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Alejandro Brand recuerda su carrera futbolística como si recién tomara la decisión de no continuar. Su memoria mantiene intactos esos años, nada se le ha olvidado. Se expresa explícitamente de su corto pero brillante paso como jugador profesional. Con álbumes de recortes rememora esa etapa. Regresa en el tiempo y vuelve a vestirse de azul, cuando conformó una delantera temible junto a Jaime Morón y Willington Ortiz. Hoy, a los 65 años, siente que el fútbol se lo dio y se lo quitó todo. Sin embargo, lo sigue desvelando, lo mantiene moviéndose de un lado a otro, fue y sigue siendo su primer amor. (Lea también: Arturo Segovia, un defensor histórico de Millonarios)
En el barrio Belén de Medellín comienza su historia. Creció siendo hincha del Independiente Medellín y, junto con sus compañeros de cuadra, Lucho, Carlos, León o Pini, entre otros, con quienes practicó el fútbol en un terreno que había frente a su casa. Era un pastizal mal cortado, donde la mayoría de niños de la época se reunían para jugar. Allí, con cuatro piedras se armaban las porterías y la anchura del terreno llegaba hasta donde aparecía el andén. No había otros límites. Ese potrero fue donde comenzó a aprender todos los fundamentos básicos de este deporte. (Pruebe qué tan hincha de Millonarios es)
En aquel tiempo no contaban con escuelas ni maestros que enseñaran cómo parar o cómo pegarle a un balón. Por eso, Brand fue autodidacta. Se basó en la repetición de lo que sabía hacer hasta que lo perfeccionó. “Siempre cogía la pelota y disparaba, hacía cabecitas contra la pared, también la paraba con el pecho y remataba la bola sin dejarla caer. Todo lo hacía con una pelotica tan grande como una de tenis de campo. Eso me sirvió para tener una técnica depurada, para desarrollar control y talento. Además me dio capacidad de manejar el objeto a placer”, recuerda en su oficina en el barrio Cedritos de Bogotá.
El padre de Alejandro Brand, quien llevaba su mismo nombre, fue su hincha número uno. Siempre pensó que su hijo era un fenómeno para el fútbol y no tardó en apoyarlo. Incluso creó un equipo en el barrio que llamó ‘Joyería Brasilia’, nombre de la empresa que manejaba en ese momento. Él se encargó de patrocinarlo, les dio los uniformes y fue el técnico. “Con ese equipo jugamos en todas las canchas de Medellín”, afirma Brand, quien a los ocho años jugó el Baby Fútbol, el cual fue su primer torneo y en el cual salió seleccionado entre los mejores jugadores para disputar un partido preliminar en el estadio Atanasio Girardot.
Aunque desde temprana edad demostró cualidades con el balón, siempre combinó el fútbol con la educación. Esa fue la exigencia de su mamá, Pureza Quintero. Por eso se formó en la UPB (colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana), donde se graduó como bachiller en 1968. Allí conoció al entrenador ‘Tucho’ Ortiz, quien era profesor de historia. En el equipo del colegio jugó con el ‘Mono’ Echeverry, Byron Hernández, Álvaro Santamaría o Ponciano Castro, entre otros. Allí maduró como jugador. “A los 14 años tenía mucha ansiedad por jugar fútbol profesional. Sentía que estaba listo. Seguramente no tenía ni el físico. Así que el ‘Tucho’, que tenía un equipo llamado Universitarios conformado por profesores de la universidad y alumnos de diferentes carreras, me llamó y me convertí en estrella”.
Por su nivel, Alejandro Brand fue seleccionado por Alejandro Carrillo para ser parte de la Selección Antioquia. Aún no se había graduado de la bolivariana. Tras un largo proceso de clasificación quedó dentro de los jugadores que representaron al departamento en el Campeonato Nacional que se disputó en 1968 en Girardot. En el torneo, Chocó, Cundinamarca, Magdalena y Tolima fueron sus rivales. En su debut tuvo un encuentro inolvidable. “Contra Chocó hice un gol que recuerdo muy bien. Sacando de la mitad del campo en el segundo tiempo vi al arquero descuidado, caminando para el arco, le pedí a mi compañero que me la tocara y le pegué”. A Brand se le iluminan los ojos recordando ese gol. “Ganamos 1-0, fue un gran inicio de campeonato”.
