Ricardo Salazar y la importancia de volver a Millonarios

El bumangués fue jugador de Millonarios y gerente deportivo. Ahora, en su tercera etapa, la misión es estructurar un club que pide estar de nuevo en las finales del fútbol colombiano.

Camilo Amaya
20 de diciembre de 2019 - 03:00 a. m.
Salazar jugó en el cuadro embajador en 1981. / Archivo El Espectador
Salazar jugó en el cuadro embajador en 1981. / Archivo El Espectador
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Con excesiva calma, y un dejo fuerte, golpeado, y un toque regañón -aunque poco regaña-, Ricardo Salazar baja un recuerdo viejo hasta su memoria, el del debut como profesional con Atlético Bucaramanga. Fue en un clásico de oriente frente a Cúcuta, en 1979. El entrenador Alberto Toscano Rendo le dio la oportunidad de ingresar en el segundo tiempo.

“Entregá bien las primeras pelotas para que tomés confianza”, le dijo el argentino con pasado en Huracán y San Lorenzo (dirigió 47 partidos con el club santandereano). Ese día, Salazar ingresó por José María Rodríguez, un volante mixto que estaba exhausto de ir y venir por todo el terreno de juego. Ricardo, un joven de 21 años, magro, bajito y muy hábil con su pierna izquierda, hizo lo que le pidieron: entregó el balón sin arriesgarlo. Lo hizo en un par de ocasiones, y cuando tuvo más seguridad de sí mismo se metió al área rival, se le adelantó a un central más corpulento y de cabeza puso el único gol del encuentro.

El joven, que lucía pánfilo en la cancha, resultaba ser muy útil sobre todo en las acciones que requerían velocidad, en las transiciones que quería Toscano Rendo, un ajedrecista a la hora de planear un contragolpe. “Creo que marqué siete goles y me gané la titularidad”. Su efectividad lo llevó dos años después a Deportivo Cali, al equipo que en 1981 superó a River Plate en la Copa Libertadores (ambos partidos por 2-1), un club que tenía en su nómina a seis jugadores campeones del mundo con Argentina tres años antes (Ubaldo Fillol, Alberto Tarantini, Daniel Passarella, Norberto Alonso, Mario Kempes y René Houseman). “Estuve, sí, pero no pude actuar frente a River. Era muy joven y por delante estaban otros futbolistas como Ernesto Cococho Álvarez y el mismo Willington Ortiz. Entonces me fui porque no tuve las oportunidades que quería”.

Le puede interesar: Este será el grupo de trabajo de Alberto Gamero en Millonarios

A pesar de disputar solo cinco encuentros con el cuadro azucarero y de no tener la visualización esperada, dos empresarios le ofrecieron ir a Millonarios, a trabajar bajo las órdenes de José el Pato Pastoriza. Y ahí conoció a Alberto Vivalda, a Jorge Fossati, a Carlos Ángel López, a Alejandro Barberón, entre otros, que en vez de darle una mano a su arribo le dieron un abrazo y lo acogieron como uno más. Salazar no llegó solo, pues el trato también incluía a Diego Édison Umaña. “Solo estuve un año porque la opción de compra era alta y, además, Pastoriza dejó de ser DT para darle paso a Juan Martín Mujica. Y él trajo su gente, llenó el equipo de uruguayos y los jóvenes fuimos relegados”. Como si fuera su polo a tierra, Salazar regresó a Atlético Bucaramanga, pero volvió a marcharse en 1984, esta vez para Santa Fe, institución en la que apenas disputó cuatro encuentros. Y de ahí saltó a Cúcuta, luego a Deportes Quindío y, en esos ires y venires del fútbol, la suerte no estuvo de su lado cuando se rompió el ligamento cruzado anterior de la pierna derecha.

Lea aquí: Este es el calendario de los equipos colombianos en la Copa Suramericana

Y aunque intentó jugar de nuevo, ya no tuvo la estabilidad ni la fuerza para saltar, la de antes, y, compungido, se retiró del deporte profesional a los 29 años. “No había la tecnología de ahora. De hecho, todavía tengo los tornillos que me pusieron en ese entonces”. Salazar, que durante su carrera deportiva estudió economía en la Universidad Cooperativa de Colombia, pensó en ser entrenador, pero la falta de continuidad y lo voluble de un cargo tan impredecible le generó más miedo que fascinación.

Y por eso se interesó en el manejo personal, en saber de ingresos y egresos, de estados financieros y del riesgo de inversión, también de contratar a futbolistas, de buscarlos donde nadie buscaba y de venderlos. Y un día Ricardo Salazar retornó a Millonarios, ya no como jugador, sino como gerente deportivo, a iniciar un proyecto con su amigo Miguel Augusto Prince, pues mientras uno se inauguraba como técnico, el otro lo hacía como administrativo.

“Estuve nueve años antes de que Gabriel Camargo me propusiera trabajar con él. Siempre me preguntaba por los jugadores que ya no quería Millonarios para llevárselos a su Deportes Tolima y así conformó buenas nóminas con hombres como Eddy Villarraga, Flaminio Rivas, Jhon Mario Ramírez, Osman López, entre otros. Y en 1999 le dije que sí y me fui para Ibagué”. Por dos décadas fue la mano derecha de Camargo no solo en la parte gerencial, sino en la búsqueda de talentos, en los viajes a Paraguay y Uruguay para ponerles el ojo a nuevas figuras, en potenciar las escuelas de Ibagué y de todo el departamento. “Fue un trabajo duro, pero interesante, de observar con calma, de tener paciencia y esperar para saber quién puede tener condiciones para esto. Y de no asombrarse con facilidad para no caer en un pecado común en un oficio que se hace ingrato a punta de equivocaciones”.

Pitirri, apodo que heredó de su hermano Armando (le decían así por el pitirre, un ave de patas largas y de contextura delgada), retorna por tercera vez al club embajador, en esta ocasión con la experiencia del camino recorrido y con la misión de que su estancia no sea efímera. Todo lo contrario, para permanecer el tiempo que sea necesario.

Por Camilo Amaya

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar