Carlos Bejarano, el 10 que terminó en el arco
El arquero chocoano de 32 años ha sido la figura del América este semestre. Este jueves (7:45 p.m., por RCN), ante Millonarios, espera seguir respondiendo.
Luís Guillermo Montenegro
El río Atrato era el lugar de diversión de Carlos Bejarano en Quibdó. Con su familia llegaba frecuentemente a refrescarse y distraerse en las aguas de este raudal, que por estos años se ve muy diferente al de esa época, por culpa de la minería ilegal. Entre semana lo más importante era el estudio. Por presión de sus padres, sabía que si quería ser alguien en la vida debía darle importancia a su preparación académica. Así lo entendió y siempre sus notas fueron destacadas. Pero fue la presión de sus compañeros la que lo llevó a que comenzara a pasar su tiempo libre pateando la pelota en las polvorientas canchas de la capital del departamento de Chocó.
Carlos siempre fue de contextura delgada. Tenía las piernas largas y los pies grandes. Eso le permitía tener buen dominio de balón. Gracias a la práctica aprendió a pegarle bien y por eso una de sus virtudes era la precisión en los pases. Necesitó de un poco de rebeldía y valentía para convencer a sus padres de que quería ser futbolista. Aunque se le facilitaban los idiomas e incluso pensó en estudiar para ser maestro, entre más jugaba fútbol, más se enamoraba de este.
En los equipos juveniles de Chocó, inclusive en la selección del departamento, su puesto fue el de volante de creación. Sin embargo, en un torneo nacional en Tolima, un episodio cambió su futuro. El entrenador era Héctor Perea y no estaba convencido de quién sería el arquero del equipo. Carlos tenía buena talla y además sus brazos largos también lo hacían un buen candidato para ocupar ese puesto. “¿Querés ir al arco?”, preguntó Héctor. “Donde sea juego”, respondió Carlos. Desde ese partido, nunca más volvió a ser 10. Su objetivo pasó a ser un arquero 10 puntos.
Justo en ese torneo tuvo una destacada actuación, lo vio un veedor y al poco tiempo viajó a Medellín para seguir su proceso de formación en la Escuela Alexis García. Allí se cruzó con jugadores como Santiago Arias, Dahwling Leudo y Dáger Palacios. Su debut como profesional fue con el Córdoba, en 2006. En un año en la B demostró su talento y por eso Alexis García lo llevó a la Equidad en 2007. En la A disputó cerca de 70 partidos con el equipo bogotano. Por esos días, incluso llegó a disputar un partido de la Eliminatoria al Mundial de Brasil 2014 con la selección de Guinea Ecuatorial.
No tiene antepasados en este país africano, nunca había ido a este lugar del mundo. Sin embargo, Jimmy Bermúdez, un futbolista colombiano amigo, le recomendó ir a jugar allá. Le dijo que el proceso de nacionalización era simple. Firmó unos papeles y a los pocos días fue llamado por el entrenador de esa selección. Atajó algunos partidos oficiales y se cerró las puertas de la selección de Colombia. No obstante, de eso no se arrepiente, pues lo considera una “experiencia de vida”.
La madurez lo ha acompañado desde niño. Sus padres le dieron una educación en la que la responsabilidad fue uno de los valores que más se trabajaron. Así que gracias a esto se ha logrado mantener bien físicamente, a pesar de que sea titular o no. En 2012 llegó al Medellín y atajó más de 30 partidos. En 2015 fue contratado por el América de Cali, club al que llegó con el objetivo del ascenso y lo logró.
En la B fue una de las grandes figuras del equipo. Ahora, en la A, fue el jugador más importante en la obtención del objetivo de salvar la categoría. Esta temporada ha atajado 22 partidos, todos los del semestre. Debajo de los tres palos ha tenido un rendimiento excepcional. El 77 % de los remates que le han hecho los ha podido detener.
“Viene un equipo bastante importante en la semifinal como lo es Millonarios, pero América es tan grande que no se puede conformar con llegar a una semifinal. Vamos a trabajar con la mentalidad de que vamos a enfrentar una serie bastante difícil”, comentó Bejarano respecto al juego de esta noche (7:45 p.m., por RCN) en el Pascual Guerrero.
