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Néider Yesid Morantes solo tenía 12 años cuando Hugo Castaño, director deportivo de la escuela de fútbol Luis Alfonso Marroquín, quedó descrestado con su talento. Era tanta la calidad que mostraba a esa edad, que un día Castaño decidió ponerlo en la segunda división, con jugadores de 17 y 18 años. Ante semejante muestra de confianza, Néider respondió como todo un 10. Nunca se “arrugó”. A todos los rivales les ponía el pecho y los sorprendía con esas mágicas jugadas que rápidamente llegaron a la selección Antioquia, con la que se coronó campeón en todas las categorías.
Hoy tiene 39 años y aunque ha dejado huella en todos los equipos por los que ha pasado, entre ellos Envigado, Nacional, Medellín y Once Caldas, no deja de ser el mismo “enano” del barrio Trinidad, humilde y tímido. De hecho, aún se pone nervioso y suda cuando le piden fotos, autógrafos o entrevistas, como esta que concedió a El Espectador durante una concentración de América, el nuevo reto que tiene en su carrera deportiva.
¿Qué significa para usted jugar en América?
Es algo importante en mi vida, por el compromiso y la responsabilidad de subir a la A. Cuando juegas en un club grande debes rendir, porque te exigen resultados y eso es bueno para la culminación de mi carrera. Quiero ascender al equipo, ganar un título y si me da para un año más, jugarlo, porque el fútbol es todo para mí y me gustaría estar mil años más.
¿Qué le falta hacer en el fútbol?
Muchas cosas, pero hasta donde he hecho entregué todo, pudieron ser mejores cosas pero no pasó y no vivo de eso. Ahora estoy feliz con mi momento y, la verdad, no me he puesto a pensar en el futuro, porque vivo el día a día. Soy viejo para el fútbol, pero joven en la vida y aún me queda un largo camino por recorrer.
¿Le gustaría hacer carrera como entrenador?
No. No me gustaría ser técnico y menos en Colombia, porque los entrenadores deben tener buenos resultados en poco tiempo, no como en Europa, que tienen procesos largos. Me gustaría ser tipo gerente, mánager, director deportivo, en fin.
Su “rival” Giovanni Hernández empezó como mánager y ahora es DT encargado…
Siempre he tenido una gran admiración por él y por su fútbol. Somos de la misma edad y siempre hubo entre los dos una rivalidad bonita por nuestra posición. Me alegra que se haya ido por ese camino, porque los jugadores les podemos aportar mucho a los jóvenes y al fútbol colombiano, así que aprovecho para desearle lo mejor y le haré fuerza para que le vaya bien.
¿Cuáles han sido los momentos más felices de su carrera deportiva?
La selección Antioquia para mí fue fundamental y creo que lo más bonito que tuve. Mi comienzo en Nacional, club con el que siempre estaré agradecido, así a muchos les haya dolido que estuviera en su equipo rival, y haber jugado con Independiente Medellín. Además, claro está, haber vestido la camiseta de la selección de Colombia, ese es el mayor orgullo de cualquier jugador.
¿Y los más difíciles?
Mis lesiones. La rotura en el peroné jugando con Once Caldas ante la Católica y la recordada fractura que sufrí con la selección ante Jamaica. Fueron más de cuatro meses con la boca tapada, comía todo licuado y casi no podía hablar ni sonreír. ¡Imagínese, no podía sonreír!
¿Cómo alguien tan talentoso como usted no se consolidó en la selección?
Nunca recibí continuidad de parte de un técnico de la selección. Puedo decir que las veces que estuve ahí siempre lo hice bien, por eso me siento orgulloso. Pude haber dado más, pero creo que no me lo permitieron porque había mucho regionalismo y eso es algo que en el fútbol no debe existir. Confieso que queda esa “espinita” por dentro, pero estoy tranquilo, no me quejo ni me lamento, porque fue el momento y lo viví al máximo.
Muchos jugadores de distintas generaciones consideran que usted es uno de los mejores de la historia de Colombia, ¿así lo siente?
