Guillermo Ruiz Bonilla, un adiós a la memoria del fútbol colombiano

La historia con sus bemoles y sombras necesita siempre quien la cuente, entre más voces participen, más fiel será esta a todos los matices que tiene su verdad. Si hablamos de la historia del fútbol colombiano para ser más específicos, esta ha tenido pocos narradores, y uno que quizá le toma distancia a los que han querido narrarla fue don Guillermo Ruiz Bonilla.

“Chino, aquí voy a estar, pásese a cualquier hora y hablamos”. Esas fueron las últimas palabras que le escuché en la pasada Feria del Libro de Bogotá cuando le pregunté por el “ABC del equipo azul”, el libro que había publicado sobre Millonarios, equipo del que fue hincha, pero por el que nunca renunció a su criterio para hablar con el mismo compromiso y rigor de los otros clubes del fútbol colombiano.

“Si me queda tiempo el cielo es azul, el pasto es verde, la sangre es roja, en fin, uno termina siendo hincha de todo lo que escribe”, dijo en una entrevista para Vavel. Probablemente todos los equipos del país pueden agradecerle a don Guillermo porque por él tenemos memoria no solo de formaciones y nombres, sino también estadísticas, datos curiosos y de todos los colores.

Siempre fue ese, el que estaba presto a hablar, a aportar con su conocimiento, a contar todo lo que su disco duro guardó también con un sentido del humor propio del Valle, de la tierra en la que nació. En tiempos de ChatGPT, en el que todo lo necesitamos en lo mismo que nos demoramos haciendo un chasquido con los dedos, don Guillermo aparecía con esa misma velocidad a responder la pregunta o curiosidad más extraña, y respuesta que no tuviera -cosa poco probable- la conseguiría en su biblioteca, la que tenía en su casa y la que fue alojando en una memoria prodigiosa.

Don Guillermo Ruiz Bonilla estudió psicología, carrera que dijo aplicar siempre porque era parte de cualquier actividad de la vida, como lo dijo una vez para la Revista Semana, pero su vocación y sentido lo encontró como periodista deportivo, oficio que cultivó porque desde pequeño le gustó leer, así como le gustó el fútbol, dos actividades que le heredó el ‘Tío Barbas’.

Lo que no hizo en una cancha, lo hizo fuera de ella al documentar por varias décadas y en más de 50 libros la historia del fútbol colombiano. Don Guillermo Ruiz Bonilla fue tan dúctil como un 10, pero en lugar de la pelota, que siempre estuvo igual acompañándolo, lo fue con los datos, con los números, las anécdotas y los acontecimientos que construyeron el balompié nacional.

Por narrativa, su influencia fue la Revista El Gráfico, que marcó varias generaciones y una época en la que se demostró que el periodismo deportivo también podía ser un género literario. Por su don como estadígrafo, los reportajes y noticias de El Tiempo y El Espectador fueron claves para construir un archivo que es una obra en sí misma por la disciplina y el cuidado que tuvo para formarlo.

Sus hijos Juan Guillermo y Daniel fueron su mano derecha en los últimos años para seguir recolectando todo lo necesario para escribir y expandir sus estudios e investigaciones sobre el fútbol colombiano. Pero no todo lo supo por los libros, las revistas y los periódicos. También trabajó en América, Chicó, Cali, Millonarios y Santa Fe en distintos cargos. En la Dimayor tuvo su tiempo como secretario general.

Fue un ratón de bibliotecas, con los bigotes más gruesos, pero con un olfato similar para encontrar todo lo que su curiosidad y sentido le dictaban que necesitaba para su nuevo libro, una expresión que tuvimos que pronunciar casi que todos los años, pues nos demostró que fue inagotable su compromiso por hacer memoria, por hacer periodismo, por dejar relatos acompañados de estadísticas y curiosidades que nos hicieron mejores periodistas a quienes nos dedicamos a esto, pero que también nos hicieron hinchas más dignos de las historias de nuestros clubes.

Tuvimos el privilegio de verlo en los archivos de los medios de comunicación buscando obsesivamente los datos que le faltaban para hablar de Nacional, América, Millonarios y tantos otros clubes de nuestro balompié. En El Espectador, que fue también su casa, estuvo en los últimos años un par de veces y nos ayudó con el especial “A qué jugamos”, en el que quisimos abrir el debate de cuál es la identidad del fútbol nacional. Con precisión de cirujano, don Guillermo Ruiz Bonilla recordaba toda anécdota como si hubiera ocurrido ayer, como si hubiera sido propia.

Otros países nos llevan la delantera en términos de literatura deportiva. Si bien los equipos de a poco van construyendo sus museos y sus archivos, al fútbol colombiano aún le falta voluntad para narrar su historia. Don Guillermo Ruiz Bonilla abrió ese camino, nos enseñó que para ser futboleros no basta con vestir una camiseta, hablar de este deporte en la oficina, ver el resumen de los goles en los noticieros o jugar los fines de semana, sino que también hay que saber de la historia, que hay que hacer memoria, porque el fútbol no nació con el internet, sino mucho antes, y que mucho de lo que es hoy se explica en las imágenes a blanco y negro, en las páginas de color ocre que dan fe del paso del tiempo.

Si a alguien le debemos la memoria del fútbol colombiano, es a don Guillermo Ruiz Bonilla, que partió ayer a sus 74 años dejándonos a todos los hinchas una colección que nos hace sentir orgullosos de los colores que vestimos, y que también nos hace respetar a los otros, a los que también componen esa rica historia de goles, gambetas y toques que conforman el balompié nacional, ese que también celebra por estos días el centenario de la Federación Colombiana de Fútbol.

