El ADN de Falcao
¿Qué tiene Radamel Falcao García que lo hace distinto a la mayoría de futbolistas?
Nelson Fredy Padilla Castro, editor dominical de El Espectador
Era un niñito de nueve años cuando lo veíamos junto al exjugador de Millonarios y técnico Silvano Espíndola en la escuela Fair Play y algunos fines de semana siguiéndole el rastro a su ‘profe’ que jugaba en el equipo de mayores de la iglesia Casa sobre la Roca, contra quienes los veteranos de San Nicolás jugábamos el campeonato de iglesias cristianas de Bogotá. No soy cristiano pero, gracias a un hermano que sí lo es, a mediados de los años 90 pude participar en esta liga aficionada de muy buen nivel por la disciplina que infundían varios exprofesionales como Espíndola, Radamel García y Mario Vanemerak.
En ese ambiente sano y religioso el hijo del exdefensa del Independiente Santa Fe se hizo hincha de Millonarios y, junto a su familia, decidieron apostarle al fútbol como proyecto de vida. No volvimos a ver al goleadorcito al que Espíndola le veía mucho futuro hasta que se reportó a sus amigos de la iglesia desde las inferiores de River Plate. Para entonces tenía 14 años y había empezado a desarrollar el físico en el que Espíndola tanto le insistía para enfrentarse e imponerse a cualquier defensa. Tenía la técnica más no la fortaleza que caracterizó a su padre.
Al tiempo que empezó a hacerse figura en Argentina, también se hizo notable en la iglesia bonaerense Locos por Jesús, a donde empezó a llevar a sus compañeros de club, que querían ser figuras profesionales pero tenían problemas de autoestima, indisciplina, alcohol y drogas. Falcao nació en Santa Marta, fue niño en Bogotá, se hizo hombre en Buenos Aires, donde se ennovió y se casó muy joven, y es estrella en Europa. Un resumen del proceso de maduración al que lo sometió el mundo globalizado del fútbol. Por eso no parece costeño, ni bogotano, ni porteño, sino una rara mezcla de los tres, un híbrido que le permitió concentrarse en su obsesión por el deporte y encontrar en la religión y su familia un punto de equilibrio para tomar las decisiones correctas.
Quienes lo conocen desde niño hablan de él como un ser apacible, tímido, juguetón aunque serio, a veces demasiado serio, a la hora de asumir responsabilidades y con una especial actitud para ponerse metas y concentrarse en trabajar para superarlas y renovarlas. Eso lo notó su actual técnico en el Atlético de Madrid, el argentino Diego Simeone, desde que le presentaron a un chico colombiano que iba a ser titular en River y lo dejó impactado. “Falcao tiene una voracidad y una intuición en el área que solo he visto antes en Hugo Sánchez (mexicano goleador en el Atlético y en el Real Madrid). Como rematador es como Hugo, pero es incluso más completo –aseguró esta semana al diario As-. Lo digo yo, que conozco a Radamel desde la etapa en el River. Desde antes de llegar a Europa. Y estoy seguro de que aún crecerá más, que será un número uno mundial”.
En River, en el Porto y en el Atlético confirmaron lo que nos decía Espíndola en Bogotá: “este pibe es bárbaro; tiene excelente dominio del balón, juega a un toque, te la rompe con la derecha o con la izquierda, se desmarca y cabecea como pocos y hace más goles que cualquiera”. Una ficha similar a la de muchos jugadores que llegan al profesionalismo y les va bien, pero el ADN de Falcao tiene un componente que detectó Simeone en River y que lo llevó a exigirle a los dueños del Atlético de Madrid que lo dejaran como su goleador: “en cada partido sale para hacerlo mejor que en el anterior, a anotar un gol más”. Con ese nivel de autoexigencia, escaso entre futbolistas promedio y más entre futbolistas estrellas, es que Falcao pasó de ser bueno a ser considerado “único”.
Fabio Capello, extécnico de Italia e Inglaterra, lo ratificó esta semana al diario italiano 'La Gazzetta dello Sport' luego de haberlo seguido, conocido y dirigido con motivo del partido de exhibición del pasado 21 de junio en el estadio El Campín de Bogotá contra “Los amigos de Messi”: “en toda mi carrera sólo ha habido un jugador que me impresionara tanto como Messi la vez primera que le vi y es Radamel Falcao. Es un delantero grandísimo, seguramente hoy el número 1”. Los golazos de media volea que le vio hacer en Colombia son el sello de esa capacidad, seguridad y determinación a la hora de buscar los espacios y atacar el arco rival. Además, es aguerrido y sentimental como el jugador brasileño del que heredó su nombre.
