Caso Daniel Cataño: una mirada a la violencia en el fútbol colombiano
La agresión a Daniel Cataño, jugador de Millonarios, vuelve a suscitar una reflexión sobre la violencia en el fútbol colombiano.
Andrés Osorio Guillott
Un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Ayer justamente se publicó en la edición dominical la historia de La Fiebre Amarilla, la barra que nació en 2016 y en este Sudamericano Sub 20 fue protagonista en el apoyo a la selección de Colombia. Sus integrantes hablaron del barrismo social, de la apuesta de las hinchadas por la convivencia y la paz en el fútbol. Y mientras se intentaba destacar su enfoque, en la tarde un hincha de Tolima invadió la cancha del estadio Manuel Murillo Toro previo al partido contra Millonarios y agredió a Daniel Cataño, que respondió al golpe y resultó expulsado.
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Un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Ayer justamente se publicó en la edición dominical la historia de La Fiebre Amarilla, la barra que nació en 2016 y en este Sudamericano Sub 20 fue protagonista en el apoyo a la selección de Colombia. Sus integrantes hablaron del barrismo social, de la apuesta de las hinchadas por la convivencia y la paz en el fútbol. Y mientras se intentaba destacar su enfoque, en la tarde un hincha de Tolima invadió la cancha del estadio Manuel Murillo Toro previo al partido contra Millonarios y agredió a Daniel Cataño, que respondió al golpe y resultó expulsado.
No es algo nuevo y lo sabemos. Hablamos de violencia en las barras casi que desde que este fenómeno social apareció en Colombia a principios de la década de 1990. Las víctimas son de todos los colores. Un estudio de la Universidad Central publicado el año pasado determinó que entre 2008 y 2021 se han registrado 166 muertes violentas por enfrentamientos entre barras bravas. Más que cifras, son seres humanos y familias que dejaron de ver la alegría en el fútbol porque por una camiseta perdieron a un ser querido.
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“La violencia en sí misma concluye en impotencia”, decía Hannah Arendt en Sobre la violencia. Y esa impotencia se ve reflejada en problemas estructurales de nuestra sociedad. La violencia en el fútbol es apenas la punta del iceberg. Hace dos años, Andrés Torres, director del documental La Fortaleza, que plasmó la odisea de dos integrantes de la barra brava del Bucaramanga, habló para este diario sobre todo lo que puede haber detrás de la violencia en el barrismo: “¿Por qué matarse por un equipo que es una empresa privada? (...) los muchachos que pertenecen a una barra encuentran una necesidad de identificarse con algo positivo. Todos queremos que la ciudad en la que vivimos sea la mejor, todos queremos decir que nuestro equipo es el que más gana. Todo eso es un tema de la identidad que los seres humanos necesitan. ¿Qué pasa con los muchachos de los lugares más problemáticos? Que no tienen nada más en qué creer. Hemos llegado a tal punto de decadencia que esa es la única forma de llenar ese vacío para ellos. La mayoría de los pelados problemáticos son hombres hijos de madres solteras, que han sido abandonados por sus padres, que han sido, probablemente, abusados de muchas maneras y que encuentran en la hermandad de la barra y en el malandreo una forma de protegerse, de demostrar su hombría por medio del mal, de demostrar quién es el más malo, y también porque ahí encuentran un hogar, el hogar que no tienen en su casa, tal vez la educación que no tienen en colegios públicos. Muchos piensan que conocen más viajando por carretera en una mula que en un colegio. Eso también obedece a las lógicas. Y eso que también existe un resentimiento por una sociedad que les niega un espacio. Son lógicas fuertes que responden a problemas esenciales en Colombia”.
