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Siempre que Orlando Martínez asistía a la cancha de la Escuela Normal de Quibdó a jugar con la Selección Chocó llevaba a su hijo mayor Jackson Arley. Lo sentaba en las gradas, le daba un beso y le decía: “Obsérvame jugar que tu vas a ser mi sucesor. Vas a ser goleador como tu papá”. Jackson no se inmutaba durante el partido, únicamente miraba los movimientos de “Cha cha cha”, como le decían a su padre, analizaba sus desmarques, sus gambetas y celebraba gritando, cantando y hasta bailando los goles de cabeza, media distancia o chilena que anotaba su progenitor. Cuando finalizaban los encuentros, Jackson sólo sonreía y abrazaba a su padre.
El nacimiento de un goleador
Nacido el 2 de octubre de 1986 en Quibdó, Jackson Arley Martínez Valencia es el mayor de tres hijos del matrimonio entre el ex futbolista y profesor Orlando Martínez y Ernes Valencia. El hogar lo completaron Leidy Yadira y Leicy Yajaira, hoy de 18 y 22 años, a quienes Jackson cogía sus muñecas para decapitarlas y con sus cabezas armar balones de fútbol. Pelotas rellenas de papel volaban por la casa tumbando cuadros o floreros. Cierto fin de semana, cuando Orlando se preparaba para salir a entrenar el equipo infantil de la Escuela Centro de Integración Popular de Quibdó, encontró a su hijo Jackson preparado para emprender su camino en el fútbol.
Con pantaloneta y tenis, sin cumplir diez años, ese día le pidió que lo llevara a la práctica. Algo extrañado porque nunca había visto tocar un balón a su hijo, Orlando lo llevó y lo puso a entrenar con uno de los equipos. Hoy recuerda que el primer balón que recibió lo paró perfectamente, sacó a dos jugadores, la entregó con destreza y siguió corriendo a buscar el retorno del balón a sus pies. No le quedaron dudas de que Jackson tenía condiciones para jugar al fútbol. Ya para la época demostraba debilidad por los guayos, los balones y las canchas pero también manifestaba devoción hacia Dios cumpliendo puntualmente citas en el centro cristiano de la Cruzada Estudiantil de Quibdó.
Cuando no acudía a la iglesia estaba en las canchas. La del barrio Los Álamos, la de Los Ángeles, la de la Normal, la de Chipi Chipi, campos de fútbol que fueron escenario de las extenuantes jornadas en las que Jackson no se cansó de anotar goles. Cuando volvía a casa, lleno de tierra, embarrado y sucio, sabía que le esperaban regaños de su madre. No obstante, de tanta insistencia, Orlando Martínez decidió inscribir a su hijo en la escuela “Los Papeticos”, dirigida por Oswaldo Moreno “Papeto”, a quién le fascinó la elasticidad del principiante. Bastó una espectacular chalaca en una cancha de cemento, poniéndose de pie de inmediato como si hubiera caído sobre algodones, para saber que a su escuela llegaba un talento.
“¿Usted es de plástico o de qué está hecho?”, le preguntó asombrado. A partir de ese día Jackson empezó a recibir formación técnica y táctica para moldear su ingenio futbolero. En el club “Los Papeticos” comenzó su formación y a la vuelta de la esquina ya aparecía el primer reto. Fue convocado a la selección infantil de Chocó para participar en el reconocido torneo Ponyfútbol en Medellín. Lo jugó dos veces con éxito en 1996 y 1998. Esa experiencia fue determinante para concebir un sueño que fue forjando a punta de disciplina y humildad. Sin embargo, tanto él como sus padres entendieron que la única forma en que Jackson pudiera cumplirlo era saliendo de Quibdó a buscar fortuna.
Esa migración a Medellín se dio por vía de sus abuelos maternos. Un día fueron a Quibdó a pasar unas vacaciones y Jackson aprovechó para insistir a su papá que lo dejara ir con ellos a cumplir su destino. Orlando recuerda que le preguntó tres veces a su hijo si estaba seguro de ese deseo. Ante la respuesta afirmativa y contundente, el hijo mayor del matrimonio Martínez Valencia, a sus 15 años se fue a vivir a la capital antioqueña. Con estrechez económica llegó al barrio Enciso con la ilusión de encontrar un cupo en alguno de los equipos del Valle de Aburrá, pero de entrada, en las divisiones inferiores del Atlético Nacional, el Independiente Medellín e incluso del Envigado, le cerraron las puertas.
