Juan Pablo Nieto y las segundas oportunidades
El volante pereirano, de 25 años, es uno de los hombres claves en el buen momento que vive el Once Caldas, en la presente Liga Águila.
Andrés Montes Alba- @amontes023
A veces la vida no coincide con lo que se planea. Y cosas tan inesperadas como la muerte nos hacen repensar y replantear la vida que uno sueña. Juan Pablo Nieto es la muestra de que en este país hay dos palabras que aplican para el vivir diario de cualquiera: caer y levantarse.
Nieto perdió a su padre cuando tenía apenas ocho años, pero el sueño de ser jugador, de vivir por y para el fútbol fue más grande que la tristeza de la ausencia. Y recién cuando pasó por los 15 años decidió irse a Medellín. Cuando Juan Pablo comenzó en el club Olimpia de Pereira, su ciudad natal, alternaba los entrenamientos con los de la selección Risaralda. Con ese equipo viajó a un campeonato nacional juvenil que se disputó en la capital de Antioquia y allí su destreza y calidad les gustaron a Alexis García y su hermano Ceferino. La decisión de irse no fue fácil, porque ni siquiera había terminado el colegio. “Fue duro porque cambiar de ciudad siendo uno tan pequeño no es fácil. Tener familia en Pereira y pasar a estar sin nadie... Lloré bastante, pero el cambio fue para bien”.
En Medellín vivió en la casa de una tía, quien le ayudaba con el costo de los transportes; una parte, porque la otra se la daban su mamá y la gente del club Alexis García.
Terminó el colegio validando en un instituto llamado Indecab, porque los horarios no le cuadraban con los entrenamientos; además de la escuela comenzó a pertenecer a la selección Antioquia. Allí llegó a formar equipo junto a Sebastián Pérez, Felipe Aguilar y Jhon Córdoba, quien hoy juega en el fútbol alemán.
En ese momento de su vida fue cuando llegó Uldarico Pozo, quien le propuso irse para Argentina, a probar suerte en las divisiones menores del Racing de Avellaneda. “Lo más difícil fue despedirme. Ahí me di cuenta de que iba a cambiar todo. Uno lo que piensa es que no los va a tener cerca. Porque todo el tiempo que estuve en Medellín tuve la certeza de que si me quería devolver solo era coger un bus y en un par de horas estaba en casa, pero estando en otro país no iba a ser así”, recuerda Nieto, quien con 25 años siente nostalgia al recordar su primera época en Medellín.
En el país del sur la primera sorpresa para él fue la dinámica para trabajar desde las divisiones menores. La forma en la que se entrenan los futbolistas argentinos que “te imprimen 100 % intensidad”.
Su hogar fue un apartamento lleno de colombianos. Además de Juan Pablo eran tres más. Primero llegó Deivy Balanta, central del Júnior, y un bogotano, Andrés Felipe Silva, que no llegó al profesionalismo. A los seis meses llegó el que después se convertiría en su gran amigo: el volante Santiago Montoya, quien está hoy en Millonarios.
Contrario a lo que les ocurre en algunas ocasiones a futbolistas que van a probar suerte a un país desconocido, Juan Pablo siente que su experiencia fue positiva. Estando en La Academia, como se le llama a Racing, compartió equipo con Luciano Vietto, quien está en Fulham, y con Ricardo Centurión, quien es uno de los referentes actuales de la plantilla del club de Avellaneda. Además, en el segundo semestre pasó a entrenar con el primer equipo en el que estaban los colombianos Giovanni Moreno y Teófilo Gutiérrez. Aquel conjunto lo dirigía Diego Simeone, de quien “aprendí la disciplina y me hizo sentir más profesional”.
Pero la adversidad también ha forjado su carácter. Llegar a la madurez que tiene hoy en el Once Caldas no fue fácil. Pasó un momento muy difícil recién llegado al Atlético Nacional. En el cuadro paisa, que fue el que lo llamó y lo trajo de Argentina, sufrió una lesión complicada. Se partió el peroné y la recuperación se alargó más de lo debido. La infección no dejaba cerrar le herida y el hueso internamente no pegaba, por lo que tuvieron que hacerle un injerto.
Todo pasó mientras Nacional ganaba títulos, incluso el de la Copa Libertadores 2016. A pesar de que la recuperación terminó bien, en su último semestre vestido de verde tan solo jugó diez minutos, en el empate 1-1 con Júnior en Barranquilla, por la fecha 16, en abril de este año. Claramente no era tenido en cuenta; pero nunca se rindió ni dejó de preparase y entrenarse.
Entonces llegó la llamada del profe Hubert Bodhert, técnico del Once Caldas, quien venía de recuperar a un equipo que comenzaba a coquetear con el descenso.
