El templo del fútbol aficionado de Bogotá
Desde hace cinco décadas, ex futbolistas profesionales y futuras estrellas alegran las vacaciones de los capitalinos.
Luis Guillermo Ordóñez Olano
Para los futbolistas aficionados de Bogotá, participar el torneo del Olaya es como llegar al profesionalismo. Pisar la cancha de uno de los barrios más populares del sur de la capital significa la consagración para muchos jugadores que, al menos durante el último mes del año y el primero del siguiente, se sienten ídolos de multitudes.
Y es así desde hace 50 años, cuando a Genaro Díaz y Rafael Morales se les ocurrió realizar un campeonato de integración durante las festividades navideñas, al que denominaron Copa Amistad del Sur. Y lo hicieron en un potrero al que llamaban cancha, en los límites de los barrios Olaya, Centenario y Restrepo.
Los arcos eran palos amarrados con cabuyas y las líneas se demarcaban a punta de pica y pala. Bogotá era una ciudad pequeña, en la que no había muchas alternativas para divertirse cuando terminaba el campeonato profesional.
Y ante el fervor que generaba la época de El Dorado, los aficionados necesitaban motivos para seguir hablando de fútbol, incluso en vacaciones. Entonces el Olaya se convirtió en el sitio obligado de reunión cada 25 de diciembre y 1 de enero, fechas en las que se jugaba.
Su importancia creció a finales de los 60, cuando los medios de comunicación comenzaron a darle despliegue, pero se multiplicó el día en que el yugoslavo Dragoslav Sekularac, quien participó en el Mundial de Chile 1962 y jugó en el Independiente Santa Fe, actuó para el equipo Fotorres, que le pagó $10.000 por el torneo con la condición de que lo llevara a la final.
El llamado Pelé Blanco, uno de los mejores futbolistas que han pasado por Colombia, fue la sensación de la versión de 1972, pero a pesar de su talento, tuvo que conformarse con el subcampeonato, pues su equipo perdió la final ante Sindiley.
Para esa época, ya era casi una obligación, para los futbolistas que estaban a punto de retirarse, quemar sus últimos cartuchos en la polvorienta cancha bogotana, que se modernizó en 1980, cuando Julio Orjuela se encargó de sembrarle pasto.
Desde esos años se ha dicho equivocadamente que el Olaya es la cantera del balompié capitalino. En realidad el torneo es la vitrina para los futbolistas que se forman en las escuelas y los clubes, participan durante todo el año en los torneos de la Liga de Bogotá y aspiran a ser convocados por uno de los seis clubes participantes, pues cada año, uno de los siete socios debe descansar.
Por eso, son tantos los ex profesionales que pasan por el Olaya, como los juveniles que llegan después a los equipos de primera división, llevados por técnicos y cazatalentos que saben que no hay mejor lugar para evaluar la capacidad de los muchachos que un torneo competitivo en el que juegan con la presión de una hinchada numerosa, la atención de los medios y el hambre de gloria.
A todo eso, que es lo futbolístico, hay que sumarle lo que significa para el barrio el campeonato, declarado como patrimonio cultural de la ciudad. La tertulias dominicales en las tiendas y calles aledañas son tan famosas como los equipos que juegan el torneo. También las casetas de comida, en las que se consiguen platos para todos los gustos y presupuestos.
Hoy, el Olaya es un estadio con camerinos, cabinas de transmisión y capacidad para 2.500 espectadores en su tribuna principal y los hinchas que la ocupan son los hijos, nietos y hasta bisnietos de quienes se sentaban al rededor de la cancha hace 50 años y terminaban el partido llenos de polvo, pero contentos porque se habían deleitado con el fútbol del Olaya, el verdadero templo del fútbol de Bogotá.
Desde Sekularac hasta Bonner Mosquera
Cientos de futbolistas profesionales han jugado en el Olaya. Algunos antes y otros después de pasar por el profesionalismo. La lista la encabeza Dragoslav Sekularac, considerado El Pelé Blanco, quien jugó para Yugoslavia el Mundial de Chile 1962.
También actuaron allí, entre otros, Finot Castaño, Hebert Armando Ríos, Fernando Caicedo, Nilton Bernal, Miguel Alonso Pacheco, Gabriel Quimbaya, Mauricio Matallana, Gregory Méndez, Álex Daza, Iván López, Francisco Pacho Delgado, Javier Jiménez, Jorge Policía Ramírez, Éder Romero, Orlando Betancurt, César Salas, Giovany Mateus, Leonardo Castro, Santiago Carrascal, Pedro Paredes, Álvaro Abaúnza, James Mina Camacho, John Rivera, Carlos Baquero, Jair Ramírez y Andrés Chitiva.
Este año, los ex profesionales son Osman López, Carlos Adonay Acevedo, Wílmer y José Largacha, Pablo Pachón, Ricardo Gato Pérez, Fabián Carabalí, Roberto Visdales y Bónner Mosquera.
