El drama de "El Guajiro" Pacheco, histórico de Santa Fe
El exdefensor del cuadro cardenal, campeón en 1975, entrena a niños de bajos recursos en el parque El Salitre. En los próximos días será operado de la cadera, pero no tiene al día su EPS.
Luis Guillermo Montenegro
A las 5:00 a.m. suena de lunes a sábado el despertador de Rafael Pacheco. Se levanta de su cama, se prepara un café, se baña, se viste y antes de salir de su apartamento, en el barrio Los Álamos, en Bogotá, se asegura de que en la maleta que va a llevar estén los dos balones naranja con negro y los demás implementos de trabajo. En la avenida 68 coge un bus que lo deja cerca del Parque Recreodeportivo El Salitre, a donde debe llegar antes de las 6:00 a.m. para comenzar el entrenamiento personalizado con sus alumnos.
El punto de encuentro es el muro, una pared verde con dimensiones un poco mayores a las de un arco de fútbol profesional y que está marcada con rectángulos y números blancos. Allí, según Pacheco, se practica el control del balón, el cabezazo, el pase, y se mejora notablemente la precisión en los tiros.
En los días que más alumnos tiene, llegan entre 10 y 15, pero hay jornadas en las que se dedica a trabajar con dos o tres. “Acá se les enseña a los pelaos cosas que no están teniendo en cuenta en las escuelas de ahora. Es que el fútbol no es sólo correr y meter, es necesario trabajar la fundamentación”, asegura el Guajiro, quien es un histórico futbolista de Independiente Santa Fe, campeón en el sexto título del cuadro albirrojo en 1975. Disputó un total de 296 partidos y marcó cinco goles.
A finales de los años 80 se retiró y casi 20 años después de haber dejado las canchas sintió una vocación especial por enseñar, así que comenzó con el proyecto de trabajos personalizados en parques de Bogotá. Además, por su amor a Santa Fe ha trabajado por temporadas en las divisiones menores del club, como entrenador de alguna de las categorías. No obstante, desde hace siete años no ha vuelto a vincularse con el club bogotano.
Eso sí, ha tenido la oportunidad de dirigir equipos juveniles como Tigres FC, con el que ganó en dos oportunidades la Liga de Bogotá y consiguió un subtítulo en un certamen que se jugó en México. También ha hecho parte de escuelas de la capital, como Alianza Suba, a la que estuvo vinculado hasta hace unos meses, pero decidió dar un paso al costado por tener diferencias con los dueños.
Sin embargo, el fútbol es su vida y por eso, cuando no trabaja para alguien, sigue con su proyecto personal. En el Parque Recreodeportivo El Salitre es querido por las personas de la administración, quienes le han tendido la mano cuando lo ha necesitado.
“Mis alumnos son la mayoría pelados de bajos recursos que tienen el sueño de llegar a ser profesionales. Por ejemplo, uno de ellos se viene a las 3:00 a.m. en bicicleta desde Soacha, no tiene para pagarme, pero yo cómo lo voy a devolver y no lo voy a entrenar si ha hecho semejante esfuerzo”, le cuenta Pacheco a El Espectador. Los que sí le pagan le dan entre $60.000 y $80.000 mensuales, muy poco teniendo en cuenta que debe costear el alquiler de los espacios del parque, así como sacar de ahí para subsidiarse el transporte y llevar el mercado a su casa.
“Es una situación muy jodida. Afortunadamente hay gente que me ha ayudado. Siento un compromiso con mis alumnos y no podría dejarlos botados en la mitad del camino”, se lamenta. Claro que ya hay casos de éxito, como el de un par de ellos que gracias a los entrenamientos de Pacheco han logrado ser becados en universidades de Estados Unidos, o el de otros que han recibido la oportunidad de probarse en divisiones inferiores de clubes profesionales.
El corazón del Guajiro es tan grande que en este momento, en el que tiene dificultades para juntar lo del arriendo de su apartamento en Bogotá y además está sufriendo problemas de salud, le preocupa más el bienestar de los demás que el propio. “Hace unos meses fui operado de la cadera, pero ahora me tienen que operar de la otra y no sé cómo haré porque no estoy al día con la EPS”, asegura. “A veces es muy jodido. Pero para adelante. No podemos aflojar. Vamos a ver cómo salimos adelante. Lo que más me preocupa es el futuro de mis niños. Ojalá apareciera alguien que me ayudara para poder darles a ellos lo de los pasajes en los buses y poder comprar balones, conos y petos”.
El domador del león
En 1975, cuando Independiente Santa Fe consiguió su sexto título de Liga, uno de los emblemas del equipo fue Monaguillo, un cachorro de león que consiguió Daniel Samper Pizano, uno de los directivos del club bogotano. Una tarde, cuando estaban concentrados en el hotel Dann de la capital del país, Samper fue a buscar a Rafael Pacheco a su habitación y le consultó si le daba miedo salir con Monaguillo a la cancha. “A mí no me da miedo. Hágale, don Daniel”, le respondió. Así que desde ese día, y por el resto del torneo, cuando los once jugadores titulares salían al terreno de juego del estadio El Campín de Bogotá, el Guajiro llevaba al león y en los himnos lo alzaba.
