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Las escuelas que han marcado la historia del fútbol colombiano

La escuela de Estudiantes de La Plata, con Osvaldo Zubeldía a la cabeza, triunfó y ha influenciado a varios entrenadores en nuestro país. En su momento fueron preponderantes los conceptos traídos por Fernando Paternoster y Adolfo Pedernera desde Argentina.

Sebastián Arenas
16 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Adolfo Pedernera llegó a Colombia en 1949. Fue campeón con Millonarios en cuatro oportunidades.
Adolfo Pedernera llegó a Colombia en 1949. Fue campeón con Millonarios en cuatro oportunidades.
Foto: ARCHIVO
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En Argentina hay dos corrientes futbolísticas: el menottismo y el bilardismo. La primera, cimentada en el concepto de César Luis Menotti de brindar al público un fútbol estético. “Estoy terriblemente convencido de que todos los equipos argentinos están capacitados para jugar un fútbol que dé espectáculo: ofensivo, limpio y alegre”, dijo el campeón del mundo en 1978, cuando dirigía al inolvidable Huracán, que se consagró campeón nacional en 1973. En contraste, Carlos Salvador Bilardo, campeón mundial en México 1986, sostiene: “Creo que la gente es exitista y solamente vive de los triunfos. Son pocos aquellos hinchas a los que les gusta el fútbol lírico y, si ellos así lo dicen, ustedes ven que cuando su equipo va ganando 1-0 son los que piden más rápido la hora”.

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De Argentina llegaron también los fundamentos del fútbol colombiano, antes que todos gracias a la presencia de Fernando Paternoster, exjugador del Racing, subcampeón en el primer Mundial de Fútbol, en Uruguay 1930, quien llegó al país como entrenador de la selección Colombia en 1938, con motivo de los Primeros Juegos Bolivarianos, que permitieron inaugurar el estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá, al cumplirse 400 años de la fundación de la ciudad. Tiempo después, Paternoster fue el estratega que no solo le dio su primera estrella a Atlético Nacional, en 1954, sino que también fue uno de los gestores de las bases del fútbol antioqueño. Después se marchó a Ecuador, donde salió campeón con Emelec en 1965.

También de tierras argentinas partió Adolfo Pedernera hacia Bogotá, convencido por Carlos Cacho Aldabe, compatriota suyo y director técnico de Millonarios, de hacer parte del equipo campeón en 1949. Con las ideas que aprendió en La Máquina de River, Pedernera reemplazó a Aldabe en la conducción del cuadro albiazul, que después hizo historia junto a Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi o Alfredo Castillo, entre otros. El llamado Ballet Azul, equipo que dominó la época del Dorado del fútbol colombiano. El maestro inculcó sus conceptos de sostener el control del balón, tener una postura ofensiva y divertir al público. Con esa visión fue tricampeón con Millonarios entre 1951 y 1953, año en el que los cracks extranjeros retornaron a sus países de origen o a emigrar a otros.

Una década después, Francisco Pancho Villegas, otro argentino, desarrolló innovadores conceptos deportivos que volvieron campeón al Deportivo Cali de los años 60, arrebatándole el dominio al estratega nacional Gabriel Ochoa Uribe. Ese equipo, que los mayores recuerdan por su exquisita forma de tocar el balón, tenía en su plantel a Óscar López, Mario Sanclemente, Miguel Escobar y al goleador Jorge Ramírez Gallego, entre otras figuras. Ganó los títulos de 1965, 1967, 1969 y 1970. El proceso dio para el recambio y la aparición de figuras de la talla de Pedro Zape y Jairo Arboleda. Aunque Pancho Villegas le quitó la hegemonía a Ochoa Uribe, el técnico campeón con Millonarios y Santa Fe logró renovarse, aprender de las escuelas extranjeras y, tiempo después, regresar a la victoria.

Ochoa Uribe se convirtió en el entrenador más importante en la historia del balompié nacional, acatando consejos de experimentados del fútbol. Desde Adolfo Pedernera en el club albiazul, hasta otros técnicos de diversas nacionalidades que llegaron a Colombia. Al comienzo, insistió en los detalles ofensivos, pero con el paso de los días se convirtió en un entrenador que no descuidaba aspecto alguno. Ochoa fue un adelantado en su época para manejar conceptos como el pressing y las transiciones, tan comunes en la actualidad. Quizás el médico, que falleció hace una semana en Cali, dejando un legado eterno en el balompié colombiano, fue el hombre que mejor puso en práctica las doctrinas de las escuelas que terminaron dándole identidad al fútbol nacional.

