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Algo de mágico tiene la relación de Stiven Vega con Millonarios, pues habría que volver seis años atrás y recordar que su debut con el cuadro embajador se dio en un empate frente a Santa Fe, en un clásico en el que Federico el Pocho Insúa igualó el marcador desde el punto penal con un gol que era el número 5.000 en la historia del club. Aunque el resultado no fue el mejor, sí fue un día anecdótico, pues hasta ese momento ningún equipo en el fútbol colombiano había alcanzado esa cifra de anotaciones.
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“Fue bastante especial. Él debuta en Liga con nosotros en un clásico que empatamos 1-1 con gol del Pocho Insúa de penal, tras una falta que le hicieron a Michael Rangel, si no me equivoco. Ya había jugado partidos por Copa, pero con nosotros lo hizo en Liga con 17 años, y si no estoy mal creo que es el chico más joven en debutar en un clásico. Nosotros esa semana, más que todo yo estuve en la tarea de evaluar si estaba listo, porque un joven de esa edad —creo que se lesiona Lewis Ochoa— debe trabajar no solo lo físico, y con Rubén Israel revisamos si estaba preparado mentalmente, y desde que lo conocimos notamos que estaba bastante avanzado en ese aspecto para la edad que tenía, parecía de treinta años, tenía madurez, seriedad, nunca mostró nervios o miedo que lo pudieran superar y así lo captamos en los entrenamientos. Sin embargo, era difícil tomar esa decisión, pero no solamente cumplió con creces, sino que se afianzó. En ese torneo habría jugado unos seis o siete partidos”, recuerda Flavio Robatto, quien en ese entonces era el asistente técnico de Rubén Israel, entrenador que, lastimosamente, falleció el pasado 5 de julio y con el que estuvieron al frente de la escuadra capitalina en 2015.
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El tiempo fue pasando y Stiven Vega se afianzó en la titularidad de Millonarios sin importar el técnico que estuviera al frente. Y es que más allá de la disciplina, es su fortaleza mental la que lo ha mantenido enfocado siempre en lo importante, en su progreso y en su aporte al equipo, en un crecimiento tal que no solo es un bastión para el esquema táctico de Alberto Gamero, sino que ha derivado en dos convocatorias a microciclos con la selección de Colombia, y aunque no fue llamado —a diferencia de sus compañeros Andrés Llinás y Andrés Román— para la pasada triple fecha de eliminatorias, su solidez en el medio campo lo proyecta como un jugador importante para el combinado nacional en los próximos años.
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“Debutó en una posición en la que no jugaba habitualmente, si bien lo podía hacer por calidad, él jugaba como central o volante central, y ese día y en otros juegos lo hizo como lateral. Tiene mucha versatilidad y una gran capacidad de adaptarse para jugar en distintas posiciones y saber lo que requiere cada una es propia de pocos futbolistas, y menos a esa edad. Cuando un jugador tiene 300 o 400 partidos en primera ya puede manejar cuatro o cinco puestos porque ha jugado mucho, pero este chico lo hizo desde el primer día y eso lo hace distinto. En cuanto a lo táctico, tiene claras las funciones de cada puesto. No es vistoso en el adorno, no le ves jugadas espectaculares, pero la simpleza que tiene hace que resuelva bien las situaciones la mayoría de las veces, y es más difícil eso que cualquier otra cosa. Los dos mejores jugadores que había visto hasta ese entonces en Millonarios eran Jorge Carrascal y Stiven Vega. El que está en esto nota rápidamente la diferencia de calidad y ambos la tenían. Para nosotros como entrenadores es una grata experiencia encontrarnos con jugadores así”, afirmó Robatto, quien ya como técnico ha dirigido a equipos en Colombia como Cúcuta, Jaguares y Huila.
Vega debutó como lateral derecho, y aunque se afianzó como volante de marca, con Gamero también ha tenido que jugar en varias oportunidades como defensa central. En todas las posiciones ha logrado cumplir con lo que demanda cada rol, demostrando que poco importa la misión que le sea encomendada, pues lo que tiene presente es que en todas debe mantener la concentración que muestra partido tras partido y el coraje con el que disputa cada pelota sin recurrir al juego brusco, pues si algo tiene Stiven es respeto por su profesión, lo que incluye también respetar al rival, enfrentándolo como la competencia que es, sin ser desleal con el colega ni con su sacrificio.
Vega es el Jefe, el que organiza y el que hace parte de la columna vertebral de Millonarios, y es el Jefe porque tiene liderazgo, pero también sentido de pertenencia, pues desde los catorce años hace parte de la institución que lo acogió tras emprender su camino desde Churidó, corregimiento de Apartadó, en Antioquia, uno de esos tantos lugares olvidados por el Estado, pero que gracias a historias como la del volante embajador es posible volver la mirada a esos territorios que en medio de la violencia han visto nacer a seres humanos resilientes, que desde el fútbol o cualquier otro espacio son capaces de enaltecer y honrar tantas voces desconocidas, pero no por eso menos importantes para el porvenir del país.