Pacheco comenzó jugando de 9, pero en el equipo del barrio Bastidas, en Santa Marta, Alberto Scott le pidió el favor de que jugara de defensa central en los partidos de liga. Le fue bien y ahí se quedó. Su paso al fútbol profesional fue gracias al Unión Magdalena. Venía haciendo parte de la selección guajira, de hecho, se destacó en un nacional en 1969, lo que le abrió las puertas del primer equipo del cuadro samario. Allí disputó algunos partidos, pero en 1973 Samuel Calderón lo vio y lo llevó a Independiente Santa Fe.
“En Santa Fe viví mis mejores días. El torneo de 1975 fue especial, fue algo preparado por La Chiva Cortés. Éramos un equipo de obreros que tenía algunas figuras, como Alfonso Cañón, Carlos Alberto Pandolfi, Leonardo Recupero y, claro, Pacheco, la gran figura”, dice entre risas. El técnico de ese equipo fue el chileno Pancho Hormazábal, quien “nos unió como una sola familia. Salimos campeones en gran parte por su trabajo”, destaca el Guajiro.
Hasta 1980 estuvo en Santa Fe. Fueron siete años en los que afirma haber vivido el mejor tiempo de su carrera y por eso el amor por Bogotá y por el equipo cardenal. “Aún estoy muy pendiente. Me alegra que estén ganando títulos, creo que todo es producto de un buen trabajo dirigencial. Santa Fe tiene en Gustavo Costas a uno de los mejores de América. Además, la nómina es de calidad. Espero que vengan muchas más alegrías”, destaca.
Claro que esa felicidad que le da Santa Fe se opaca por su presente, por su día a día, por los problemas y la falta de liquidez. “Espero que pueda solucionar todos los inconvenientes que tengo. Ahora sueño con poder sacar un equipo de la categoría 99 que pueda participar en la Liga de Bogotá. Trabajaré para eso”, comenta.
En los próximos días será operado de la otra cadera y en los días de su incapacidad espera que sus hijos y esposa le ayuden para poder cumplir con sus obligaciones. “Ya llegarán tiempos mejores”, finaliza el Guajiro, quien, con la misma berraquera que le caracterizaba en la cancha, espera sortear estos malos momentos.
*Si está interesado en ser entrenado por Rafael Pacheco o quiere ayudarlo, puede comunicarse con el celular 3107723722.
A las 5:00 a.m. suena de lunes a sábado el despertador de Rafael Pacheco. Se levanta de su cama, se prepara un café, se baña, se viste y antes de salir de su apartamento, en el barrio Los Álamos, en Bogotá, se asegura de que en la maleta que va a llevar estén los dos balones naranja con negro y los demás implementos de trabajo. En la avenida 68 coge un bus que lo deja cerca del Parque Recreodeportivo El Salitre, a donde debe llegar antes de las 6:00 a.m. para comenzar el entrenamiento personalizado con sus alumnos.
El punto de encuentro es el muro, una pared verde con dimensiones un poco mayores a las de un arco de fútbol profesional y que está marcada con rectángulos y números blancos. Allí, según Pacheco, se practica el control del balón, el cabezazo, el pase, y se mejora notablemente la precisión en los tiros.
En los días que más alumnos tiene, llegan entre 10 y 15, pero hay jornadas en las que se dedica a trabajar con dos o tres. “Acá se les enseña a los pelaos cosas que no están teniendo en cuenta en las escuelas de ahora. Es que el fútbol no es sólo correr y meter, es necesario trabajar la fundamentación”, asegura el Guajiro, quien es un histórico futbolista de Independiente Santa Fe, campeón en el sexto título del cuadro albirrojo en 1975. Disputó un total de 296 partidos y marcó cinco goles.
A finales de los años 80 se retiró y casi 20 años después de haber dejado las canchas sintió una vocación especial por enseñar, así que comenzó con el proyecto de trabajos personalizados en parques de Bogotá. Además, por su amor a Santa Fe ha trabajado por temporadas en las divisiones menores del club, como entrenador de alguna de las categorías. No obstante, desde hace siete años no ha vuelto a vincularse con el club bogotano.
Eso sí, ha tenido la oportunidad de dirigir equipos juveniles como Tigres FC, con el que ganó en dos oportunidades la Liga de Bogotá y consiguió un subtítulo en un certamen que se jugó en México. También ha hecho parte de escuelas de la capital, como Alianza Suba, a la que estuvo vinculado hasta hace unos meses, pero decidió dar un paso al costado por tener diferencias con los dueños.
Sin embargo, el fútbol es su vida y por eso, cuando no trabaja para alguien, sigue con su proyecto personal. En el Parque Recreodeportivo El Salitre es querido por las personas de la administración, quienes le han tendido la mano cuando lo ha necesitado.
