La rebelión de los grandes
Una semana más sin fútbol profesional y sin solución a la vista. Pero en la trasescena, los equipos taquilleros del torneo quieren que se baraje de nuevo el tema de la distribución de los recursos por derechos de televisión. Entre las ideas, crear una nueva liga.
Redacción deportes
El fútbol profesional sigue en veremos. Esta semana, el as con el que buscó jugar la Dimayor fue un protocolo presentado al Gobierno para reanudar la liga BetPlay, con cuatro fases de retorno a entrenamientos y estrictos cánones de control sanitario, escasa logística y personal médico en los estadios. Pero el Gobierno Duque fue enfático: “No hay condiciones”. De forma simultánea, entre los clubes, además de la incertidumbre que sigue en aumento, se advierte ahora una atmósfera de división que revive una pelea que venía aplazada.
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El fútbol profesional sigue en veremos. Esta semana, el as con el que buscó jugar la Dimayor fue un protocolo presentado al Gobierno para reanudar la liga BetPlay, con cuatro fases de retorno a entrenamientos y estrictos cánones de control sanitario, escasa logística y personal médico en los estadios. Pero el Gobierno Duque fue enfático: “No hay condiciones”. De forma simultánea, entre los clubes, además de la incertidumbre que sigue en aumento, se advierte ahora una atmósfera de división que revive una pelea que venía aplazada.
A principios del año, cuando la amenaza del coronavirus no estaba en el radar colectivo, fue el máximo accionista del Júnior de Barranquilla, Fuad Char, quien puso el dedo en la llaga: “Colombia es el país que menos recibe por derechos de televisión derivados de la transmisión de los partidos de fútbol”. Y luego sacó a relucir un comparativo de lo que pasa en otras partes. “Los ecuatorianos reciben tres millones de dólares, tres veces más que nosotros; los peruanos reciben cinco, los chilenos siete, ni hablar de Brasil, Argentina, México, España o Inglaterra”.
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Ahora, lo que se atrevió a decir Fuad Char en su reiterado reclamo, se convierte en la inquietud que ronda entre los llamados equipos grandes, aunque sus principales dirigentes prefieren debatir el tema lejos de los micrófonos. “El palo no está para cucharas y en medio de la crisis actual es bueno avanzar con calma”, observó una fuente. Pero lo que en su momento se llamó el G-5, y luego pasó a denominarse el G-8, no es una fantasía. El malestar hoy es latente y, en estos momentos de falta de ingresos, el dilema vuelve a cobrar fuerza.
Y se resume en una frase: “La forma como se distribuyen hoy los recursos por derechos de transmisión de los partidos de fútbol es inequitativa”. Para nadie es secreto que equipos como Nacional, América, Millonarios, Medellín, Santa Fe o Júnior, entre otros, son los que mueven masivamente a sus aficionados a los estadios, y los que además garantizan alta sintonía en las transmisiones por televisión. Este es justamente el argumento para insistir en que no pueden recibir los mismos recursos económicos que los equipos sin hinchas o los que siempre juegan en la B.
La incomodidad tiene razones adicionales para que los equipos llamados grandes recobren ahora su exigencia ante la zozobra económica. Los costos laborales entre unos clubes y otros no son los mismos. A los equipos de tradición, la crítica deportiva y la afición les exige, no solo en resultados sino en contratación de jugadores. Los menores pagan salarios bajos y no hay presiones por la nómina. “Entonces, cómo puede ser posible que los 36 equipos de la Dimayor reciban los mismos recursos por derechos de televisión”, insiste con interrogante una fuente consultada.
Realmente no se trata de una pelea circunscrita al escenario colombiano. En todos los países se ha dado y hay ejemplos que animan la controversia. Por ejemplo, en Inglaterra, el nacimiento de la Premier League surgió por la misma inquietud, y el asunto se saldó dividiendo en tres la torta de los ingresos por los derechos de televisión. Una tercera parte de los recursos se asigna de acuerdo al rating, un segundo porcentaje de la misma proporción por el rendimiento de los equipos en las últimas temporadas, y la porción restante entre todos.
