Bogotá y el reto de potenciar sus talentos futbolísticos
Pese a que no han salido tantos jugadores profesionales como su población supondría, la capital ha sido la cuna de algunos de nuestros referentes.
Daniel Bello
Bogotá es una de las capitales del fútbol colombiano. Es la tercera ciudad que más representantes tiene en la Liga BetPlay y ocupa ese mismo lugar en el listado de departamentos al ser también distrito capital. La cantidad de canchas y escuelas que hay acá nos convierten en un escenario ideal para que germinen talentos, pero para la proporción poblacional que representa respecto al resto del país (acá vive el 15 % de los colombianos), la producción de jugadores profesionales es menor.
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Bogotá es una de las capitales del fútbol colombiano. Es la tercera ciudad que más representantes tiene en la Liga BetPlay y ocupa ese mismo lugar en el listado de departamentos al ser también distrito capital. La cantidad de canchas y escuelas que hay acá nos convierten en un escenario ideal para que germinen talentos, pero para la proporción poblacional que representa respecto al resto del país (acá vive el 15 % de los colombianos), la producción de jugadores profesionales es menor.
Cuando en este medio publicamos el mapa del fútbol colombiano, el pasado domingo, a partir del municipio de nacimiento de cada jugador de los 20 equipos de la primera división, encontramos que 44 bogotanos compiten en nuestra primera división. Solo Medellín (54) y Cali (52) tienen más jugadores en la A que la capital colombiana. Ahora, si sacamos una tasa por municipio de futbolistas en la Liga BetPlay por cada 100.000 habitantes, las diferencias son más evidentes.
Mientras la Ciudad de la Eterna Primavera y la Sucursal del Cielo tienen tasas de 2,06 a 2,31 futbolistas en la Liga BetPlay por cada 100.000 habitantes, en Bogotá la cifra baja hasta 0,55. Las razones son varias y consultamos al respecto a algunos referentes del fútbol capitalino, tanto del campo profesional así como del formativo y aficionado.
Según Abel Aguilar, el bogotano que más veces vistió la camiseta de la selección nacional y también el capitalino con más partidos en los mundiales, la razón se puede encontrar en la metodología de entrenamiento. “Creo que en otras ciudades hay muchos más avances y la formación es más integral. De pronto en Bogotá el jugador puede ser un poco más técnico y entender bien el juego, pero hay que sumarle otros aspectos para que llegue a un club importante y se mantenga”.
Aguilar, quien a los 15 años tuvo que dejar la ciudad para irse al Valle del Cauca y terminar su formación en el Deportivo Cali, fue parte de una selección de Bogotá que brilló en los torneos interdepartamentales durante los años 90. Compartió con figuras como Rafael Robayo, Stalin Motta y Radamel Falcao García, y se siente optimista en que sigan surgiendo nombres que dejen el nombre de Bogotá en lo alto. “Hay capacidad y jugadores; ojalá que sigan saliendo muchos más”.
En los últimos años, han brillado jugadores de la capital como Mackalister Silva —quien vivió su mejor momento siendo ya veterano— y Andrés Llinás en Millonarios. También surgió uno que se proyecta como una promesa para la defensa de Colombia, como es el caso de Kevin Mantilla, formado en las divisiones menores de Santa Fe, pero que ahora defiende los colores de Talleres en Argentina. En el extranjero no hay tantos representantes del distrito capital, aunque sí hay algunos nombres con amplio recorrido como Camilo Vargas, portero actual de la tricolor y Atlas (México), y Éder Álvarez Balanta, defensor multicampeón en Bélgica.
Más razones
Para Luis Alberto García, jugador capitalino que pasó por la selección de Colombia a principios de los 2000, en Bogotá el tráfico y las distancias han influido. “Muchos futbolistas que viven en el sur la tienen muy difícil para ir a entrenar a las sedes de los equipos en el norte”.
También consultamos sobre el tema de este artículo al bogotano Francisco Nájera, campeón de la Copa Libertadores con Nacional en 2016, y nos dijo que otro aspecto a tener en cuenta es la transición de los capitalinos del microfútbol al césped con las dimensiones del fútbol 11. Las selecciones de Colombia que han sido campeonas del mundo en micro han tenido como bases jugadores rolos, que en las canchas de barrio forjaron sus condiciones.
Para Nájera, es clave “identificar las reales competencias del jugador bogotano en cuanto a su estructura y desarrollo de juego para que cuando lleguen al fútbol profesional las puedan explotar”. Un paso importante que se ha dado en los últimos años, resaltó el exdefensor, es que más entrenadores bogotanos han llegado a nuestro fútbol profesional, como Lucas González y Sebastián Oliveros, ahora en Fortaleza CEIF.
También está el caso de jugadores que llegaron y se terminaron de formar acá. Falcao, por ejemplo, nació en Santa Marta y por el trabajo de su padre, también futbolista, pasó por varias ciudades de Colombia y Venezuela antes de establecerse en Bogotá y dar sus primeros pasos como jugador aficionado en el Chía Fair Play, al norte de la capital. Luego debutó como profesional a los 14 años y después fichó con River Plate.
Así como ocurrió con el Tigre, otros jugadores han llegado al distrito y concretado con éxito su proceso formativo. Por ejemplo, en el último año Néstor Lorenzo ha citado a futbolistas surgidos en las divisiones menores de nuestros clubes. Por ejemplo, Óscar Cortés y Carlos Andrés Gómez debutaron como profesionales en Millonarios hace no mucho y ahora están en el extranjero.
En entrevista con El Espectador, Jorge Chaparro, presidente de la Liga de Bogotá, dijo hace unos días que entre las razones por las que no hay más jugadores rolos en el profesionalismo es porque todavía no lo ven como una opción real de vida. “A los 16 o 17 años, los papás ya les exigen ir a la universidad o trabajar. Y el entorno no ayuda porque no se puede salir a los parques o a las calles a jugar con tranquilidad, por la inseguridad; ya no hay barriada”.
Para Daniel Chaparro, hermano del presidente de la liga capitalina y director deportivo de Caterpillar —uno de los clubes formativos de mayor tradición en la capital—, el jugador bogotano tiene una riqueza técnica más que sobresaliente, pero el abanico de opciones le disminuyen la presión que tienen jugadores de otras regiones, algunas de ellas vulnerables, en las que jugar a la pelota no es una posibilidad entre varias de ganarse la vida, sino la única opción de salir adelante.
El directivo recuerda que Fabián Vargas, campeón de la Copa América 2001, dijo en un conversatorio que cuando él tuvo que dejar Bogotá para irse a Cali y terminar su formación como juvenil, muchos de sus compañeros en la casa hogar del América se mantenían con el sueño de ser profesionales porque solo así podrían sacar a un hermano del mal camino o comprarle una casa a su mamá.
Las razones por las que no hay tantos futbolistas bogotanos profesionales son varias, pero puede que en un futuro nuestra presencia aumente más gracias a los buenos resultados de las nuevas camadas. En los interdepartamentales nuestras selecciones infantiles y prejuveniles han dado grandes pasos. Hay que darles tiempo y confiar en el proceso.
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