Carta a mi padre, Jhon Mario Ramírez
Mateo Ramírez, mediocampista de 21 años, fue anunciado esta semana como fichaje de Patriotas, club que iba a dirigir su papá antes de morir. Estas son las palabras que le dedicó a la leyenda de Millonarios.
Mateo Ramírez*
Fernando Camilo Garzón
Papi, lo logramos. Voy a jugar con Patriotas y voy a debutar en la Liga. Cuando lo supe sentí un vacío y un poco de angustia por la necesidad que tenía de contártelo. Quise tenerte al lado, como siempre, para escuchar tus consejos y saber que estaba haciendo lo correcto. Al final, es el sueño de los dos.
Recuerdo muy bien el día en el que te dije que quería ser futbolista como tú, leyenda. Me sentaste en la sala de la casa, solos los dos, para hablar, para aconsejarme. Me dijiste que no sería fácil, que muchas puertas se iban a cerrar. Me preguntaste si entendía del sacrificio, del trabajo y me dijiste que nunca, por muy mal que me salieran las cosas, dejara de intentarlo. Asentí y me abrazaste. Estábamos juntos en esto, como en todo.
Y tú, siempre tan protector conmigo y con mis hermanas, a veces tan exagerado que ni siquiera nos dejabas salir a la calle por miedo a que algo nos pasara, me dijiste que ibas a hacer todo lo que estuviera en tus manos para que cumpliera ese objetivo. Me dijiste que no estaba solo.
Lea: Jhon Mario Ramírez: los sueños y el fútbol de barrio
Siempre que pienso en mí, me pienso a tu lado. Te recuerdo feliz. Tus ojos vivos y tu sonrisa, la misma que tenías ese día que te casaste con mi mamá. Pienso mucho en eso, en la primera imagen que tengo de tu figura; con tu esmoquin negro, rodeado de la familia y al lado de la mujer de tu vida.
Amabas tanto a la gente, Jhon Mario. Me decías mi monito lindo, mi monacho. Nunca me negaste un te amo. Ni a mí ni a nadie. En tu corazón siempre estuvo primero Dios, segundo mi mamá, terceros nosotros y cuarto Millonarios. Cómo querías a Millos, viejo. Fue el amor de tu vida. Lo seguías sin importar la circunstancia. En cualquier evento, almuerzo o reunión te aumentaba la ansiedad si sabías que se acercaba la hora del partido y no tenías dónde verlo.
Eras un hombre de fútbol y me enseñaste a serlo. Cómo nos gustaba sentarnos a ver partidos. No nos perdíamos nada, veíamos todos los Mundiales, las Eurocopas, las Champions y los partidos de Millos y de la selección de Colombia. Cómo te llenaba de orgullo decir que habías vestido esa camiseta, recordando tus historias junto a Freddy, el Pibe, el Tino y el Tren.
Más: Jhon Mario Ramírez: el adiós a un crack
Los dos sentíamos el fútbol de la misma forma y en la cancha nos gustaba el buen trato de la pelota, el juego de posesión y de posición. Por eso admirábamos a Guardiola y el estilo del Barcelona.
¿Y cómo no te iba a gustar si así jugaste al fútbol, mago? No recuerdo haberte visto con la camiseta de Millos, era muy pequeño. Pero ahora, ya de grande, en videos sí que te he visto y eras un adelantado. Papi, eras un genio, un crack. Hacías sencillo lo que se veía difícil. Tenías enganche, cadera y barrio, Jhon Mario. ¿Te acuerdas cuando jugamos ese partido con Maradona? Lo bailaste, papá. Lo gozaste. Cómo te reías de cuando tuviste la posibilidad de hacerle un caño al diez y no lo hiciste “por respeto”. Era tu ídolo, papi, pero tú tenías mucha magia.
Hoy te veo, cómo pisabas la pelota, cómo les pegabas a los tiros libres, y quiero ser como tú, viejito. Quiero tu carácter y tu personalidad. Siempre me decías una frase, para la cancha y para la vida: “Es mejor rojito un día y no colorado toda la vida”. Así eras, pasional y radical. Le decías las cosas a quien tenías que decírselas y, así como lo hacías en la cancha, no te escondías jamás.
