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                                                                                                                                Efraín ‘Caimán’ Sánchez: “El fútbol es lo más hermoso que hay”

                                                                                                                                El legendario guardameta, quien fue el primer colombiano en ir al fútbol del exterior, murió este jueves a los 93 años. En 2014, cuando El Espectador le dio el premio Vida y Obra, en un emotivo relato recordó su carrera como futbolista y entrenador. Homenaje.

                                                                                                                                Efraín 'Caimán' Sánchez (qepd)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En el colegio tuve buenos técnicos y me esmeré por practicar en mi casa ejercicios de salto. Eso me permitió tener una agilidad sorprendente. Mis hermanos se burlaban a veces, pero aguantaba. Mis papás jamás intervinieron en mi carrera deportiva.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esos tiempos de juventud eran hermosos. Del colegio me iba todas las tardes al estadio Romelio Martínez caminando. Me tardaba 30 minutos. Iba allá a recoger balones para entregárselos a los arqueros. Cuando ellos no venían, me ponía a tapar. Del arco a donde caían las pelotas había una distancia de unos 40 metros. En esa época los equipos entrenaban apenas con dos balones, no como ahora que tienen hasta para botar. Entonces pateaban y tocaba ir rápido a recoger la pelota, volver a entregarla y tapar de nuevo. Así me la pasaba todo el año. Lo mío era el fútbol, siempre lo fue, pero al lado del estadio Romelio había un campo de béisbol y allá me lesioné los ligamentos de la rodilla izquierda jugando. Fue terrible. Además, un médico me jodió la otra rodilla en el hospital, pues me infectó con una aguja.

                                                                                                                                El entrenador del Caldas de Barranquilla, Severiano Lugo, habló con un médico del Atlántico y le pidió que no me operara, que me curara drenándome los líquidos que se me acumularon. Durante los primeros días de mi lesión deliraba, soñaba que estaba en la Segunda Guerra Mundial (estábamos en guerra, efectivamente) y las bombas estallaban muy cerca de mí. Vivía con mucho dolor todo el día. Solo una persona hacía el milagro de espantar mis dolores: la niña Xioma, mi esposa hace ya 65 años. Estábamos de noviecitos en esa época. Apenas la veía en casa, se me quitaban los malestares. Pero apenas se iba volvía a gritar: “Ayayayyy”. Tardé más de seis meses en recuperarme. Tenía apenas 16 años. Pensé que mi sueño del fútbol llegaba hasta ahí.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Del Caldas pasé al Fortuna de Barranquilla y allí me consolidé. Entonces me escogieron para la selección de Colombia y yo feliz. Pero era muy goloso. Apenas salíamos de almorzar, siempre me comía un helado. Me iban a echar de la selección por tragón. Poco después, en los Suramericanos de Guayaquil (Ecuador), me fue increíble. Por arriba nadie me ganaba, era un obelisco. Al cuarto partido ya era una estrella. En esas, en el lobby del hotel del equipo argentino me encontré con René Alejandro Pontoni, el gran centro delantero del San Lorenzo de Almagro. Él me dijo: “Negro, ¿te gustaría tapar para el San Lorenzo?”. “Esa es mi gran ilusión”, le dije. Deshice un contrato verbal que tenía con el Guadalajara de México y terminé en febrero de 1948 en Buenos Aires. Pasé de una ciudad con 276 mil habitantes a una con tres millones y medio.

                                                                                                                                Me fui un día a cine para distraerme y me tocó una película romántica. Pura lágrima toda la película y me puse a llorar de nostalgia. Al llegar al hotel prometí no llorar a no ser que tuviera un duelo familiar. Me calmé, me curé de espantos y me puse a jugar. Todos mis cariños me tocó resolverlos a punta de cartas. Seguimos con Xioma a distancia. ¡Y nos queríamos religiosamente! A finales de ese año regresé a Barranquilla y tomé arrestos para pedir su mano. Nos casamos en febrero de 1949 en la iglesia del Perpetuo Socorro de Barranquilla, donde estaba la Virgen del Socorro. A esa Virgencita le pedía, estando en el colegio, que me ayudara a ser un arquero famoso.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Trece años después, en el Mundial de Chile, se me hizo el milagro cuando el periodista Pedro Escartín escribió: “Efraín Sánchez, el Zamora suramericano”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Vea también: Adiós al primer portero mundialista de Colombia

