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Los meses previos al Mundial de Rusia 2018 fueron de mucha tensión. En cada partido que mi hermano jugaba teníamos la inquietud de que algo malo pudiera pasar. Nosotros somos muy creyentes y nos unimos en oración para pedirle a Dios que lo cuidara, que no le permitiera sufrir nuevamente una lesión. Aunque descansábamos en Él y confiábamos en que todo saldría bien, no voy a negar que sufría mucho en cada juego previo a la Copa del Mundo.
No me acuerdo exactamente qué estaba haciendo ni en dónde me encontraba el día del partido contra Perú, cuando se consiguió la clasificación al Mundial. Eso sí, me acuerdo de que ese día nos quitamos un peso de encima, fue un descanso porque sabía lo que quería mi hermano poder estar en Rusia, después de lo que pasó antes de Brasil. Trabajó mucho, lo vi sufrir, llorar, dar mucho más del ciento por ciento para regresar a su nivel y liderar a la selección a conseguir un objetivo tan importante. Ese día, una vez más, vi la promesa de Dios cumplida en la vida de Falcao.
En ese mismo instante en que se logró la clasificación, todos los jugadores de la selección comenzaron a cuadrar con la Federación para poder llevar a sus familias a Rusia. Fue un proceso sencillo para nosotros. Antes del inicio del Mundial estuvimos unos días en Barcelona compartiendo con los familiares de los 23 convocados. Se vivía mucha tensión y ansiedad por lo que pudiera pasar, pero entre todos compartíamos lo mismo, así que orábamos mucho y nos reuníamos para apoyarnos mutuamente.
Llegamos a Kazán, nuestra ciudad base en Rusia, antes del debut en Saransk. Como acompañantes de Falcao estábamos mis papás, mi hermana, algunos amigos de mi hermano y toda la familia de mi cuñada. Todo lo hacíamos juntos, fue un tiempo de integración muy valioso. También recuerdo que compartimos mucho con las familias de Juan G. Cuadrado, James Rodríguez y David Ospina.
La verdad, fue bastante bueno el manejo que se les dio a los jugadores durante esos días. No era fácil tenernos a nosotros ahí todo el tiempo, porque podíamos distraer los trabajos del cuerpo técnico, sin embargo, todos fuimos respetuosos y entendimos que solo podíamos estar con ellos en algunos espacios. Antes de los partidos se vivía tensión, así que se guardaban mucho y tenían muy poco contacto con nosotros, pero después de los juegos podíamos quedarnos en la tribuna y ellos subían a saludarnos y a compartir un tiempo con nosotros.
El primer partido fue muy emotivo. Claro que casi no llegamos al estadio porque tuvimos una demora en el traslado. Cuando íbamos entrando estaban diciendo por los altoparlantes los nombres de los jugadores titulares. No saben lo emocionada que me sentí cuando dijeron: “Radamel Falcao García”. Solo lo pude oír a lo lejos, pues estábamos caminando hacia la tribuna. Pero fue increíble, se me escurrieron las lágrimas.
Cuando salieron los equipos, se formaron para los himnos y veía ahí a mi hermano, con la banda de capitán y la mano en el corazón cantando, se me pasó una película en mi cabeza y comencé a recordar momentos de su carrera, como cuando lo vimos debutar como profesional en el estadio de River o los títulos con sus clubes en Europa. También todo lo que tuvo que superar. Fueron recuerdos rápidos, pero que me emocionaron mucho y una vez más lloré, digo, lloramos.
El resultado ante Japón no era el esperado, pero igual vimos que mi hermano siempre estuvo fuerte. Los demás jugadores tampoco se veían decaídos, sino confiados en que se podría lograr el objetivo del paso a la siguiente ronda. Ante Polonia, en Kazán, fue una fiesta. Un triunfo contundente y para nosotros uno de los mejores momentos de la vida por el gol de Falcao.
Mi padre fue futbolista y él lee muy bien los partidos. Va analizando las jugadas y le va contando a uno cómo están las cosas. Me acuerdo que unos minutos antes de que llegara el gol de mi hermano, comenzó a decir que ya la defensa polaca estaba dando espacios y que en un pase filtrado podría aprovechar Falcao. Así fue. Pase de Quintero y mi hermano marcó el 2-0.
En ese momento celebramos el gol de Colombia, fue una algarabía y una emoción que no sé cómo describir. Todos los familiares nos abrazamos como si nosotros hubiéramos hecho el gol. Luego vi a mi hermano arrodillado dándole gracias a Dios y como que comencé a entender la magnitud de lo que había pasado. Fue una bendición, la alegría más grande que he vivido y una experiencia que no cambio por nada. Después, para completar la noche, Cuadrado puso el 3-0 final.
El Tigre Falcao gritaba todo el estadio al ritmo de Seven Nation Army, de The White Stripes. Ese coro todavía lo tengo en mi cabeza, creo que también en la mayoría de los colombianos que tuvimos la fortuna de estar en ese Mundial. Mis sobrinas, todavía, cuando están en el estadio de Mónaco o caminando por las calles, comienzan a cantar el Tigre Falcao, creo que es un recuerdo muy lindo para todos. A veces no lo puedo creer, como que me cuesta entender que ese hombre al que todos quieren y le mandan los mejores deseos es mi hermano. Me siento demasiado orgullosa de él, de su ejemplo, de su perseverancia, de su berraquera.
En la concentración en nuestro hotel en Kazán hacíamos grupos de oración entre los familiares. Se crearon lazos muy fuertes entre todos. Y de esos momentos lindos, uno especial fue antes del juego de la clasificación a los octavos de final. Había mucha incertidumbre por lo que pudiera pasar en ese partido en Samara ante Senegal. Fue un juego sufrido, que afortunadamente se ganó con ese cabezazo de Yerry Mina.
Luego el juego en Moscú, ante Inglaterra, también fue sufrido. Teníamos fe en que podíamos pasar a la siguiente ronda. Con ese gol de Yerry Mina la ilusión se fue al techo, nadie lo podía creer y pensamos todos que en el alargue o en los penaltis ganaríamos, pero no fue así. Fue una derrota muy dura, nos tocó hacer un duelo de una semana y entender que esto es fútbol. En las tribunas del estadio del Spartak nos reunimos con los jugadores y fue un ambiente difícil. Lágrimas, pocas palabras y rostros caídos. Pero fue cuestión de tiempo, luego hablamos un rato y entre todos nos fuimos de regreso a Kazán, en donde estuvimos un día más y luego viajamos a Madrid. Allí los familiares nos despedimos con abrazos y prometimos seguir en contacto. En nuestro caso, vinimos a Bogotá y estuvimos con mi hermano unos días.
Ese Mundial de Rusia no lo olvidaré, fue una experiencia única para mi vida, para la de mi hermano y para la de todos los colombianos que tuvimos la fortuna de ir a un país hermoso, con gente amable, amigable y que siempre trata de hacerlo sentir a uno bien, así no hablemos el mismo idioma. Me llevo en el corazón y en mi cabeza los recuerdos de lugares como la mezquita y el malecón de Kazán, y la Plaza Roja de Moscú. El Tigre Falcao cumplió su sueño y yo, su hermana, solo me puedo sentir feliz por él. Lo amo, tengo una excelente relación con él, no hay día que pase sin que hablemos, y eso es una alegría para mí.