Por el compromiso que tenía con su mamá de no dejar el estudio de lado, Alejandro Brand tuvo que viajar a Medellín en medio del torneo para presentar los exámenes de admisión para estudiar Química y Farmacia en la Universidad de Antioquia. Se perdió un partido, pero su equipo no bajó el ritmo y pasó invicto a la final, que jugaron contra Tolima. “Fue un momento muy simpático porque con el empate éramos campeones, así que antes del partido hicimos toda la parafernalia para recibir las medallas, el trofeo y hasta desfilamos en el hotel, ya confiados”.
La Selección de Antioquia llegó como favorita para coronarse. No tenía rival. Sin embargo, no contaron con que el equipo de Ibagué jugó como local y eso fue una diferencia clave. “Nos hizo un gol comenzando el partido y no pudimos empatar. Todo Ibagué estaba allí, el estadio de Girardot estaba lleno. Comenzaron a tirar el balón a la tribuna, se perdía. Fue una desesperación muy grande. Quedó campeón Tolima”, recuerda entre risas Brand. “Teníamos preparado viajar a Bogotá y después en avión a Medellín, pero nada. Con el resultado salimos en bus para Medellín y todo el mundo aburrido. Fue un golpe duro pero una enseñanza muy grande”.
Tras el sinsabor que dejó el torneo de Girardot, Alejandro Brand entró a estudiar en 1969 en la Universidad de Antioquia. Pero su talento abrió muchos ojos, en especial en su ciudad natal. Los presidentes de Independiente Medellín (Mauricio Arriola) y de Atlético Nacional (Hernán Botero) lo contactaron para hacerle propuestas. Eran similares. Los dos se pusieron de acuerdo en ofrecerle las mismas condiciones. Su sueño de jugar profesional está a punto de cumplirse. Pero Alejandro Brand tuvo siempre una posición y así se lo hizo saber a los dirigentes de los dos cuadros antioqueños:
– No importan cuánto me paguen, pero el pase es mío – les dijo a los dos presidentes.
Ninguno aceptó. Ellos querían el pase. Así que Brand prefirió seguir estudiando. “La verdad era terquedad porque por dentro estaba muriéndome por jugar, inclusive mi papá me dijo: ‘hágale, esta es la oportunidad’. Pero no, yo me sostuve”. Se mantuvo jugando fútbol aficionado y mentalizado en sacar su carrera adelante.
Llegada a Millonarios
De manera simultánea, Alberto Valderrama, presidente de la Federación Antioqueña de Fútbol, lo recomendó con Millonarios, equipo con el que tenía buena relación. Un fin de semana que el cuadro embajador fue a jugar a Medellín, Valderrama programó un preliminar del equipo de Brand contra otro de la liga, para que lo vieran jugar. “El profe Otto Vieira, técnico de Millonarios, creyó que yo era Álvaro Santamaría”, manifiesta. Brand fue contactado por un miembro de la junta directiva del club capitalino, Álvaro Gutiérrez, quien le propuso que se fuera para Bogotá. A sus 19 años, Brand puso la misma condición, que el pase quedara en su poder. Millonarios aceptó.
“Me enviaron los pasajes, llegué un martes y el miércoles entrené. Ese día se jugó un partido amistoso contra la Selección Colombia en la cancha del Minuto de Dios. Yo estaba en la banca, hablando con Javier ‘El Toro’ Tamayo, quien estaba en el combinado nacional. En esas me llamaron para entrar. Lo hice y marqué dos goles. Don Otto quedó con curiosidad y al día siguiente volvió e hizo fútbol entre los profesionales del plantel. Volví a marcar dos tantos”. Otto Vieira quedó más que a gusto con sus dos presentaciones y lo concentró para el partido del fin de semana del 11 de abril de 1969 contra Bucaramanga.
El viernes previo a ese encuentro, Bogotá se paralizó. A la concentración de Millonarios llegó un arquero con historia inmensa. Un emblema del fútbol argentino y mundial: Amadeo Carrizo. “Fue un momento indescriptible. Era un hombre grandísimo, bien vestido, con porte y caminar imponente. Era el jugador al que todos querían conocer. Una figura mundial. De entrada, me tuve que adaptar a tratarlo y mirarlo como un compañero más. Pero era un jugador diferente. Carrizo cogía el balón y le pegaba con el borde externo y ponía la esférica donde quería. Desde el arco hacía pase gol. Si un jugador picaba, él sacaba largo y le ponía el balón en los pies. Era impresionante la técnica que tenía”.