Y en apenas tres meses, Nieto se convirtió en el principal hombre de creación de un equipo que el sábado en El Campín dejó encantados a propios y rivales con el fútbol que mostró en el empate 2-2 ante Millonarios.
El 10, se puede decir, es una de las claves de la buena campaña del club manizaleño en el presente torneo.
Con la asistencia que terminó en el primer gol del equipo albo, pasó a ser el jugador que más asistencias ha dado en la liga, con diez. Un orgullo para alguien que tiene ese número en la espalda.
Llevar ese dorsal es una invitación a jugar bien. Y es hacerle honor a esa frase repetitiva en los jugadores de esa clase: la de disfrutar haciendo que los demás marquen goles.
“La cabeza es la que más te castiga. Que si vas a volver a jugar. La mente fue lo más difícil de recuperar”, señala Nieto, quien ahora usa esa misma capacidad para ser el eje de ideas de su equipo.
“Nunca miré mal ni hice mala cara. Siempre me preparé lo mejor que pude. Me quedo con eso. Pero por más que esos últimos meses no hayan sido fáciles, no me puedo olvidar de todo lo que hizo por mí Nacional. Tuve etapas muy buenas. Fueron dos años y medio muy lindos y esas cosas también hay que vivirlas como futbolista”, apunta el hombre que ya acumula 884 minutos de juego en diez partidos de esta Liga Águila.
Mezclar el dolor con las ganas de salir adelante. Eso es lo que demuestra Nieto en estos casi cuatro meses que lleva jugando con la camiseta del Once Caldas.
Juan Pablo nunca creyó ser más de lo que era. Cuando estuvo en la selección colombiana sub 20, el mejor de ese plantel era Juan Fernando Quintero, y en el transcurso del sudamericano que ganaron en Argentina, en 2013, afirmó que Nieto “no podía perderse, porque Juan Pablo era el que le daba el fútbol al equipo y hacía que él tuviera juego”.
Hoy esas palabras las lleva Nieto muy presentes. “La verdad es que cuando él dijo eso a mí me daba como pena, porque yo recién daba mis primeros pasos como profesional y él ya tenía un recorrido muy grande”, afirma con la humildad de quien reconoce y se alegra por lo que le pasa a los amigos. Tocó fondo y tomó impulso para ser el comandante de un equipo que juega bien. Y aquellos pases que comenzó a dar en el club Olimpia de Pereira son los que tienen al Once Caldas como el segundo mejor de esta liga.
A veces la vida no coincide con lo que se planea. Y cosas tan inesperadas como la muerte nos hacen repensar y replantear la vida que uno sueña. Juan Pablo Nieto es la muestra de que en este país hay dos palabras que aplican para el vivir diario de cualquiera: caer y levantarse.
Nieto perdió a su padre cuando tenía apenas ocho años, pero el sueño de ser jugador, de vivir por y para el fútbol fue más grande que la tristeza de la ausencia. Y recién cuando pasó por los 15 años decidió irse a Medellín. Cuando Juan Pablo comenzó en el club Olimpia de Pereira, su ciudad natal, alternaba los entrenamientos con los de la selección Risaralda. Con ese equipo viajó a un campeonato nacional juvenil que se disputó en la capital de Antioquia y allí su destreza y calidad les gustaron a Alexis García y su hermano Ceferino. La decisión de irse no fue fácil, porque ni siquiera había terminado el colegio. “Fue duro porque cambiar de ciudad siendo uno tan pequeño no es fácil. Tener familia en Pereira y pasar a estar sin nadie... Lloré bastante, pero el cambio fue para bien”.
En Medellín vivió en la casa de una tía, quien le ayudaba con el costo de los transportes; una parte, porque la otra se la daban su mamá y la gente del club Alexis García.
Terminó el colegio validando en un instituto llamado Indecab, porque los horarios no le cuadraban con los entrenamientos; además de la escuela comenzó a pertenecer a la selección Antioquia. Allí llegó a formar equipo junto a Sebastián Pérez, Felipe Aguilar y Jhon Córdoba, quien hoy juega en el fútbol alemán.
En ese momento de su vida fue cuando llegó Uldarico Pozo, quien le propuso irse para Argentina, a probar suerte en las divisiones menores del Racing de Avellaneda. “Lo más difícil fue despedirme. Ahí me di cuenta de que iba a cambiar todo. Uno lo que piensa es que no los va a tener cerca. Porque todo el tiempo que estuve en Medellín tuve la certeza de que si me quería devolver solo era coger un bus y en un par de horas estaba en casa, pero estando en otro país no iba a ser así”, recuerda Nieto, quien con 25 años siente nostalgia al recordar su primera época en Medellín.