Entre esos influjos, el que surgió en mitad de los años 60 en el barrio La Paternal, de Buenos Aires, con el técnico Osvaldo Zubeldía. Cuenta la historia que una madrugada de 1965, Zubeldía tocó a la puerta de la casa de Carlos Salvador Bilardo, jugador del Deportivo Español, quien lo recibió con improperios porque le estaban interrumpiendo el sueño. Charlaron hasta el amanecer. Zubeldía fue a convencerlo de que firmara con Estudiantes de La Plata y no con Argentinos Juniors. El entonces mediocampista prometió darle una respuesta en 24 horas. Le dijo que sí. Esa conversación, en medio de mates y de imaginar esquemas tácticos hechos realidad, surtió el efecto que Zubeldía había deseado. La dupla Zubeldía en el banco y Bilardo en la cancha marcó la historia del fútbol argentino y mundial.

“Nunca me voy a cansar de repetir que Zubeldía fue mi maestro, tanto en lo futbolístico como en lo humano. Llegué a Estudiantes cuando tenía 25 años y no pensaba ni remotamente que el fútbol iba a ser mi profesión exclusiva. Es cierto que me gustaba de alma, pero me había encaminado decididamente en la medicina. Osvaldo me mostró una nueva dimensión del rol del jugador profesional. Me explicó cómo se puede hacer, con base en un hombre con las cualidades necesarias, un cuidadoso trabajo de orfebre y potenciarlo al máximo. Cuando uno entiende que entrenando se va acercando a la perfección, a rendir al máximo, el fútbol cobra otro significado, es como si se lo volviera a descubrir”, escribió Carlos Bilardo en su libro Así ganamos. La verdadera lucha por la Copa.

Zubeldía pasaba noches enteras analizando a sus rivales y encontrando nuevas formas de entrenamiento y de juego, con el único objetivo de ganar, sin importar la forma. Con múltiples flechas en pizarrones y trabajos a doble jornada, cambió la historia de Estudiantes de La Plata. Antes de su llegada era un club con resultados mediocres. Pero con el Zorro, como llamaban a Zubeldía, alcanzó la gloria nacional, continental y mundial. El Pincha fue campeón local en 1967 y de la Copa Libertadores 1968, 1969 y 1970. En el año 1968 ganó en Old Trafford al Manchester United la Copa Intercontinental de Clubes. En el teatro de los sueños todavía yace una de sus frases más famosas: “A la gloria no se llega por un camino de rosas”. Después de ganarlo todo emigró a Colombia.

El escritor y periodista Osvaldo Ardizzone retrató así en la revista El Gráfico la disciplina que en su momento caracterizó a Estudiantes de La Plata: “Cada uno era responsable de su vida privada frente a ese inflexible tribunal que integraban ellos mismos. El trabajo no era solo físico, sino mental. Cada uno sabía a qué riesgos se exponía si coqueteaba con el periodismo o con la promoción estruendosa. Era tal el pudor que experimentaban de salir en tapa de las publicaciones de onda, que todas las declaraciones que formulaban a la prensa estaban referidas al grupo. Estaba prohibido —por actitud tácita— el vedetismo, de la misma manera que las quejas tras una derrota. Así como no se admitía el exhibicionismo con muchachas —sobre todo de la farándula—, también estaba clausurado recibir las lisonjas en primera persona”.

Osvaldo Juan Zubeldía llegó a Atlético Nacional en 1976, tras negociar con Hernán Botero Moreno, el entonces máximo accionista y presidente de la escuadra verdolaga. Desde que llegó, Zubeldía cambió todos los métodos de entrenamiento vigentes e impuso sus reglas, con las cuales conquistó el campenato colombiano en su primera temporada. Repitió título en 1981. De ese equipo surgieron jugadores que después se volvieron técnicos, como Francisco Maturana, Hernán Bolillo Gómez, Eduardo Retat, Norberto Peluffo y Pedro Sarmiento, entre otros. “Al jugador hay que hablarle siempre, explicar las razones de cada determinación”, decía el Zorro.

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Cuando Zubeldía llegó al cuadro paisa, cerraba su ciclo como técnico el paraguayo César López Fretes, campeón con los verdolagas en 1973. Este estratega había llegado a Colombia en 1950 como jugador del Pereira, donde se volvió referente del fútbol nacional. Dirigió el cuadro matecaña entre 1964 y 1970, época en la que el Pereira se distinguía por importar jugadores paraguayos, de la misma manera que el Cúcuta Deportivo lo hacía con uruguayos, o Unión de Magdalena y el Júnior de Barranquilla fichaban brasileños. Al tiempo que Zubeldía recibía el proceso de López Fretes en Nacional, dos argentinos desembarcaban también en Colombia para dar sus enseñanzas sobre táctica y estrategia del fútbol: José Varacka para el Júnior y Carlos Salvador Bilardo para el Cali.

