Las selecciones juveniles de Lara y el renacer del fútbol colombiano
Entre 2003 y 2005 se forjó una nueva generación que nos devolvió a los mundiales de mayores tras las ausencias en Corea-Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Nueva entrega de “¿A qué jugamos?”.
Luis Guillermo Ordoñez
En el Mundial de 2014 el fútbol colombiano cumplió la mejor presentación de su historia, más importante incluso que la que le dio el título de la Copa América, en 2001. Pero esa exitosa generación que logró el quinto puesto en Brasil, se gestó una década atrás, cuando dos técnicos vallecaucanos, Reinaldo Rueda y Eduardo Lara, quienes llegaron a la Federación de la mano de sus paisanos dirigentes Juan José Bellini, Álvaro Fina y Óscar Astudillo, iniciaron un proceso con las selecciones menores.
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En el Mundial de 2014 el fútbol colombiano cumplió la mejor presentación de su historia, más importante incluso que la que le dio el título de la Copa América, en 2001. Pero esa exitosa generación que logró el quinto puesto en Brasil, se gestó una década atrás, cuando dos técnicos vallecaucanos, Reinaldo Rueda y Eduardo Lara, quienes llegaron a la Federación de la mano de sus paisanos dirigentes Juan José Bellini, Álvaro Fina y Óscar Astudillo, iniciaron un proceso con las selecciones menores.
Mire el especial⚽: ¿A qué jugamos? Identidad e historia del fútbol colombiano
Entre 2003 y 2005 se forjó una nueva camada de ‘cracks’ que nos devolvió a los mundiales de mayores tras las ausencias en Corea-Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Podría decirse que todo comenzó con la sub 17 de 2003, tercera en el Suramericano de Bolivia y cuarta en el Mundial de Finlandia, de la mano de Lara en el banquillo y jugadores como Freddy Guarín, Carlos Daniel Hidalgo, Pablo Armero y Adrián Ramos.
Ese mismo año, histórico para Colombia, la sub 20 de Rueda, contaba con jugadores como Abel Aguilar, Macnelly Torres, Yulián Anchico, Edixon Perea y Jaime Castrillón llegó incluso a ser tercera en el Mundial de Emiratos Árabes 2003, en el que cayó con España en la semifinal y le ganó luego a Argentina para quedarse con el último escalón del podio.
Sin embargo, fue la sub 20 de Eduardo Lara, la de 2005, la que nos devolvió la ilusión. Ganó el Suramericano del Eje Cafetero de la mano de Cristian Zapata, Hugo Rodallega, Falcao García, Camilo Zúñiga, Cristian Marrugo, Carlos Valdez, Dayro Moreno, Abel Aguilar, Édwin Valencia, Wason Rentería, Juan Carlos Toja, Hárrison Otálvaro y Libis Arenas y, entre otros. No obstante, más allá del resultado, sedujo a la afición con su buen juego, diferente, eso sí, al de la generación de los 90. Esa Colombia no tocaba tanto, más que de elaboración, era vertical, con una gran preparación física y buena talla, características de los planteles que conformó en ese tiempo el técnico caleño.
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En el Mundial de Holanda ese grupo cayó en octavos de final contra la Argentina de Lionel Messi, que lograría el título. Allí, sin embargo, varios de esos jugadores demostraron que tenían como echarse encima el peso de representar a nuestro balompié. “Esa era una familia, todos los muchachos eran muy amigos, con objetivos claros, tirando todos para el mismo lado. Sus carreras posteriores demostraron que elegimos bien, que no nos equivocamos”, dice Eduardo Lara, quien siguió liderando el proceso un lustro más y se preocupó por pulir jugadores para la selección mayor y hasta ganó un título en el torneo Esperanzas de Toulon, en Francia, meses antes del Mundial sub 20 de 2011, en Colombia, con el que se cerró la era Lara, pero se consolidaron James Rodríguez, Jeisson Murillo, Santiago Arias, Luis Fernando Muriel, Duván Zapata e incluso Edwin Cardona, quien no jugó ese torneo, pero estuvo con ese plantel hasta unos días antes.
Por supuesto que esos equipos, de los que salió la columna vertebral del exitoso proceso de José Pékerman entre 2012 y 2018, se alejaron un poco del estilo tradicional de nuestro fútbol, de esa escuela antioqueña a la que estábamos acostumbrados. Eran más defensivos, con el orden y el equilibrio como prioridad, pero tácticamente siempre adaptados al 4-4-2 o 4-2-2-2 que han prevalecido en los seleccionados nacionales.