Alejandro Brand no conocía Bogotá y apenas tuvo tiempo de ver lo que era el complejo donde concentraba Millonarios. Ese domingo de abril era el día de Amadeo Carrizo, del debut de una figura internacional en el equipo bogotano. Pero durante la charla técnica, Otto Vieira sorprendió a propios y extraños. Alejandro Brand fue incluido en la nómina titular. A sus 19 años, hizo su aparición en el fútbol colombiano. Así lo recuerda: “No tuve tiempo de asustarme. Cuando me contrataron me dijeron, ‘usted va y con el tiempo se gana su puesto. Tardará unos seis meses’. Pero yo tenía toda la convicción del mundo de hacerlo antes. No alcancé ni a jugar en una cancha de Bogotá, no supe lo que era El Campín ni siquiera, cuando me dieron la noticia”.
Esa tarde el ambiente fue fenomenal. El estadio se llenó para ver el debut del guardameta argentino. La algarabía fue total. Paralelamente, a Alejandro Brand el estómago se le llenó de un vacío indescriptible. El deseo por saltar al campo lo calmó y respiró profundo. Era el momento de la verdad, su sueño cumplido. “Pasaron muchas cosas por mi cabeza, pero una vez salté al terreno de juego, superé el miedo escénico. En mi mente tenía deseos de triunfar, así que todo quedó de lado. Sentí nervios, hormigas en el estómago, pero me desprendí rápido de esa sensación. Una vez comenzó el partido me metí tanto en el juego que me olvidé de lo que pasaba afuera”.
Así comenzó su carrera futbolística y no demoró en impresionar. Fueron tales los destellos que mostró, que no tardó mucho tiempo para que el entrenador de la Selección Colombia, Francisco ‘Cobo’ Zuluaga, lo llamara a ser parte del combinado patrio. No pasaron dos meses desde su debut cuando fue concentrado para las eliminatorias al Mundial de México 1970, con Brasil, Paraguay y Venezuela como rivales. El equipo a batir era Brasil, “pero la diferencia era muy grande, sobretodo en la parte técnica. Su estructura del toque, el manejo del balón, una diferencia muy marcada. Tal vez no se dimensionaba que estaba jugando contra Pelé, Tostao, Jairzinho, Rivelino o Gerson”.
En Bogotá perdieron con Brasil dos a cero, pero uno de los recuerdos que resalta Brand es el partido en el que Colombia perdió 6-2 contra Brasil en el Marcaná. “En ese encuentro Rivelino se ganó la titular. Hasta ese momento jugaba Edu y en Brasil, cuando ganaban 5-1, entró y, como si fueran perdiendo el partido, pegó dos tiros en el palo, fue impresionante”. Uno de los jugadores que marcó en ese enfrentamiento para Colombia fue Jorge Gallego, “uno de los goles más espectaculares que he visto en mi vida. Recibió de espaldas, la levantó, le pegó de chalaca desde afuera de las 18 y metió el segundo tanto. Fue un golazo”. Colombia terminó tercero en ese grupo, por detrás de Brasil y de Paraguay.
Después de la frustrada eliminatoria de 1969, Alejandro Brand se estableció en el once titular de Millonarios. Se convirtió en un jugador fundamental del equipo azul. En el ídolo de niños y grandes. Después de excelentes temporadas en las que el equipo embajador quedó por fuera de la lucha en las últimas jornadas y el título se esfumó en 1970 y 1971, el mediapunta antioqueño llegó con un nivel sorprendente en la siguiente temporada. Ese año apareció en el fútbol un delantero sensacional, Willington Ortíz. Con el tumaqueño y el cartagenero Jaime Morón conformaron una de las delanteras más temibles del cuadro embajador. Bom, la llamaban. Brand, Ortiz, Morón. Quedaron inmortalizados en una famosa canción de la Billos Caracas.
Con la dirección técnica de Gabriel Ochoa Uribe, Millonarios dominó el primer semestre y se clasificó primero a las finales. En el segundo torneo del año quedó empatado en puntos con Cali y Nacional, lo que obligó a un triangular porque de ganar Millonarios ya era campeón. Pero el triangular se lo llevó el Deportivo Cali. Entonces fue necesario otro triangular, esta vez, con Júnior y el equipo azucarero. Fue tan largo el torneo que se prolongó hasta enero de 1973. En la última jornada, Millonarios llegó con ventaja de un punto sobre el conjunto vallecaucano. Bastaba un empate para salir campeones.
“Fue un partido muy sufrido. En la segunda mitad, el delantero argentino Abel Da Graca metió un sorpresivo cabezazo que pegó en el palo y nos dejó fríos a todos. Ese momento fue muy duro. Era tanta la ansiedad de ganar un campeonato después de ocho años que la afición que estaba tan metida en el juego se silenció de repente. Pero ese día no se podía perder. El partido concluyó cero a cero y una vez el árbitro terminó el partido, fue grandioso. Nos llevaron en bus hasta la sede de El Minuto de Dios y acudió mucha gente en muchos carros a celebrar el campeonato. Fue inolvidable ese momento.”, recuerda.