El río Atrato era el lugar de diversión de Carlos Bejarano en Quibdó. Con su familia llegaba frecuentemente a refrescarse y distraerse en las aguas de este raudal, que por estos años se ve muy diferente al de esa época, por culpa de la minería ilegal. Entre semana lo más importante era el estudio. Por presión de sus padres, sabía que si quería ser alguien en la vida debía darle importancia a su preparación académica. Así lo entendió y siempre sus notas fueron destacadas. Pero fue la presión de sus compañeros la que lo llevó a que comenzara a pasar su tiempo libre pateando la pelota en las polvorientas canchas de la capital del departamento de Chocó.
Carlos siempre fue de contextura delgada. Tenía las piernas largas y los pies grandes. Eso le permitía tener buen dominio de balón. Gracias a la práctica aprendió a pegarle bien y por eso una de sus virtudes era la precisión en los pases. Necesitó de un poco de rebeldía y valentía para convencer a sus padres de que quería ser futbolista. Aunque se le facilitaban los idiomas e incluso pensó en estudiar para ser maestro, entre más jugaba fútbol, más se enamoraba de este.
En los equipos juveniles de Chocó, inclusive en la selección del departamento, su puesto fue el de volante de creación. Sin embargo, en un torneo nacional en Tolima, un episodio cambió su futuro. El entrenador era Héctor Perea y no estaba convencido de quién sería el arquero del equipo. Carlos tenía buena talla y además sus brazos largos también lo hacían un buen candidato para ocupar ese puesto. “¿Querés ir al arco?”, preguntó Héctor. “Donde sea juego”, respondió Carlos. Desde ese partido, nunca más volvió a ser 10. Su objetivo pasó a ser un arquero 10 puntos.
Justo en ese torneo tuvo una destacada actuación, lo vio un veedor y al poco tiempo viajó a Medellín para seguir su proceso de formación en la Escuela Alexis García. Allí se cruzó con jugadores como Santiago Arias, Dahwling Leudo y Dáger Palacios. Su debut como profesional fue con el Córdoba, en 2006. En un año en la B demostró su talento y por eso Alexis García lo llevó a la Equidad en 2007. En la A disputó cerca de 70 partidos con el equipo bogotano. Por esos días, incluso llegó a disputar un partido de la Eliminatoria al Mundial de Brasil 2014 con la selección de Guinea Ecuatorial.
No tiene antepasados en este país africano, nunca había ido a este lugar del mundo. Sin embargo, Jimmy Bermúdez, un futbolista colombiano amigo, le recomendó ir a jugar allá. Le dijo que el proceso de nacionalización era simple. Firmó unos papeles y a los pocos días fue llamado por el entrenador de esa selección. Atajó algunos partidos oficiales y se cerró las puertas de la selección de Colombia. No obstante, de eso no se arrepiente, pues lo considera una “experiencia de vida”.
La madurez lo ha acompañado desde niño. Sus padres le dieron una educación en la que la responsabilidad fue uno de los valores que más se trabajaron. Así que gracias a esto se ha logrado mantener bien físicamente, a pesar de que sea titular o no. En 2012 llegó al Medellín y atajó más de 30 partidos. En 2015 fue contratado por el América de Cali, club al que llegó con el objetivo del ascenso y lo logró.
En la B fue una de las grandes figuras del equipo. Ahora, en la A, fue el jugador más importante en la obtención del objetivo de salvar la categoría. Esta temporada ha atajado 22 partidos, todos los del semestre. Debajo de los tres palos ha tenido un rendimiento excepcional. El 77 % de los remates que le han hecho los ha podido detener.
“Viene un equipo bastante importante en la semifinal como lo es Millonarios, pero América es tan grande que no se puede conformar con llegar a una semifinal. Vamos a trabajar con la mentalidad de que vamos a enfrentar una serie bastante difícil”, comentó Bejarano respecto al juego de esta noche (7:45 p.m., por RCN) en el Pascual Guerrero.