Ese tipo de anotaciones por las que hoy es famoso las hace en partidos ordinarios y, en especial, en partidos trascendentales; para ser campeón con River, con el Porto en Portugal y en la Europa League superando la marca del alemán Klinsmann; en el Atlético para ser campeón de la Supercopa de España y la Supercopa de Europa, estas últimas dos finales en las que hizo dos goles calcados: bajó un centro al borde del área, protegió el balón con el cuerpo, le amagó al defensa con desbordarlo por la derecha pero enganchó, puso el balón para perfil izquierdo, aguantó un segundo a que su oponente le hiciera cortina al arquero y la metió en el ángulo superior derecho. Jugada maestra, no casual, ratificaron en Espn y Fox. El ‘Niño’ Torres, el español goleador del Chelsea, confesó que habían estudiado tanto a Falcao que si lo descuidaban “él solo nos puede ganar el partido”. De nada sirvieron las advertencias.
Mucho se ha escrito del ADN religioso de Falcao, para él vital: “Hay momentos en los que uno no encuentra respuestas a nada y la palabra te motiva, te da esperanzas”. Y pasa a citar la Biblia como si estuviera celebrando un gol. Su “doping natural” es “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
Factores determinantes para entender que Falcao no es como Cristiano Ronaldo, tan bueno pero tan inestable a nivel emocional, y tan pendiente del espejo y de la foto, y tan comercial. Falcao firmó esta semana en Bogotá un contrato con la marca suiza Hublot con la condición de que con cada reloj vendido ayudará a la Fundación Fútbol con Corazón. Tampoco es como Juan Pablo Ángel, que también fue figura y campeón en River y no pudo ratificarse en Inglaterra porque su ADN futbolístico no daba para más. Coincide más con el perfil juicioso de otra figura nacional e internacional como James Rodríguez. Los argentinos ven más a Falcao a partir del biotipo de estrellas como Kempes y Batistuta.
El goleador colombiano trasciende lo futbolístico. Por eso se atrevió a hablar de la paz ahora que el gobierno y la guerrilla volvieron a la mesa de diálogo: “Si se reúnen para conseguir un fin en común lo más importante es ceder un poco y trabajar en equipo”, les pidió en su “humilde opinión”. Y a los colombianos en general les habló de dos cualidades en las que trata de dar ejemplo: tolerancia y mesura. Tolerancia para deponer la violencia y mesura hasta que la perseverancia lleve a la selección nacional y a él hacia su próxima meta: el mundial de Brasil 2014.
Para algunos Falcao es demasiado bueno en todo el sentido de la palabra, en el plano bondadoso se parece a Messi. Enfrenta muchas presiones. La hinchada del Vicente Calderón le reclama más goles. El diario francés “L'Équipe” lo calificó como “estratosférico”. Radamel García reveló que su hijo ahora sueña con ser el 9 del Real Madrid. Falcao juega y ora para no perder su polo a tierra.
Era un niñito de nueve años cuando lo veíamos junto al exjugador de Millonarios y técnico Silvano Espíndola en la escuela Fair Play y algunos fines de semana siguiéndole el rastro a su ‘profe’ que jugaba en el equipo de mayores de la iglesia Casa sobre la Roca, contra quienes los veteranos de San Nicolás jugábamos el campeonato de iglesias cristianas de Bogotá. No soy cristiano pero, gracias a un hermano que sí lo es, a mediados de los años 90 pude participar en esta liga aficionada de muy buen nivel por la disciplina que infundían varios exprofesionales como Espíndola, Radamel García y Mario Vanemerak.
En ese ambiente sano y religioso el hijo del exdefensa del Independiente Santa Fe se hizo hincha de Millonarios y, junto a su familia, decidieron apostarle al fútbol como proyecto de vida. No volvimos a ver al goleadorcito al que Espíndola le veía mucho futuro hasta que se reportó a sus amigos de la iglesia desde las inferiores de River Plate. Para entonces tenía 14 años y había empezado a desarrollar el físico en el que Espíndola tanto le insistía para enfrentarse e imponerse a cualquier defensa. Tenía la técnica más no la fortaleza que caracterizó a su padre.
Al tiempo que empezó a hacerse figura en Argentina, también se hizo notable en la iglesia bonaerense Locos por Jesús, a donde empezó a llevar a sus compañeros de club, que querían ser figuras profesionales pero tenían problemas de autoestima, indisciplina, alcohol y drogas. Falcao nació en Santa Marta, fue niño en Bogotá, se hizo hombre en Buenos Aires, donde se ennovió y se casó muy joven, y es estrella en Europa. Un resumen del proceso de maduración al que lo sometió el mundo globalizado del fútbol. Por eso no parece costeño, ni bogotano, ni porteño, sino una rara mezcla de los tres, un híbrido que le permitió concentrarse en su obsesión por el deporte y encontrar en la religión y su familia un punto de equilibrio para tomar las decisiones correctas.
