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Quien ha asumido esa tarea como proyecto de vida es su hijo, Héctor Guevara. Es el director de la Fundación Gabriel Ochoa Uribe, que tiene una premisa clara: el fútbol como medio mas no como un fin, eso resume la bondad de todo. “De 400.000 jugadores, 2.000 tienen la capacidad de entrar en el deporte de rendimiento y apenas 200 lo hacen. ¿Y qué pasa con el resto?”, apunta Héctor. Quiere cambiar vidas a través del fútbol, fiel a la filosofía de su padre: la “Ochoista”.
Gabriel Ochoa Uribe con el galardón Vida y Obra que le concedió El Espectador en el Deportista del Año 2019. / Nicolás Achury- El Espectador.
La idea no es solo llegar a las comunidades a capacitar a los entrenadores y niños para que tengan una formación óptima en el fútbol. Es transformar vidas a través de la educación, tan religiosa en la vida del médico Ochoa. Primordialmente con computadores para que los jóvenes estudien. También con radios solares que entren a los hogares de las familias y les abran el mundo. Y con cartillas que ayuden a que las comunidades aprendan inglés. “No es solo cambiarle la vida al niño, sino a toda su familia. Puede que su hermana quiera hacer un curso de repostería, aprender a cortar el pelo, lo que sea. También hay varios proyectos con las madres cabeza de familia. La idea es facilitar esos conocimientos para sacar a la gente adelante”.
En zonas en las que no llega el Estado, en las que disidencias guerrilleras, narcotraficantes y demás grupos al margen de la ley hacen eso: su propia ley. “En Toribío, de noche, la montaña parece un pesebre: son los cultivos de marihuana que alumbran en la oscuridad. Allí se están robando la energía y las autoridades dieron el ultimátum de quitarle la energía a todo el municipio. Son lugares en los que lo legal y lo no legal están enfrentados. El Cauca es una zona con mucho potencial, pero tristemente mucha necesidad”, agrega Víctor Lenis, director deportivo de la fundación y mano derecha de Héctor.
Víctor Lenis (izq.) y Héctor Guevara, hijo de Gabriel Ochoa, las dos cabezas de la fundación. / Nicolás Achury- El Espectador.
Hace unos meses hicieron un festival de fútbol con 100 niños en Caloto, tierra de Davinson Sánchez. “Mientras unos salían a hacer la guardia, otros jugaban fútbol. Hicimos ejercicios y todos quedaron encantados. Había una mezcla de campesinos e indígenas. Al siguiente día nos llamaron a decir que las inscripciones a la escuela de fútbol habían crecido un 26 %”, reconoce Héctor.
Y despertaron el deseo de que la comunidad empezara a exportar futbolistas al profesionalismo, camino parcialmente incorrecto. Porque antes que todo, la fundación quiere cambiar muchas vidas, no unas pocas. Y mirar a los deportistas como negocio o mercancía, es la ruta incorrecta. “La cultura de la inmediatez, todo lo quieren rápido, fácil, sin ningún proceso. Lo bonito es llevar un camino, de lo contrario, nada cambia. Claro que saldrán grandes jugadores, todo el potencial está allí, pero antes hay que capacitar, cambiar mentes, hacer las cosas con el corazón”, confiesa Víctor.
Sin embargo, hay un muro que obstaculiza el cambio en la vida de esos 1.000 niños y sus familias de toda la región del Cauca: el dinero. El camino no ha sido fácil, pero ambos siguen luchando por hacer la fundación de su padre un proyecto sostenible en el tiempo y en varias regiones del país que dignifique la memoria y el legado de Gabriel Ochoa Uribe. Buscan un inversionista que quiera aportar de corazón. El proyecto ya está armado, los contactos y estudios están, las personas también. Solo falta apoyo.
Bien describió el exfutbolista Jorge Valdano al fútbol como la cosa más importante de las cosas menos importantes. Gabriel Ochoa y su familia, visionarios, quieren, a través del fútbol, cambiar las cosas más importantes.
Si quiere contribuir en el trabajo de la fundación comuníquese al 310 4216168 o al correo fundaciondrgou@gmail.com
Thomas Blanco Lineros- @thomblalin