Algo parecido acontece en España, donde Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid, Sevilla o Valencia perciben mayores recursos por derechos de transmisión, porque el primer ítem para reparto es el rating. Después se evalúa la tabla de posiciones, y hay un porcentaje adecuado para los equipos restantes. En Argentina se creó la llamada Superliga, ajena a las directrices de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), por razones no muy distintas. La solución de punto medio fue que la primera división la maneje la Superliga, y la AFA el sistema de ascenso y la selección.
A pesar de los opositores a ultranza, la discusión en Colombia venía calmada porque después del relevo en la presidencia de la Dimayor, a mediados de 2018, la prioridad era la creación de Win Sports +. Aunque el asunto llegó a ponerse caliente y no faltaron quienes plantearon la ruptura con Win Sports, al final se aprobó el canal prémium y se liberaron los derechos internacionales para vender el fútbol colombiano en otras latitudes. No todos los dirigentes quedaron contentos, pero se saldó parcialmente la discusión por la generación de nuevos ingresos.
Hoy, si bien hay equipos que están reclamando a viva voz por los dineros prometidos en la venta de los derechos internacionales que quedaron en manos del fondo de inversión norteamericano Prudent Corporate Finance, también están los que admiten que el negocio no era tan potente como se planteó y que, por las circunstancias actuales, no llegarán tan pronto esos recursos. En otras palabras, el foco del problema ya no es Win, sino la repartición de los recursos por la televisión y, en ese contexto, se advierte la resistencia de los equipos grandes.
Con un agravante de fondo. Si la crisis del coronavirus impide por mucho tiempo el regreso de la gente a los estadios, los equipos de altas inversiones y aficiones mayúsculas no parecen dispuestos a reanudar el torneo a puerta cerrada. Y la razón también es económica: la taquilla constituye un componente fundamental de sus arcas. De hecho, aunque no trascendió a la opinión pública, parte de las razones por las que no se disputó la fecha del 13 de marzo, previa a la declaratoria de la cuarentena, fue que varios equipos se negaron a jugar sin acceso al público.
Es una cuestión de prioridades. Entre los clubes de la A y la B son 36 equipos de la Dimayor con derechos idénticos. Eso se traduce en que, para bien o mal, a la hora de las decisiones, la mayoría no la hacen los grandes. Por eso, estos ven con urgencia que deben unirse para replantear el sistema. Incluso armando una nueva liga, aunque en principio podría nacer bloqueada en el acceso a torneos internacionales, que son otra fuente importante de recursos. No obstante, también saben la inviabilidad del negocio sin los equipos que generan rating.
Por eso, en la idea de “barajar de nuevo”, los equipos fuertes no descartan que, a pesar de las dificultades, este sea el momento de generar la crisis. Con la certeza de que la Dimayor, la Conmebol y hasta la Federación Colombiana de Fútbol tendrán que escuchar. “No se puede seguir mirando el tema como si fuera oportunista o insolidario, porque la realidad es que el negocio es distinto”, observa la fuente. Hay clubes que no tienen infraestructura para ganar, sino para vender jugadores, y quienes compran son los equipos grandes que, a su vez, pagan nóminas caras.
El tema está caliente y, más allá de la creatividad de la Dimayor con su protocolo sanitario para jugar a puerta cerrada, o del portazo del Gobierno, porque primero está la salud, tras bambalinas retoma fuerza el reclamo por una nueva distribución de los recursos de la televisión. “Aquí no hay equipos pequeños ni grandes. Todos los que participamos en la liga tenemos algún grado de grandeza”, comentó hace algunos días el presidente de Patriotas, César Guzmán. Pero de que los hay los hay, y tal parece que en la coyuntura actual se quieren hacer sentir.