Hugo Galeano, de 55 años, le da prioridad al trabajo mental con los jugadores jóvenes. / Mentisport
La buseta con el letrero de “Villa Hermosa” pasaba y Hugo Galeano y sus cómplices del fútbol callejero se hacían a un lado para que se esfumara rápido de la calle empinada y poder continuar jugando a la pelota, con piedras como arcos y gaseosas como trofeos. Ese cuadro feliz se colmaba de angustia cuando en el barrio Manrique Oriental, de Medellín, a finales de la década del 70 y comienzos de los 80, las balas empezaban a volar y a conmover con sus sonidos. Entre violencia y balones creció el hijo de Gabriel, quien trabajaba en Coltejer, y...
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