“Mis alumnos son la mayoría pelados de bajos recursos que tienen el sueño de llegar a ser profesionales. Por ejemplo, uno de ellos se viene a las 3:00 a.m. en bicicleta desde Soacha, no tiene para pagarme, pero yo cómo lo voy a devolver y no lo voy a entrenar si ha hecho semejante esfuerzo”, le cuenta Pacheco a El Espectador. Los que sí le pagan le dan entre $60.000 y $80.000 mensuales, muy poco teniendo en cuenta que debe costear el alquiler de los espacios del parque, así como sacar de ahí para subsidiarse el transporte y llevar el mercado a su casa.
“Es una situación muy jodida. Afortunadamente hay gente que me ha ayudado. Siento un compromiso con mis alumnos y no podría dejarlos botados en la mitad del camino”, se lamenta. Claro que ya hay casos de éxito, como el de un par de ellos que gracias a los entrenamientos de Pacheco han logrado ser becados en universidades de Estados Unidos, o el de otros que han recibido la oportunidad de probarse en divisiones inferiores de clubes profesionales.
El corazón del Guajiro es tan grande que en este momento, en el que tiene dificultades para juntar lo del arriendo de su apartamento en Bogotá y además está sufriendo problemas de salud, le preocupa más el bienestar de los demás que el propio. “Hace unos meses fui operado de la cadera, pero ahora me tienen que operar de la otra y no sé cómo haré porque no estoy al día con la EPS”, asegura. “A veces es muy jodido. Pero para adelante. No podemos aflojar. Vamos a ver cómo salimos adelante. Lo que más me preocupa es el futuro de mis niños. Ojalá apareciera alguien que me ayudara para poder darles a ellos lo de los pasajes en los buses y poder comprar balones, conos y petos”.
El domador del león
En 1975, cuando Independiente Santa Fe consiguió su sexto título de Liga, uno de los emblemas del equipo fue Monaguillo, un cachorro de león que consiguió Daniel Samper Pizano, uno de los directivos del club bogotano. Una tarde, cuando estaban concentrados en el hotel Dann de la capital del país, Samper fue a buscar a Rafael Pacheco a su habitación y le consultó si le daba miedo salir con Monaguillo a la cancha. “A mí no me da miedo. Hágale, don Daniel”, le respondió. Así que desde ese día, y por el resto del torneo, cuando los once jugadores titulares salían al terreno de juego del estadio El Campín de Bogotá, el Guajiro llevaba al león y en los himnos lo alzaba.
Pacheco comenzó jugando de 9, pero en el equipo del barrio Bastidas, en Santa Marta, Alberto Scott le pidió el favor de que jugara de defensa central en los partidos de liga. Le fue bien y ahí se quedó. Su paso al fútbol profesional fue gracias al Unión Magdalena. Venía haciendo parte de la selección guajira, de hecho, se destacó en un nacional en 1969, lo que le abrió las puertas del primer equipo del cuadro samario. Allí disputó algunos partidos, pero en 1973 Samuel Calderón lo vio y lo llevó a Independiente Santa Fe.
“En Santa Fe viví mis mejores días. El torneo de 1975 fue especial, fue algo preparado por La Chiva Cortés. Éramos un equipo de obreros que tenía algunas figuras, como Alfonso Cañón, Carlos Alberto Pandolfi, Leonardo Recupero y, claro, Pacheco, la gran figura”, dice entre risas. El técnico de ese equipo fue el chileno Pancho Hormazábal, quien “nos unió como una sola familia. Salimos campeones en gran parte por su trabajo”, destaca el Guajiro.
Hasta 1980 estuvo en Santa Fe. Fueron siete años en los que afirma haber vivido el mejor tiempo de su carrera y por eso el amor por Bogotá y por el equipo cardenal. “Aún estoy muy pendiente. Me alegra que estén ganando títulos, creo que todo es producto de un buen trabajo dirigencial. Santa Fe tiene en Gustavo Costas a uno de los mejores de América. Además, la nómina es de calidad. Espero que vengan muchas más alegrías”, destaca.
Claro que esa felicidad que le da Santa Fe se opaca por su presente, por su día a día, por los problemas y la falta de liquidez. “Espero que pueda solucionar todos los inconvenientes que tengo. Ahora sueño con poder sacar un equipo de la categoría 99 que pueda participar en la Liga de Bogotá. Trabajaré para eso”, comenta.
En los próximos días será operado de la otra cadera y en los días de su incapacidad espera que sus hijos y esposa le ayuden para poder cumplir con sus obligaciones. “Ya llegarán tiempos mejores”, finaliza el Guajiro, quien, con la misma berraquera que le caracterizaba en la cancha, espera sortear estos malos momentos.
*Si está interesado en ser entrenado por Rafael Pacheco o quiere ayudarlo, puede comunicarse con el celular 3107723722.