Y me recordabas que así tenía que jugar, sin miedo. Cuando empezaba me dirigiste y me insistías: “Monito, perfílate. Si estás entre dos rivales tienes que recibir más agachado la pelota. Si estás solo, erguido, monito lindo”.
Siempre me seguiste a donde me tocara jugar. En bus, caminando o como fuera. Y llevabas tu libreta para anotar mis errores en la cancha y señalármelos después del partido. Y te estresabas porque cuando me pusieron de extremo, en mis inicios, no lo hacía bien, y lo sabíamos. Por eso, cuando empecé a jugar de cinco, te alegraste. Decías que ahí iba a tener más panorama, que me iba a ir mejor.
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Y como siempre, tenías razón, viejo. Para mí eras el hombre perfecto, mi héroe. Y no porque no te equivocaras, sino porque cumplías con cada rol de tu vida de la manera en la que tenías que hacerlo.
Papi, no paro de soñar. Quiero ser importante, quiero jugar en Europa, quiero llegar a la selección de Colombia. Estabas feliz de que íbamos a cumplir nuestro sueño, juntos. Y me decías que no te iba a temblar la mano para ponerme en la cancha, pero ahora me toca hacerlo por mi cuenta. Voy sin miedo y sin esconderme, como me enseñaste.
También: Patriotas anunció la contratación de Mateo Ramírez, el hijo de Jhon Mario Ramírez
Acá, te pensamos mucho. Seguimos escuchando la salsa y el vallenato que tanto te gustaban. Cuando quiero pensar en ti pongo Mi desengaño, de Roberto Roena, tu favorita.
Cuando firmé el contrato con Patriotas sabía que estarías feliz de tu monito. Yo estoy igual, viejo. No estoy nervioso, no estoy ansioso. Estoy contento porque por fin llegó nuestro momento. Y me tranquiliza, en medio de tu ausencia y del vacío, que te fuiste haciendo lo que querías.
Recuerda, siempre, que te amo. Que el trabajo de toda tu vida lo hiciste a la perfección y que estaré eternamente agradecido y orgulloso de poder decir que soy el hijo de Jhon Mario Ramírez.
Lea más: Jhon Marío Ramírez: ”Mi sueño es llegar a dirigir a Millonarios”
*Entrevista y texto adaptado por Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon / fgarzon@elespectador.com
Papi, lo logramos. Voy a jugar con Patriotas y voy a debutar en la Liga. Cuando lo supe sentí un vacío y un poco de angustia por la necesidad que tenía de contártelo. Quise tenerte al lado, como siempre, para escuchar tus consejos y saber que estaba haciendo lo correcto. Al final, es el sueño de los dos.
Recuerdo muy bien el día en el que te dije que quería ser futbolista como tú, leyenda. Me sentaste en la sala de la casa, solos los dos, para hablar, para aconsejarme. Me dijiste que no sería fácil, que muchas puertas se iban a cerrar. Me preguntaste si entendía del sacrificio, del trabajo y me dijiste que nunca, por muy mal que me salieran las cosas, dejara de intentarlo. Asentí y me abrazaste. Estábamos juntos en esto, como en todo.
Y tú, siempre tan protector conmigo y con mis hermanas, a veces tan exagerado que ni siquiera nos dejabas salir a la calle por miedo a que algo nos pasara, me dijiste que ibas a hacer todo lo que estuviera en tus manos para que cumpliera ese objetivo. Me dijiste que no estaba solo.
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Siempre que pienso en mí, me pienso a tu lado. Te recuerdo feliz. Tus ojos vivos y tu sonrisa, la misma que tenías ese día que te casaste con mi mamá. Pienso mucho en eso, en la primera imagen que tengo de tu figura; con tu esmoquin negro, rodeado de la familia y al lado de la mujer de tu vida.
Amabas tanto a la gente, Jhon Mario. Me decías mi monito lindo, mi monacho. Nunca me negaste un te amo. Ni a mí ni a nadie. En tu corazón siempre estuvo primero Dios, segundo mi mamá, terceros nosotros y cuarto Millonarios. Cómo querías a Millos, viejo. Fue el amor de tu vida. Lo seguías sin importar la circunstancia. En cualquier evento, almuerzo o reunión te aumentaba la ansiedad si sabías que se acercaba la hora del partido y no tenías dónde verlo.
