Las barreras del acceso al deporte para las mujeres en Bogotá
Un estudio del IDRD evidenció cuáles son los obstáculos sociales y personales percibidos por ellas para participar en el deporte.
Kevin Stiven Ramírez Quintero
El deporte femenino en Bogotá ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Por ejemplo, en 2022 cinco futbolistas de la capital fueron subcampeonas del Mundial Sub-17 de India, siendo la instancia más alta a la que ha llegado una selección de Colombia en competiciones de FIFA.
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El deporte femenino en Bogotá ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Por ejemplo, en 2022 cinco futbolistas de la capital fueron subcampeonas del Mundial Sub-17 de India, siendo la instancia más alta a la que ha llegado una selección de Colombia en competiciones de FIFA.
A pesar de este tipo de logros, las mujeres todavía enfrentan desafíos en términos de financiamiento, infraestructura, respaldo y reconocimiento sociocultural.
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Desde las etapas de iniciación-formación y de talento y reserva deportiva, tanto para mujeres en la práctica convencional como para las que tienen alguna discapacidad, se observan barreras de acceso al deporte, entre las que se destacan el machismo, los estereotipos y la falta de tiempo, según el equipo de género del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), en un estudio en el que contó con 517 personas encuestadas, entre hombres y mujeres.
Este tipo de barreras empiezan desde muy temprana edad. De acuerdo con el IDRD, las deportistas inician la práctica de sus disciplinas antes de los cinco años en un 54 por ciento, y entre los seis y los 14 años, en un 43 por ciento. Allí tienen que afrontar problemáticas como maltrato, bullying y violencia física y psicológica, que tienen un alto impacto en la decisión de participar en estas actividades. A estas se le suman las dificultades que tienen para transportarse en la ciudad y desarrollar el deporte con un tiempo y en un espacio adecuados.
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Estos retos socioculturales se adicionan a los estereotipos que existen en la ciudad. Por ejemplo, más del 45 por ciento de los hombres consideran que el deporte masculino tiene mayor relevancia y es más competitivo que el femenino. Estos imaginarios impactan en la permanencia de las deportistas en algunos deportes que popularmente se cree que son para hombres o mujeres. Por ejemplo, el 57 por ciento de las mujeres del sector convencional de Bogotá reportaron que este aspecto es muy importante para su permanencia.
Estas realidades se validan con estudios como el realizado por la organización Women in Football, en los que se menciona que dos de cada tres futbolistas (66 por ciento) mujeres que participan en la industria de este deporte a nivel mundial, han sufrido discriminación por tabúes en algún momento de sus vidas, una situación que ha obstaculizado su carrera futbolística y ha motivado a los expertos a incorporar el entrenamiento mental entre las jugadoras.
Además, estos prejuicios pueden limitar las oportunidades de las niñas para participar en el deporte, ya que a menudo se les desalienta o se les impide jugar fútbol por ser considerado un “deporte de hombres” o por no ser “femenino”, y a su vez reducir el número de niñas o mujeres que tienen acceso al mismo y limitar su capacidad para desarrollar sus habilidades y su pasión por este juego.
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Para los expertos, el deporte tiene una exigencia mental muy elevada que obliga a los jugadores a exigirse para enfrentarse a la adversidad, y en el caso de las mujeres en el fútbol, debe ser mucho más fuerte, pues ellas se enfrentan todos los días a tabúes que pueden afectar negativamente a las que deciden tomar este camino como una profesión. Dentro de la profesionalización del deporte, la creencia de que la maternidad puede ser un obstáculo en la carrera deportiva de las mujeres, también resulta relevante para la permanencia de las deportistas convencionales en un 52 por ciento y paralímpicas en un 42 por ciento.
Por eso el panorama no es alentador, por lo que hay varios aspectos por trabajar: incentivar el apoyo familiar a las deportistas, sobre todo para las atletas paralímpicas; fortalecer los mecanismos de prevención ante la violencia y el bullying, como también darles prioridad a las rutas de atención en estos casos, y trabajar en la erradicación de estereotipos vinculando a los hombres en la participación, asistencia y apoyo en la formación de las niñas, mujeres jóvenes y adolescentes, con el fin de contribuir al cambio cultural y la división de tareas.
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