Yo creo que sí, modestia aparte (risas). Que varios jugadores reconozcan lo que he hecho en todos estos años es motivo de orgullo y de ejemplo. Aquí a veces no respetan tanto la trayectoria, el jugador entre los 29 y 32 años ya es viejo para el fútbol y lo van desechando, pero yo ya voy a cumplir 40 y aún estoy activo, así que es un gran logro.
¿Qué opina del equipo de José Pékerman?
Es excelente. Tenemos una gran selección y por eso ahora el jugador colombiano es tan apetecido y nos representa tan bien. Ya nos adaptamos a cualquier liga, porque antes ese era el problema, nos daba “mamitis” y no éramos profesionales en ese sentido. Eso sí, creo que no se puede comparar con la selección de El Pibe, porque es un fútbol diferente, este también es bueno, pero es más frontal y rápido.
¿A usted también le dio “mamitis” o por qué no le fue bien en el fútbol del exterior?
Tuve dos opciones, Francia o México, pero en ese tiempo México ofrecía más y Nacional se fue por ese lado. Quizás no pensaron tanto en el jugador sino en el club, pero aclaro que no me quejo ni los reprocho. Lo mío allá fue atípico porque me metieron en un lío entre el que era el dueño y el entrenador. Hubo rivalidad por dinero y por muchas cosas raras que se manejaban allá. Entonces, el técnico no nos quiso dejar jugar a los colombianos y nos tuvo por tenernos, así que me aburrí y me vine para Colombia.
¿Cuál es el jugador que más “zapato” le dio?
¡Uff!, creo que Édgar Pánzer Carvajal fue el que más duro me dio. También Andrés Estrada y Martín Zapata eran jugadores fuertes, que iban siempre levantando.
¿Todos esos golpes se quedaron en la cancha o alguna vez se peleó con un jugador?
No, nada. Eso es la calentura o momento del partido, pero tan pronto pitan, se acaba todo. Somos profesionales.
¿El delantero con el que mejor se entendió?
Víctor Aristizábal, Juan Pablo Ángel, Carlos Castro, John Jairo Tréllez, Jorge Horacio Serna y Álex Comas, por nombrar algunos. Grandes jugadores que siempre fueron mi complemento ideal.
Uno con el que le hubiera gustado jugar, nacional o internacional…
Tuve la fortuna de jugar con El Pibe Valderrama, pero me hubiera gustado jugar muchos más partidos al lado de él.
Más de 120 goles en su carrera y todos de gran calidad, ¿cuáles son sus favoritos?
Todos los goles son bonitos, pero recuerdo mucho uno que le hice a River en el Monumental, el de la final de la Merconorte Nacional-Cali en el Pascual y uno que le marqué al Unión jugando con Medellín.
¿El arquero al que más goles le hizo?
Héctor Búrguez y José María Pazo. A ellos dos, casi siempre que jugaba contra Millonarios o ante Júnior, les convertía.
¿Y uno que siempre le ganó el duelo?
Miguel Calero, pero gracias a Dios después lo tuve al lado. También Óscar Córdoba y, eso sí, me hubiera gustado hacerle goles a René Higuita, pero jugamos juntos entonces ni modo (risas).
¿Cuáles son sus mejores amigos en el fútbol?
Iván Ramiro Córdoba porque estuvimos juntos desde la selección Antioquia, Juan Pablo Ángel, Carlos Castro, Andrés Orozco, Juan Carlos Quintero, Víctor Aristizábal, Chicho, por mencionar algunos, porque siempre he tenido una bonita relación con todos mis compañeros.
¿Su 10 favorito de toda la historia?
Maradona y después Pelé. De los que tuve al lado, Alexis García, un gran tipo y magnífico jugador. Es un maestro que siempre me apoyó.
¿Qué hace en su tiempo libre?
¿Cuál? Un futbolista no tiene tiempo libre (risas). Me gusta escuchar música, especialmente vallenato y salsa.
¿Y bailando tiene el mismo talento que en la cancha?
No, ¡ojalá! Se mueve más quién sabe qué… más bien soy malito, bien malito.