Eras un hombre de fútbol y me enseñaste a serlo. Cómo nos gustaba sentarnos a ver partidos. No nos perdíamos nada, veíamos todos los Mundiales, las Eurocopas, las Champions y los partidos de Millos y de la selección de Colombia. Cómo te llenaba de orgullo decir que habías vestido esa camiseta, recordando tus historias junto a Freddy, el Pibe, el Tino y el Tren.
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Los dos sentíamos el fútbol de la misma forma y en la cancha nos gustaba el buen trato de la pelota, el juego de posesión y de posición. Por eso admirábamos a Guardiola y el estilo del Barcelona.
¿Y cómo no te iba a gustar si así jugaste al fútbol, mago? No recuerdo haberte visto con la camiseta de Millos, era muy pequeño. Pero ahora, ya de grande, en videos sí que te he visto y eras un adelantado. Papi, eras un genio, un crack. Hacías sencillo lo que se veía difícil. Tenías enganche, cadera y barrio, Jhon Mario. ¿Te acuerdas cuando jugamos ese partido con Maradona? Lo bailaste, papá. Lo gozaste. Cómo te reías de cuando tuviste la posibilidad de hacerle un caño al diez y no lo hiciste “por respeto”. Era tu ídolo, papi, pero tú tenías mucha magia.
Hoy te veo, cómo pisabas la pelota, cómo les pegabas a los tiros libres, y quiero ser como tú, viejito. Quiero tu carácter y tu personalidad. Siempre me decías una frase, para la cancha y para la vida: “Es mejor rojito un día y no colorado toda la vida”. Así eras, pasional y radical. Le decías las cosas a quien tenías que decírselas y, así como lo hacías en la cancha, no te escondías jamás.
Y me recordabas que así tenía que jugar, sin miedo. Cuando empezaba me dirigiste y me insistías: “Monito, perfílate. Si estás entre dos rivales tienes que recibir más agachado la pelota. Si estás solo, erguido, monito lindo”.
Siempre me seguiste a donde me tocara jugar. En bus, caminando o como fuera. Y llevabas tu libreta para anotar mis errores en la cancha y señalármelos después del partido. Y te estresabas porque cuando me pusieron de extremo, en mis inicios, no lo hacía bien, y lo sabíamos. Por eso, cuando empecé a jugar de cinco, te alegraste. Decías que ahí iba a tener más panorama, que me iba a ir mejor.
No se pierda: John Mario, el 10 bogotano
Y como siempre, tenías razón, viejo. Para mí eras el hombre perfecto, mi héroe. Y no porque no te equivocaras, sino porque cumplías con cada rol de tu vida de la manera en la que tenías que hacerlo.
Papi, no paro de soñar. Quiero ser importante, quiero jugar en Europa, quiero llegar a la selección de Colombia. Estabas feliz de que íbamos a cumplir nuestro sueño, juntos. Y me decías que no te iba a temblar la mano para ponerme en la cancha, pero ahora me toca hacerlo por mi cuenta. Voy sin miedo y sin esconderme, como me enseñaste.
También: Patriotas anunció la contratación de Mateo Ramírez, el hijo de Jhon Mario Ramírez
Acá, te pensamos mucho. Seguimos escuchando la salsa y el vallenato que tanto te gustaban. Cuando quiero pensar en ti pongo Mi desengaño, de Roberto Roena, tu favorita.
Cuando firmé el contrato con Patriotas sabía que estarías feliz de tu monito. Yo estoy igual, viejo. No estoy nervioso, no estoy ansioso. Estoy contento porque por fin llegó nuestro momento. Y me tranquiliza, en medio de tu ausencia y del vacío, que te fuiste haciendo lo que querías.
Recuerda, siempre, que te amo. Que el trabajo de toda tu vida lo hiciste a la perfección y que estaré eternamente agradecido y orgulloso de poder decir que soy el hijo de Jhon Mario Ramírez.
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*Entrevista y texto adaptado por Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon / fgarzon@elespectador.com