Para los futbolistas aficionados de Bogotá, participar el torneo del Olaya es como llegar al profesionalismo. Pisar la cancha de uno de los barrios más populares del sur de la capital significa la consagración para muchos jugadores que, al menos durante el último mes del año y el primero del siguiente, se sienten ídolos de multitudes.
Y es así desde hace 50 años, cuando a Genaro Díaz y Rafael Morales se les ocurrió realizar un campeonato de integración durante las festividades navideñas, al que denominaron Copa Amistad del Sur. Y lo hicieron en un potrero al que llamaban cancha, en los límites de los barrios Olaya, Centenario y Restrepo.
Los arcos eran palos amarrados con cabuyas y las líneas se demarcaban a punta de pica y pala. Bogotá era una ciudad pequeña, en la que no había muchas alternativas para divertirse cuando terminaba el campeonato profesional.
Y ante el fervor que generaba la época de El Dorado, los aficionados necesitaban motivos para seguir hablando de fútbol, incluso en vacaciones. Entonces el Olaya se convirtió en el sitio obligado de reunión cada 25 de diciembre y 1 de enero, fechas en las que se jugaba.
Su importancia creció a finales de los 60, cuando los medios de comunicación comenzaron a darle despliegue, pero se multiplicó el día en que el yugoslavo Dragoslav Sekularac, quien participó en el Mundial de Chile 1962 y jugó en el Independiente Santa Fe, actuó para el equipo Fotorres, que le pagó $10.000 por el torneo con la condición de que lo llevara a la final.
El llamado Pelé Blanco, uno de los mejores futbolistas que han pasado por Colombia, fue la sensación de la versión de 1972, pero a pesar de su talento, tuvo que conformarse con el subcampeonato, pues su equipo perdió la final ante Sindiley.
Para esa época, ya era casi una obligación, para los futbolistas que estaban a punto de retirarse, quemar sus últimos cartuchos en la polvorienta cancha bogotana, que se modernizó en 1980, cuando Julio Orjuela se encargó de sembrarle pasto.
Desde esos años se ha dicho equivocadamente que el Olaya es la cantera del balompié capitalino. En realidad el torneo es la vitrina para los futbolistas que se forman en las escuelas y los clubes, participan durante todo el año en los torneos de la Liga de Bogotá y aspiran a ser convocados por uno de los seis clubes participantes, pues cada año, uno de los siete socios debe descansar.
Por eso, son tantos los ex profesionales que pasan por el Olaya, como los juveniles que llegan después a los equipos de primera división, llevados por técnicos y cazatalentos que saben que no hay mejor lugar para evaluar la capacidad de los muchachos que un torneo competitivo en el que juegan con la presión de una hinchada numerosa, la atención de los medios y el hambre de gloria.
A todo eso, que es lo futbolístico, hay que sumarle lo que significa para el barrio el campeonato, declarado como patrimonio cultural de la ciudad. La tertulias dominicales en las tiendas y calles aledañas son tan famosas como los equipos que juegan el torneo. También las casetas de comida, en las que se consiguen platos para todos los gustos y presupuestos.
Hoy, el Olaya es un estadio con camerinos, cabinas de transmisión y capacidad para 2.500 espectadores en su tribuna principal y los hinchas que la ocupan son los hijos, nietos y hasta bisnietos de quienes se sentaban al rededor de la cancha hace 50 años y terminaban el partido llenos de polvo, pero contentos porque se habían deleitado con el fútbol del Olaya, el verdadero templo del fútbol de Bogotá.
Desde Sekularac hasta Bonner Mosquera
Cientos de futbolistas profesionales han jugado en el Olaya. Algunos antes y otros después de pasar por el profesionalismo. La lista la encabeza Dragoslav Sekularac, considerado El Pelé Blanco, quien jugó para Yugoslavia el Mundial de Chile 1962.
También actuaron allí, entre otros, Finot Castaño, Hebert Armando Ríos, Fernando Caicedo, Nilton Bernal, Miguel Alonso Pacheco, Gabriel Quimbaya, Mauricio Matallana, Gregory Méndez, Álex Daza, Iván López, Francisco Pacho Delgado, Javier Jiménez, Jorge Policía Ramírez, Éder Romero, Orlando Betancurt, César Salas, Giovany Mateus, Leonardo Castro, Santiago Carrascal, Pedro Paredes, Álvaro Abaúnza, James Mina Camacho, John Rivera, Carlos Baquero, Jair Ramírez y Andrés Chitiva.
Este año, los ex profesionales son Osman López, Carlos Adonay Acevedo, Wílmer y José Largacha, Pablo Pachón, Ricardo Gato Pérez, Fabián Carabalí, Roberto Visdales y Bónner Mosquera.