Nunca se rindió ante la adversidad y ante la negativa inicial optó por empezar desde abajo en los campeonatos barriales. Primero vistió la camiseta del Deportivo Enciso y haciendo goles a diestra y siniestra lo vio Gustavo Castrillón, dirigente del Club Coopebombas, quien decidió llevarlo a su equipo, que en ese tiempo era reconocido como semillero de fútbol para los equipos profesionales de la capital de la montaña. Cuando el onceno enfrentaba a los equipos prejuveniles de Nacional o del Medellín, el ágil Jackson se lucía y les marcaba goles de buena factura. Hasta que el rojo se interesó por su talento y decidió vincularlo para que se probara en sus inferiores.
El debut del 9
Dos años estuvo en el equipo esperando un momento, junto a jugadores como Juan Pablo Pino o César Valoyes que también llegaban al profesionalismo. Jackson Martínez recuerda sus primeros guayos negros, los mismos que usó su padre en Quibdó cuando jugaba en la cancha de la Normal. Sus abuelos no tenían dinero para comprarle nuevos y Orlando le envió los suyos convencido de que con ellos iba a triunfar en Medellín. Y así fue. Cuando cumplió 18 años debutó como profesional en un partido contra el Junior de Barranquilla. En su mente y su corazón, Jackson aún tiene presente la tarde del 2 de octubre de 2004 cuando pisó por primera vez la cancha del estadio Atanasio Girardot.
Paradójicamente ese día cumplió su mayoría de edad y el regalo del entrenador Pedro Sarmiento y su cuerpo técnico fue jugar los primeros 15 minutos como titular. De ahí en adelante se tomó confianza y su primer gol como profesional llegó un mes después, el 11 de noviembre, en el estadio Hernán Ramírez Villegas de Pereira. Su recuerdo está intacto. Última fecha del torneo todos contra todos. Ese gol le dio el tiquete al Medellín para el octogonal final. Cuando llegó a la casa llamó a su padre y le relató que le filtraron el balón al área chica, el central del Pereira y el portero se chocaron, y él aprovechó para definir de primera. Cuando los jugadores del Pereira reaccionaron Jackson estaba celebrando.
Al día siguiente, 12 de noviembre de 2004, en la página web del equipo quedó reseñado: “Independiente Medellín clasificó al cuadrangular final del fútbol colombiano tras igualar en la última jornada a un gol en su visita a Pereira. El gol del poderoso fue anotado por el juvenil Jackson Martínez.” En los cuadrangulares finales Medellín quedó eliminado pero había nacido para Colombia un nuevo delantero. En los seis partidos de esa fase el delantero quibdoseño anotó tres tantos. Todo hacía presagiar que después de su exitoso debut en las postrimerías de la temporada 2004, vendría de inmediato su consagración deportiva. Pero vino un tiempo de dificultades desde que empezó el campeonato 2005.
La exigencia de la afición no daba para que un menor de 20 años se quedara con la titular y menos en un equipo que en el torneo apertura 2004 había salido campeón frente a su rival de patio. Perdió la titular, los hinchas le dieron la espalda, llegaron a insultarlo. Entre 2005 y 2007, durante seis torneos, anotó 12 goles, apenas dos por semestre. En 2008 era inminente su salida del equipo, pero su tenacidad le ganó a todos e influyó que llegó el técnico antioqueño Santiago Escobar, quién entre muchas cosas le recalcó que el camino no era enfrentar a los aficionados sino trabajar duro para cambiarlos. Ese 2008, Jackson Martínez despertó y anotó 11 goles.
