La selección colombiana está a la deriva
Guardar silencio fue el gran pecado del comité ejecutivo de Colfútbol y el técnico José Pékerman. A pesar de la victoria del viernes 2-1 ante Venezuela, el nuevo proceso no ha comenzado.
Redacción deportes
Transparencia y claridad son palabras que poco se utilizan en el fútbol colombiano. Precisamente por falta de ellas la selección de mayores no tiene técnico en propiedad y no ha podido iniciar en forma el proyecto rumbo a Catar 2022.
Los miembros, antiguos y nuevos, del comité ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol tenían claro desde hace meses que no querían la continuidad de José Pékerman como técnico del equipo nacional. Pensaban que una mala actuación en Rusia 2018 les daría argumentos para no renovarle contrato al estratega argentino de 69 años de edad, quien desde 2012 manejó el equipo a su antojo, les impidió cualquier tipo de injerencia en las decisiones deportivas y limitó al máximo las de tipo administrativo y económico.
Pero a pesar de las dificultades la selección hizo un Mundial bastante digno, con dos partidos ganados, uno empatado y uno perdido, seis goles a favor y tres en contra. En la tabla final Colombia quedó novena y las acciones del entrenador volvieron a subir.
Y los directivos, en vez de anunciar que querían iniciar un nuevo proceso y apostarle a algo diferente, guardaron silencio. Esperaron hasta finales de agosto para contactar a Pékerman y “negociar” su renovación. El técnico tampoco dio su brazo a torcer. Como lo hizo durante los seis años que estuvo al frente del equipo nacional, ignoró a sus patrones y no los buscó, independientemente de que estuviera en Buenos Aires o en Bogotá.
El hermetismo de ambas partes alimentó rumores y versiones encontradas de diversas fuentes. Al fin y al cabo, son muchos los intereses económicos y políticos que se mueven en torno al combinado tricolor.
Ni el técnico ni los dirigentes salieron a poner la cara y aclarar la situación, hasta que el 31 de agosto terminó el contrato entre las dos partes.
Precisamente por esa falta de comunicación en el último tiempo y la evidente poca química entre el cuerpo técnico y la dirigencia, resultaron insólitas las palabras de Ramón Jesurún el martes pasado, cuando con la voz entrecortada anunció que Pékerman no continuaría: “Hoy el profesor ha manifestado su decisión de retirarse de la selección Colombia de mayores. Da por cumplido un ciclo que fue altamente exitoso, por la responsabilidad de asistir a dos Mundiales, que era el objetivo para el cual lo habíamos contratado. No hubo ningún motivo diferente a una decisión personal. No tocamos otros temas”, aseguró.
También aclaró que ni él ni sus colegas habían contemplado ningún “plan B o C” y que se iban a tomar el tiempo necesario para encontrar al hombre indicado que inicie un nuevo proyecto.
Pékerman no confirmó las palabras del presidente, pero tampoco las desmintió. En cambio, sí lanzó indirectas y pullas con diferentes destinatarios y acrecentó las dudas con respecto al proceder de Colfútbol y los medios de comunicación.
Una realidad es que la primera condición que le pusieron los directivos para sentarse al menos a dialogar era que su representante, Pascual Lezcano, se hiciera a un lado. Fue precisamente el excesivo poder que adquirió el empresario lo que más incomodó a los directivos, que, con razón, querían mantenerlo al margen de los aspectos logísticos y administrativos de la entidad.
Lezcano y Pékerman, además, eran de la entraña de Luis Bedoya, que fue quien los acercó a la selección de Colombia y esa situación tampoco gustaba en el comité ejecutivo.
A eso se sumaban críticas en el aspecto estrictamente deportivo. Luego de una buena eliminatoria y una extraordinaria Copa Mundo en Brasil 2014, con un quinto lugar, la selección no volvió a brillar, más allá de que hizo una Copa América discreta (Chile 2015), otra digna (Estados Unidos 2016) y clasificó a Rusia. Para los críticos de Pékerman, “desaprovechó la mejor generación de la historia”, porque no ganó un gran torneo. Para quienes lo defienden, le devolvió el prestigio al fútbol colombiano y logró las dos mejores campañas mundialistas. Cada bando, con o sin argumentos, defiende su posición.