En el país del sur la primera sorpresa para él fue la dinámica para trabajar desde las divisiones menores. La forma en la que se entrenan los futbolistas argentinos que “te imprimen 100 % intensidad”.
Su hogar fue un apartamento lleno de colombianos. Además de Juan Pablo eran tres más. Primero llegó Deivy Balanta, central del Júnior, y un bogotano, Andrés Felipe Silva, que no llegó al profesionalismo. A los seis meses llegó el que después se convertiría en su gran amigo: el volante Santiago Montoya, quien está hoy en Millonarios.
Contrario a lo que les ocurre en algunas ocasiones a futbolistas que van a probar suerte a un país desconocido, Juan Pablo siente que su experiencia fue positiva. Estando en La Academia, como se le llama a Racing, compartió equipo con Luciano Vietto, quien está en Fulham, y con Ricardo Centurión, quien es uno de los referentes actuales de la plantilla del club de Avellaneda. Además, en el segundo semestre pasó a entrenar con el primer equipo en el que estaban los colombianos Giovanni Moreno y Teófilo Gutiérrez. Aquel conjunto lo dirigía Diego Simeone, de quien “aprendí la disciplina y me hizo sentir más profesional”.
Pero la adversidad también ha forjado su carácter. Llegar a la madurez que tiene hoy en el Once Caldas no fue fácil. Pasó un momento muy difícil recién llegado al Atlético Nacional. En el cuadro paisa, que fue el que lo llamó y lo trajo de Argentina, sufrió una lesión complicada. Se partió el peroné y la recuperación se alargó más de lo debido. La infección no dejaba cerrar le herida y el hueso internamente no pegaba, por lo que tuvieron que hacerle un injerto.
Todo pasó mientras Nacional ganaba títulos, incluso el de la Copa Libertadores 2016. A pesar de que la recuperación terminó bien, en su último semestre vestido de verde tan solo jugó diez minutos, en el empate 1-1 con Júnior en Barranquilla, por la fecha 16, en abril de este año. Claramente no era tenido en cuenta; pero nunca se rindió ni dejó de preparase y entrenarse.
Entonces llegó la llamada del profe Hubert Bodhert, técnico del Once Caldas, quien venía de recuperar a un equipo que comenzaba a coquetear con el descenso.
Y en apenas tres meses, Nieto se convirtió en el principal hombre de creación de un equipo que el sábado en El Campín dejó encantados a propios y rivales con el fútbol que mostró en el empate 2-2 ante Millonarios.
El 10, se puede decir, es una de las claves de la buena campaña del club manizaleño en el presente torneo.
Con la asistencia que terminó en el primer gol del equipo albo, pasó a ser el jugador que más asistencias ha dado en la liga, con diez. Un orgullo para alguien que tiene ese número en la espalda.
Llevar ese dorsal es una invitación a jugar bien. Y es hacerle honor a esa frase repetitiva en los jugadores de esa clase: la de disfrutar haciendo que los demás marquen goles.
“La cabeza es la que más te castiga. Que si vas a volver a jugar. La mente fue lo más difícil de recuperar”, señala Nieto, quien ahora usa esa misma capacidad para ser el eje de ideas de su equipo.
“Nunca miré mal ni hice mala cara. Siempre me preparé lo mejor que pude. Me quedo con eso. Pero por más que esos últimos meses no hayan sido fáciles, no me puedo olvidar de todo lo que hizo por mí Nacional. Tuve etapas muy buenas. Fueron dos años y medio muy lindos y esas cosas también hay que vivirlas como futbolista”, apunta el hombre que ya acumula 884 minutos de juego en diez partidos de esta Liga Águila.
Mezclar el dolor con las ganas de salir adelante. Eso es lo que demuestra Nieto en estos casi cuatro meses que lleva jugando con la camiseta del Once Caldas.
Juan Pablo nunca creyó ser más de lo que era. Cuando estuvo en la selección colombiana sub 20, el mejor de ese plantel era Juan Fernando Quintero, y en el transcurso del sudamericano que ganaron en Argentina, en 2013, afirmó que Nieto “no podía perderse, porque Juan Pablo era el que le daba el fútbol al equipo y hacía que él tuviera juego”.
Hoy esas palabras las lleva Nieto muy presentes. “La verdad es que cuando él dijo eso a mí me daba como pena, porque yo recién daba mis primeros pasos como profesional y él ya tenía un recorrido muy grande”, afirma con la humildad de quien reconoce y se alegra por lo que le pasa a los amigos. Tocó fondo y tomó impulso para ser el comandante de un equipo que juega bien. Y aquellos pases que comenzó a dar en el club Olimpia de Pereira son los que tienen al Once Caldas como el segundo mejor de esta liga.