                                                                                                                                Después vino el partido inmortal del 4-4 contra Rusia. Ese día saqué de todo. Fue histórico. Hubo hasta gol olímpico. Después perdimos contra Yugoslavia 5-0. El arquero de ellos fue la figura. De lo contrario les habríamos ganado o empatado como a Rusia. Fue un marcador mentiroso.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En el colegio tuve buenos técnicos y me esmeré por practicar en mi casa ejercicios de salto. Eso me permitió tener una agilidad sorprendente. Mis hermanos se burlaban a veces, pero aguantaba. Mis papás jamás intervinieron en mi carrera deportiva.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esos tiempos de juventud eran hermosos. Del colegio me iba todas las tardes al estadio Romelio Martínez caminando. Me tardaba 30 minutos. Iba allá a recoger balones para entregárselos a los arqueros. Cuando ellos no venían, me ponía a tapar. Del arco a donde caían las pelotas había una distancia de unos 40 metros. En esa época los equipos entrenaban apenas con dos balones, no como ahora que tienen hasta para botar. Entonces pateaban y tocaba ir rápido a recoger la pelota, volver a entregarla y tapar de nuevo. Así me la pasaba todo el año. Lo mío era el fútbol, siempre lo fue, pero al lado del estadio Romelio había un campo de béisbol y allá me lesioné los ligamentos de la rodilla izquierda jugando. Fue terrible. Además, un médico me jodió la otra rodilla en el hospital, pues me infectó con una aguja.

                                                                                                                                El entrenador del Caldas de Barranquilla, Severiano Lugo, habló con un médico del Atlántico y le pidió que no me operara, que me curara drenándome los líquidos que se me acumularon. Durante los primeros días de mi lesión deliraba, soñaba que estaba en la Segunda Guerra Mundial (estábamos en guerra, efectivamente) y las bombas estallaban muy cerca de mí. Vivía con mucho dolor todo el día. Solo una persona hacía el milagro de espantar mis dolores: la niña Xioma, mi esposa hace ya 65 años. Estábamos de noviecitos en esa época. Apenas la veía en casa, se me quitaban los malestares. Pero apenas se iba volvía a gritar: “Ayayayyy”. Tardé más de seis meses en recuperarme. Tenía apenas 16 años. Pensé que mi sueño del fútbol llegaba hasta ahí.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Del Caldas pasé al Fortuna de Barranquilla y allí me consolidé. Entonces me escogieron para la selección de Colombia y yo feliz. Pero era muy goloso. Apenas salíamos de almorzar, siempre me comía un helado. Me iban a echar de la selección por tragón. Poco después, en los Suramericanos de Guayaquil (Ecuador), me fue increíble. Por arriba nadie me ganaba, era un obelisco. Al cuarto partido ya era una estrella. En esas, en el lobby del hotel del equipo argentino me encontré con René Alejandro Pontoni, el gran centro delantero del San Lorenzo de Almagro. Él me dijo: “Negro, ¿te gustaría tapar para el San Lorenzo?”. “Esa es mi gran ilusión”, le dije. Deshice un contrato verbal que tenía con el Guadalajara de México y terminé en febrero de 1948 en Buenos Aires. Pasé de una ciudad con 276 mil habitantes a una con tres millones y medio.

                                                                                                                                Me fui un día a cine para distraerme y me tocó una película romántica. Pura lágrima toda la película y me puse a llorar de nostalgia. Al llegar al hotel prometí no llorar a no ser que tuviera un duelo familiar. Me calmé, me curé de espantos y me puse a jugar. Todos mis cariños me tocó resolverlos a punta de cartas. Seguimos con Xioma a distancia. ¡Y nos queríamos religiosamente! A finales de ese año regresé a Barranquilla y tomé arrestos para pedir su mano. Nos casamos en febrero de 1949 en la iglesia del Perpetuo Socorro de Barranquilla, donde estaba la Virgen del Socorro. A esa Virgencita le pedía, estando en el colegio, que me ayudara a ser un arquero famoso.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Trece años después, en el Mundial de Chile, se me hizo el milagro cuando el periodista Pedro Escartín escribió: “Efraín Sánchez, el Zamora suramericano”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Vea también: Adiós al primer portero mundialista de Colombia

                                                                                                                                Después vino el partido inmortal del 4-4 contra Rusia. Ese día saqué de todo. Fue histórico. Hubo hasta gol olímpico. Después perdimos contra Yugoslavia 5-0. El arquero de ellos fue la figura. De lo contrario les habríamos ganado o empatado como a Rusia. Fue un marcador mentiroso.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Efraín 'Caimán' Sánchez (qepd)

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