Importante decir, sí, que ya para esta época, ser futbolista era una verdadera opción de vida, tanto en el aspecto social como económico. Fueron estas las primeras generaciones de jugadores que crecieron vinculados a escuelas de formación y que en sus colegios podían decir con orgullo que soñaban con ser profesionales. El deporte en general tenía un mejor estatus y dejó de ser visto como una actividad para vagos, que no querían estudiar, como ocurrió en décadas anteriores. Este no es un detalle menor, porque exigió además, mayor dedicación y preparación de niños y jóvenes.
Antes había escaso apoyo a los juveniles
Históricamente, Colombia no ha sido un país en el que dirigentes y clubes le hayan apostado al trabajo en las divisiones menores, en la cantera del fútbol. Tanto así que se identifican claramente quiénes sí lo hicieron y en qué momento, aunque no sobra repetir que durante mucho tiempo el fútbol no fue bien visto por la sociedad en general.
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El primero fue Jorge el Gringo Peñaranda, quien fundó y posicionó a Los Monaguillos, como llamaban a los equipos infantiles de Santa Fe, desde su fundación, en 1941. Más que técnico, fue mentor, consejero y maestro de las primeras generaciones de futbolistas bogotanos. Dedicó mucho tiempo y dinero a descubrir y pulir talentos para la plantilla cuando se comenzó a jugar la liga profesional, entonces dominada por futbolistas extranjeros. Por sus manos pasaron jugadores como Jaime Silva, Hernando el Mono Tovar, Norberto Gallito Hernández, Héctor ‘Zipa’ González y Mario Bustamante.
Aunque Peñaranda hizo curso de entrenador en Inglaterra y hasta dirigió la Selección Juvenil de Colombia que participó en el Suramericano de 1954, la vida le cambió un año después, cuando se casó y se dedicó a los negocios familiares. Su sucesor fue nada menos que Alfonso Sepúlveda, con quien se consolidó en las siguientes décadas la cantera santafereña, de la que surgieron varios centenares de jugadores. Su aporte al fútbol de Bogotá y del país se puede comparar con el de Humberto Tucho Ortiz en Antioquia y Édgar Mallarino en el Valle del Cauca.
A finales de los años 70, cuando Oswaldo Juan Zubeldía dirigió al Atlético Nacional y, como sabía de la importancia de promocionar a jugadores de la casa, conformó el famoso “kínder de Zubeldía”, en el que estaban, entre otros, Luis Fernando Suárez, Gabriel Jaime Gómez, Norberto Peluffo, Pedro Sarmiento, Carlos Maya, John Jairo Taborda, Víctor Luna, Pedro Juan Ibargüen y Juan Jairo Galeano. Fueron ellos la base colombiana del Nacional campeón en 1981.
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Después otros clubes emprendieron ese camino, como Deportivo Cali y Envigado, los dos principales formadores de futbolistas del país en los últimos treinta años. La lista de jugadores que salieron de sus canteras para el balompié del exterior supera los cien nombres.
Otras selecciones que marcaron nuevos rumbos
Sin duda, antes de las de Eduardo Lara y Reinaldo Rueda, otras selecciones juveniles fueron el punto de partida de la gran evolución del fútbol colombiano. La primera fue la de 1979, que en el Sudamericano Juvenil de Paysandú (Uruguay), fue la primera en ganarle a Brasil, en goles de Álex ‘Didí’ Valderrama. Después brilló la de 1985, dirigida por Luis Alfonso Marroquín, tercera en el Paraguay y clasificada al Mundial de la Unión Soviética, con hombres como René Higuita, John Jairo Tréllez, John Édison Castaño y Felipe Pérez, entre otros.
Después vinieron la campeona continental de 1987, bajo las órdenes de Finot Castaño, y la subcampeona de 1988, ambas mundialistas. Por allí pasaron Óscar Córdoba, Wílmer Cabrera, Jorge Bermúdez, Niche Guerrero, Diego Osorio, Iván Valenciano y varios más que integraron después la gloriosa selección de mayores de los años 90, influenciadas claramente por el estilo del toque y la tenencia de la pelota que promulgaban Francisco Maturana y compañía.
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