La madurez y experiencia de Brand siguieron en un ascenso vertiginoso. Con 23 años, era uno de los mejores jugadores de Colombia en 1973. Lamentablemente, ese año el equipo quedó eliminado prematuramente de la Copa Libertadores y la Selección Colombia no clasificó al Mundial de Alemania por diferencia de goles. Uruguay ganó el cupo. “En esa época, Colombia no tenía el mismo respeto que tiene ahora. Teníamos desventaja arbitral contra Argentina, Brasil o Uruguay. Los directivos no pesaban. Uno jugaba contra esos factores y era muy difícil. En la Copa Libertadores nos daban duro, era un salvajismo, los equipos del sur eran los que mandaban. A la FIFA le servía más que clasificara Uruguay”.
La lesión que lo obligó a retirarse
En 1974 su talento era notorio dentro y fuera del país. Era su mejor época, el equipo tenía el objetivo de llegar a una final de un torneo continental. Viajaron a Perú a enfrentar a Defensor de Lima. Ganaron 4-1 pero ese día perdieron más de lo que ganaron. Alejandro Brand sufrió una lesión de rodilla de la cual nunca se pudo mejorar. “El partido en Lima estaba liquidado. La jugada no la recuerdo. Lo que tengo en la cabeza es que fui a pelear un balón a toda velocidad y arriesgué mucho. Sentí un fuerte dolor en la rodilla y me sacaron. Y ahí comenzó un drama para saber qué hacer. Porque con un empate en Sao Paulo avanzábamos a la final de la Libertadores”.
Dos días más tarde Millonarios jugó en Brasil con Sao Paulo y allí se agravó todo. “Me dijo Jaime ‘Flaco’ Rodríguez que se dialogó mucho, y que entre la dirigencia y el cuerpo tomaron la decisión de que yo jugara, porque sabían que, aunque no estuviera al 100 % tenía la capacidad de meter un pase gol y resolver el partido. Así que antes me llevaron a hacer terapias y después me pusieron de titular. Cuando la pelota se puso en juego, Paniagua me tocó el balón y me fui al piso. La rodilla no resistió. Perdimos 4-1”.
Ahí comenzó su lucha por recuperarse, quería volver a ser lo que era. Pero fue imposible. La lesión se dio en septiembre del 74 y hasta diciembre lo operaron por primera vez. En esos meses tuvo que entrenar y, cada vez que lo hizo, se resintió. “Ochoa me dijo: ‘su lesión es psicológica’. Pero no fue así. En esa época no tenían los elementos para diagnosticar qué era lo que tenía. Lo cierto fue que la lesión se fue agravando, hasta que llegó un médico Piñeros que me examinó y me dijo: tiene un problema de inestabilidad. Me mandaron con él a Estados Unidos y ahí me hicieron la primera operación, con tan mala suerte, que era una operación experimental”.
Alejandro Brand volvió a las canchas hasta agosto de 1975 y, después de cinco partidos, (paró contra Once Caldas en Manizales), la rodilla se le movía. “Siempre le dije a Ochoa: ‘esa rodilla no la tengo estable’. Cuando el médico la vio me dio la razón. Así que no continué jugando y me operaron en Medellín. Me hicieron otras cosas, quedé mejor que con la anterior operación, pero con la misma inestabilidad”. Nunca volvió a ser el mismo. Lo que su mente le ordenaba, su cuerpo no era capaz de hacerlo. “Cuando alguien venía a apretarme siempre enganchaba, pero era algo que no podía hacer con la rodilla en ese estado. Así que comencé a jugar más acomodado a las circunstancias. Lo hice de primera, sin arriesgar mucho”.
A pesar de su estado, en 1977 lo convocaron para jugar con la Selección Colombia para las eliminatorias al Mundial de Argentina. Pero Brand sabía que no estaba bien. Así que renunció. “Le dije a Blagoje Vidinic, ‘profe no puedo estar en la selección, yo me retiro’. Me dijo que teníamos que hablar con el presidente de la Federación, León Londoño. Hablamos con él y tampoco me dejó”. La concentración fue en un hotel donde hoy queda el Centro de Alto Rendimiento. Antes de iniciar entrenamientos, los jugadores se reunieron con los directivos para definir condiciones, viáticos, premios por puntos. Fue cuando el antioqueño tomó la vocería y exigió lo que él creía era justo. “Una vez terminada la reunión, me llamó Vidinic y me dijo: ‘Alejandro, que sí le aceptan la renuncia’”.
