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Los orígenes del fútbol femenino en Colombia

Las pioneras del balompié en el país, sus luchas por la profesionalización y la consolidación de una liga competitiva en nuestro país. Primera entrega del último capítulo del especial: “¿A qué jugamos?”

Natalia Giraldo González
21 de junio de 2022 - 01:42 a. m.
La selección de Colombia Femenina se prepara para ser anfitriona de la Copa América, que empezará el 8 de julio. / EFE
La selección de Colombia Femenina se prepara para ser anfitriona de la Copa América, que empezará el 8 de julio. / EFE
Foto: EFE - Leonardo MuÒoz
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Es común situar el inicio del fútbol femenino en Colombia en 2017, cuando empezó la liga profesional. Sin embargo, se suele desconocer que esa consolidación se logró después de las luchas de muchas mujeres dentro y fuera de la cancha durante décadas. Batallas que se libraron por la profesionalización de una rama olvidada por el balompié nacional, que irrumpió con una fuerza descomunal en los inicios del siglo XXI.

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Varias regiones sobresalen por sus primeros pasos en esta lucha. En conversación con El Espectador, Amparo Maldonado, pionera del fútbol femenino en Colombia, explicó que uno de los primeros partidos que se jugó en el país ocurrió en una exhibición que se hizo en Cali en 1971, 46 años antes de que se jugara por primera vez en la historia un partido de la liga profesional. Allí, unas futbolistas se dividieron para conformar un grupo que representara a Deportivo Cali y otro a América, Maldonado fue la arquera de las azucareras.

En la génesis del fútbol practicado por mujeres, ese partido amistoso impulsó la creación de los primeros torneos. Ese mismo año, contó la caleña, se realizó una competición aficionada con 16 equipos de la región en el estadio Panamericano de Cali. Varias ediciones, con diversas interrupciones en su realización, se hicieron en el Valle del Cauca, hasta que al final este grupo de jugadoras terminó organizándose en un equipo que disputó el primer torneo nacional oficial, que se jugó en 1991.

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Y así como sucedió con Maldonado, Liliana Zapata, empresaria, exfutbolista, directora técnica y directiva antioqueña, es otra de las pioneras del fútbol femenino en Colombia. En diálogo con este diario, ella aseguró que desde muy pequeña empezó a interesarse por el deporte, especialmente por el fútbol. Cuando era niña, en el barrio Antonio Nariño, de la Comuna 13, jugaba con la pelota en la sala de su casa y escuchaba las reuniones del equipo que tenían sus padres: Los Locos 107. Empezó a destacar por su talento, aunque su familia no veía con buenos ojos que jugara al fútbol como los hombres, y se sumó al equipo Envigado Papas Margarita. Varios años después fue llamada para conformar la selección de Antioquia en 1991, que fue a disputar el primer torneo organizado de interligas con el que comenzó el cambio en la historia del fútbol femenino en el país.

“La historia de las mujeres en el fútbol cambió a partir de que la Difútbol —entidad encargada de organizar los torneos de fútbol aficionado— decidió hacer un Torneo Nacional Interclubes. Ahí, nos reunimos casi 18 departamentos a jugar este campeonato. Ese fue un punto de partida determinante para que arrancáramos de manera federada y legal el fútbol femenino”, recuerda Zapata.

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Como jugadora, Lilo, como es conocida Zapata, integró la selección de Antioquia desde 1990 hasta 2004 y participó en varios clubes aficionados. Incluso, en 1998, Zapata, quien es formadora de talentos, decidió hacer una convocatoria de fútbol femenino en la que aparecieron más de cien niñas y fundó el Club Deportivo Femenino, que desde el 2000, cuando llegó el patrocinio de Formas Íntimas, pasó a llamarse Club Deportivo Formas Íntimas. Desde entonces, el equipo se convirtió en una base importante de las selecciones de Colombia en diferentes categorías y, además, en la escuadra más ganadora en los torneos aficionados que dieron origen al fútbol femenino en Colombia.

Y mientras en Cali y Antioquia surgía esta revolución, Myriam Guerrero fue la abanderada de esta lucha en la capital. Jugó de defensa central. Fue durante varios años la capitana de la selección de Colombia. Ella, gracias a una beca universitaria, se formó jugando fútbol mixto en Rusia y Lituania. Tras su paso por el exterior, llegó a Colombia en 1989 y chocó con la realidad, pues todavía no era común que las mujeres pudieran jugar al fútbol. Fue un choque, pero, a pesar del complejo panorama, Guerrero inició su trabajo con el Club Deportivo Vida y terminó dirigiendo el equipo de la Universidad Nacional en 1990.