Lo cierto es que Pékerman ya no está y, como dijo Radamel Falcao García el jueves: “Tenemos que seguir, el fútbol sigue y la selección tiene compromisos y metas que lograr”.
Arturo Reyes, el técnico de la sub 20, dirigió el viernes en el triunfo 2-1 ante Venezuela en Miami y lo hará el martes frente a Argentina, en Nueva Jersey. Sabe que es una responsabilidad temporal y así la ha asumido. Su objetivo es clasificar al equipo juvenil al mundial de la categoría en Polonia, el año entrante.
Y ante la falta de claridad de Colfútbol, de todo lado llegan hojas de vida y se lanzan candidatos para sentarse en el banquillo, como ocurrió hace seis años tras la salida de Leonel Álvarez.
El técnico que más gustaba hace un año era Reinaldo Rueda, pero fue contratado por Chile. Y el que públicamente había manifestado su deseo de dirigir a la selección, Juan Carlos Osorio, firmó con Paraguay y hasta fue presentado el viernes. Más allá de los deseos del risaraldense, sería de muy mal gusto que dejara tirado al equipo guaraní en vez de aplazar su sueño.
Aparte de que Ramón Jesurún y compañía deban escoger al nuevo entrenador, en el plantel también habrá renovación paulatina, porque hay jugadores que no alcanzarán a cumplir el nuevo ciclo. Contra Venezuela el equipo dejó muy buenas sensaciones. Quedó ratificado que hay material humano para obtener buenos resultados.
Eso sí, los nombres dependerán del gusto y el estilo del timonel, del que se espera también que tenga mayor injerencia en las selecciones sub 20 y sub 17, para consolidar una identidad común en todas las categorías.
Ese trabajo se habría podido adelantar si los dirigentes hubieran anunciado la salida de Pékerman apenas terminó Rusia 2018. Se han perdido dos meses de planeación con miras a la Copa América de Brasil, a mediados de 2019, a la que Colombia debe ir a intentar ser protagonista, hacer un buen papel y, si se puede, pelear el título, algo factible en la medida en que se tomen prontas decisiones para que la selección no siga a la deriva.
Transparencia y claridad son palabras que poco se utilizan en el fútbol colombiano. Precisamente por falta de ellas la selección de mayores no tiene técnico en propiedad y no ha podido iniciar en forma el proyecto rumbo a Catar 2022.
Los miembros, antiguos y nuevos, del comité ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol tenían claro desde hace meses que no querían la continuidad de José Pékerman como técnico del equipo nacional. Pensaban que una mala actuación en Rusia 2018 les daría argumentos para no renovarle contrato al estratega argentino de 69 años de edad, quien desde 2012 manejó el equipo a su antojo, les impidió cualquier tipo de injerencia en las decisiones deportivas y limitó al máximo las de tipo administrativo y económico.
Pero a pesar de las dificultades la selección hizo un Mundial bastante digno, con dos partidos ganados, uno empatado y uno perdido, seis goles a favor y tres en contra. En la tabla final Colombia quedó novena y las acciones del entrenador volvieron a subir.
Y los directivos, en vez de anunciar que querían iniciar un nuevo proceso y apostarle a algo diferente, guardaron silencio. Esperaron hasta finales de agosto para contactar a Pékerman y “negociar” su renovación. El técnico tampoco dio su brazo a torcer. Como lo hizo durante los seis años que estuvo al frente del equipo nacional, ignoró a sus patrones y no los buscó, independientemente de que estuviera en Buenos Aires o en Bogotá.
El hermetismo de ambas partes alimentó rumores y versiones encontradas de diversas fuentes. Al fin y al cabo, son muchos los intereses económicos y políticos que se mueven en torno al combinado tricolor.
Ni el técnico ni los dirigentes salieron a poner la cara y aclarar la situación, hasta que el 31 de agosto terminó el contrato entre las dos partes.