“Cha Cha Cha Martínez”
La consagración llegó en 2009, a sus 23 años. El técnico era Leonel Álvarez y en 20 partidos Jackson hizo 17 goles. Un momento exitoso que coincidió con el título del segundo semestre. La final fue con Huila y el rojo de la montaña mostró su talante ganador derrotando a su rival en Neiva en el partido de ida por 1 a 0. El único gol del partido fue de “Cha cha chá” Martínez. En el partido de vuelta en el Atanasio Girardot, Deportivo Independiente Medellín logró la victoria tras un empate a dos goles. Una de las anotaciones del campeón fue del goleador chocoano, quien pasó de resistido a ídolo de la afición roja.
Su primer título como profesional y titular lo hizo en un equipo ganador ciento por ciento que contó con la seguridad en el arco del paraguayo Aldo Bobadilla; una sólida defensa encabezada por Samuel Vanegas y Juan David Valencia; volantes de las condiciones de John Javier “Choronta” Restrepo, Luis Fernando Mosquera y Juan Esteban Ortiz; y compañeros en la delantera como Luis Carlos Arias, Cèsar Rivas, Felipe Pardo y César Valoyes. Cuando concluyó el torneo era claro que el destino de Jackson Martínez estaba en el exterior. Estuvo a punto de partir hacia Corea pero a última hora, por diferencias contractuales se dañó el negocio.
Entonces surgió en el camino una opción mejicana: Jaguares de Chiapas. En compañía de su esposa Tatiana Caicedo, y de la mano de Dios que siempre lo acompaña en sus palabras, partió hacia tierras aztecas. El buen momento se mantuvo, demostró que había nacido para hacer goles y anotó 35 en 69 juegos. En Méjico nació su hijo Josué y su extraordinario momento deportivo lo puso en la vitrina de los grandes equipos del mundo. Después de tres temporadas exitosas en Chiapas, donde ganó varios torneos, a Jackson le llegó la hora de dar el salto al viejo continente. En reemplazo de su compatriota Radamel Falcao García, fue contratado por el Porto de Portugal.
Su paso al conjunto luso le vino bien al jugador y llegó a hacer goles a Europa como embajador del fútbol colombiano y del Chocó. Desde entonces ha anotado muchos en pocos partidos y se ha coronado campeón en dos ocasiones de la Supercopa de Portugal en los años 2012 y 2013. También obtuvo el titulo de liga en la temporada 2012-2013. Fue destacado mejor jugador del campeonato 2013 y atleta del año en Portugal “El dragón de oro”. Uno de los diez mejores jugadores del continente americano en Europa en 2012. El quibdoseño Jackson Martínez es goleador en Portugal, ídolo en su tierra y ya tiene 10 goles con la selección Colombia nacional, dos de ellos anotados en la pasada la Copa del Mundo de Brasil 2014. Por eso es considerado como uno de los mejores delanteros del mundo.
Más cerca de Jackson
Cuando todo suceda, de regreso a su casa en Quibdó de tres pisos en el barrio Los Ángeles, cerca al aeropuerto El Caraño donde aún vive Orlando, Jackson Martínez no será más que el travieso esperado en diciembre que conserva su cuarto con sus fotografías, sus recortes de prensa o sus balones. Luego volverá al Porto FC, donde entrena a doble jornada, compite y tiene tiempo para conservar buena amistad con Juan Fernando Quintero, con Quiñones, con Freddy Montero. Los colombianos en Portugal. A su padre le basta que regrese y tiene su medida de conciencia. “La mayor satisfacción que le queda a uno como padre es saber que en su formación y orientación hicimos lo que teníamos en el momento adecuado”.
Vuelve a su amado Quibdó que lo vio nacer para el fútbol y ahora agradece a través de su fundación deportiva Jackson Martínez para que niños y jóvenes de Chocó puedan practicar el fútbol. Su profesionalismo en la cancha hace pensar que faltan muchos goles por celebrar del “Cha cha chá” Jackson Martínez. Muchas copas por levantar e historias por contar de un chocoano que hace lo que aprendió en las calles de su ciudad, digno representante de su raza y su gente que ha dado al fútbol a increíbles jugadores. Entre ellos Orlando Martínez, que nunca se cansó de hacer goles que le sirvieron a su hijo que ahora es figura en Europa y tiene mucha victoria por darle al mundo.
(Este texto hace parte del libro Chocó, tierra de fútbol)