En medio del esbozo por entender los inicios de esta rama del fútbol en el país, otra jugadora esencial que apareció en la capital fue Patricia Vanegas, quien comenzó, como la mayoría de las futbolistas de su época, jugando con niños y con una afición profunda por el deporte. En medio de su incursión a la vida universitaria se topó con una nota periodística sobre un torneo de fútbol femenino. Le llamó la atención la oportunidad y realizó todos los trámites que se necesitaban para cumplir su sueño. Vanegas pudo jugar en el equipo de la Universidad Nacional, aunque justo un año después de que Guerrero dejara la dirección técnica.

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Sin saberlo, terminó disputando un torneo con varios equipos, que era selectivo para el primer equipo de Bogotá que compitió en ese sonado Torneo Nacional de Medellín. “En 1991 empezó todo. La selección de Bogotá era la base entre el Club Vida y el equipo de la Nacional. Nuestro entrenador era Ramiro Alfaro y cuando llegamos a Medellín nos encontramos con jugadoras de otros departamentos”. Todo eclosionó en ese instante. Mujeres de varias regiones, cada una con sus luchas, se reunieron en Antioquia para dar el puntapié inicial que les exigía la historia.

Para Patricia, ese torneo no era solo ver selecciones nuevas, sino diferentes maneras de entender el fútbol, pues estaban las representantes de Santander, Valle, Antioquia y Casanare. Y luego de 1993 se empezaron a integrar más departamentos a la competencia. Un año después, el torneo se realizó en Bogotá y las locales obtuvieron el título, un triunfo que era muy importante para Vanegas, porque generó un quiebre en la hegemonía que mostraron las selecciones de Valle y Antioquia durante las primeras ediciones.

Vanegas también siguió el camino de las otras pioneras y fundó el club Internacional, que se desarrolló conforme a su visión, fruto de los viajes y patrocinios que ella consiguió, como una de las goleadoras de la selección de la capital del país.

Y ahí llegó 1997. Ese año el equipo que ganara el torneo sería la base de la primera selección de Colombia femenina que debutaría en un torneo internacional: el suramericano de Mar del Plata (Argentina) en 1998. En aquel plantel, que dirigió Juan Carlos Gutiérrez, tuvieron participaciones destacadas Guerrero, Luz Aydé Grisales, Sandra Valencia y Vanegas, quien anotó el primer gol olímpico del combinado nacional.

En ese torneo, Vanegas pudo evidenciar el sistema de juego que tenían las categorías menores en Argentina, con niños, niñas y fútbol mixto. Tras ese viaje, su motivación se volvió formar un equipo con modelos de otras latitudes. Por esa razón, su club se llamó Internacional. En aquel equipo estuvieron jugadoras que son referentes en la actualidad, como Natalia Gaitán, Manuela Acosta, Natalia y Tatiana Ariza, entre otras. Ahí, empezó a surgir la primera generación que llegó a un mundial, en medio de la precariedad institucional absoluta, sin liga, equipos ni organización. Fueron los primeros años de una irrupción que llegó para partir la historia en la década de 2010

Hoy en día, Zapata también, con su club en Antioquia, sigue siendo formadora de jóvenes promesas del fútbol colombiano y, después de tantos años en este cargo, advierte: “Para que naciera el fútbol profesional femenino en Colombia, tuvo que morir el fútbol aficionado. Desconocieron completamente el trabajo de clubes como Formas Íntimas, Generaciones Palmiranas, Gol Star, Besser o Escuela Sarmiento Lora, por nombrar algunos”. Las luchas que le dieron forma al balompié actual.

Patricia y Liliana coinciden en que en esos primeros años el fútbol se jugaba como se podía, con las herramientas que había. No se seguía un esquema específico, sino que se jugaba de acuerdo con las condiciones que mostraran las jugadoras. No había referentes femeninas, sino que se asociaba más a las remembranzas de los jugadores sudamericanos. Ellas fueron los íconos en los que se inspiraron esas primeras generaciones.

Natalia Giraldo González

Por Natalia Giraldo González

Estudiante de antropología con énfasis en salud y estudiante de comunicación social con énfasis en periodismo. Directora de Fútbol Local.@NatyGiraldo7ngiraldo@elespectador.com

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