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La historia con sus bemoles y sombras necesita siempre quien la cuente, entre más voces participen, más fiel será esta a todos los matices que tiene su verdad. Si hablamos de la historia del fútbol colombiano para ser más específicos, esta ha tenido pocos narradores, y uno que quizá le toma distancia a los que han querido narrarla fue don Guillermo Ruiz Bonilla.

“Chino, aquí voy a estar, pásese a cualquier hora y hablamos”. Esas fueron las últimas palabras que le escuché en la pasada Feria del Libro de Bogotá cuando le pregunté por el “ABC del equipo azul”, el libro que había publicado sobre Millonarios, equipo del que fue hincha, pero por el que nunca renunció a su criterio para hablar con el mismo compromiso y rigor de los otros clubes del fútbol colombiano.

“Si me queda tiempo el cielo es azul, el pasto es verde, la sangre es roja, en fin, uno termina siendo hincha de todo lo que escribe”, dijo en una entrevista para Vavel. Probablemente todos los equipos del país pueden agradecerle a don Guillermo porque por él tenemos memoria no solo de formaciones y nombres, sino también estadísticas, datos curiosos y de todos los colores.

Siempre fue ese, el que estaba presto a hablar, a aportar con su conocimiento, a contar todo lo que su disco duro guardó también con un sentido del humor propio del Valle, de la tierra en la que nació. En tiempos de ChatGPT, en el que todo lo necesitamos en lo mismo que nos demoramos haciendo un chasquido con los dedos, don Guillermo aparecía con esa misma velocidad a responder la pregunta o curiosidad más extraña, y respuesta que no tuviera -cosa poco probable- la conseguiría en su biblioteca, la que tenía en su casa y la que fue alojando en una memoria prodigiosa.

Don Guillermo Ruiz Bonilla estudió psicología, carrera que dijo aplicar siempre porque era parte de cualquier actividad de la vida, como lo dijo una vez para la Revista Semana, pero su vocación y sentido lo encontró como periodista deportivo, oficio que cultivó porque desde pequeño le gustó leer, así como le gustó el fútbol, dos actividades que le heredó el ‘Tío Barbas’.

Lo que no hizo en una cancha, lo hizo fuera de ella al documentar por varias décadas y en más de 50 libros la historia del fútbol colombiano. Don Guillermo Ruiz Bonilla fue tan dúctil como un 10, pero en lugar de la pelota, que siempre estuvo igual acompañándolo, lo fue con los datos, con los números, las anécdotas y los acontecimientos que construyeron el balompié nacional.

Por narrativa, su influencia fue la Revista El Gráfico, que marcó varias generaciones y una época en la que se demostró que el periodismo deportivo también podía ser un género literario. Por su don como estadígrafo, los reportajes y noticias de El Tiempo y El Espectador fueron claves para construir un archivo que es una obra en sí misma por la disciplina y el cuidado que tuvo para formarlo.

Sus hijos Juan Guillermo y Daniel fueron su mano derecha en los últimos años para seguir recolectando todo lo necesario para escribir y expandir sus estudios e investigaciones sobre el fútbol colombiano. Pero no todo lo supo por los libros, las revistas y los periódicos. También trabajó en América, Chicó, Cali, Millonarios y Santa Fe en distintos cargos. En la Dimayor tuvo su tiempo como secretario general.

Fue un ratón de bibliotecas, con los bigotes más gruesos, pero con un olfato similar para encontrar todo lo que su curiosidad y sentido le dictaban que necesitaba para su nuevo libro, una expresión que tuvimos que pronunciar casi que todos los años, pues nos demostró que fue inagotable su compromiso por hacer memoria, por hacer periodismo, por dejar relatos acompañados de estadísticas y curiosidades que nos hicieron mejores periodistas a quienes nos dedicamos a esto, pero que también nos hicieron hinchas más dignos de las historias de nuestros clubes.

Tuvimos el privilegio de verlo en los archivos de los medios de comunicación buscando obsesivamente los datos que le faltaban para hablar de Nacional, América, Millonarios y tantos otros clubes de nuestro balompié. En El Espectador, que fue también su casa, estuvo en los últimos años un par de veces y nos ayudó con el especial “A qué jugamos”, en el que quisimos abrir el debate de cuál es la identidad del fútbol nacional. Con precisión de cirujano, don Guillermo Ruiz Bonilla recordaba toda anécdota como si hubiera ocurrido ayer, como si hubiera sido propia.

Otros países nos llevan la delantera en términos de literatura deportiva. Si bien los equipos de a poco van construyendo sus museos y sus archivos, al fútbol colombiano aún le falta voluntad para narrar su historia. Don Guillermo Ruiz Bonilla abrió ese camino, nos enseñó que para ser futboleros no basta con vestir una camiseta, hablar de este deporte en la oficina, ver el resumen de los goles en los noticieros o jugar los fines de semana, sino que también hay que saber de la historia, que hay que hacer memoria, porque el fútbol no nació con el internet, sino mucho antes, y que mucho de lo que es hoy se explica en las imágenes a blanco y negro, en las páginas de color ocre que dan fe del paso del tiempo.

Si a alguien le debemos la memoria del fútbol colombiano, es a don Guillermo Ruiz Bonilla, que partió ayer a sus 74 años dejándonos a todos los hinchas una colección que nos hace sentir orgullosos de los colores que vestimos, y que también nos hace respetar a los otros, a los que también componen esa rica historia de goles, gambetas y toques que conforman el balompié nacional, ese que también celebra por estos días el centenario de la Federación Colombiana de Fútbol.

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