En 1977, la primera estrella del Júnior de Barranquilla tuvo el sello de Varacka, que lo dirigió casi todo el campeonato, pero, como tuvo que volver a Argentina por motivos personales, la victoria la selló, como jugador y técnico, Juan Ramón la Bruja Verón, padre del exfutbolista Sebastián Verón, hoy presidente de Estudiantes. Meses después, la Bruja Verón se marchó al Cúcuta y Varacka volvió para ganar la segunda estrella del cuadro barranquillero, en 1980. De manera simultánea, Carlos Bilardo llegó a cambiar la historia del Deportivo Cali. No logró ser campeón, pero llegó a la final de la Copa Libertadores de 1978, que perdió con Boca Juniors. En ese plantel azucarero estuvo Fernando Pecoso Castro, quien fue su alumno en la cancha. Después se volvió técnico y le dio al Deportivo Cali dos de sus estrellas en los campeonatos de 1996 y 2015.

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Otro futbolista que aprendió de Bilardo fue Diego Édison Umaña, que después de una exitosa carrera deportiva, casi toda en el Cali, se hizo entrenador y ganó los títulos de 2008 con América y 2010 con Júnior. Después de poner al Cali en la vitrina internacional, Bilardo fue también seleccionador de Colombia en la eliminatoria al Mundial de España 1982. Tras fracasar, Bilardo volvió a Argentina y, en medio de una enorme controversia nacional, asumió la dirección técnica de la selección nacional. En 1986, fue campeón en el Mundial de México con Diego Armando Maradona en la cúspide de su exitosa carrera como futbolista; y cuatro años después, en el mundial de Italia 90, Argentina fue subcampeón detrás de la selección de Alemania.

En la década del 70 también surgió una inusual influencia del fútbol yugoslavo. El camino lo abrió Independiente Santa Fe cuando contrató a Toza Veselinovic como técnico y al estelar Dragoslav Sekularac como jugador. El éxito fue tal, que, en pocos meses, Toza pasó a dirigir la selección nacional que clasificó a los Olímpicos de Múnich y casi logra llegar a Alemania 1974, mientras su coterráneo Vladimir Popovic se encargó de Santa Fe y lo sacó campeón. Popovic repitió título con Cali en 1974. A la era yugoslava se sumó después Blagoje Vidinic, que fracasó en el intento de clasificar a la selección al Mundial de Argentina en 1978.

A mediados de los 80, Colombia había encontrado su propio ADN, fruto del aprendizaje de los maestros propios y de los importados. El técnico que recogió el legado fue Francisco Maturana, que aprendió del orden de los yugoslavos, pero también de la disciplina táctica de la escuela zubeldiana. Con el paso del tiempo, agregó sus propios conceptos y constituyó a un Atlético Nacional histórico. El que obtuvo la Copa Libertadores de 1989, con un plantel de “puros criollos”, ordenado en defensa, con posesión de la pelota y avance progresivo en toque selecto hasta llegar a la portería contraria. El mismo estilo que le imprimió después a la selección Colombia que jugó los mundiales de 1990, 1994 y 1998.

Desde entonces, el aprendizaje de los técnicos extranjeros sigue siendo válido, pero el sello de los campeonatos tiene identidad colombiana. Con las excepciones del uruguayo Julio Comesaña, el argentino nacionalizado Óscar Héctor Quintabani, los argentinos Miguel Ángel López, Gustavo Costas, Miguel Ángel Russo o el brasileño Guimaraes, el fútbol colombiano ahora exporta técnicos a otras latitudes del mundo. Las lecciones aprendidas de Paternoster, Pedernera, los yugoslavos, López Fretes, Zubeldía y Bilardo representan los eslabones de un proceso deportivo que entre 2012 y 2018 tuvo a otro maestro argentino de grata y reciente recordación: José Néstor Pékerman, que llevó a Colombia a los mundiales de Brasil 2014 y Rusia 2018.

@SebasArenas10

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ROBERTO(343ke)25 de noviembre de 2021 - 05:09 a. m.
No se incluyó la escuela antioqueña de Hugo castaño y Luis Alfonso Marroquin, que fueron escuelas de origen y tacticas brasileñas.
R(71315)15 de noviembre de 2021 - 01:55 a. m.
Excelente trabajo.
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