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Era esa noche. No podía ser otra. Ahí o nunca. Los días del nunca jamás tenían que terminar. La noche que añorábamos fuera para siempre era esa. Eran más de 30.000 personas. Solo conocía a cuatro que días antes habían madrugado para comprar las boletas de una final que se había escapado, y que para nosotros, que somos de la generación del 90, era algo único, que jamás habíamos vivido y que solamente imaginábamos por las memorias de nuestros padres o abuelos. Julián, uno de mis amigos, en la tanda de penaltis contra Medellín, me dijo: “Lucho va a ser el héroe. Él hará el penalti y tapará el próximo”. Que los dioses lo escuchen, le respondí mientras tenía mis manos entrelazadas, como alzando una plegaria al cielo, y mientras las piernas no dejaban de moverse. Y así fue. Fue el héroe. Desatoró un grito que estaba guardado dos décadas atrás. Tiempo después, en el documental sobre la estrella 14, reafirmamos que ese título de Millonarios lo merecía él más que nadie. Fue el titular por la lesión de Nelson Ramos a mitad de temporada. Su esposa fue diagnosticada con cáncer, y por eso un día salió a la cancha con la cabeza rapada, así como sus hijos lo hicieron, para rendirle un homenaje al amor de su vida que tristemente partiría seis años más adelante.
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Lewis Ochoa confesaba en el documental que ese sexto penalti le tocaba cobrarlo a él, pero los nervios lo llevaron a guardar silencio. Delgado volteó a mirar a los jugadores y vio que nadie se había levantado. Él decidió cobrarlo. “Me mandaron a la guerra”, dijo. Un disparo arriba y al centro. Segundos después volvía a su puesto natural, bajo los tres palos. Venía Andrés Correa, defensa de Medellín. Lucho le pidió que lo asegurara y le dio la mano. El fútbol a la antigua usanza. Un pacto de honor, de caballeros. Bajo el arco se inclinó hacia el palo izquierdo, intuyendo a dónde cobraría su rival. Una estirada corta, que fue suficiente para atajar el cobro, levantar los puños y gritar “campeón”. Un título que le dedicó a su esposa, y que quedó alojado en la memoria colectiva de la hinchada de Millonarios, que vio pasar buenos equipos, otros que casi sepultan la historia del club, pero que en esa atajada y en ese plantel dirigido por Hernán Torres volvió a saber o pudo conocer lo que significaba ser el campeón del fútbol colombiano.
“Gracias a Dios primero que todo por regalarme este don y permitirme alcanzar mi sueño de chico; a mis padres que me inculcaron el amor por lo que se hace; a los clubes y sus presidentes que me abrieron las puertas y con los cuales vivimos buenos y malos momentos. (...) A todos los profesores que me guiaron cuando comenzaba mi sueño y durante mi carrera ya consolidada disculpas por las discusiones y malos entendidos; a mis compañeros que se fueron antes y a los que hoy continúan, éxitos en la carrera; al periodismo por el apoyo, críticas y elogios, todo siempre con el ánimo de crecer; a mis hijos que han estado en las tristezas y alegrías, disculpen por mis enojos después de esos partidos difíciles, y a todos ustedes hinchas de cada club, gracias por todo el respaldo en cada paso de mi carrera y en esos momentos en los que más los necesité con la partida de mi esposa. Me voy feliz y agradecido con lo que viví, porque lo soñé y alcancé. Nos volveremos a encontrar, el fútbol recorre nuestra sangre, está en nuestro corazón, y así como la pelota no se detiene, la vida tampoco”, escribió Luis Delgado en sus redes sociales confirmando su retiro como futbolista profesional y anunciando su camino para ser director técnico.
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Delgado empezó su carrera en 2001 jugando en la Escuela de Fútbol Carlos Sarmiento Lora; pasó, en el siguiente orden, por Alianza Petrolera, Bucaramanga, Real Santander, Real Cartagena, -con el que fue campeón de la B en 2008, Millonarios -con el que ganó la Copa Colombia en 2011 y la Liga en 2012-II-, Deportes Tolima, Águilas Doradas y Deportivo Pasto.
En la cancha demostró la osadía que lleva en su corazón al trascender en su puesto de arquero y ser capaz de convertirse en goleador. En su carrera dejó un registro de seis anotaciones, la mayoría de ellas con Millonarios, en las que de tiro libre les anotó a Once Caldas, Deportivo Cali, Júnior y Santa Fe. Supo ser líder y ser un ejemplo. Para rendir en el campo de juego hay que saber llevar una vida ordenada fuera de ella, y uno de sus méritos fue ese, mantenerse firme y hacerse responsable de su rendimiento mientras se mostraba fuerte y leal para acompañar a su esposa durante su enfermedad, y a su vez ser un referente para sus hijos.
Cerca de 300 partidos y tres títulos quedan también de registro en un fútbol colombiano que le agradece por sus 18 años como guardameta. Los clubes por los que pasó saben de su entrega, y muchos hinchas también reconocerán siempre a un hombre que libró batallas mientras defendía el escudo que vestía. Indudablemente en todos dejó huella, pero ninguna como la que dejó en Millonarios y como la que Millonarios dejó en él. Esa larga noche de 24 años terminó con ese penalti atajado y esos puños en alto. Como bien lo dijo Máyer Candelo, ese título, que terminó en las manos de Delgado, fue un alivio para todos, y detrás de ese alivio queda la grandeza de quien quitó ese peso y cortó la sequía para hacer de la historia la más fértil de todas las primaveras.