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Myriam Guerrero, la mujer detrás del nombre del estadio del Deportivo Cali

El pasado 12 de septiembre, el Deportivo Cali obtuvo su primer título profesional en la Liga Femenina de Fútbol de Colombia en el Estadio Myriam Guerrero. La victoria de las caleñas en dicho escenario es un reconocimiento a la deportista que lleva su nombre, quien soñó desde su juventud con la posibilidad de que las mujeres fueran estrellas del balompié. Esta es su historia.

Matt De la Parra, CrossMediaLab, Universidad Jorge Tadeo Lozano
17 de septiembre de 2021 - 09:16 p. m.
Myriam Guerrero (centro), en un entrenamiento en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.
Myriam Guerrero (centro), en un entrenamiento en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.
Foto: Cortesía
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“Cuando me vieron en la cancha, me empezaron a tratar mal. ‘¿Quién dijo que las mujeres juegan fútbol? ¡Pareces marimacho! ¡Váyase para la cocina!’. Esas eran las mejores cosas que me gritaban. Afortunadamente, empezó a llover durante el partido y mis lágrimas se confundieron con la lluvia, mientras me decía que no me rindiera. Terminé el juego quebrantada, pero ganamos”. Así recuerda Myriam Guerro sus primeros triunfos en el fútbol tres décadas atrás, cuando era impensable que una mujer destacara en actividades que, se decía, eran solo de hombres.

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Fueron estos primeros pasos los que consolidaron a Myriam como la Capitana del Fútbol Femenino en Colombia, porque gracias a su lucha contra el machismo en este deporte, hoy podemos soñar con las victorias de “Las Chicas Superpoderosas”.

Myriam Guerrero tiene 57 años. Nació el 15 de octubre de 1963 en Bogotá. Fue criada junto a sus tres hermanos en el barrio Tunjuelito, al sur de la ciudad. A María Aminta -su madre- le debe todo, porque ella la ha apoyado en el desafío de abrirse paso en el fútbol colombiano; tanto así que incluso llegó a endeudarse para que Myriam pudiera estudiar. Su padre nunca estuvo. Por eso, no lo menciona.

“Cuando era niña no pensaba más que en jugar. Disfrutaba mucho salir en las noches a patear el balón junto con mi hermano mayor Carlos Alfonso y sus amigos. De ahí que, en primer lugar, fue él quien me despertó el amor por el fútbol. Al comienzo solo era espectadora, me quedaba observando los partidos desde las gradas, sin embargo, me sentía tan atraída que me integré al combate en la cancha. Fueron tiempos memorables.

A pesar de que el fútbol me gustaba y de que sentía pasión por ello, nunca pensé en dedicarme a este deporte. En el colegio Inem Santiago Pérez, donde estudié, me destacaba como deportista y mi profesora de Educación Física, Eleonora, me decía que tenía mucha madera para ello. Aún así, pensaba en dedicarme a la odontología. Al final, fue tanta la insistencia de mi profesora y de mi hermano, que me persuadieron de no dejar atrás esta vocación. Y me dí cuenta de que la odontología solo era un capricho.

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Soy una de las convencidas de que Dios nos pone ángeles en el camino que nos ayudan a direccionar nuestra vida”, recuerda la esta capitana de mil batallas.

En 1981, Myriam decidió apostarle al deporte y terminó estudiando Educación Física en la Universidad Pedagógica Nacional. Se graduó en 1986 y, un año más tarde, como ella lo dice, Dios le puso uno de los muchos ángeles que han aparecido en su vida: el entrenador del equipo de fútbol sala de su universidad, Juan Carlos Gutiérrez. Él recibió la propuesta del Agregado Cultural del Consulado de Colombia en Rusia para llevar a dos personas a cursar un pregrado y un posgrado en dicho país. Luego de que la persona elegida por Gutiérrez rechazara la oferta, el cónsul decidió que las dos becas serían para posgrado, y Gutiérrez no dudó en buscar a Myriam. “Todo parecía una tomadera de pelo. Sin embargo, cuando nos dimos cuenta estábamos juntos en un avión rumbo a Moscú, tras el sueño de convertirnos en Directores Técnicos de Equipos de Fútbol”, dice ella.