Precisamente por esa falta de comunicación en el último tiempo y la evidente poca química entre el cuerpo técnico y la dirigencia, resultaron insólitas las palabras de Ramón Jesurún el martes pasado, cuando con la voz entrecortada anunció que Pékerman no continuaría: “Hoy el profesor ha manifestado su decisión de retirarse de la selección Colombia de mayores. Da por cumplido un ciclo que fue altamente exitoso, por la responsabilidad de asistir a dos Mundiales, que era el objetivo para el cual lo habíamos contratado. No hubo ningún motivo diferente a una decisión personal. No tocamos otros temas”, aseguró.
También aclaró que ni él ni sus colegas habían contemplado ningún “plan B o C” y que se iban a tomar el tiempo necesario para encontrar al hombre indicado que inicie un nuevo proyecto.
Pékerman no confirmó las palabras del presidente, pero tampoco las desmintió. En cambio, sí lanzó indirectas y pullas con diferentes destinatarios y acrecentó las dudas con respecto al proceder de Colfútbol y los medios de comunicación.
Una realidad es que la primera condición que le pusieron los directivos para sentarse al menos a dialogar era que su representante, Pascual Lezcano, se hiciera a un lado. Fue precisamente el excesivo poder que adquirió el empresario lo que más incomodó a los directivos, que, con razón, querían mantenerlo al margen de los aspectos logísticos y administrativos de la entidad.
Lezcano y Pékerman, además, eran de la entraña de Luis Bedoya, que fue quien los acercó a la selección de Colombia y esa situación tampoco gustaba en el comité ejecutivo.
A eso se sumaban críticas en el aspecto estrictamente deportivo. Luego de una buena eliminatoria y una extraordinaria Copa Mundo en Brasil 2014, con un quinto lugar, la selección no volvió a brillar, más allá de que hizo una Copa América discreta (Chile 2015), otra digna (Estados Unidos 2016) y clasificó a Rusia. Para los críticos de Pékerman, “desaprovechó la mejor generación de la historia”, porque no ganó un gran torneo. Para quienes lo defienden, le devolvió el prestigio al fútbol colombiano y logró las dos mejores campañas mundialistas. Cada bando, con o sin argumentos, defiende su posición.
Lo cierto es que Pékerman ya no está y, como dijo Radamel Falcao García el jueves: “Tenemos que seguir, el fútbol sigue y la selección tiene compromisos y metas que lograr”.
Arturo Reyes, el técnico de la sub 20, dirigió el viernes en el triunfo 2-1 ante Venezuela en Miami y lo hará el martes frente a Argentina, en Nueva Jersey. Sabe que es una responsabilidad temporal y así la ha asumido. Su objetivo es clasificar al equipo juvenil al mundial de la categoría en Polonia, el año entrante.
Y ante la falta de claridad de Colfútbol, de todo lado llegan hojas de vida y se lanzan candidatos para sentarse en el banquillo, como ocurrió hace seis años tras la salida de Leonel Álvarez.
El técnico que más gustaba hace un año era Reinaldo Rueda, pero fue contratado por Chile. Y el que públicamente había manifestado su deseo de dirigir a la selección, Juan Carlos Osorio, firmó con Paraguay y hasta fue presentado el viernes. Más allá de los deseos del risaraldense, sería de muy mal gusto que dejara tirado al equipo guaraní en vez de aplazar su sueño.
Aparte de que Ramón Jesurún y compañía deban escoger al nuevo entrenador, en el plantel también habrá renovación paulatina, porque hay jugadores que no alcanzarán a cumplir el nuevo ciclo. Contra Venezuela el equipo dejó muy buenas sensaciones. Quedó ratificado que hay material humano para obtener buenos resultados.
Eso sí, los nombres dependerán del gusto y el estilo del timonel, del que se espera también que tenga mayor injerencia en las selecciones sub 20 y sub 17, para consolidar una identidad común en todas las categorías.
Ese trabajo se habría podido adelantar si los dirigentes hubieran anunciado la salida de Pékerman apenas terminó Rusia 2018. Se han perdido dos meses de planeación con miras a la Copa América de Brasil, a mediados de 2019, a la que Colombia debe ir a intentar ser protagonista, hacer un buen papel y, si se puede, pelear el título, algo factible en la medida en que se tomen prontas decisiones para que la selección no siga a la deriva.