Durante la temporada de 1978 finalizó la carrera de este extraordinario futbolista. Fue un momento duro porque fue relegado a la suplencia, no podía exigirse al máximo. Así que decidió no continuar. Afortunadamente, Alejandro Brand nunca dejó de lado los estudios. En 1970 empezó a estudiar Economía en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y se graduó en 1975. Aunque después del retiro como profesional hubo guayabo, él siempre contó con una mujer que le sirvió de guía y bastón en los momentos difíciles. Libia Amparo, su esposa, fue quien siempre lo apoyó. “Fui madurando con una persona, que me fue poniendo los pies sobre la tierra. Ella siempre ha sido muy inteligente. Siempre me dijo usted es la figura. Pero la vida privada es nuestra. Esas son cosas que uno debe agradecer. Si me pasó eso fue porque al final fue para mí beneficio, para algo positivo, nadie te asegura que, por el hecho que tengas títulos, reconocimiento, vas a ser feliz. Una persona como mi esposa no la cambiaría por todo el éxito del mundo”.
La escuela y su paso como técnico
A pesar que le quedaron faltando 10 años en el fútbol como profesional, Alejandro Brand siempre tuvo la inquietud de enseñar. Para él, la técnica es la base, pero por las circunstancias tuvo que ponerle un costo a su escuela. “Lamentablemente, los niños que tienen talento no pueden pagar”. A comienzos de los 80 en Colombia, no existía el concepto de una escuela de fútbol. Y fue mediante un compañero que tenía en Medellín, Abraham Baum, que se idearon crear la escuela emulando el método que tenía el Cosmos de Nueva York, llevar figuras para que estuvieran con los niños. “Llevamos jugadores de calidad. Estuvo Willington Ortiz, fueron Ernesto Díaz, Diego Umaña, las figuras de la época. Lo hicimos en las canchas de El Tiempo y llegó mucha gente”.
Después, Brand abrió su escuela formalmente en el norte de Bogotá, al lado de Millonarios. En su momento fue un boom. Fue una de las mejores que tenía el país. De allí salieron jugadores como el ‘Flaco’ Rivera, ‘Matador’ Herrera, Juan Carlos Jaramillo y Nicolás García, la mayoría para el conjunto embajador. Pero uno de los anhelos de Brand era convertirse en técnico. Así que en 1994 se convirtió en asistente de Vladimir Popovic en Millonarios. Él lo llamó cuando estaba en la escuela y no pasó mucho tiempo para que el antioqueño aceptara.
“En ese tiempo el periodismo insistió con que el asistente debía ser Miguel Ángel Prince. Cuando se ganaba bien, no había problema, pero cuando se perdía decían que Popovic no tenía asistente”. No pasó mucho tiempo para que él saliera del equipo. “En 1996, después de un partido que jugamos en Medellín, en medio de un caos sin precedentes y en el que perdimos 1-4 con un equipo con el que no tuve contacto sino hasta que nos vimos en el aeropuerto. Ese día llegó mi hora: los peces gordos de la prensa deportiva, el presidente de Millonarios y un entrenador extranjero me sacaron del fútbol colombiano”.
Desde entonces Alejandro Brand se dedicó a sus negocios y, en especial, a su escuela de fútbol. Por el balompié profesional nunca volvió a aparecer hasta que el dirigente actual Gustavo Serpa lo llamó a inicios de este año para conformar el Comité Ejecutivo del club embajador en calidad de asesor. “A veces me hacen caso, otras no. Siempre hay que esperar la votación. Ahorita voy a estar como veedor de la B. Es una vinculación de última hora. Lo importante será llevar buenos jugadores a Millonarios”. Además, le alquiló unos terrenos de su escuela en el municipio de Tenjo para el entreno de Millonarios.
Además de su regreso a Millonarios, Brand piensa en el retiro. No tiene mayores dificultades económicas puesto que actualmente vive de sus inversiones. Sin embargo, nunca recibió pensión de su paso por el fútbol. “En esa época no existía la vinculación al sistema de pensión. Pero la verdad es que sí nos descontaban, pero parece que nunca aportaron”. En la actualidad, el antioqueño tiene otros hobbies para no quedarse quieto. “Practico golf una vez a la semana, hago bicicleta estática y sagradamente todos los viernes juego tenis de mesa con Orlando Rico, otro exjugador de Millonarios”.
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