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                                                                                    Colombia +20

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                                                                                                                                Carlos Peralta, el sananterano que hace goles por Colombia

                                                                                                                                El delantero cordobés de Equidad habló con El Espectador de su pueblo natal, de la infancia y de su recorrido en el fútbol, además de su prontuario de lesiones.

                                                                                                                                Camilo Amaya

                                                                                                                                Peralta, de 28 años, también jugó en Envigado, Leones, América y Unión Magdalena. / CD Equidad Seguros
                                                                                                                                Foto: Jhon Paz
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De las calles polvorientas de San Antero (Córdoba), repletas en marzo de gente montada en burros porque por allá en 1925 a un señor llamado Regímido Omasa Saavedra se le ocurrió que había que homenajear al manso animal por su colaboración a la hora de cargar los bultos repletos de plátanos, limones y mandarinas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                “Aprendí a jugar fútbol gracias a mis amigos: el Tigre Espitia, Brandon, Edwin y Alexis, y otros que ahora no recuerdo”. Con los pies descalzos, el pecho descubierto y las canchas improvisadas con palos o piedras, Carlos fue mejorando en medio de la rusticidad común de una región donde todos quieren ser beisbolistas y uno que otro futbolista. No en vano, Peralta es el único de su pueblo que ha llegado al profesionalismo. “Siempre que voy me reciben con cariño, me saludan como si fuera un héroe y hablan conmigo, así no me conozcan. Ese es el calor y la alegría de las personas”.

                                                                                                                                El acento del costeño de Córdoba lo mantiene, al igual que el biotipo que llamó la atención de Formantioquia, una escuela de Medellín que fue a jugar un cuadrangular y que terminó convenciéndolo de irse para la capital paisa con apenas 13 años, a vivir en una casa de formación con otros jóvenes del Chocó, el Urabá y el Valle del Cauca, de niños provenientes de lugares inaccesibles y ricos en talento, pero pobres en su mayoría.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Estando en Santa Marta, a Santiago Escobar le llegó el rumor de que había un delantero potente, ágil y muy técnico, con un promedio de anotación alto (18 tantos en 33 partidos), que fue la salvación para el conjunto samario y con prospecto para fortalecerse en una institución más sólida. “Yo estaba en San Antero cuando recibí la llamada del Sachi. Le dije que sí de una”, recuerda, pues era época decembrina, momento de comer chicharrón, marrano, gallina criolla y, por supuesto, pescado.

                                                                                                                                Viajó a Bogotá en enero de 2016 y al año siguiente volvió a caer en la desgracia de las lesiones, esta vez el ligamento cruzado de la pierna izquierda. Un torneo preparatorio en Bolívar, canchas con desniveles y morros, otra vez un guayo que se estancó en la tierra y el grito de dolor. “Creo que ya me jodí lo que me tenía que joder”. Carlos ríe mientras rememora pasajes duros de su vida. Va a ser papá en noviembre próximo, es el goleador de la Liga Águila y siente que está en su mejor etapa. “Necesito celebrar más, pana, no ve que viene una niña en camino”, concluye el mayor de los tres hijos de un marinero y una profesora, el nacido en un pueblo en el que la fantasía es realidad, donde jugar al fútbol nunca fue una opción, seguir el legado de los demás sí.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Peralta, de 28 años, también jugó en Envigado, Leones, América y Unión Magdalena. / CD Equidad Seguros
                                                                                                                                Foto: Jhon Paz
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De las calles polvorientas de San Antero (Córdoba), repletas en marzo de gente montada en burros porque por allá en 1925 a un señor llamado Regímido Omasa Saavedra se le ocurrió que había que homenajear al manso animal por su colaboración a la hora de cargar los bultos repletos de plátanos, limones y mandarinas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El acento del costeño de Córdoba lo mantiene, al igual que el biotipo que llamó la atención de Formantioquia, una escuela de Medellín que fue a jugar un cuadrangular y que terminó convenciéndolo de irse para la capital paisa con apenas 13 años, a vivir en una casa de formación con otros jóvenes del Chocó, el Urabá y el Valle del Cauca, de niños provenientes de lugares inaccesibles y ricos en talento, pero pobres en su mayoría.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Estando en Santa Marta, a Santiago Escobar le llegó el rumor de que había un delantero potente, ágil y muy técnico, con un promedio de anotación alto (18 tantos en 33 partidos), que fue la salvación para el conjunto samario y con prospecto para fortalecerse en una institución más sólida. “Yo estaba en San Antero cuando recibí la llamada del Sachi. Le dije que sí de una”, recuerda, pues era época decembrina, momento de comer chicharrón, marrano, gallina criolla y, por supuesto, pescado.

                                                                                                                                Viajó a Bogotá en enero de 2016 y al año siguiente volvió a caer en la desgracia de las lesiones, esta vez el ligamento cruzado de la pierna izquierda. Un torneo preparatorio en Bolívar, canchas con desniveles y morros, otra vez un guayo que se estancó en la tierra y el grito de dolor. “Creo que ya me jodí lo que me tenía que joder”. Carlos ríe mientras rememora pasajes duros de su vida. Va a ser papá en noviembre próximo, es el goleador de la Liga Águila y siente que está en su mejor etapa. “Necesito celebrar más, pana, no ve que viene una niña en camino”, concluye el mayor de los tres hijos de un marinero y una profesora, el nacido en un pueblo en el que la fantasía es realidad, donde jugar al fútbol nunca fue una opción, seguir el legado de los demás sí.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ver todas las noticias
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