el equipo: el problema lo lleva en su genética el barrista colombiano.
Un suceso más que revivió la oscuridad detrás del dinero perdido por la carnetización de los hinchas, que se anunció con trompetas en 2016 para neutralizar el flagelo de la violencia. Han pasado casi seis años.
Casi 250.000 hinchas de todo el país pagaron $12.000 para registrarse y la empresa Tu Boleta también invirtió $6.000 millones para armar la estructura del funcionamiento. El proceso, aunque se cobró, nunca se ejecutó. Y ninguno de los presidentes de la Dimayor en los últimos cuatro años ha dado luces de qué fue lo que sucedió con el dinero.
Tras los recordados hecho de violencia en El Campín, Claudia López, anunció sanciones: los hinchas de Nacional no podrían ingresar a los estadios de la capital por un año. Y les exigió a los clubes garantías y buenas prácticas para identificar a los hinchas que entran al estadio. Buenas prácticas que siguen sin verse.