Nada justifica la violencia, pero sí son muchas las razones que la pueden explicar. Incluso en algunas ocasiones Alejandro Gaviria, ministro de educación, ha hecho énfasis en prestarle mayor atención a la salud mental, al cuidado de las emociones, pues educar no es solamente memorizar, calcular y guiar actitudes y aptitudes para oficios específicos, sino también formar ciudadanos que respeten las normas y, sobre todo, las diferencias y las libertades de los demás. “Conciencia colectiva”, le llama Gaviria, y adquirirla es menester para que la violencia no termine colada en un escenario en el que las pasiones suscitan reacciones agresivas, rencores o venganzas que nublan el pensamiento e ignoran que, en este caso, es solo un deporte. Lo más importante de lo menos importante, como decía Valdano, pero que por su relevancia no tiene por qué exacerbar los ánimos.
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Hemos sido un país violento desde hace décadas. La política, la tierra. Las razones para matarnos han sido casi tan infinitas como parece serlo este mal que nos convoca. Incluso resulta interesante hablar del concepto de lo sagrado, que tiene sentido hablarlo en el fútbol por ese carácter religioso que lo rodea. Mauricio García Villegas escribió en El país de las emociones tristes que: “Todo aquello que vulnere lo sagrado es inadmisible; todo aquello que lo proteja es debido. Lo sagrado engendra emociones muy fuertes, de admiración y devoción cuando se trata de quienes lo defienden, y de odio y venganza cuando se trata de quienes lo vulneran”. Y esto explicaría, desde otro punto de vista, el porqué de las agresiones y la violencia alrededor del balompié nacional.
Por tantas décadas de violencia tendimos a normalizarla, y la reflexión de los últimos años es a no hacerlo más, a condenarla y no seguir la vida y sus actividades como si no hubiera repercusiones. Ese incluso fue el llamado de David Mackalister Silva luego del golpe a Cataño: “Yo creo que nosotros tenemos que sentar un precedente para que nos eduquemos como sociedad y entendamos como sociedad que nos tenemos que cuidar los unos a los otros. Para nosotros, la integridad de nuestro compañero, número uno; dos, de nuestros colegas del fútbol, está por encima de cualquier cosa”.
El mismo mensaje dio Enrique Camacho en una entrevista para Caracol Radio: “Yo lo que insisto es que nosotros somos un poco condescendientes a veces con las acciones violentas en el fútbol y esto es totalmente inaceptable. Millonarios hará siempre sus presentaciones de la mejor manera posible, ganaremos o perderemos pero nunca aceptaremos, por ningún motivo, las expresiones de violencia y agresión entre el público o hacia los jugadores”.
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¿Qué pasaría en términos legales con el agresor de Daniel Cataño?
Juan Francisco Navarrete, abogado penalista, le dijo a El Espectador que: “La ley 1356 de 2009 es específica con los temas relacionados con eventos deportivos. Es una ley expedida sobre la seguridad en estos certámenes, y aquí se establecen varias circunstancias de sanción cuando hay este tipo de situaciones. De hecho, se define quién es el deportista, quiénes hacen parte de las barras activas, de las barras pasivas, y esto cambiaría la situación del aficionado si es que pertenece a alguna de estas barras reconocidas o con personería. Eso puede significar el veto a asistir a eventos deportivos, adicional y que no excluye lo que tiene que ver con la responsabilidad penal, si es que se encuentra penalmente responsable. Es importante que las autoridades apliquen la ley con el rigor necesario porque para ello fue expedida, para garantizar que los certámenes se realicen en paz. No se pueden generar circunstancias que, por discusiones internas o conveniencias para los equipos, interfieran bien en la aplicación de la ley. Esto debe enviar un mensaje a la sociedad de que un evento deportivo no puede tomarse como una condición de excusa para generar actos de violencia”.
Sobre lo que le podría esperar al agresor, Navarrete aseguró que: “La denuncia le debe significar el inicio de una acción penal por lesiones personales que le puede acarrear sanciones pecuniarias sino también una privación de la libertad que no necesariamente se hace efectiva, pero que en el contexto jurídico si se le puede imponer. El aficionado también podría intentar una acción judicial, lo que pasa es que él fue quien ingresó de manera irregular al campo, quien empieza la actividad de agresión, y en ese orden de ideas tendría que, en materia judicial, evaluarse esta circunstancia a la hora de reclamar por algún tipo de lesión, pero tiene derecho de hacerlo”.
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