Estando en Moscú, Myriam participó en los Torneos Mixtos de Fútbol Sala del Instituto de Moscú, junto al equipo que representaba a Colombia. Allí, aunque había mayor aceptación para que ella hiciera parte de este Torneo, los hombres jugaban duro en su contra, pero eso no le importaba. Luego se abrió un torneo femenino y la Universidad Ovlast de Molajvko la invitó a ser parte de su equipo, con el cual jugó en varias oportunidades en el Torneo de Fútbol de la antigua Unión Soviética. “Fue una experiencia gratificante”, afirma Myriam. Recuerda que cuando jugaron en Lituania, fue uno de los mejores partidos de su vida.

“Me sentía segura y libre de correr en la cancha sin que me estuvieran abucheando como en Bogotá, estaba tan emocionada que fuí la figura del partido y el estadio terminó coreando ¡Colombia! Por supuesto, fuimos vencedores.

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Regresé al país en 1989 y me estrellé de nuevo con la realidad del machismo en el fútbol, aun así yo estaba convencida de querer luchar por abrirme espacio en el deporte, no solo a mí, sino a más mujeres que tenían toda la capacidad física para jugar igual o mejor que un hombre”.

En ese mismo año, Ramiro Alfaro llamó a Myriam para trabajar con el Club Deportivo Vida, en Fontibón, y más adelante le propuso hacer parte de los jugadores que participarían en el Torneo de Marcas de Bogotá. Sabiendo que podría perjudicar su cupo en este torneo, ya que era netamente masculino, Myriam entró a la cancha digna y campante. Jugó medio tiempo y no pudo seguir porque amenazaron con sacar al Club del torneo; además, los insultos y agresiones por parte de las hinchadas fueron muy fuertes, así que Myriam le dijo al profe Alfaro que se retiraba. A pesar de todo, no perdió la ilusión de abrirle un espacio a la mujer en el fútbol colombiano.

A raíz de su trabajo con el Club Deportivo Vida, la Universidad Nacional le propuso, en 1990, conformar un equipo de mujeres, y fue allí donde empezó su trabajo de sembrar en otras su pasión por el fútbol femenino.

En 1991 crearon la primera Selección Femenina de Fútbol de Bogotá, dirigida por Myriam, lo cual dio lugar a que la División Aficionada del Fútbol Colombiano (Difútbol) se interesara por abrirle espacio a la mujer en la cancha. Así se dio el primer Campeonato Nacional Interligas de Fútbol Femenino en Envigado, Antioquia. Myriam estaba dichosa. Siete años después llegó la invitación de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) a la Difútbol para que Colombia participara en el Suramericano de Mar del Plata en Argentina, y resultó que Myriam, junto a la Selección Bogotá, fue a jugar en Argentina dirigida por Juan Carlos Gutiérrez, su profesor de la Universidad Pedagógica.

En el 2000 Myriam jugó en el Interclubes con la Selección Femenina de Bogotá en Lima, Perú. Luego decidió no continuar como jugadora, porque quería dirigir el partido, dado que para eso se había preparado en Moscú. En el 2003 fueron nuevamente al Suramericano en Loja, Ecuador, donde Myriam llegó como la primera mujer entrenadora de la Selección Femenina de Fútbol de Colombia.

“Quienes se preguntaban ¿qué hace una mujer en fútbol? Myriam les cerró la boca, porque es una de las personas más capacitadas y maravillosas que, sin duda alguna, marcó la historia del fútbol en Colombia”, dice Ricardo Rojas, Coordinador de Deportes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y compañero de trabajo de Myriam Guerrero desde hace 26 años.Myriam no puede dejar de llenarse de emoción y orgullo cuando las denominadas “Chicas Superpoderosas” y la Liga Femenina le dedican sus triunfos o le agradecen por ser la mujer que les dio las alas para creen en su talento, no doblegarse ante el machismo en el fútbol colombiano y seguir adelante a pesar de todo.

En honor a Myriam Guerrero, el Coloso de Palmaseca, como se conocía al Estadio Deportivo de Cali, llevará su nombre. Así lo confirmó la DIMAYOR el pasado 12 de septiembre: “El homenaje simbólico quedará como un tributo para la historia del fútbol femenino de nuestro país y servirá como ejemplo para que en Latinoamérica se sumen al movimiento que busca generar más estadios con nombres de figuras y personalidades femeninas para que sean bandera en la lucha por la igualdad de género”.

Por Matt De la Parra, CrossMediaLab, Universidad Jorge Tadeo Lozano

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EMILIA(29392)18 de septiembre de 2021 - 12:40 p. m.
Qué alegría que un estadio lleve el nombre de esta luchadora, es también un homenaje a todas las mujeres.
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