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Desde muy joven, Reinaldo Rueda tuvo claro que quería ser entrenador de fútbol. Nació en Cali, cuando su familia vivía en el popular barrio Obrero, pero se crió en Yumbo, en cuyas calles aprendió a pegarle a la pelota. En su adolescencia fue marcador central del equipo del Colegio Mayor, pero pronto entendió que dentro de la cancha no tenía un gran futuro. Era disciplinado, rápido e inteligente, pero de poco talento con la pelota en los pies.
En cambio tenía muy claro cómo debía comportarse un equipo y las funciones que debía cumplir cada uno de sus integrantes.
Fue por eso que estudió licenciatura en educación física en la Universidad del Valle. Allí, además, desarrolló la capacidad docente que heredó de su madre, Orfa Rivera.
Comenzó a dirigir equipos aficionados, entre ellos el de la empresa Telecom y los planteles infantiles de Boca Juniors, uno de los clubes más tradicionales del Valle del Cauca.
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Se vinculó a la escuela Carlos Sarmiento Lora y comenzó a liderar con éxito las selecciones departamentales en una década, la de los 80, en la que el fútbol en Cali era una religión.
Poco a poco se ganó la confianza de quienes manejaban el balompié aficionado en la región, el profesor Édgar Mallarino y los dirigentes Hernando Ángel y Gustavo Moreno. A ellos les impactó la pasión de Reinaldo por el fútbol, su don de gentes y sus ganas por aprender.
Porque sabía que para dar el salto al profesionalismo tenía que capacitarse más, aunque las opciones eran escasas: el curso de entrenadores de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), algún seminario o conferencia en Brasil o un estudio más formal en Europa, que sin embargo implicaba mayores gastos y un esfuerzo adicional por el idioma.
Aunque Brasil lo seducía, se ganó una beca para el programa de entrenamiento de fútbol de la Escuela Superior de Deportes de Alemania, en Colonia, y después de varios meses de intercambio de correspondencia y largas esperas, pues en esa época no existía internet, recibió la aprobación.
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Antes de iniciar los cursos hizo un periplo por Europa. Estuvo en España y en Yugoslavia, en donde visitó al técnico Vladimir Popovic, a quien había conocido en Cali, y conoció a uno de sus ídolos, Dragoslav Sekularac.
Aunque había estudiado alemán con una profesora privada, al llegar se dio cuenta de que no había aprendido nada y se tuvo que matricular en la Mozart Academy, para poder al menos a comunicarse. Llevaba apenas un día en la Deutsche Sporthochschule cuando se enteró de que había otro alumno colombiano, Arturo Boyacá, quien había llegado un año antes.
“Nos conocíamos porque Reinaldo dirigía las selecciones del Valle y yo trabajaba con las divisiones inferiores de Santa Fe”, recuerda el entrenador bogotano, vinculado hasta el año pasado al club cardenal.
“Él no iba decidido a quedarse un largo tiempo, pero pronto se dio cuenta de que era el mejor lugar para completar su formación académica, con mentores y tutores de las más altas calidades, como August Neumaier, Wernard Sonnenshain, Erick Rutemöller, entre otros”, recuerda Arturo Boyacá.
Para ellos fue importante conocer los nuevos métodos de entrenamiento, pero sobre todo entender la idiosincrasia y el estilo de los alemanes, su organización, planificación y manera de hacer un trabajo multidisciplinario en el deporte, pues apenas entonces se estaban implementando en el fútbol conceptos como psicología, nutrición y apoyos tecnológicos.
“Treinta años después, nosotros estamos como Alemania en esos momentos. Aquí los éxitos siguen siendo producto de la capacidad de los jugadores, de la forma espontánea como aparecen, pero no consecuencia de un proceso”, lamenta el profesor Boyacá, para quien “la llegada de Reinado a la selección mayor es una oportunidad inmejorable para apostarle a un proceso, sentar bases hacia el futuro, poner en práctica un verdadero método y que los dirigentes den muestra de su madurez y lo respalden. Por su experiencia y capacidad ampliamente demostrada era el mejor candidato al cargo”.
En Alemania, Reinaldo Rueda entendió la importancia de ser persistente, constante y dedicado a su tarea. “Además es una persona transparente, clara y precisa en sus conceptos”, algo clave en el fútbol moderno, en el que la retórica en los camerinos a veces supera la efectividad en las canchas.
Pero el estilo de un entrenador, más que con su esquema táctico o su estrategia preferida, tiene que ver con su personalidad, su forma de ser. “Rei es un tipo transparente, que nunca ha estado envuelto en conflictos o escándalos, con una carrera impecable”, reconoce Boyacá, quien recuerda con nostalgia cómo “nos fuimos al Mundial de Italia 90 juntando moneditas, dormíamos en albergues juveniles y hoteles sin estrellas, con tal de poder estar cerca y vivir la Copa Mundo”.
Lo que no imaginaron en ese momento es que Rueda se convertiría en uno de los técnicos más importantes y exitosos del continente, con dos Mundiales dirigidos, un título de Copa Libertadores y el enorme reto de recomponer el rumbo del fútbol colombiano en un momento de tanta dificultad.
Además de la incómoda posición de la selección en la eliminatoria a Catar 2022, séptima con cuatro puntos de 12 posibles, los dirigentes son constantemente cuestionados y los clubes no compiten a nivel internacional. Como si fuera poco, Colombia tendrá la obligación de pelear el título de la Copa América, de la que será anfitrión a mitad de año.
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Pero si algo forjó el carácter de Reinaldo Rueda en Alemania, en donde para sostenerse tuvo que lavar platos, recoger nieve y hacer todo tipo de trabajos informales, fue enfrentarse a la adversidad.
Durante casi 40 años en los banquillos, ha superado todos los desafíos sin necesidad de confrontar o imponer una idea. Es firme en sus convicciones, pero sabe escuchar y atiende consejos.
Exige orden e intensidad en sus equipos, como veía que lo hacían sus profesores en la Universidad de Colonia, pero les da vía libre a los artistas del balón para que desequilibren y rompan esquemas.
Aprende y enseña, porque esa es su esencia. Lidera, guía, pero ayuda a empujar. Entiende que un jefe da ejemplo y se gana el respeto respetando a todos por igual. Valores del hogar que consolidó en su paso por Alemania y ahora podrá volver a demostrar con la selección, en la que cuenta con el patrimonio más importante de un entrenador: la credibilidad de los jugadores, pues a muchos del plantel actual los dirigió cuando apenas comenzaban sus carreras.