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En la sala de la casa de los Restrepo Restrepo hay un cuadro con el árbol genealógico de la familia a un lado y el Sagrado Corazón de Jesús al otro. Los 12 hermanos están emparejados, por orden de nacimiento. Y en la cuarta dupla, el segundo es Orlando, un joven con cabello oscuro, un bigote ralo y una mirada fija, casi intimidante. Hoy en día lo único que permanece es la misma expresión de inspección en sus ojos. El pelo ha cambiado, la vida también.
El DT de la selección de Colombia sub-17 tiene una voz fuerte, profunda y ronca. Parece un tipo serio y regañón por el eco de sus palabras. Pero no. Todo lo contrario. Es apacible y a medida que habla de fútbol, su tranquilidad contagia; sus manos, siempre en movimiento, acompañan cada frase como si tratara de complementar con sus gestos lo que va diciendo. La sencillez con la que explica el juego hace creer que para poder tener criterio hay que apelar a una racionalidad basada en el conocimiento, en la preparación, en querer saber más. “¿Querés un tintico?”, pregunta antes de iniciar una entrevista que termina mutando en una charla de amigos. Ante todo, los buenos modales.
¿Jugó fútbol profesional?
Aficionado y en la universidad. Podía hacerlo de central, de volante, hasta de lateral. Era muy aplicado y me distinguía por el liderazgo que tenía en la cancha. No era de los mejores. Desde ese momento entendí que para jugar no solo es necesario el componente de la superficie de contacto y la relación con la pelota. También hay que saber interpretarlo para poder entenderlo y maniobrar de la manera adecuada.
¿Qué estudió?
Licenciatura en Educación Física en la Universidad de Antioquia, Tecnología Deportiva en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid e hice una especialización en preparación física con énfasis en fútbol. Ahora ando muy metido en el tema del coaching.
¿Alguna vez quiso estudiar otra carrera?
¿Sabés que no? En la familia siempre fue bien visto que uno fuera licenciado. Hay otros dos hermanos que también están metidos en este cuento. Creo que la vocación de formar viene de herencia. De hecho, a mis papás les llamaba la atención que fuéramos profesores de colegio. Y pues yo pude mezclar las dos cosas que me apasionan: el fútbol y la enseñanza.
¿Cuál fue el primer equipo que tuvo a cargo?
No recuerdo muy bien, pero estuve a cargo de las categorías menores del Bello. Me dieron la oportunidad y empecé el proceso, fui cogiendo experiencia, aprendiendo y aplicando los conocimientos técnicos. Incluso dirigí en el Pony Fútbol, torneo en el que entendí más la dinámica de los jóvenes y la manera en la que uno puede ayudarlos.
Aprender es un verbo habitual en su discurso. ¿A quién le aprendió más como entrenador?
Hugo Gallego. Trabajamos juntos en una academia de Millonarios que había en Medellín, que tenía como objetivo ver jugadores con potencial y mandarlos a Bogotá. Él era un gran conocedor del fútbol de presión y cuando lo escuché hablando de eso, me apasioné. Los conceptos zonales que tenía eran muy buenos y de a poco fui aplicándolos a mi manera. Calcule, eso fue en el 80, yo apenas era un pelao de 24 años.
¿Ve mucho fútbol colombiano?
Me toca. Tengo que estar monitoreando a todos los equipos en busca de jugadores nuevos, de jóvenes que muestren capacidades, para ir mirándolos. Y no solo veo las primeras divisiones. También me remito mucho al fútbol aficionado, porque de ahí es que se conforman las selecciones departamentales. Toca estar alerta del recambio generacional.
Mucha gente no sabe qué hace un seleccionador nacional cuando no está en torneos o en microciclos.
Hago veedurías por todo el país, hablo con los entrenadores de cada equipo para que me mantengan al tanto de jugadores que van saliendo. Si es necesario, viajamos a donde sea para verlos en persona, para conocerlos. La observación directa es vital en este proceso de formación. También leo mucho.
¿Qué está leyendo?
Un libro que se llama El poder del metabolismo. Siempre les pedimos a los jugadores que corran cierta distancia, pero no tenemos las bases fisiológicas para hacer ese pedido. Si vos no cuidás el cuerpo, es complicado tener el dominio de la mente. Muchos dirán que eso es cosa del preparador físico o del médico, pero yo quiero saber el porqué de las cosas, quiero tener bases para opinar y entender.
Le ha sonado mucho el teléfono. ¿Se estresa por eso?
No. Yo creo que uno debe atender siempre a la gente. Al periodista que quiere información, al directivo que quiere dialogar algo de logística y a los entrenadores que quieren sugerir un futbolista. Trato de solucionar ahí mismo. Si usted me llama, lo atiendo de una. No puedo dejar que lo urgente le quite tiempo a lo importante, entonces hay que ser diligente.
¿Qué puede decir de los tres rivales que tendrá Colombia en el Mundial de India?
Ghana es un equipo con muy buena talla, gran despliegue físico y ha tenido buenas actuaciones en mundiales de la categoría. India es ordenado, cierran bien los espacios, pero no tienen gran técnica con la pelota. Y Estados Unidos, el más fuerte de todos, tiene un complemento en todos los aspectos que lo hace una selección de cuidado. Manejo de la pelota, rapidez, organización, presión, transiciones.
Hay quienes dicen que con la dureza llega la disciplina. ¿Qué opina de esta afirmación?
Yo prefiero el método paternal. Duro en el ejercitar, pero flexible en el hacer. Estás con muchachos a los que tienes que motivar, hablarles bastante para poder crear un lazo fuerte. Y eso ayuda a formar personas que cuando lleguen al profesionalismo puedan tener una vida activa de 12 a 14 años. Esa es nuestra misión: mirar las deficiencias del futbolista actual y tratar de blindar a los que vienen. Erradicar el error y volverlo virtud.