Quienes lo conocen desde niño hablan de él como un ser apacible, tímido, juguetón aunque serio, a veces demasiado serio, a la hora de asumir responsabilidades y con una especial actitud para ponerse metas y concentrarse en trabajar para superarlas y renovarlas. Eso lo notó su actual técnico en el Atlético de Madrid, el argentino Diego Simeone, desde que le presentaron a un chico colombiano que iba a ser titular en River y lo dejó impactado. “Falcao tiene una voracidad y una intuición en el área que solo he visto antes en Hugo Sánchez (mexicano goleador en el Atlético y en el Real Madrid). Como rematador es como Hugo, pero es incluso más completo –aseguró esta semana al diario As-. Lo digo yo, que conozco a Radamel desde la etapa en el River. Desde antes de llegar a Europa. Y estoy seguro de que aún crecerá más, que será un número uno mundial”.
En River, en el Porto y en el Atlético confirmaron lo que nos decía Espíndola en Bogotá: “este pibe es bárbaro; tiene excelente dominio del balón, juega a un toque, te la rompe con la derecha o con la izquierda, se desmarca y cabecea como pocos y hace más goles que cualquiera”. Una ficha similar a la de muchos jugadores que llegan al profesionalismo y les va bien, pero el ADN de Falcao tiene un componente que detectó Simeone en River y que lo llevó a exigirle a los dueños del Atlético de Madrid que lo dejaran como su goleador: “en cada partido sale para hacerlo mejor que en el anterior, a anotar un gol más”. Con ese nivel de autoexigencia, escaso entre futbolistas promedio y más entre futbolistas estrellas, es que Falcao pasó de ser bueno a ser considerado “único”.
Fabio Capello, extécnico de Italia e Inglaterra, lo ratificó esta semana al diario italiano 'La Gazzetta dello Sport' luego de haberlo seguido, conocido y dirigido con motivo del partido de exhibición del pasado 21 de junio en el estadio El Campín de Bogotá contra “Los amigos de Messi”: “en toda mi carrera sólo ha habido un jugador que me impresionara tanto como Messi la vez primera que le vi y es Radamel Falcao. Es un delantero grandísimo, seguramente hoy el número 1”. Los golazos de media volea que le vio hacer en Colombia son el sello de esa capacidad, seguridad y determinación a la hora de buscar los espacios y atacar el arco rival. Además, es aguerrido y sentimental como el jugador brasileño del que heredó su nombre.
Ese tipo de anotaciones por las que hoy es famoso las hace en partidos ordinarios y, en especial, en partidos trascendentales; para ser campeón con River, con el Porto en Portugal y en la Europa League superando la marca del alemán Klinsmann; en el Atlético para ser campeón de la Supercopa de España y la Supercopa de Europa, estas últimas dos finales en las que hizo dos goles calcados: bajó un centro al borde del área, protegió el balón con el cuerpo, le amagó al defensa con desbordarlo por la derecha pero enganchó, puso el balón para perfil izquierdo, aguantó un segundo a que su oponente le hiciera cortina al arquero y la metió en el ángulo superior derecho. Jugada maestra, no casual, ratificaron en Espn y Fox. El ‘Niño’ Torres, el español goleador del Chelsea, confesó que habían estudiado tanto a Falcao que si lo descuidaban “él solo nos puede ganar el partido”. De nada sirvieron las advertencias.
Mucho se ha escrito del ADN religioso de Falcao, para él vital: “Hay momentos en los que uno no encuentra respuestas a nada y la palabra te motiva, te da esperanzas”. Y pasa a citar la Biblia como si estuviera celebrando un gol. Su “doping natural” es “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
Factores determinantes para entender que Falcao no es como Cristiano Ronaldo, tan bueno pero tan inestable a nivel emocional, y tan pendiente del espejo y de la foto, y tan comercial. Falcao firmó esta semana en Bogotá un contrato con la marca suiza Hublot con la condición de que con cada reloj vendido ayudará a la Fundación Fútbol con Corazón. Tampoco es como Juan Pablo Ángel, que también fue figura y campeón en River y no pudo ratificarse en Inglaterra porque su ADN futbolístico no daba para más. Coincide más con el perfil juicioso de otra figura nacional e internacional como James Rodríguez. Los argentinos ven más a Falcao a partir del biotipo de estrellas como Kempes y Batistuta.
El goleador colombiano trasciende lo futbolístico. Por eso se atrevió a hablar de la paz ahora que el gobierno y la guerrilla volvieron a la mesa de diálogo: “Si se reúnen para conseguir un fin en común lo más importante es ceder un poco y trabajar en equipo”, les pidió en su “humilde opinión”. Y a los colombianos en general les habló de dos cualidades en las que trata de dar ejemplo: tolerancia y mesura. Tolerancia para deponer la violencia y mesura hasta que la perseverancia lleve a la selección nacional y a él hacia su próxima meta: el mundial de Brasil 2014.
Para algunos Falcao es demasiado bueno en todo el sentido de la palabra, en el plano bondadoso se parece a Messi. Enfrenta muchas presiones. La hinchada del Vicente Calderón le reclama más goles. El diario francés “L'Équipe” lo calificó como “estratosférico”. Radamel García reveló que su hijo ahora sueña con ser el 9 del Real Madrid. Falcao juega y ora para no perder su polo a tierra.