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En el municipio de Puerto Colombia, Atlántico, a 20 minutos de Barranquilla, el ambiente de selección se vive en cada cuadra. Aunque falte un día para el partido frente a Bolivia en el estadio Metropolitano, los habitantes de esta zona ya están listos para la fiesta. El traje de gala para ese evento, el uniforme de Colombia, lo tienen puesto desde ya y el pedido más grande que le hacen al técnico José Pékerman es que le dé algunos minutos de juego al hijo de la tierra: Carlos Bacca.
En una casa esquinera del barrio Norte 2, a una cuadra de la cancha Santander, vive la familia del goleador del club Brujas, máximo artillero de la liga de Bélgica, con 22 goles en 25 partidos, quien regresa al estadio que lo vio triunfar con el Júnior.
Eloísa y Gilberto son sus orgullosos padres, quienes llegaron hace una semana de Europa, en donde estuvieron acompañándolo por tres meses. “Carlos nos invitó para que conociéramos cómo vivía. Fue un tiempo inolvidable, porque fue la primera vez que salimos del país”, comenta su madre, quien por su gran parecido físico no puede negar su parentesco con el delantero. Por otro lado, Gilberto explica que incluso tuvo la oportunidad de ir con Carlos a Madrid a ver el partido entre Real Madrid y Barcelona, en donde además pudo conocer a David Villa, quien es representado por el mismo agente de su hijo. “Allá me compré una réplica armable del Santiago Bernabéu, ese día lo armé en siete horas. Acá, como ya sabía cómo era, lo hice en dos. Sueño con ver a mi hijo jugando en ese estadio”, revela el hoy conductor de yate en Cartagena.
La familia Bacca Ahumada sigue viviendo en el mismo lugar donde lo ha hecho durante los últimos 27 años y a pesar de que su hijo podría trasladarlos a un sector mejor, a ellos no les interesa. “Hace cinco años Carlos nos insistía en mudarnos, pero lo que preferimos fue remodelar este sitio para vivir más cómodos pero con nuestra gente”, cuenta Eloísa.
La cancha Santander fue el lugar en el que Bacca comenzó a jugar al fútbol. Con el uniforme del Júnior salía todas las tardes a patear un balón. Junto a sus amigos de cuadra corría y metía goles similares a los que anota hoy. “Yo, aunque no fui profesional, si jugué fútbol. Comencé como central y terminé de arquero. Muchas veces salía con Carlos a que me hiciera tiritos en esa cancha”, narra don Gilberto.
El atacante llevaba una carrera soñada en los equipos menores, pero a los 18 años pensó en retirarse del fútbol por falta de oportunidades. “En ese entonces le pagaban por jugar partidos los fines de semana en un equipo porteño, pero se cansó porque no iba a llegar a ningún lado”, dice su madre. En ese momento, la empresa de transportes para la que jugaba le dio trabajo como ayudante de buses intermunicipales. “Le tocaba cobrar los pasajes y darle la plata al conductor. Comenzaba en la madrugada y llegaba bien de noche”, cuenta su padre, quien también recuerda que un día le avisaron a su hijo que había pruebas en el Júnior. Se presentó y quedó. “En el primer torneo que jugó anotó 48 goles, no se me olvidará nunca”, admite doña Eloísa.
El día que Carlos debutó en el equipo profesional del Júnior, en un partido frente al Deportivo Pasto, fue el que más emocionó a sus padres. “Estábamos en la tribuna. Recuerdo que el partido iba empatado y en el segundo tiempo Julio Comesaña metió a nuestro hijo. La gente decía ‘¿Quién es ese Bacca?, ese no es la solución’. Anotó dos goles y todos quedaron callados”, anota Gilberto.
Volver a jugar en Barranquilla es algo muy especial para Carlos, quien se siente en el Metropolitano como en la polvorienta cancha Santander de Puerto Colombia. Por eso, aunque sabe que las opciones de jugar este viernes no son muchas, porque por delante suyo están Falcao, Teófilo y Jackson, siempre estará listo para actuar. “Él está tranquilo. El solo hecho de ser convocado ya es una victoria. Me ha dicho todos estos días que está disfrutando el momento y dando el 200 por ciento en los entrenamientos para llamar la atención del técnico”, asegura su padre, quien lo ha ido a visitar a la concentración del equipo nacional y es testigo excepcional del hambre de gol que tiene su hijo, el hijo de Puerto Colombia.